We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Encandilan esos dientes blanqueados no dejan ver bien
si te sonríen o son de gorila diciendo “Este es mi árbol”.
Con melosa voz ofrece enteros bosques de eucalipto,
para plantar en tu tierra porque aquí está prohibido.
“En tu tierra” es un decir: ya la compró una empresa
off-shore, testaferro de príncipes y filántropos asociados.
Ese bosque exótico fabricará oxígeno, con tu agua,
bienes que permuto por gases contaminantes, tóxico.
En la aldea global no se deja de emitir asfixia, se diría
que también, en esto sí democráticamente, se desertiza.
Se necesita celulosa para mi papel higiénico porque tú,
con esa dieta, no produces tanta mierda como este 1%.
La compra incluye seres primitivos, trancas al progreso,
opuestos a inundar su habitat para mi represa eléctrica.
En el Pacífico está mejor la cosa: sus representantes
no van a la cumbre porque sus islas están bajo agua.
Esos militantes de la naturaleza salvaje, como ellos,
solo acuden para aburrir presidentes, hasta dormirlos.
Lo que vende titulares es ver a países “emergentes”
pidiéndo subsidios al petróleo, para seguir “creciendo”.
Crecer gaseados es mejor que morir sin probar el remedo
de esa libertad que solo te da el coche propio y nuevo.
Hoy, como ayer, las economías ricas prometen solidaridad,
lobos aullando esperanza, promesa electoral que se olvida.
Mientras, el protector de la naturaleza mata elefantes,
vende armas y se esconde en la arena como escorpión.
Y ahora tú y yo: ¿cuánto consumimos para mantener
esta tóxica “nube cibernética”?
Ramón Haniotis