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Solidaridad con Alfredo Cospito
preso condenado a cadena perpetua,
en régimen de aislamiento 41Bis en Italia,
el cual lleva más de 100 días en huelga de hambre.
La ley es igual para todos sus hechores
sus mandantes y parientes, pero el rebaño
de dios, y el de otros, la acata sacralmente
y aplaude cuando cae sobre la oveja negra.
Un día Pepa, o Juan, de los Palotes, terminan
con sus huesos en la sombra junto a Alfredo
Cospito. Todos cansados de gritar BASTA
a políticos serviles del poderoso caballero.
El acostumbrado cancerbero no preguntó
pero oyó decir al preso: “Soy culpable
de querer un mundo mejor, incluso para tí.“
Hechó el cerrojo y apagó la luz, sonriendo.
Todos los tribunales califican de peligroso criminal
a quien propone un mundo sin guerras ni basura,
atómica, plástica o de la otra. Si hay que aplicar
la Ley del Duce, bienvenido el saludo romano.
El jovial juez y el alegre fiscal que encierran
ovejas negras, reciben al poderoso y decretan
que el celador dé tratamiento especial al serio
empresario que fabrica radiación o armamento.
A puertas cerradas en el salón de cuchicheos
amigables juristas decretan que la industria,
el banco y sus beneficios no son responsables
del genocidio sino solo aquel que se rebele.
Ayunar para enfrentar el inhumano 41 Bis es
más fuerte y clamoroso que el castigo diario
por herir una pierna. Mientras, los asesinos
de Carlo Giuliani beben prosecco al sol.
Esa noche, junto a la aguada sopa, el esbirro
volvió a oír aquel “incluso para tí” y pensó
en lo injusto que es el mundo con aquellos
que cumplen órdenes por el bien de todos.
Ramón Haniotis.