Contracultura
            
            
           
           
Jesús Pascual: “La historia de las maricas no está en las cárceles, sino en los álbumes familiares”
           
        
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Las coplas de Rafael de León (Sevilla, 1908) fueron la banda sonora de una España que se vestía de blanco y negro durante el régimen franquista. Música popular que sonaba en las casas, como también en los espectáculos donde las folclóricas cantaban para deleitar a su público que tanto las aclamaba. Igualmente se encontraban ellas, “las mariquitas”, que situadas en los márgenes de una sociedad oprimida quedaban en sus casas para hacer fiestas y travestirse al puro estilo de Concha Piquer o Estrellita Castro.
La Lirio, La Parrala o La Zarzamora: canciones que pasaban por los labios de estas personas mientras cosían, empapelaban o fregaban. Ellas las hacían suyas, las interpretaban para manifestar ese amor trufado de sufrimiento que llevaban dentro y no podían expresar con total libertad: “La Lirio, la Lirio tiene, / Tiene una pena la Lirio, / Y se le han puesto las sienes / Moraítas de martirio. / Se dice si es por un hombre, / Se dice que si es por dos; / Pero la verdad del cuento, / ¡Ay, Señor de los Tormentos!, / La saben la Lirio y Dios.”
De esta época era Antonio Millán Pérez, a quien se le conocía en su juventud como la Palomita de San Gil. Apodo que hace referencia al barrio sevillano donde vivió una buena parte de su vida. Su testimonio personal, ese que llevó consigo y que compartió con su “amigo” Joaquín durante casi 60 años, llegó un día a los oídos de Jesús Pascual (Alcalá de Guadaira, 1997) gracias a Rafa, amigo de Pascual, que realizaba un voluntariado de acompañamiento de mayores en Sevilla. Los tres se reunieron en varias ocasiones en el piso de protección oficial donde residía Antonio tras sufrir un desahucio.
Parte de la historia de la Palomita ya se dejó ver en el primer documental que Jesús hizo junto a Antonio Bonilla, ¡Dolores, guapa! (2021). “Todos los reconocimientos fueron una sorpresa, una alegría tremenda”, expresa el joven cineasta haciendo alusión al premio que obtuvo en el Festival de Cine Europeo de Sevilla y a las nominaciones en los Premios Feroz. Actualmente se encuentra disponible en Filmin, como también está su nuevo trabajo en las librerías: Querer como las locas. Esta obra, ganadora del I Premio de Teorías Queer y Crip Sonia Rescalvo Zafra y que edita Cántico, es una adaptación de su Trabajo Final de Máster (TFM) en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual en colaboración con el Museo Reina Sofía de Madrid.
 
De la Semana Santa andaluza en ¡Dolores,  guapa! pasamos a la copla de Rafael de León en Quererse como las locas.  ¿Existe un elemento común entre el documental y este libro?
Sí. El TFM lo empiezo cuando aún no se ha  estrenado el documental. Por entonces, le hablé a mi tutora (María Rosón  Villena) sobre la vida de Antonio, lo que hacía y de la charla que mantuve con  él para el largometraje. Ella pensó que era una buena idea y lo primero que se  me ocurrió es hacerle una entrevista más amplia porque la anterior se centraba  en la Semana Santa. Por desgracia, falleció y no me pude reunir con él. Así  que, como solución, la entrevista que no aparece (por completo) en ¡Dolores,  guapa! me sirvió para registrarla y que apareciera de manera íntegra en el  anexo del libro. Antonio no es solo el hilo conductor, sino la persona que le  da sentido a este nuevo ensayo.
¿Qué le lleva a que sea la obra de Rafael  de León el centro de estudio?
Son varios los motivos los que me llevan a fijarme  en él. Uno, porque era homosexual. Y dos, porque sus coplas son de las más  recordadas. Dicho de otro modo, Rafael de León es uno de los inventores de este  género. La gente recuerda Tatuaje, A la lima o al limón u Ojos  Verdes; así que era imposible abordar la copla sin que hablase de este  artista sevillano.
Rafael de León es uno de los inventores del género de la copla
¿Sorteaba la censura franquista para colar  algún mensaje con tinte homosexual?
No me aventuro a decir que Rafael de León, a  conciencia, intentara colar mensajes homoeróticos en el contexto de la  dictadura; pero sí es cierto que su manera de manifestar el amor es una visión  muy concreta y que tiene que ver con la experiencia homosexual.
El amor siempre ha sido fuente de  inspiración para los artistas a la hora de crear sus letras.
El amor es algo que se aprende y se desaprende.  Esto no nos viene dado desde casa, tu madre no te dice cómo se quiere; pero sí  que, en la cultura popular, a poco que te esfuerces, encuentras grandes  manuales de amor. Rafael de León plasmaba en sus canciones ese amor doliente.  Él vive este sentimiento como una experiencia que genera al mismo tiempo  alegría o júbilo, como también dolor, desasosiego o pena. Esta experiencia tenía  que ver con la vivencia marica porque el querer lo tenía prohibido. Es decir,  el Yo de León ama “como las locas”. O sea, quiere hasta unos  límites insospechados que tiene que ver con el sacrificio, entregarse al amado  y estar a su disposición.
 
