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Investigador doctoral en Sociología (Euskal Herriko Unibertsitatea)
A diferencia de lo afirmado por Maria Rodó Zárate hace unos días en el blog El Rumor de las Multitudes, las siguientes líneas pretenden negar la posibilidad de conciliación entre marxismo e interseccionalidad.
Filosofía
Marxismo, interseccionalidad y la trampa de la unidad
El marxismo se consolidó históricamente en un contexto en que la fusión de la conciencia con el ser social era una necesidad inmediata, dado el auge del movimiento obrero de finales del siglo XIX. Esta coyuntura acentuó la necesidad de un compromiso táctico con corrientes ajenas a su cosmovisión, veáse el lassalismo en Alemania, el positivismo o el marxismo legal en Rusia, con el fin de acelerar la propagación de unos mínimos teóricos que garantizasen al movimiento ascendente una cierta direccionalidad revolucionaria. Esta rápida difusión y vinculación cuasi-inmediata con el movimiento de masas generó una cultura política dentro de la vanguardia revolucionaria que militaba en contra de una asimilación rica y multifacética del acervo marxista como concepción del mundo totalizante, la cual debe ser actualizada permanentemente al calor de la práctica política del proletariado.
“Desde la perspectiva amplia del marxismo no economicista fue precisamente que los comunistas desencadenaron procesos de transformación social integral de inmensa potencia”
La gloriosa excepción, pero que arrastrará también este legado, será el bolchevismo, que construye un movimiento revolucionario partiendo de la interiorización del marxismo y su puesta a punto a la luz de los acontecimientos que le rodean. Esta primacía del factor ideológico y del debate en el seno de la vanguardia le proporciona al bolchevismo mayor altura de miras y, por ende, mayor capacidad para superar las limitaciones de las que adolece el marxismo de la II Internacional, mucho más proclive a incurrir en una versión caricaturizada del marxismo como mera herramienta de análisis economicista. No es casualidad que las posiciones más avanzadas en torno a la cuestión nacional y a la cuestión de la mujer procediesen precisamente de elementos rupturistas con las tradiciones históricas de la II Internacional, con V.I. Lenin, Clara Zetkin y Alexandra Kollontai como principales exponentes. Estos dirigentes aplicaron con originalidad la teoría marxista a todas las manifestaciones de opresión circundantes, sin tener que sacrificar el análisis de clase en el altar del feminismo o el nacionalismo. Desde esta perspectiva amplia, que no reduce el marxismo a teoría especializada en lo económico, en la manifestación inmediata del proletariado como capital variable, fue precisamente que los comunistas desencadenaron procesos de transformación social integral de inmensa potencia.
Sin abundar en ello, los aditamientos exógenos (esos compromisos tácticos de los que hablábamos anteriormente) y otras limitaciones internas fruto de la gestación del marxismo en un determinado contexto histórico propiciaron, sin embargo, un progresivo anquilosamiento en la tranformación de la realidad en países como la URSS o China. Esta incapacidad redundó nuevamente sobre el plano teórico, donde los comunistas comenzaron a recurrir a las viejas certezas, a ese marxismo deformado y caricaturizado de la II Internacional de predominio economicista.
Esa desviación economicista se veía reforzada por la cicatriz que marcó el nacimiento del marxismo. Esta ideología nace en simbiosis con el movimiento obrero en su expresión económica; a saber, el sindicalismo como instrumento de escisión del proletariado de su hermano mayor burgués, como movimiento históricamente necesario para la consolidación del proletariado como clase independiente. Esta huella indeleble condicionará su proyección política, fortaleciendo el carácter afirmativo y, por tanto, hermético del proletariado, tal y como puede verse en la obra de Arthur Rosenberg “Democracia y Socialismo”. Eso sucede en detrimento de su carácter relacional y aglutinador de todo el movimiento social en aras de la emancipación humana. En otras palabras, se robustece la identidad obrera, abriendo la puerta al obrerismo.
“En los países en que la política del proletariado no rige en forma de partido obrero de masas la inclinación a la atomización identitaria del movimiento social es mayor”
En los países en que la política, como dispositivo que pemite al proletariado superar su parcelamiento económico-sindical dotándole de una perspectiva más amplia de la totalidad capitalista, no rige en forma de partido obrero de masas, la inclinación a la atomización identitaria del movimiento social es mayor. Alexandra Kollontai alude en “La lucha de las trabajadoras por sus derechos” al caso de las mujeres inglesas como ejemplo paradigmático. Allí las mujeres obreras son parte integrante del movimiento sindical, donde se codean hombro con hombro con sus camaradas masculinos, pero al mismo tiempo colaboran con las sufragistas. Y es que la esfera sindical no puede absorber y responder adecuadamente a las necesidades de las mujeres como tales, de modo que para defender estas reivindicaciones las proletarias “se cuelgan de las faldas de las sufragistas”, según la propia Kollontai, quienes presentan las demandas de las mujeres obreras de forma distorsionada.
