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Italia
Meloni proyecta su modelo ultraderechista sobre Europa
“La Europa que cambia”. Este es uno de los principales eslóganes de campaña de la primera ministra de Italia, la ultraderechista Giorgia Meloni, que no se ve debilitada tras más de un año y medio en el poder y se presenta a los comicios europeos del 8 y 9 de junio como favorita. Todas las encuestas indican que su formación, el partido posfacista Hermanos de Italia, se impondrá en las elecciones a la Eurocámara con un 27% de los votos. Muy por detrás, en cuarta y quinta posición, con un 8% de sufragios cada una, se prevé que estén las fuerzas socias de su Gobierno en Roma, la conservadora Forza Italia del difunto Silvio Berlusconi y la ultraderechista Liga de Matteo Salvini. Sin embargo, en el cómputo global, las tres fuerzas que hoy forman la coalición más derechista de la historia de Italia desde finales del fascismo se harán con una abrumadora mayoría que podría rozar el 45% de apoyos.
Meloni —antigua militante neofascista y desde su juventud cara visible en la escena ultra romana— es uno de los máximos exponentes de la Italia de estos tiempos, cada vez más escorada hacia una hegemonía ideológica de extrema derecha y conservadora que ella misma aupó y capitalizó en beneficio propio.
Distintos analistas estiman que la abstención en estas europeas podría superar la mitad de la población con derecho a voto, un nivel nunca visto
Tras ganar las elecciones de octubre de 2022 y asumir el poder, Meloni pasó a ser el mayor referente ultraderechista del país, desbancando de esta posición a Salvini. Pese a mantener rasgos propios de su corriente ideológica —una crítica blanda al fascismo, un discurso ultranacionalista, políticas xenófobas contra la migración o mayor coerción hacia la prensa independiente—, tiene un estilo más bien pragmático con el que busca perfilarse como una conservadora que respeta el estado de derecho. También dejó de lado el euroescepticismo que marcó la trayectoria histórica de su corriente política, y su aceptación del statu quo vigente aplacó preocupaciones entre las élites europeas.
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Internamente, Meloni se presenta como una líder que muestra seriedad en la gobernanza y por ahora ha logrado mantener el poder pese a la inestabilidad política crónica de Italia. A nivel exterior, se alineó con las posiciones de la UE al apoyar Ucrania frente a la Rusia de Putin, un viejo amigo de la ultraderecha italiana del que se ha querido desmarcar. También ha mantenido a Italia dentro de la corriente atlantista, respalda las políticas de la OTAN y ha enviado armamento a Kiev. Todo esto le ha consolidado en ámbito interno e internacional. Con ello, ante los comicios para Bruselas, pretende proyectar su modelo ultraderechista más allá del país de la bota y extender su influencia a Europa, donde las fuerzas de extrema derecha podrían conseguir hasta el 25% de votos.
“Un punto de inflexión”, así es como describe estos comicios la dirigente italiana, que en un reciente acto de campaña apeló a “mandar de una vez por todas a las izquierdas a la oposición” y defendió una UE que “debe ser socio de los Estados nacionales, no una superestructura que los asfixie”. Meloni plantea cambiar la correlación de fuerzas y acercar el grupo que preside —Conservadores y Reformistas Europeos (ECR)— con la centro-derecha del Partido Popular Europeo (PPE). Espera ser un actor clave en la determinación de una nueva alianza hasta ahora inaudita en las instituciones europarlamentarias. La presidenta en funciones de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, ya avanzó que ve un pacto con Meloni como opción plausible para revalidar el cargo, otra muestra de la normalización de la ultraderecha por parte de unos conservadores que la necesitan para gobernar.