¿Con qué premisa comienza a elaborar este  ensayo?
Sin que sea exhaustiva, parto con la base de  que los protagonistas de las coplas no son mujeres, sino maricones. Esto no me  sirve para sentar cátedra, sino para tener un pequeño alumbramiento por el que  empezar a andar. Aun sabiendo que esto no es así, consigo darles otra lectura a  sus letras. Pero mi idea no es desplazar la figura de la mujer porque al igual  que este amor lo padecen los maricones, también lo arrastraban las prostitutas,  borrachas o solteras.
El mariquita andaluz se sustenta en tres pilares: la estética popular, religiosidad y la gracia o el chiste”
En su investigación resalta el perfil del  “mariquita andaluz”. ¿Qué se entiende por este concepto?
El mariquita andaluz es una figura que se empezó  a estudiar hace poco tiempo en la antropología y que hace referencia a un  modelo, una forma de entender la sexualidad y género que está vigente en  Andalucía durante los años del Franquismo. Esta figura, según Cáceres Feria y  Valcuende del Río, encarna la visión estereotipada que se tiene de la Comunidad  Autónoma desde dentro y fuera, sustentándose en tres pilares: la estética  popular, religiosidad y la gracia o el chiste. Todo lo tenía que tener, como si  fuese un molde. Y lo curioso es que eran personas que no vivían en la sombra,  sino visibles siempre que se atuvieran a ciertas normas. No obstante, el  mariquita servía para delimitar una separación entre lo normal y lo que no era  normal. Tenía que haber otro para saber qué somos nosotros.
“Antonio me ayudó a entenderme a mí, a mis amigas y me hizo ver la orfandad que tiene el colectivo”
Claro ejemplo es Antonio Millán. Los que  han visto ‘¡Dolores, guapa!’ ya saben a quién nos referimos, pero para los que  no: ¿Quién fue y qué significó para ti?
Me da hasta pudor (se emociona) hablar de  Antonio porque suena frívolo, pero conocerlo supuso un gran impacto en mi vida.  Me ayudó a entenderme a mí, a mis amigas y me hizo ver algo que me preocupa  mucho, que es la orfandad que tiene el colectivo. Entre otras cosas porque la  crisis del sida arrasó con muchas de nuestras abuelas. Y si no fue esta  enfermedad, el régimen franquista o las políticas inhumanas que se han  producido a lo largo de la historia. Conocer a la Palomita fue como encontrar a  una abuela porque, ¿sabes la sensación de cuando te sientas con tu abuela y te  empieza a contar historias de la familia? Pues así me sentía con él cuando me  relataba sus vivencias con las amigas, todas me emocionaron muchísimo.
La historia ha silenciado a muchas “maricas”,  sus voces se apagaron y han quedado en el olvido.
Las maricas no estamos en los archivos porque,  cuando aparecemos, nos describen desde el poder. Es decir, nos encuentran en el  registro de las cárceles o los procesos judiciales. La historia no es solamente  esa, sino que hay mucho más. Y para conocerla, tenemos que tirar de fuentes  como las cartas, dedicatorias, correspondencias o testimonios orales como el de  la Palomita. Nuestra historia no está en los archivos oficiales, sino en el  álbum de fotos de Antonio.
 
En estos casos, ¿cobra suma importancia  los testimonios de personas anónimas?
Por supuesto, tenemos que huir de los grandes  relatos porque parece que solo hay que hablar de Lorca, Ocaña y, si te apuras,  de Cernuda. A mí me interesa más la historia de Antonio porque se parece más a  la de la Esmeralda o a la de tantos maricones que murieron solos y muertos del  asco en su casa de protección.
A lo largo de ‘Querer como las locas’ se  desgrana parte de la vida de Antonio, conociendo así al que fuera su pareja:  Joaquín. Con él estuvo casi 60 años, pero nunca lo consideró como su “novio”,  sino como su “amigo”. ¿Qué explicación tenía?
Era muy común, entre los maricones, llamar  “amigo” a los amantes. No existía el concepto de novio, en esa época era algo  casi poético. Rafael de León tiene un poema que se llama Novio y lo  escribió desde una primera persona ambigua y un Tú masculino: “No nos casaremos  nunca, / y siempre seremos novios”. Claro, Antonio hablaba de su Joaquín como  su amigo. Él hace esa distinción entre su querido y los tíos, chulos o machos.
Además, esto es curioso porque no lo  consideraba “mariquita”. ¿Entendemos que el término de maricón o gay ha variado  con el paso del tiempo?
Obviamente, el modelo de homosexual que plantea  el mariquita andaluz se traduce en un hombre afeminado con un cuerpo  penetrable, un cuerpo que disfruta siendo pasivo en la cama. Tu  heterosexualidad no se ponía en cuestión porque tuvieras sexo con un mariquita.  Tú seguías manteniendo el estatus de hombre sin ningún problema porque el  maricón estaba ahí para eso. Esta era la manera de entender el género. Ahora sabemos  que hay hombres y mujeres, incluso personas no binarias.
“De toda la vida las grandes maricas han sido las folclóricas”
Por otro lado, Antonio le cuenta cómo se  hacía sus propios vestidos o se juntaba con sus amigos para cantar por las  folclóricas del momento.
Él no tenía que esconderse, salía travestido a  la calle, iba a los estudios de fotografía y no tenía ningún percance; incluso  la gente le echaba piropos. En Andalucía sí que había esa visibilidad del  mariquita andaluz, además que Antonio lo tenía fácil porque era guapo, con unos  rasgos bastantes afeminados, no tenía mucho bello, ni barba.
¿La copla le debe algo a “las mariquitas”?
Sí, porque de toda la vida las grandes maricas  han sido las folclóricas. Las mariquitas siempre han estado al lado de ellas,  ya sea apoyándoles en los teatros, mandándoles cartas de admiración o  escuchando sus discos. Luego, las travestis las replicaban en espectáculos y no  son pocas las folclóricas que tienen una anécdota en los años 70 u 80 yendo a  un cabaret a verlas porque las imitaban a ella. En la actualidad, este grupo ha  recogido ese testigo y me parece de lo más interesante porque, cuando una  travesti mueve la boca y canta La Parrala, también habla Rafael de León y  -en última instancia- nuestra Palomita.
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