LGTBIfobia
El miedo al cruising en la Transición

El investigador Javier Fernández Galeano recoge testimonios y expedientes del Juzgado de Peligrosos y Rehabilitación Social entre el 1971 y 1978 para mapear la persecución a quiénes practicaban cruising.
Agresión homófoba Badajoz Comisión 19M
Pintada homófoba en casa de un activista LGTBI menor de edad. Badajoz. El Salto Extremadura

La idea de seguridad, como su palabra, está totalmente desvirtuada por discursos políticos de odio y por un capitalismo que la ofrece como un servicio cercano al aislamiento. En un momento en el que los espacios público están hipervigilados, el consumo absorbe toda actividad y el “amor libre” tiene muchas aristas. El estudio La opacidad del cruising realizado por el investigador Javier Fernández Galeano sobre el cruising de los años 1971 al 1978 en el País Valenciano y Murcia es un gran punto de partida para entender el ahora.

En su investigación, Fernández Galeano, de la Universitat de València, mapea la persecución legal y policial a los homosexuales que practicaban el cruising como forma de ejercer su sexualidad protegidos y de forma consensuada.

La ley 16/1970 sustituía a la Ley de vagos y maleantes para el control de los elementos considerados antisociales: mendigos, homosexuales, drogadictos, camellos, pornógrados, prostitutas y proxenetas

La ley 16/1970, de 4 de agosto sobre peligrosidad y rehabilitación social fue aprobada durante el régimen franquista el 5 de agosto de 1970 y sustituía a la Ley de vagos y maleantes para el control de todos los elementos considerados antisociales: mendigos, homosexuales, drogadictos, camellos, pornógrados, prostitutas y proxenetas. Es decir, cualquiera que fuera considerado peligroso moral o socialmente por la dictadura.

El profesor del departamento de Historia Moderna y Contemporánea de la Universitat de València realizó una investigación documentando cómo los lugares como parques, baños públicos, playas o, incluso, automóviles estacionados en zonas ocultas, fueron durante el tardofranquismo escenarios principales del cruising, una práctica a la que los hombres se veían obligados a tener para poder tener relaciones sexuales y de afecto.

“A menudo acaban siendo juzgadas a través de un chivatazo, una filtración o, simplemente, se les detiene por otras cosas como robo”, explica Fernández Galeano

Cuando Fernández Galeano se refiere a que estos encuentros se daban “protegidos por la noche”, lo que quiere decir es que “a pesar de que la oscuridad de la noche, la visibilidad parcial, permite encuentros de una forma sigilosa y clandestina, obviamente, las personas que participaban de esos encuentros eran vulnerables a la persecución policial”.

Si bien la violencia tanto física como institucional era constante, el investigador explica que los testimonios e informes que ha recogido son también importantes por el peso de “lo accidental o contingente de cómo acaban detenidas”. “A menudo acaban siendo juzgadas a través de un chivatazo, una filtración o, simplemente, se les detiene por otras cosas como robo. Esto sucedía mucho en interrogatorios en los que se pedían todos los nombres de conocidos y relacionados”, añade.

Es por eso que la palabra seguridad puede ser relativa en cuanto a la “cultura marica” se refiere cuando hablamos de cruising. “Los puntos de fuga que te cuento hacen que todo salga a la luz y se investigue cómo funciona la noche llegando hasta las voces que aparecen en el texto”. Algo que evoca a lo que dice Jesús Pascual en una entrevista aquí mismo, en El salto, “ tenemos que huir de los grandes relatos porque parece que solo hay que hablar de Lorca, Ocaña y, si te apuras, de Cernuda. A mí me interesa más la historia de Antonio porque se parece más a la de la Esmeralda o a la de tantos maricones que murieron solos y muertos del asco”.

Sobre la opresión y su no desaparición, hablamos con Christo Casas, periodista, antropólogo y escritor. Aunque, como dice Enrique F. Aparicio en Pikara Magazine “los lugares de cruising siguen atravesados por las lógicas y las potencialidades que los generaron”, Casas explica que no todo se debe reducir a eso. “Si bien es cierto que el cruising surge en un contexto de opresión en que esta era una de las pocas, si no la única vía de mantener sexo entre hombres, no todo el campo es opresión”.