Hasta aquí hemos puesto los cimientos para comprender lo que sucederá en los años 1960-70, fundamentalmente en EEUU y que después se extenderá a gran parte del mundo, haciendo confluir varios factores que dan lugar a la interseccionalidad como ficción emancipatoria.
En primer lugar, una socialdemocracia construida sobre el movimiento sindical, como pilar que cogestiona el Estado capitalista y opera como grupo de presión en defensa de los intereses de los asalariados y que, por ese carácter afirmativo de la identidad obrera, deja fuera a otras vivencias que van articulándose progresivamente al margen de sus estructuras. Estamos ante la proyección de la experiencia del movimiento obrero a otros sectores de la sociedad: la lucha de un determinado sector oprimido se vertebra espontáneamente alrededor de la identidad inmediatamente afectada. En segundo y tercer lugar, una ola de incorporación masiva de las mujeres al trabajo asalariado que, ante la ausencia de un movimiento político revolucionario que pueda encuadrarlas y un movimiento reformista demasiado asociado al movimiento económico, se despliega espontáneamente en las coordenadas políticas del feminismo.
En este momento histórico, el marxismo se encuentra en la siguiente tesitura: 1) Es incapaz de proseguir transformando la realidad a raíz de sus limitaciones internas; 2) Ha tomado cuerpo la vieja tendencia latente a adulterarse a sí mismo en las coordenadas de la II Internacional, reduciéndose a un método de análisis económico sindicalizante, de donde se deduce su “timidez” a intervenir teóricamente en otros campos como cosmovisión; 3) Dispone de un arraigue escaso en los EEUU, que es donde realmente despega el movimiento social escindido del movimiento obrero. En este estado de salud grave, el marxismo decide “firmar un pacto” (esta vez sin justificar) y buscar auxilio en corrientes ideológicas ajenas y contradictorias con su corpus teórico. Al mismo tiempo, esas corrientes ideológicas ajenas se aprovechan de la todavía vigente referencialidad del marxismo como faro emancipatorio que sigue atrayendo considerablemente a las masas.
Tiene lugar de este modo una colusión contradictoria, hasta ahora obstruida por la operatividad práctica y fortaleza teórica del paradigma comunista, entre el marxismo revisionista y el feminismo, nacionalismo y antirracismo. El marxismo es finalmente equiparado a la lucha sindical, mientras que el resto de corrientes se erigen en representantes de la liberación de los sectores a los que apelan.
Dinamitado el enfoque holístico, las corrientes ideológicas aludidas se configuran como codificación a posteriori de las luchas espontáneas y parciales provocadas por las dinámicas del capital. Cada una de ellas sintetiza en un marco teórico determinado unas experiencias de luchas parciales que, precisamente por no enfrentarse conscientemente a la totalidad, mistifican y traducen las relaciones estructurales de fondo en las relaciones de género, raza o clase económica. El marxismo levanta ese velo místico y descubre tras la manifestación fenoménica en que se nos presentan las cosas, tras la apariencia que sirve de base para la teorización del sindicalismo, feminismo o antirracismo, su verdadera esencia como subproductos del sistema capitalista. Es decir, la raza o el género como elementos de devaluación que se configuran en función de la división del trabajo capitalista, como dice Bárbara Foley.
“La interseccionalidad es la agregación metafísica, la unión externa, de las expresiones ideológicas de la fragmentación real de las luchas espontáneas y parciales”
En este sentido, la interseccionalidad es la agregación metafísica, la unión externa, de las expresiones ideológicas de la fragmentación real de las luchas espontáneas y parciales. Es por tanto, hija de una doble falsedad. Por una parte, de la creencia de que cada opresión emana de un supuesto sistema autónomo, véase por ejemplo el patriarcado como sistema de explotación de la mujer por el hombre (lo que imposibilitaría cualquier tipo de colaboración revolucionaria entre sexos), pues es a donde conduce ineluctablemente el despliegue de las luchas espontáneas desde la condición parcial. Por otra parte, de la omisión de la posibilidad históricamente contrastada de superar la atomización de las luchas por medio de un sujeto revolucionario totalizante, el Partido Comunista, que transforme las luchas espontáneas en las que está involucrada la clase en una lucha consciente por el comunismo que respete la heterogeneidad de su composición y garantice la igualdad de todos los sectores.
