We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
La semana política
Diferencias y reconciliables
Tiene más efecto lo que no se espera. Y así fue con la fotografía de cinco de las personalidades del espacio político que nos ocupa (más tiempo del necesario, probablemente). El Primero de mayo, Yolanda Díaz e Irene Montero —y en segundo plano Enrique Santiago, Alberto Garzón y Alejandra Jacinto— aparecieron juntos en un acto no relacionado con el Consejo de Ministros después de varios meses de distanciamiento. Además, la vicepresidenta y líder de Sumar, un espacio político generado en torno a su carisma, respondió, con más brevedad que simpatía, las preguntas de Willy Veleta, reportero de Canal Red, el flamante artefacto periodístico dirigido por Pablo Iglesias, de quien le han separado, especialmente en estos últimos meses, declaraciones, intenciones y estrategias.
No es la paz, no es un abrazo, es simplemente un acercamiento. En este momento, lo natural es que nadie se fíe y más natural aún es que nadie esté contento.
Sumar sigue con el viento de cola. El jueves 4, tres días después del Día de los Trabajadores, los datos del ministerio volvieron a reivindicar la gestión de Yolanda Díaz. Con ella ha llegado la sensación de que, quince años después, el país ha doblado la esquina de la crisis de 2008 y está en una nueva pantalla.
Las sensaciones son importantes, estamos en una época en la que el coaching ha triunfado también allí donde llegaba el análisis materialista: los espaldarazos de Gustavo Petro y Lula da Silva a la gestión de la política ferrolana son, más que nada, un subidón para la autoestima de sus partidarios. La percepción de que vivimos una primavera del empleo asalariado, el hecho de que quien más quien menos ha podido vivir en sus carnes algunos de los beneficios de la gestión de Díaz —a través de un ERTE en pandemia, de la subida del salario mínimo, o de la transformación de su contrato en indefinido—, y la necesidad de que esas percepciones se impongan al derrotismo que aportan otros datos (como, por ejemplo, que la tasa de ahorro de la población haya caído al nivel previo a la pandemia) sitúan a Díaz en cabeza de la nueva izquierda posible, incluso en la esfera internacional.
El modelo Sumar se basa en la incorporación de cuadros, muchos de ellos académicos, alejados de lo que Díaz llama “politiqueo”, y con un proyecto de país compartido que, habitualmente, se resiste a abordar cuestiones incómodas de las características propias de la construcción del Estado español. Esto fue lo que supuso la primera gran crisis del espacio Unidas Podemos la primavera pasada —antes que el reparto tróspido de puestos de salida en Andalucía— respecto a la política de Defensa y el envío de armas a Ucrania, que tiene su correlato histórico en el papel de aliado incondicional de Estados Unidos que España juega desde 1953. Y ha pasado también en los mítines de Díaz cuando ha evitado abordar las aristas más duras del problema territorial.
El desempaquetado de las miserias del régimen del 78, que esta semana se ha vuelto a mostrar en su faceta vengativa con la retirada de los espacios publicitarios electorales a todo el espacio Unidas Podemos, no es la prioridad de Díaz como tampoco lo fue de Íñigo Errejón. El diagnóstico es que, incluso en un escenario de polarización y protestas sociales, el motor de éstas no serán las fallas del sistema del 78, sino cuestiones que tienen que ver con el trabajo, como las jornadas excesivas o la falta de sentido y la explotación, y con la desposesión a través de la privatización de los servicios públicos.
En el caso de Díaz, aún es demasiado pronto para descartar la potencia contestataria que le queda acumulada a Podemos
Mientras, Podemos ha mantenido e incrementado su crítica y su exigencia de revisión del funcionamiento perverso de los “poderes salvajes” del Estado, comenzando por el ministerio encabezado por Margarita Robles, pasando por la Justicia, y con especial énfasis en el periodismo corrupto de los grandes grupos de la comunicación. De esa exigencia surge también la diferencia básica entre Sumar y los partidos de la izquierda soberanista, EH Bildu y Esquerra Republicana de Catalunya, y el permanente marcaje que el exvicepresidente Pablo Iglesias lleva a cabo desde La Base.