Mientras, a medida que se afianza la extrema derecha, la desafección hacia la política también es patente en Italia: distintos analistas estiman que la abstención en estas europeas podría superar la mitad de la población con derecho a voto, un nivel nunca visto. Todo ello, coinciden expertos, es una evidencia más de la despolitización ahondada de la sociedad italiana, un proceso que culminó en los tiempos de auge del poder e imperio mediático de Berlusconi. El cavaliere contribuyó a reconocer a las fuerzas de raíz fascista como socios válidos, fue el primer valedor de Meloni y acabó de arrinconar a los grupos izquierdistas en el país que antes tuvo el partido comunista más grande de Europa Occidental.
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“La derecha usó el miedo, la crispación y los problemas causados por la globalización” y avanzó en un contexto de crisis política, social y económica con “mensajes simples y un discurso centrado en cuestiones como la oposición a la migración”, hasta llegar al momento de hoy, dice Nicola Fratoianni, parlamentario de la Alianza Verdes-Izquierda, principal grupo izquierdista en el Parlamento de Italia.
En 2024 no hay necesidad de ir a buscar a los fascistas quién sabe dónde: están en los palacios de poder, legitimados”, cuenta Paolo Berizzi
Esta realidad larvada por décadas de berlusconismo se percibe también en la carrera para las europeas, muy marcada por discursos derechistas y el personalismo en torno a Meloni. Esta, que pese a presentarse candidata renunciará a su escaño europeo, tiene un peso preeminente también ante formaciones centro-izquierdistas como el Partido Demócrata (PD) o Movimiento 5 Estrellas. Ninguna de las dos ha logrado dar golpes de efecto en campaña, y su influencia es menor, aunque las encuestas prevén que sean segunda y tercera fuerza con el 21% y 16% de votos respectivamente.
La líder del PD y de la oposición italiana, Elly Schlein, también concurre como candidata. Insta a una “Europa social” donde se garanticen cuestiones básicas como un salario mínimo, la educación y sanidad públicas o los derechos de la comunidad LGTBQ+, pero no acapara la atención que tiene Meloni. A su vez, ante parte de la ciudadanía con puntos de vista más izquierdistas, encarna un modelo socioliberal y edulcorado que atrae poco. Salvo sorpresas de última hora, difícilmente dará el sorpasso ante una Meloni que usará las europeas para reforzar su hegemonía en Italia y más allá.
“Meloni gana porque sabe comunicarse con fuerza ante muchos italianos, sobre todo ante fascistas —hay aún muchos— y berlusconianos. Les hace creer que tiene un proyecto y revivir viejas emociones, a diferencia de su contraparte de izquierda del PD, sin capacidad de comunicación ni contenido”, dice Sara Cimmino, antigua periodista y coordinadora de una ONG de voluntariado internacional. Según agrega, pese a los datos de crecimiento que los mercados registran en Italia, “las medidas económicas de Meloni no mejoraron las cosas” y muchos siguen enfrentando una realidad precaria.
Mientras, el Gobierno Meloni ha acabado de normalizar el marco de la teoría racista conspirativa del gran reemplazo, muy común en las actuales ultraderechas. Establece que la población blanca europea está siendo sustituida por poblaciones no occidentales —sobre todo de religión musulmana— a través de la migración, y da vía libre a una islamofobia cada vez más presente en el discurso oficial. Esto se acompaña con la defensa de un catolicismo a ultranza que la primera ministra intenta revivir, el freno a la llegada de migrantes con pactos con regímenes autoritarios como Libia o Túnez o la coerción a las ONG de rescate claves para salvar a personas a la deriva en el Mediterráneo central.
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“El retorno de la bestia”, así es como el periodista italiano experto en ultraderecha Paolo Berizzi describe los tiempos de Meloni. “En 2024 no hay necesidad de ir a buscar a los fascistas quién sabe dónde: están en los palacios de poder, legitimados”, cuenta en un libro de este año el reportero, protegido por escolta desde 2019 por amenazas de grupos neofascistas. Según advierte, todo ello ilustra “una fascistización de la mentalidad dominante” en un nuevo tipo de “fascismo pop” que cala en la sociedad y “legitima el odio hacia el distinto, hacia las minorías a las que hacer sentir débiles”.