Idiomas
Palral estremeñu: una cuestión de conciencia
La realidad lingüística de la región es un reflejo de su realidad patrimonial. Solo la concienciación la salvará del olvido.

Cada vez que una lengua muere, muere con ella una forma de interpretar el mundo. Muere un hilo conector de personas con una conciencia colectiva, con su folclore, con sus filosofías; una parte insustituible del patrimonio cultural inmaterial de nuestro planeta. Aunque esto parecen escenas lejanas de cuentos de tribus, no es necesario salir de Extremadura, donde se hablan al menos tres lenguas minoritarias, para hallar esta realidad.
Las lenguas minoritarias son aquellas que tienen un número reducido de hablantes, es decir, en el caso de nuestra región son el portugués rayano y la fala, descendientes del galaico-portugués, y el estremeñu, del astur-leonés. Por factores como la globalización, los medios de comunicación, la educación estandarizada o el “prestigio”, los idiomas más débiles tienden a desaparecer en pro de los mayoritarios. Hace quince años, la UNESCO ya alertaba de que para finales de siglo, en torno al 90% de las lenguas existentes podría ser sustituido por lenguas dominantes, como podría suceder en Extremadura con el español.
Tal vez el caso del estremeñu sea el más delicado de los tres, porque muchos de sus hablantes no tienen conciencia de estar utilizando un idioma distinto, sino una suerte de español “mal hablado” o “deformado”. “El problema del estremeñu siempre ha sido que se parece demasiado al castellano, entonces, era muy fácil decirle a la gente que hablaba mal castellano”, dicen desde el Órgano de Seguimiento y Coordinación del Extremeño y su Cultura (OSCEC).
Los últimos datos de Ethnologue, de 1994, cifraban su número de hablantes activos y pasivos en alrededor de 200.000 personas
Desde esta organización insisten en la importancia de concienciar a los hablantes. Con respecto a las cifras, apuntan que la cuestión no es “cuánta gente lo habla, sino cuánta gente es consciente de estar hablándolo”. Los últimos datos de Ethnologue, de 1994, cifraban su número de hablantes activos y pasivos en alrededor de 200.000 personas. Sin embargo, observando la tendencia general de las lenguas minoritarias y otros factores como los anteriormente mencionados, es muy probable que hoy en día la cifra sea mucho menor.
De hecho, la concienciación es un elemento primordial en el resurgimiento del estremeñu para el OSCEC. Por ejemplo, señala la organización, se han encontrado núcleos fuera de la zona típicamente considerada del extremeño, —la zona del noroeste de Cáceres—, donde se habla este idioma. Algunos de estos sitios son la Sierra de Francia, los montes de Toledo, el norte de Huelva y algunas poblaciones del oeste y sur de Badajoz. Si en estas zonas atípicas sus habitantes no tienen conciencia de hablar una lengua propia, terminará por ser sustituida por el español.
Tras la toma de conciencia, lo más importante para la revitalización de su uso es la educación. Desde que la organización surgió, ha publicado la Ortografía del extremeño y el Diccionario de equivalencias, primeros pasos para la enseñanza y aprendizaje del idioma. Desde entonces, esta organización que no cuenta con apoyo institucional, se dedica a la difusión de esta lengua por los municipios de la región.
Actualmente, el estremeñu no recibe reconocimiento alguno como lengua por parte de la administración extremeña
Actualmente, el estremeñu no recibe reconocimiento alguno como lengua por parte de la administración extremeña. A pesar de que el Estatuto de Autonomía recoge que los poderes públicos han de proteger y difundir el patrimonio cultural regional —que incluye al lingüístico—, su difusión y enseñanza no se hallan amparadas por la ley regional. Además, en la Universidad de Extremadura, aunque se llevan a cabo investigaciones sobre el habla extremeña, tampoco hay órganos específicos que estudien esta lengua o la fala y el rayano.
Esta actitud de los organismos oficiales se explica, en parte, si se tiene en cuenta que hay sectores que niegan la existencia del extremeño como idioma. Expertos filólogos como el especialista en Dialectología extremeña José Antonio González Salgado han expresado abiertamente su postura de que no hay una lengua extremeña como tal. Así mismo, el catedrático en Historia de la Lengua española Antonio Salvador Plans decía el pasado mayo que “podría discutirse si es dialecto o habla, pero desde luego, lo de lengua, en absoluto”.
Y es que, en mayo de este año, el OSCEC fue invitado al Congreso de Lenguas Cuestionadas en el Viejo Mundo para presentar el caso del estremeñu. A pesar de la falta de reconocimiento que existe a nivel regional o estatal de esta lengua, aparece registrada por organismos como la UNESCO -dentro del astur-leonés—, y cuenta con su propio código SIL International en Ethnologue. Ambas entidades, en sus estudios, catalogan al idioma en peligro de desaparición.
El hecho de que reciba un mayor reconocimiento en el exterior que en el interior hace preguntarse qué es lo que falla. Daniel Gordo, presidente del OSCEC, reflexiona que “tenemos asumida la resignación de que ‘es normal que aquí no pongan, o que aquí no hagan…’” y que, por tanto, su oficialización supondría un “empoderamiento colectivo”. Se trata ya, por tanto, de un deber con nuestra moral histórica regional, aparte de patrimonial, pues como él añade, la lengua “es lo que te dice qué haces en el mundo”. O, para el caso, como rapea Mala Rodríguez, “sin palabras no hay personas”. Veleaí.
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