“Las dinámicas propias de esta práctica  favorecen el acceso al sexo de personas que, fuera de este contexto, son excluidas por no contar con el suficiente capital sexual (por xenofobia, por capacitismo, por gordofobia...)”, aclara Casas

Ante la suposición de que toda relación sexual furtiva nace de esa necesidad de esconderse por las consecuencias que ello suponía, estamos negando la posibilidad de que el cruising todavía se practique por mero placer. “Sigue existiendo porque hay gente que necesita de esa clandestinidad, pero también porque hay gente que desea activamente practicar sexo de ese modo. Analizar el cruising exclusivamente desde la perspectiva de la opresión, y plantear ideas desde el ‘sigue existiendo porque sigue existiendo la violencia’ nos lleva a la conclusión de que, en un mundo ideal, el cruising no existiría; cuando no tiene nada de malo per se”. Lo que nos lleva a algo que él mismo escribió en su ensayo Maricas malas sobre el estigma de la homosexualidad: “debemos dejar atrás las narrativas de sufrimiento, de la superación, una biografía colectiva construida desde la mirada hetero y para el placer de esta, que nos dibuja como personas con una grave herida de nacimiento que ansiamos sanar”.

“Como bien plantea Espinoza en su obra autobiográfica Cruising, las dinámicas propias de esta práctica a menudo favorecen el acceso al sexo de personas que, fuera de este contexto, son excluidas por no contar con el suficiente capital sexual (por xenofobia, por capacitismo, por gordofobia...) gracias a la oscuridad, al anonimato o al no estar sujetos al juicio externo”, aclara Casas al hablar del capital sexual que marca esta sociedad. Una sociedad que es “es xenófoba, clasista, machista, gordófoba... y también en ese escenario se dan situaciones de exclusión y violencia”.

La cultura como vacío legal

Del mismo modo que las autoridades ejercían un control y una manipulación constante, a medida que pasaba el tiempo se llegaron a encontrar formas ya no solo de practicar el cruising, si no de hablar de ello, donde la opresión no podía acceder de forma directa. En La opacidad del cruising, Galeano hace referencia a la “tolerancia implícita” de algunos locales que no necesariamente eran de ambiente, “pero permitían el ligue entre hombres, a menudo porque dueños o camareros eran cómplices y partícipes”. En otras ocasiones, además, los locales no se oponían a las relaciones entre hombres porque “aunque estando a finales de los setenta estamos en el período de máxima aplicación de la ley de peligrosidad, estos sitios participan de la cultura del espectáculo que llega con el destape”.

Esta vertiente es conocida principalmente por el cine plagado de desnudos femeninos y gañanes, pero “uno de los elementos del destape es también el cuestionamiento del género, de la sexualidad y la corporalidad. Esto hace que haya presencia del cuerpo travesti y la performance y que estos locales tengan presencia de esto. Además, utilizan códigos que evitan que la apariencia pública no haga que caiga sobre ellos todo el peso de la ley”, añade Fernández Galeano.

Christo Casas cree que no podemos ver el acto en sí como algo político, pero sí lo es “defenderlo o hacer apología del mismo en un contexto en que resta capital social el defender la disidencia de cualquier tipo”

Esto mismo sucede con la literatura, cuyo marco de persecución y de censura es diferente al de la ley de peligrosidad “que es totalmente extraordinario porque se refiere a la medición y/o control de inclinaciones antisociales. O sea, un marco predelictual”. De nuevo, el lenguaje y su ambigüedad. En la investigación se cita L’anarquista nu, de Lluís Fernández, que contó con dificultades para ser publicada a pesar de ganar el premio Prudenci Betrana y cuya crítica fue casi inexistente o negativa. A pesar de esto, no sufrió gran censura aunque narra historias de “sexo anónimo entre los pinos con obreros de la construcción [...] paella, procesión, lucir vestido, pamela, etc.”. Si bien es cierto que la publicación del libro es ya en el 79, cuando se había suprimido el artículo de la homosexualidad en la ley de peligrosidad, no sufrió una censura, al menos directa.

Casas, también autor de la novela Power Ranger Rosa cree que no podemos ver el acto en sí como algo político, pero sí lo es “defenderlo o hacer apología del mismo en un contexto en que resta capital social el defender la disidencia de cualquier tipo, o utilizarlo como muestra pedagógica de que otros placeres son posibles”. Algo que se entiende muy bien desde la literatura en este caso.

