La Colmena
Canta el gallo rojo contra las patrullas de la miseria

Agitan las huestes de la miseria con los nuevos miedos patrios del odio al extranjero si es pobre y viene del sur, levantando los muros del desprecio y de la falsa criminalización.
23 sep 2024 11:19

El sábado 24 de marzo de 1984, en ¿plena? democracia, el alcalde de Valverde del Fresno (Cáceres), Cándido Pérez, tuvo que posponer la inauguración de una placa en una calle dedicada al poeta León Felipe, porque 30 fascistas del pueblo se apostaron durante todo el día en la calle, con ganas de pelea si acaso se llevaba a cabo el acto. Aunque no se pudo descubrir la placa aquel día, por la tarde se celebró un acto, durante el que se leyeron versos de Felipe. Cerraron la jornada Chicho Sánchez Ferlosio y Julia León, con un recital de sus canciones. Seguro que cantaron Gallo Rojo, Gallo Negro.

La ultraderecha, esa prima hermana de la derecha, se caracteriza por el empleo de un lenguaje muy especial. Si acaso sirve la categoría, el suyo es el lenguaje de los puños y las pistolas, la dialéctica fascistoide que sustituye al diálogo y a las palabras por la brutalidad y las agresiones. Palizas, linchamientos, destrucción de bienes, humillaciones e insultos integran el diccionario de los nuevos Attila Mellanchini, el camisa negra del Novecento de Bertolucci, lacayos cuyo único interés es medrar a costa del sufrimiento ajeno y del servilismo más ruin. Matar antes que morir.

Ahora los ideólogos del fascio y del capital -que es lo mismo- han encontrado un nuevo chivo expiatorio: la inmigración. Agitan las huestes de la miseria con los nuevos miedos patrios del odio al extranjero si es pobre y viene del sur, levantando los muros del desprecio y de la falsa criminalización. Palabras como deportación, propias de tiempos del nazismo, vuelven a resonar en las cancillerías europeas, aplaudidas por una ciudadanía que de tanto mirar las mentiras por el móvil ha olvidado mirar cara a cara a sus iguales en el tiempo y en el espacio.

Mientras se organizan patrullas vecinales de linchamiento, de gente tan pobre como a quienes creen sus enemigos, sin serlo, se impone la necesidad de organizarse para desmontar el discurso racista, rancio y patriótico. Como cantaron aquel día en Valverde del Fresno Chicho y Julia León, cuando canta el gallo negro, es que ya se acaba el día, si cantara el gallo rojo, otro gallo cantaría.

Amech Zeravla

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