No siendo abeja envidio su generoso hacer
y no sé qué pensar de mi pensar y ser
aunque no siempre soy aquello que pienso.
Bato palmas al blanco enjambre que sana y cuida
sin ver color sexo el pobre ingreso y su pobreza
aunque a su pesar no siempre pueden ayudar igual
y sabemos que ellos no se alimentan del aplauso.
Es admirable la labor de las hormigas obreras
que alimentan larvas para mantener su especie
sin pedir nada a cambio de la propia vida.
La ciudad reluce como nueva cada mañana
o es pulida bajo el sol por bailarines alegres
cantores o mosqueados por tanta mugre
dejada por desidia o simple estupidez.
Felices de nadar libres y a los gritos los delfines
arrean aterradas sardinas para alimentarse juntos
y convidar tiburones ballenas y aves zambullidoras.
No soy parte del cardumen de famélicas pirañas
que en pocos instantes dejan solo blancos huesos
del jaguar que de a una puede vencer y tragar
pero apoyadas una en la otra no puede someter.
Puedo seguir con profesoras maestros y cajeras
jornaleros que recogen tomates peras y cebollas
o gansos que se turnan al frente de la bandada.
No es el héroe ese de calzoncillo externo rojo
llamado Clark o Tarzán socorriendo africanos
sino todos aquellos que te ofrecen café salud
limpieza amistad y voz en el coro fraternal.
Ramón Haniotis
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