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Turismo
¿Qué turista quieres ser?
Este verano 2022 ha sido récord en temperaturas y en la cantidad de olas de calor que azotaron al país. Y si hay algo en lo que pensamos muchas personas en esa época del año, es en tener vacaciones. Esos días o semanas en las cuales buscamos olvidar la pesadez de la rutina y el agobio de la jungla de cemento y en reconectar con quienes queremos y con nosotras mismas. En este contexto, España es uno de los destinos favoritos para veranear y acoge al 7% del turismo internacional, lo que explica por qué es un país donde gran parte de la población vive directa o indirectamente de él. Según datos del Instituto nacional de estadística (INE), hasta el año 2020 el turismo suponía alrededor del 12% del PIB anual. Estas cifras, que a simple vista parecen positivas, son producto de décadas de políticas de desarrollo donde se hicieron concesiones que llevan al límite a la población residente y al medio ambiente. Aunque suene muy radical, con una crisis climática que se agudiza año tras año, este modelo debe acabar.
El turismo mal gestionado ha causado un impacto negativo del cual se ha empezado a hablar hace relativamente pocos años. Y no es porque antes no existiera, sino porque paradójicamente, además de la presión de los lobbies hoteleros, gran parte de la población defiende este sistema. El motivo es que piensan que, si el modelo cambia, no habrá suficientes puestos de trabajo. Analizándolo, el sistema está tan bien montado que no plantea alternativas, es un todo o nada. En este escenario de vía única, nada se cuestiona, y los impactos sociales y ambientales se ignoran o banalizan.
La gentrificación que nos fagocita
Desde el punto de vista social, el aumento del turismo de masas ha roto la esencia de los cascos antiguos en las ciudades y pueblos: la vida de barrio, con vecinas y vecinos de “toda la vida” ha sido reemplazada boutique hoteles, turistas de plataformas como Airbnb y tiendas de souvenires. También en estas zonas podemos ver inmuebles en ruinas, prácticamente inhabitables, a la espera de ser comprados por fondos de inversión o capitales particulares que poco tienen de identidad barrial. Son vías de negocio que han salido muy rentables debido a que tanto la regulación como los medios disponibles son muy bajos o nulos. Entonces, los precios de las viviendas se disparan y quienes no puedan afrontarlo se ven en la obligación de abandonar los barrios y dirigirse a zonas más periféricas. Este fenómeno tiene nombre propio, es la turistificación.
Avasallar los derechos laborales
Por otra parte, el grueso de quienes veranean se alojan en hoteles cuyas ganancias pocas veces se retribuyen en mejoras salariales o laborales, sino que van a paraísos fiscales. Una de las realidades que aún cuesta ver, es la de las camareras de piso, que hace más de cinco años que luchan para que se reconozcan sus derechos. Las kellys, como se autodenominan, no exigen menos de lo que quisiera cualquier persona trabajadora. Sus tareas tienen consecuencias físicas y psíquicas, y por tanto, exigen que sean catalogadas como enfermedad laboral para poder acogerse a una baja laboral remunerada o a una jubilación anticipada. Algo que parece tan elemental en los derechos laborales, y que sería completamente asumible por la patronal, se reclama año tras año.
Llegar a destino
La capitalización del ocio promueve una vida insostenible. En el caso de los cruceros, el desembarco de miles de personas satura las ciudades. Hordas que entorpecen las calles estrechas de los cascos antiguos. ¿Quién puede vivir en un lugar donde al menos una vez por semana salir de tu casa es enfrentarse a una muchedumbre? Además, diversos estudios postulan que el turismo de cruceros en promedio no deja en tierra la riqueza esperada. A esto, se le debe sumar la emisión de gases tóxicos y partículas sólidas volátiles de la quema de combustible. Es resumen, cuando amarra un crucero, tenemos ciudades abarrotadas, niveles de gases contaminantes por las nubes y una rentabilidad que no es la deseada. Entonces, ¿para quién es un negocio beneficioso invadir el mar con cruceros?
Por tierra, vemos infraestructuras con gran impacto ambiental, como las autovías. Lamentablemente, se dimensionan pensando la llegada rápida al destino de vacaciones. En otras palabras, se reemplaza prado por hormigón solo para ser masivamente usado dos meses al año. Es decir, se está dando prioridad a una necesidad puntual frente a la global.
“Se reemplaza prado por hormigón solo para ser masivamente usado dos meses al año”
La visión de darle al turismo todas las comodidades también influye en el transporte público. Pese a que existe gente que vive en pueblos y comarcas todo el año, la oferta de autobuses y trenes se amplía exponencialmente en temporada alta. Quienes allí residen, por tanto, deben disponer de un coche particular para poder desplazarse fuera de este periodo de tiempo.
Por último, en cuanto a medios de transporte, nos queda el avión. Con la demanda batiendo récords todos los años y sus precios asequibles, nos olvidamos que es el más contaminante. La aviación comercial representa el 5% del impacto antropogénico en la crisis climática.
Todos estos ejemplos están centrados solo en desplazamientos por medios de transporte colectivos. Pero ya nos podemos hacer una idea de las consecuencias si sumamos los medios de transporte particulares.
¿Impedimos el turismo?
Tras todo lo expuesto, parece que lo mejor es no salir de casa. O creer que el reemplazo de parte de los combustibles fósiles por “biocombustibles” y otras alternativas tecnológicas son la solución. Si hay algo que está claro es que no se debe impedir el turismo, pero sí mejorar su gestión.
“Poco vamos a conocer idiosincrasia de un lugar si a lo que accedemos al llegar es a un sucedáneo artificial y masificado”
Que nuestra ansiedad de conocer el mundo no haga que éste se destruya más. Que las personas residentes quieran recibirnos con los brazos abiertos y no, por el contrario, pedir que nos vayamos o que ni pensemos en conocer sus localidades.
Para contrarrestar a los lobbies hoteleros, podemos participar en las plataformas de debate ciudadanas, en escuchar lo que proponen desde los partidos políticos cuando presentan su programa. Antes de viajar, investigar cómo es la sociedad del destino y qué espacios nos ofrece sin desplazar a nadie, más allá de los blogs que nos incitan a recorrer el mundo. Vivimos en un mundo donde impera la falsa creencia de que “más es mejor”. Sin embargo, no es más rico quién más tiene ni quién más fotos sube a sus redes sociales, sino quién aprecia su entorno y empatiza con el de las demás personas.
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Bien, aunque al menos un párrafo con algo de positivismo / alternativas, por ejemplo con https://fairbnb.coop/es/ y más orientaciones, seguro que el espíritu de Cooperación y constructivo de ISF puede dar más de si. Gracias.