Industria alimentaria
La industria salmonera devasta el mar patagónico en Chile

Las salmoneras transnacionales aprovechan la falta de control local para criar en Chile mucho más salmón de lo permitido. Esto está provocando contaminación por antibióticos y el escape de las jaulas de millones de ejemplares, que depredan a las especies locales, afectando gravemente al equilibrio marino.
Chile naturaleza mar
Archipiélago de las Islas Huichas
27 ene 2025 08:06

El salmón fue introducido en Chile a principios del siglo XX, pero no fue hasta finales de los 80 que la dictadura de Pinochet impulsó la industria salmonera convirtiéndola en una de las más productiva del país. Sin embargo, más de la mitad de las empresas del sector son extranjeras, sobre todo noruegas, y operan en la región patagónica chilena.

Al tratarse de una especie foránea que no podría circular libremente por las aguas chilenas, Noruega también introdujo en Chile tecnologías de cultivo intensivo, como las jaulas sumergibles del tamaño de un campo de fútbol, donde cientos de miles de salmones son engordados mediante un sistema de alimentación automatizado, para luego ser “cosechados” mediante mangueras que los succionan y los llevan  hasta las plantas procesadoras.

Noruega introdujo en Chile jaulas sumergibles del tamaño de un campo de fútbol, donde cientos de miles de salmones son engordados
Jaula cultivo de salmón
Centro de cultivo de salones

Pero mientras que en Noruega el salmón es una especie silvestre que se alimenta de crustáceos adquiriendo así su color característico, en Chile han de introducir colorantes en su alimentación para que la carne del pescado luzca rosada. Además se les trata con cantidades ingentes de antibióticos para que sobrevivan fuera de su hábitat natural. Por ello, las heces de los peces contaminan las aguas y fondos marinos. 

Mientras las empresas  salmoneras transnacionales cumplen la legislación en sus países de origen, en Chile aprovechan la falta de control por parte de las autoridades locales para criar muchos más salmones de lo permitido. Esa sobreproducción ha provocado el escape de las jaulas de millones de ejemplares, que han depredado a las especies locales y afectado gravemente al equilibrio marino. Además, las altas demandas de oxígeno causadas por el hacinamiento de los peces en las jaulas de cultivo disminuyen el oxígeno disuelto, creando las denominadas zonas muertas que matan la vida oceánica.

En su avance, esta industria está acabando no sólo con los ecosistemas marítimos, también con las formas de vida de pueblos indígenas y comunidades locales

A la vista de que aún no se ha calculado el grado de contaminación provocado por esta industria en el país, el Relator de Naciones Unidas sobre derechos humanos y medio ambiente David R. Boyd recomendó a Chile suspender “la expansión de la acuicultura del salmón a la espera de un análisis científico independiente de los impactos medioambientales adversos.”

Sin embargo, la industria salmonera sigue expandiéndose por la Patagonia, cada vez más hacia al sur. Y tras saturar el mar en Chiloé y Aysén, ahora ha llegado hasta Cabo de Hornos, en el extremo austral. En su avance, junto con los ecosistemas marítimos, esta industria está acabando con las formas de vida de pueblos indígenas y comunidades locales.

Recolección de mariscos
Habitantes de las Huichas recolectando crustáceos

En 2008 se promulgó la ley Lafquenche, buscando fomentar la participación de las comunidades indígenas en el uso y manejo de los recursos marinos de sus territorios. Para lograrlo, dicha ley creó la figura de los Espacios Costeros Marinos de Pueblos Originarios (ECMPO), que son áreas administradas de manera colectiva. Esa gestión sostenible debería contribuir a la conservación de los ecosistemas costeros, sin embargo su implementación está resultando complicada debido a la oposición de la industria salmonera.

Los habitantes de las islas Huichas (ubicadas en el archipiélago de las Guaitecas) han tenido históricamente una forma de vida asociada al mar. Recolectan algas del fondo, crustáceos de las rocas y pescan de manera tradicional. Estas actividades de subsistencia se han visto gravemente afectadas tras el establecimiento de más de 300 concesiones salmoneras en el archipiélago.

