Una sonrisa que excede la cara,
un abrazo que abarca el mundo.
Felicidad y fraternidad cada día,
ayer, ahora, mañana y siempre.
Retornan momentos ya vividos,
necesidades pasadas y resueltas
por amigos y desconocidos buenos,
reunidos por amor fraterno.
En el firmamento brillan estrellas,
luminosas como ateneos libres,
casas vecinales de puerta abierta
también para ricos empobrecidos.
En esta jornada, como en tantas,
se unen generosas las manos,
se entretejen como la fuerte zarza
de negro fruto y dulce zumo rojo.
Nace la belleza en esos rostros
arrugados, bajo el pelo ahumado,
al ver en los ojos del pueblo
el alivio de hambre calmada.
Surge la lumbre en cada individuo
cuando juntos forman el universo
infinito y pleno de sorpresas y vida
en torno al centro social de tu barrio.
Ramón Haniotis.
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