La interseccionalidad reproduce y alienta la particularización de las luchas sociales dirigidas ideológicamente por la burguesía, que es la mayor beneficiaria de ella, dado que la espontaneidad siempre redunda en favor de una costumbre hija de la ideología dominante. Pero además, defender la interseccionalidad es una forma de interclasismo, pues mientras que hace un siglo la burguesía no era capaz de movilizar a las mujeres incorporadas al movimiento obrero, en aquel momento bastión del progreso, ahora la orfandad de cualquier referencia revolucionaria hace que las mujeres obreras se organicen junto las mujeres burguesas, reproduciendo un ostracismo identitario que dificulta los lazos camaraderiles con los hombres. Y como decía Kollontai en “Los fundamentos sociales de la cuestión femenina”, “en la medida en que las mujeres burguesas limitan su actividad a despertar la conciencia de sus propias hermanas, solo podemos aplaudirlas. Sin embargo, tan pronto como empiezan a llamar a sus filas a las mujeres trabajadoras, las socialdemócratas no pueden permitirse permanecer en silencio”.
En conclusión, el marxismo no puede transigir, y si lo ha hecho es precisamente por la crisis en la que lleva inmerso varias décadas, con la ideología interseccional, pues representa la apología de un frente común integrado por luchas parciales. El todo es más que la suma de unas partes que si por separado apuntalan el orden social, también lo harán en bloque. La historia demuestra que el sindicalismo, el feminismo o el antirracismo tiene adscrita una tendencia al acoplamiento al Estado burgués y, por consiguiente, a la reproducción de los aparatos y mecanismos de opresión contra los que luchan. Solo el comunismo puede emancipar a la humanidad en su conjunto
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Gracias. En serio, yo nunca sé cómo explicarlo. He tomado apuntes.
Me alegra ver crítica marxista a estas mi.er.das pseudoposmo pero que no sean garruladas obreristas.
Saludos!
Yo igual. Ojalá más artículos así :)
PD: mirad cómo lloriquea toda la caterva de progres de por aquí XD
Muy buen artículo, comparto la crítica en términos generales. Sólo advertir que dentro del comunismo se ha analizado intensamente cómo opera el racismo y el sexismo en la estructura de acumulación de Capital (y no sólo en la superestructura) a través de la división del trabajo bajo criterios racialistas y sexistas, especialmente en países periféricos (véase los aportes de Harry Haywood o Angela Davis, entre tantos otros). Criticar la idea liberal de intersección no debe cegarnos la necesidad de un análisis fino de la composición de clase en cada contexto, que contribuirá al tejido de estrategias revolucionarias más eficaces
LA IDEA DE INTERSECCIONALIDAD NO TIENE NADA QUE VER CON EL LIBERALISMO. BASTA YA DE IGNORANCIA SUPINA.
Bastante en descuerdo, sobrevalora la capacidad teórica y material que tiene el comunismo como frente emancipador e infravalora la capacidad de cambio integral que acoge el término interseccionalidad
"Sobrevalorar" la capacidad transformadora del comunismo cuando ha sido el único que ha llevado más lejos la emancipación del proletariado. Dígame ¿cuáles han sido las transformaciones revolucionarias llevadas a cabo por las diferentes identidades eclectizadas cuyo resultado no haya sido integrado como demandas al Estado burgués (como ha ocurrido con el feminismo?
emancipación de sistemas de partido único no es emancipación del proletariado, sistemas donde por cierto el nacionalismo ha sido una parte importante del todo
Eso es precisamente lo que se esta criticando en el árticulo, la incapacidad teoríca del interseccionalismo para generar un(os) sujeto(s) revolucinario(s), ya que su parcialización de las luchas siempre acaban integrandose en el estado mediante el reformismo y reforzando a los sectores burgueses dentro de esas identidades oprimidas (vease techo de cristal en el feminismo, mujeres en altos cargos de la administración, personas racializadas presidente o vicepresidente de EEUU), es decir no logra generar un sujeto holistico que le haga frente a la complejidad del poder burges en todas sus vertientes. Por lo tanto, lo que reivindica este árticulo es la capacidad del corpus teoríco del marxismo, alejandose de visiones que vulgarizan y reducen el marxismo a una visión economicista y parcial de la realidad, por lo tanto la necesidad de actualizar y estudiar el marxismo en la practica y en la teoería desde una visión totalizante, esto es que pueda incluir y que sea capaz de superar todas las opresiones latentes, articulando para ello un necesaerio sujeto revolucionarío heterogeneo (en el que se puedan incluir diferentes secciones como la de mujeres, etc.)
Yo también lo he entendido así. No es tan difícil. ME sorprende la crispación de por aquí.