¡Que no nos vengan con cuentos chinos ni rusos!
Esas malditas Patrañas bélicas gloriosas
que sólo servirán para alzar fríos monumentos
a la carne de cañón caída:
tus queridos hijos, los del vecino o los de un poco más lejos
y, fundamentalmente, para levantar su economía caníbal,
nunca nuestros hospitales o escuelas.
En serio: ¡¿Lo vamos a consentir otra vez?!
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