El hecho de que la denuncia de la escasa democraticidad de insignes instituciones del Estado sea repetitiva, o la antipatía estética que despierta Iglesias entre los partidarios de Díaz, algunos de ellos con mucha influencia en la prensa y las redes sociales, no altera el sentido del punto de partida: esos poderes apenas han sufrido reformas democratizadoras y algunos, como es el caso del judicial, caminan hacia la putrefacción. La reunión de esta semana de varias decenas de fiscales con Alberto Núñez Feijóo y la conjura para recuperar el delito de organización de un referéndum es una muestra del intenso olor a cerrado del sistema.
Cuestión de números
Lo que a menudo se presenta como un problema de egos es, en realidad, una disputa política seria sobre si las vías de democratización del Estado pasan principalmente por un ensanchamiento del bienestar social, que forme a las próximas generaciones en un pensamiento democrático fidedigno y que, como consecuencia, eso extinga las tendencias corruptas del sistema, o si es imperioso el unboxing y la cirugía, ya de ya, de los núcleos tercos del régimen del 78.
La situación de empate entre esas dos opciones, un empate no resuelto aún ni en primarias ni en las urnas, solo podía tener como resultado una foto como la del pasado Primero de mayo. En el caso de Díaz, aún es demasiado pronto para descartar la potencia contestataria que le queda acumulada a Podemos.
Separarse a sabiendas del voto de la rabia tendría un efecto devastador si las elecciones generales se disputaran esta tarde a la hora de las torrijas, así lo mostraba esta semana una encuesta encargada por el grupo Prisa, que muestra tanto el florecimiento de esa nueva izquierda social optimista como la ventaja competitiva de confluir con su némesis regañona. Solo esa suma puede permitir una repetición de la coalición de Gobierno y que las políticas de la nueva izquierda posible no sean un paréntesis en el ciclo de pérdidas de derechos sociolaborales.
Sin confluencia, Díaz puede conseguir un buen resultado que solo serviría para erigirse como reina del descampado, jefa del tercer grupo en un Congreso escorado a la derecha, contra un Gobierno que apostará —es su naturaleza— por el recorte de derechos sociales y por el enroque en el Estado intransigente.
Para Podemos, el problema es de debilidad. En este año de desavenencias con Yolanda Díaz no se ha planteado realmente la ruptura sino solo ejercer presión sobre la que sigue siendo su candidata. Cuando se han dado cuenta de que la posibilidad de fragmentación era cierta no ha quedado tiempo para organizar una posible reacción: Podemos ya aparece detrás de Sumar en las encuestas. Eso deja al partido de Ione Belarra en una mala situación antes de la negociación.
Nadie se fía y nadie está contento y, al mismo tiempo, lo lógico es que en las próximas semanas y, sobre todo, después del 28 de mayo, todos los actores del espacio político hagan lo posible por hacer olvidar a su base social y política el espectáculo de la desunión. La próxima parada, que en realidad siempre ha sido la única parada, es la elección del método para el reparto de puestos de salida en las elecciones generales de final de año. Y sobre eso, pese a las fotos, no se ha avanzado nada esta semana.
Relacionadas
Solo para socias
Solo para socias Nueva carta mensual: “Redactor en crisis”, por Pablo Elorduy
La semana política
La semana política Lo que pasó, pasó
La semana política
La Semana Política La nave del misterio electoral
Cuando se habla de la caída de votos en Podemos y subida en Sumar, no se puede sacar fuera del análisis cómo y dónde se crea en gran medida el estado de opinión y su derivada en votos. Si todos los grandes medios de comunicación ensalzan a Yolanda Díaz y estigmatizan a Podremos, las consecuencias son las que son. Pura lógica.
Que una persona que ha escogido la política como profesión de por vida hable de "politiqueo" me parece poco serio. Que se le dé publicidad y crédito a estas encuestas refritas tampoco lo es.
Mucho más ruido es lo que hace falta, si piden mi opinión. Las mejoras sociales solo se consiguen a sangre y fuego.