Andaluzas columna - 2
Un pavo real se pasea por un mitin de Por Andalucía. Álvaro Minguito

La semana política
La posibilidad de una tregua

La democratización de la vida interna de las organizaciones y su traslado a la experiencia común es la condición de partida para dar continuidad al breve encuentro entre corrientes que ha tenido lugar en la campaña andaluza.
Pablo Elorduy
Foto de Álvaro Minguito.
18 jun 2022 06:00

Desde las horas más bajas de Unidas Podemos hasta el final de una campaña electoral en aparente y pública concordia apenas ha pasado un mes. Pese a un comienzo abrupto y bastante grotesco, la posibilidad de un encuentro entre las distintas ramas y sensibilidades de la izquierda parlamentaria —excepto Anticapitalistas— ha tomado cuerpo, aunque de manera accidentada y provisional, en Andalucía.  

De cumplirse el guion no escrito pero ampliamente difundido por quienes mandan, las elecciones andaluzas no traerán las mejores noticias para la izquierda. La división de partida entre Anticapitalistas, Adelante Andalucía en la papeleta de mañana, y lo que luego ha sido Por Andalucía no sumará los casi 900.000 votos que obtuvieron Podemos e Izquierda Unida por separado en 2015. Pero, independientemente de los números de mañana domingo —cuya suma puede parecerse más a los 580.000 que sacaron todos juntos en 2018—, el ambiente de la última semana se parece más a lo que cualquiera espera de una confluencia: hacer lucir o brillar las características más destacables de sus caras visibles y esconder no tanto las diferencias ideológicas, que pueden llegar a dar lugar a debates fructíferos, como las miserias orgánicas.

La posibilidad de una tregua como la que se da en las campañas electorales es la condición necesaria no solo para que el proyecto que encabeza hoy Yolanda Díaz tenga algún futuro, sino para que esta generación de políticos no deje un campo devastado tras de sí.

No se trata de anular a la izquierda fetichista y dejar que se cueza en su propia salsa y tampoco de transformar la ilusión por el cambio en el partido de la rabia que resuelva las deficiencias históricas a base de soflamas. El espacio político es el que es y lo componen esas dos almas, la más vociferante (fetichista) y la más serena (que se pone de perfil). Solo en la búsqueda de algún punto de encuentro en aquello que comenzó a separarse entre 2018 y 2019 puede aportar mejores perspectivas demoscópicas o al menos que el personal votante se relaje de tanto psicodrama y pueda pensar en necesidades más perentorias que pelearse en redes sociales con los únicos que le hacen caso.

Al día siguiente

El lunes, un día después de las elecciones en Andalucía, pasará lo más importante. De cómo respondan los distintos actores llamados anticipadamente a justificar los malos resultados depende el futuro encuentro entre Podemos, el partido antipático que dio la patada al tablero, y quienes quieren pasar la página de Podemos.

Izquierda Unida, que fue partido antipático durante el periodo 2014-2016; Más Madrid, que quizá no lo fue pero quiso cortar con sus socios en 2019 y se halló con la dura realidad de que les faltaba algo; y Yolanda Díaz, una incógnita con un carisma extraordinario, forman hoy una entente cordial pero no sólida. 

La ausencia total de un método democrático para llegar a acuerdos, incluso de una herramienta formal de primarias para afrontar los distintos procesos, señala el límite que tendría para ese encuentro de partidos deshacerse en el corto plazo de lo que consideran un peso muerto. El desbarajuste organizativo es anterior a Podemos. Quien ha militado en organizaciones de izquierda “a lo PCE clásico” en el final del siglo XX y el principio del XXI sabe que a una purga le sigue otra purga, y que el amigo/aliado de hoy, mañana será quien deba desfilar por la pasarela de sacrificio, de donde rara vez vuelve nadie y nunca nadie vuelve como amigo aunque regrese como aliado. No es lo único que se aprende, hay otros aprendizajes valiosos, pero eso queda. Los motivos de Anticapitalistas para su escisión parten de ese recuerdo machacón, el empeño de Izquierda Unida desde el comienzo de la década es superar esa herencia, el drama de Podemos y sus escisiones fue confiar en que la ruptura de esa tradición pasaba por reducir al máximo el equipo dirigente.

Mientras no sea posible encontrar el trazo sobre cómo se toman las decisiones o cómo se elaboran los argumentos, y todo parezca parte de un experimento de marketing político, al espectador solo le quedará observar el repetido fenómeno del auge y caída. Quien hoy está siendo ahogado, mañana ahogará, no importa si unas manos son rudas y otras suaves. Es la única forma que conocemos y siempre termina igual. Tras Andalucía vendrá la preparación de las listas municipales y autonómicas de 2023 y el drama del registro de la coalición que tuvo lugar la noche del 6 de mayo puede quedarse en una anécdota. 

Pero las campañas electorales crean durante un breve espacio de tiempo, esta vez, menos de una semana, en el que quizá sea posible construir algo diferente. En el que las breves autocríticas que se lanzan para repescar a los desencantados pueden dar paso a una crítica mucho más ambiciosa: la de todo el modelo de relaciones entre las distintas corrientes de la izquierda. Un modelo que parte de diferencias ideológicas interesantes pero que dinamita el posible encuentro por la incapacidad o la ignorancia de cómo construir un ambiente sano en el que hacer política institucional, militar en las organizaciones o trabajar para la política institucional (algo a lo que en el ciclo pasado no se le puso atención pero que lo marcó en gran medida) no termine en depresiones, ansiedades y ganas de llevar a cabo una desconexión absoluta de la cosa política.

2018 marcó el comienzo de una angustia. En diciembre, Vox apareció en la escena política con 12 diputados en la Junta de Andalucía. El mapa creado entre 2011 y 2014 ya no servía: no se trataba de seguir restando bipartidismo de las instituciones e introducir una veta antineoliberal en las mismas. Pero no se supo qué hacer. La alerta antifascista no sirvió para movilizar en las elecciones posteriores, faltaba un elemento de imaginación política que nunca se completó del todo cuando la imaginación pareció posible: ni en la Izquierda Unida fundada a finales de los 80 ni en el Podemos de 2014 ni en otros procesos similares con vocación federal. No se abrió la caja negra de las organizaciones y se confió en que los nuevos liderazgos aprenderían de los errores de los viejos tótem en lugar de preguntarse si solo los liderazgos bastan.

Puestos a imaginar, mejor que imaginar unos resultados positivos en Andalucía el domingo —algo para lo que se llega un poco tarde— es más interesante pensar que esta semana ha comenzado a andar una propuesta política estable, con vocación de sobrevivir a cualquier columna de opinión, a los lemas y las campañas electorales más patosos e incluso también a las mejores columnas y las campañas más brillantes. Sobra decir que ese proyecto no tiene por qué estar asociado a lo electoral, pero quienes creen que la electoral es la vía principal para el siguiente objetivo, que no es otro que cortocircuitar el cierre feroz que el Estado está llevando a cabo en estos momentos —como ejemplo, la detención e imputación de ecologistas que tiraron agua coloreada a la escalinata del Congreso— deberían ponerse a pensar en la posibilidad de que esos espacios existan, no solo como un deseo lanzado en la campaña electoral.

Descanso
Con estos deseos de paz, La Semana Política se despide hasta el próximo 2 de julio.
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Don Pelayo
24/6/2022 17:38

Os entró tal pavor ante VOX, que corrísteis a votar en masa al PP.
Fue divertidísimo.

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Bea
18/6/2022 10:54

Tomamos nota. Te seguimos leyendo en julio. Disfrute de estos días de asueto.
Saludines

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