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Eran otros tiempos. Fue a principios de junio de 1976 cuando Maruja Ruiz, natural del pueblo granadino de Guadix, propuso ocupar la iglesia de Sant Andreu del Palomar de Barcelona y encerrarse en ella en solidaridad con la huelga de los trabajadores de Motor Ibérica que desde abril mantenían un pulso con la dirección de la empresa en plena negociación del convenio provincial del Metal. Los trabajadores no sólo reclamaban mejoras salariales, en concreto un aumento lineal de 4.000 pesetas, sino la readmisión de 18 compañeros despedidos en 1974 y la retirada de los 200 expedientes abiertos tras el conflicto laboral de aquel mismo año.
Ante el recrudecimiento de la huelga, Maruja, esposa de un obrero en huelga de Motor Ibérica, acabó liderando el encierro de 300 esposas de trabajadores de Motor Ibérica en la parroquia barcelonesa, encierro que acabó 28 días después con el asalto de la policía nacional. La huelga de Motor Ibérica duraría otros 96 días siendo una de las huelgas más largas de aquellos años conjuntamente con la de la fábrica siderúrgica Laforsa de Cornellà del Llobregat que duró 100 días entre 1975 y 1976.
En 1979, tres años después de la histórica huelga de Motor Ibérica, el 36% de las acciones de la empresa pasaron a pertenecer a la marca japonesa Nissan. En 1981 el fabricante nipón ya controlaba el 55% de las acciones y en 1987 Motor Ibérica pasó a llamarse Nissan Motor Ibérica. La adquisición del 44% de las acciones de Nissan por parte de Renault en 1999 y la reciente entrada de Mitsubishi en la alianza empresarial acabaron de sellar un entramado laboral dirigido en parte por direcciones empresariales y en parte por estados como el francés, accionista mayoritario de Renault.
El reparto y la reestructuración de las producciones de la industria del automóvil en Europa ha dejado atrás a la industria catalana y por consiguiente a la española
La historia de Motor Ibérica y de Nissan en Catalunya no es muy diferente de la de otras tantas empresas que pasaron a ser una pieza más en macroestructuras empresariales. Ello ha conllevado la pérdida continua de tejido industrial en Catalunya, deslocalizaciones y cierres de empresas en una industria que concentra una cuarta parte de la industria española y representa el 22% del PIB español.
El anuncio por parte de la dirección de Nissan de cerrar la fábrica de la Zona Franca de Barcelona pone de manifiesto hasta qué punto las nuevas alianzas empresariales y políticas marcan el destino de miles de trabajadores. Para Catalunya significa un terremoto laboral y sentimental incalculable. El cierre de la factoría catalana no sólo abocaría al paro a los cerca de 3.000 trabajadores de la fábrica de Zona Franca sino a más de 22.000 trabajadores más de las empresas proveedoras. Una auténtica tragedia laboral y social.
El reparto y la reestructuración de las producciones de la industria del automóvil en Europa ha dejado atrás a la industria catalana y por consiguiente a la española. Y no es casualidad que las plantas francesas sean las principales beneficiarias. No es casual cuando el estado francés controla Renault que a su vez controla Nissan. Hoy las nuevas deslocalizaciones se están haciendo en los países originarios de las marcas marcando las pautas de nuevas políticas industriales proteccionistas favoreciendo así a las matrices de las empresas que cobran su ventaja no sólo por su ubicación geográfica sino por controlar el proceso productivo y de diseño técnico de los nuevos modelos de las marcas.
Nos jugamos el futuro pero también nuestro pasado, la memoria de las luchas obreras que marcaron el devenir de la clase trabajadora
Ante el anuncio del cierre de Nissan en Barcelona no pocas han sido las reacciones desde la esfera política e institucional. Buena parte de la izquierda ha hablado de la nacionalización o de la expropiación de la empresa como alternativa al cierre. Incluso de convertir la empresa en una cooperativa bajo control democrático de los propios trabajadores. Pero la alternativa o el debate no es tanto si se debe nacionalizar o no la empresa sino de qué manera podemos articular un proyecto industrial alternativo para generar no sólo los 3.000 puestos de trabajo directos de Nissan sino los 22.000 indirectos de las proveedoras.
No olvidemos que la mayor pérdida de puestos de trabajo no afecta a la empresa principal sino principalmente a las filiales y proveedoras. En este sentido las alternativas no son fáciles desde un punto de vista realista y creíble. Sin duda que las administraciones políticas, tanto las del Estado como las de la Generalitat de Catalunya, deben de jugar un papel activo en la resolución del conflicto siguiendo el ejemplo de otros países en la priorización de las políticas industriales como modelos productivos con mayor valor añadido y de desarrollo e innovación. Deberán las administraciones dar el paso de hacerse con parte del control de las empresas porque sólo así podrán protegerse los puestos de trabajo en un sector como el del automóvil en plena transición hacia futuras reconversiones ante la llegada del coche eléctrico y de modelos más sostenibles con el medio ambiente.
No es poco lo que nos jugamos. Nos jugamos el futuro pero también nuestro pasado, la memoria de las luchas obreras que marcaron el devenir de la clase trabajadora. Defender a los trabajadores de Nissan es defender una herencia. En unos días en los que una diputada con título de marquesa llamó terrorista al padre de Pablo Iglesias, vicepresidente segundo del gobierno, por haber luchado contra la dictadura franquista, sería justo recordar también la memoria de aquellos obreros de Seat, emigrantes andaluces, castellanos o gallegos que llegaron a Catalunya para trabajar en Seat, Nissan, Siemens, Laforsa o Pegaso y que asimismo fueron protagonistas de la lucha antifranquista. Hoy recordar su memoria es defender a los trabajadores de Nissan en huelga sabedores que en el caso de que alguno pueda llegar a diputado en el futuro a buen seguro que recibirá el mismo desprecio de la diputada marquesa. Porque hoy los trabajadores de Nissan representan las banderas de nuestros padres.
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Somos el segundo país de Europa en la producción de automóviles. Alemania es el primero y en breve se abrirán 6 plantas para fabricar baterías, las administraciones se están durmiendo, hoy es Nissan y en un futuro cercano pueden ser otras si no estamos atentos hacia dónde se dirige la reconversión de la automoción. Por cierto en España no tenemos ninguna fábrica de baterías.
Se debería nacionalizar y fomentar modelos de coches eléctricos de bajo precio, eso petaría el mercado.. aunque fueran tan feos como los tran de la RDA, o los Lada rusos..
Pero para este medio es una buena noticia el cierre de una empresa capitalista. Ahora todos los que trabajaban ahí podrán cumplir sus sueños lejos de la tiranía de las grandes empresas
así es, además es bueno para el medio ambiente dejar de usar coches, no sé de qué se quejan. Es lo que siempre han pedido por aquí, el fin del capitalismo.
La ignorancia, siempre tan ciega y tan arrogante. Los coches tienen su función, ni son capitalistas ni anticapitalistas. Que las trabajadoras y trabajadores de nissan estén en dependencia absoluta de una dirección a la que les importan poco, no hace más que exponer el nivel de falta de libertades del capitalismo. "O trabajas para mí cómo, cuándo y dónde yo quiero o ahí te mueras de hambre."