El Trabajo Es Siniestro
Brilla un sol que baña de vida huertos
y se cuela sin vergüenza por ventanales
de fábricas donde miles de brazos tapan
enlatados, cosen camisas y pintan juguetes.
Bajo cielos grises con sus aguas torrenciales,
hay quienes se empecinan en levantar casas,
plantar lechugas, pimientos y tomates,
conducir camiones o llevar comida en bici.
Millones de cerebros empujan brazos que forjan
a España y al mundo en sus aceros y sus versos
imperfectos, pero de sangre y sudor manchados.
Laboran generosos y el patrón ahorra en seguridad.
Se desprende en lo alto un pequeño clavo,
o un tornillo, o se desata un infierno de llamas,
quizá se rompa un cable de freno o estalle,
prematuro, el barreno en la galería.
Un cuerpo aplastado, calcinado, sepultado.
Un despido barato. Un económico finiquito.
Un nuevo puesto de trabajo, uno solo,
para los millones que se ofrecen a ocuparlo.
En la patria del sol o sombra, del calimocho,
de las burbujas de ladrillo, de la Liga,
de la pareja esa que te cuida y guarda,
dos vidas al día se apagan siniestradas.
Ramón Haniotis
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