La inexistencia de las mujeres homosexuales

El estudio expone casos y testimonios en los que los hombres son los protagonistas, lo que hace pensar que las mujeres homosexuales no existían en el franquismo. “Hay una desproporción estadística, de los 181 expedientes de peligrosidad solamente uno se refiere a mujeres”, explica Fernández. “Claramente, esa ley que se dirige al espacio público se centraba en la masculinidad porque el hombre participaba de lo público, y los mecanismos de persecución a las mujeres eran en un ámbito más cerrado como la psiquiatría, la familia y la iglesia”. Estos controles buscaban la culpabilidad de la mujer a través del pecado, el rol de madre y la patologización.

El propio Fernández Galeano cuenta con un artículo publicado en la revista Encrucijadas, en la que habla de “amistad” y otras formas de referirse a las relaciones entre mujeres para ocultar su vida sexo-afectiva e identidad de género, así como las formas de control social y estatal en la época franquista. Otras investigadoras que nos recomienda para trazar una investigación paralela son Raquel Osborne o Lucas Platero, que recorren la memoria histórica y los derechos LGTBQ en sus investigaciones para explicar la “represión estatal e ideológica”, como enuncia Platero.

Los detenidos eran obligados a mostrar arrepentimiento instantáneo para conseguir ser lo menos castigados posibles.

El lenguaje judicial es clave para entender este y el resto de aspectos que aborda el texto. Este lenguaje busca exponer el sexo entre hombres como un acto automático o impulsivo provocado por una enajenación. Incluso, en algunos casos, se justificaba como consecuencia de un estado de depresión. Los detenidos eran obligados a mostrar arrepentimiento instantáneo para conseguir ser lo menos castigados posibles. “Los presos hablan desde la negación, la culpa y el dolor para poder conseguir complacer a los jueces”.

Por parte de la policía y los jueces, la intención era la de eliminar cualquier atisbo de humanidad y sentimientos entre las personas que protagonizaban el acto. Para las autoridades, fascistas y por ello, abiertamente homófobas, el sexo entre hombres era un acto mecánico provocado por algún tipo de desequilibrio mental o algún tipo de problema.

“Las cacerías de nazis y fascistas en espacios de socialización queer se han dado siempre y hay casos tan sonados como el asesinato de Sonia Rescalvo Zafra en el parque de la Ciutadella en 1993”, cuenta Casas

Esto persiste aunque se manifiesta con otras formas de violencia, por otro lado, también existentes en esa época. “La exposición a la ultraderecha no es una novedad, y mucho menos en el cruising. Las cacerías de nazis y fascistas en espacios de socialización queer se han dado siempre y hay casos tan sonados como el asesinato de Sonia Rescalvo Zafra en el parque de la Ciutadella en 1993”, cuenta Casas.

Sobre su auge, por llamarlo de alguna manera, explica que “el algoritmo de las redes favorece últimamente la proliferación de discursos conservadores, cuando no directamente reaccionarios, sobre la vida afectivo-sexual, el concepto familia o las prácticas sexuales”. Algo que estamos viendo actualmente en X. “Es en este contexto en concreto donde prácticas disidentes como el cruising están siendo re-estigmatizadas (porque ya lo estaban) y volviendo a colocarse en el punto de mira del relato moralista oficial”.

“El famoso artículo de El País,[que la propia defensora del lector consideró texto indigno] que seguramente no se hubiera publicado hace unos años, ha sido posible porque se da en un contexto en que los discursos moralistas sobre el amor y el sexo tienen mucha notoriedad”, algo que también aclara, no implica necesariamente que esa sea la postura mayoritaria de la sociedad. Pero existe.

La ley sobre peligrosidad y rehabilitación social fue derogada por completo el 23 de noviembre de 1995 a pesar de que desde 1977 se comenzó a plantear su eliminación y el 11 de enero de 1979 se eliminaron “los actos de homosexualidad” como crimen. En 2024, el auge de la ultraderecha, el odio y la violencia que esta ejerce ha puesto a la vista estas ideas de nuevo.

En el estudio 'La igualdad de las personas LGBTIQ ante una encrucijada: avances y retos', realizado por la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE, se puede leer un incremento de violencia contra la comunidad queer en España del 8% al 12%. Casos como los del asesinado Samuel o la víctima de una agresión homófoba en grupo en el Tossal de Alicante dejan muy clara esta tendencia. La memoria histórica, incluida la trans, considerada  como una situación de “homosexualidad extrema” por la Ley de Vagos y Maleantes y todavía perseguida a pesar de tener leyes que les defienden. El uso del lenguaje son importantes para entenderlo todo.

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