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Coronavirus
Niñas y niños podrán salir de casa a partir del domingo... y van a tener miedos y quejas
Anticipar la salida y también el regreso a casa, transmitir las normas con claridad y comprender sus quejas son algunos de los consejos para afrontar el cambio al que se enfrentan los menores de 14 años, que a partir del domingo podrán salir a dar paseos de una hora.
Niños y niñas se preparan para salir a pasear este domingo después de los anuncios de esta semana y la publicación en el BOE de este sábado, 25 de abril de las condiciones en las que se pueden realizar estos desplazamientos. Podrán hacerlo en un entorno de un kilómetro alrededor de su domicilio, entre las 9h y las 21h, una vez al día y durante una hora, tras más de 40 días encerrados en casa, un cambio radical en las rutinas a las que se han visto forzados.
En el caso de que el adulto responsable sea una persona o cuidador que conviva en el mismo domicilio, deberá llevar una autorización, según especifica el BOE. Podrán pasear por cualquier vía pública, también por espacios verdes, y manteniendo dos metros de distancia con otras personas.
“Cuando sales de la cárcel puede ocurrir que no quieras salir por miedo a encontrar un ambiente hostil, o que el deseo de salir sea enorme y haya deseo de transgresión de la norma”, avisa Yolanda González, psicóloga clínica especialista en salud infantil y presidenta de la Asociación Para la Prevención y Promoción de la Salud Infantil (APPSI). Por eso, advierte: habrá niños que no quieran salir de casa, y no hay que forzarles.
Tampoco es improbable que el regreso a casa sea complicado. Ante esa posibilidad, González sugiere anticipar tanto la salida como el regreso, explicando paso a paso cómo van a ser. En caso de los niños menores de seis años, esta especialista recomienda idear estrategias para hacer el regreso atractivo, como una actividad en casa a la vuelta para que regresar no se viva como una vuelta a los límites.
Son algunos de los consejos del decálogo que esta psicóloga ha ideado y que empieza con una pauta muy clara: ni el miedo ni el chantaje deben servir para lograr la obediencia, pese a que el miedo haya calado en muchos adultos, y a través de ellos en la infancia. “Las criaturas son muy receptivas y si la situación se ha vivido con miedo y alarmismo, esto se ha contagiado”, asegura, antes de reprochar que la salud mental de la infancia y la adolescencia no haya estado entre las prioridades en ningún momento pese a las duras medidas tomadas con la infancia “sin fundamento científico”.
“El miedo es una emoción que no pueden canalizar como los adultos, porque su mente no les permite comprender el alcance, y si un adulto, que es su base de seguridad, tiene miedo esto impacta en las criaturas", sobre todo a los menores de de seis años, explica.
Ante el cambio drástico que suponen los paseos, “siempre hay que informar”, dice. "Se les puede decir que van a empezar a salir, que podrán jugar con el patinete, la pelota y con los padres”. También deben conocer las medidas de seguridad: higiene y distancia social, aunque la responsabilidad de que las cumplan sea de las personas adultas.
Hay que avisarles muy claramente de lo que no podrán hacer, como jugar con iguales o usar las zonas infantiles. Ante cualquier pregunta hay que responder “desde la tranquilidad con explicaciones simples”
Pero, además, hay que avisarles muy claramente de lo que no podrán hacer, como jugar con iguales o usar las zonas infantiles y deportivas. Ante cualquier pregunta, “hay que responder desde la tranquilidad y con explicaciones simples”, siempre teniendo en cuenta la edad y su desarrollo evolutivo.
González pide además a los padres y madres que traten de llegar a acuerdos y ser comprensivos con las posibles quejas que surgirán. Y, sobre los posibles encuentros con los policías de barrio o de acera que ha puesto la crisis en escena, recomienda concisión, explicando brevemente que se está ejerciendo un derecho.
Para González, la medida de alivio para los niños y niñas “llega tarde”, algo que cree que ha ocurrido “más por ignorancia que por “mala fe. “A las criaturas se les debía de haber posibilitado una salida ordenada desde el momento en que hubo datos de que los niños no eran los principales vectores de contagio”, lamenta, aunque su lamento llega tarde: “Esto les ha causado daño y un sufrimiento innecesario, porque por mucha lógica que los adultos pongamos ellos, y por mucho que repitan de forma mimética lo que les decimos, no tienen el nivel madurativo necesario para integrarlo”.
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No son vectores, son niños y niñas
Para el futuro, deberíamos plantearnos que quizás una estrategia de inversión en residencias o en atención domiciliaria de calidad hubiese evitado más muertes que la reclusión de niños y niñas.