“El Estado no realiza estudios, solo se hace eco de los beneficios que genera la industria y afortunadamente para ésta toda la contaminación queda bajo el agua, no se ve”
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Nelson Millatureo, presidente de la comunidad indígena Antünen Rain, declara a El Salto: “Todo lo económico aquí viene del mar. Pero ahora hay un daño ambiental gigante. Recientemente, producto de las heces de los salmones, ha aparecido por toda la costa una especie de baba espesa que impide que las larvas de las especies autóctonas se reproduzcan. Pero el Estado salmonero, como le llamamos, no realiza estudios, solo se hace eco de los beneficios que genera la industria y afortunadamente para ésta toda la contaminación queda bajo el agua, no se ve. Lo único que se aprecia es la basura de los centros salmoneros acumulada en las orillas.”

Sin embargo hay quien ve en las profundidades del agua. Sofía Cabero se dedica a la recolección de algas desde niña. Todas las mañanas se enfunda su traje de buzo y se sumerge en estas aguas. Nos cuenta que “toda esta área era rica en loco, almeja, picoroco... pero hoy en día no se encuentra absolutamente nada. La contaminación ha acabado con todo. Se ven incluso centros salmoneros completos en el fondo porque a los empresarios les conviene más hundirlos cuando cumplen su ciclo que trasladarlos.”

“Se ven incluso centros salmoneros completos en el fondo del mar porque a los empresarios les conviene más hundirlos cuando cumplen su ciclo que trasladarlos”

Todo esto sucede en un espacio de alta biodiversidad marina con la categoría de Reserva Nacional. Paolo Matissini, miembro de la comunidad indígena Fotem Mapu de las islas Huichas, explica para el Salto que “para proteger a los salmones de los lobos marinos cubren las jaulas con mallas que acaban desprendiéndose. Están apareciendo lobos marinos, cormoranes y hasta ballenas muertas y enredadas en esas mallas”.

El desastre ambiental transciende lo ambiental. “Estas caletas pesqueras han quebrado, el poco trabajo que ofrecen las salmoneras es precario” -cuenta Nelson- traen gente de fuera y en la localidad ahora hay prostitución, droga y alcohol.”

Por estas razones las comunidades de las islas solicitaron la administración del maritorio por parte sus propios habitantes, a través de ECMPO. “Lo que no excluiría la actividad salmonera -aclara Nelson-, ningún dirigente de los pescadores está contra la industria salmonera, estamos en contra de las malas prácticas.”

Comunidad chilena
Solicitantes ECMPO Islas Huichas

Pero durante los años que duró la tramitación, la industria salmonera desplegó una campaña de desinformación y de desprestigio de las comunidades solicitantes y finalmente la solicitud fue rechazada por la autoridad competente. Greenpeace aseguró que la votación se dio en un “clima lamentable” y que durante el proceso hubo amenazas contra las comunidades. “Además la industria botó tanta plata contra la iniciativa que acabó convenciendo a las personas que decidían” explica Sofía.

Desde entonces la sobreproducción salmonera ha ido a más, “no hay control ninguno sobre esa sobreproducción ni sobre el estado de las instalaciones. La administración encargada de la fiscalización ni siquiera tiene embarcaciones, vienen en las lanchas de los propios salmoneros. Ni buzos tienen.”

La industria también ha cortado el paso a nuevas actividades económicas como el turismo que empezaba a surgir en las islas. “Los registros arqueológicos y restos paleontológicos de las playas han sido destruidos por los pontones de la industria”, cuenta Paolo, responsable del museo de las Huichas-. “A pesar de la belleza natural, ¿qué turista va a querer venir a ver este desastre?” añade Sofía.

El video hace un llamado a la protección de espacios costeros y marinos en Islas Huichas

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