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Líbano
Líbano: “Estamos en una encrucijada”
Youssef, de 32 años, no oculta su amargura. Este refugiado palestino vino a nuestro encuentro a las afueras del campo de Ain al-Hilweh, en los límites de la ciudad portuaria de Saida. Desde hace semanas, el acceso al campamento —estrictamente controlado por el ejército libanés— está bloqueado por la dramática situación en su interior.
A lo largo del verano, los enfrentamientos entre dos grupos islamistas y fuerzas vinculadas al partido palestino al Fatah causaron una treintena de muertos y centenares de desplazados, dejando el campo en una situación cercana al punto de no retorno. Rodeado por un grueso muro de hormigón, este campo de 60.000 habitantes, descrito a menudo como “la capital de los refugiados palestinos”, es fuente de temor para las autoridades libanesas desde hace dos décadas.
Líbano
Líbano Ein el Helwe, un campo de refugiados palestino convertido en zona de guerra
“Aquí no tenemos al enemigo enfrente como los grupos de Cisjordania. Por eso, las facciones están más interesadas en el control y el poder que en luchar como una sola. Lo que hemos sufrido durante mucho tiempo ha sido la ausencia de unidad en el movimiento palestino. Se ha perdido tanto tiempo...”, lamenta Youssef.
Es 6 de octubre. El joven aún no lo sabe, pero estamos en vísperas de un terremoto regional que volverá a situar la cuestión palestina en el centro de la atención mundial.
Los palestinos recuperan la esperanza
Los cerca de 200.000 palestinos que viven en los doce campos de refugiados del Líbano padecen mil males: duramente golpeados por la crisis económica —el 90% de ellos vive en la pobreza, según la ONU— y por una inseguridad total, también tienen que hacer frente a una serie de restricciones, sobre todo en el sector laboral. Pero para estos hombres y mujeres hay algo aún peor: la sensación de haber sido olvidados a lo largo de los años.
Así, desde la ofensiva de Hamás del 7 de octubre, se respira un ambiente casi insurreccional en los míseros callejones de estos campos. También roza la esquizofrenia, porque aunque el luto y la preocupación por la tragedia que se desarrolla en Gaza son claramente visibles en los rostros, parece haber vuelto el optimismo.
Tomamos el camino hacia el campo de Sabra y Shatila, en el centro de Beirut, tristemente conocido por la masacre perpetrada en 1982 por las milicias cristianas libanesas, con el beneplácito del ejército israelí que ocupaba entonces la capital.
Nasser, de 54 años, nos recibe en un laberinto de callejuelas escasas y malolientes, donde una tela de araña de cables eléctricos cuelga en el aire, tapando la luz en algunos lugares. Con su Kheffieh blanco y negro al cuello, este líder local del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) parece reavivado por el momento: “Por supuesto, la nueva generación palestina aquí en Líbano está profundamente conmovida y frustrada por lo que está sucediendo en Gaza, y está dispuesta a hacer cualquier cosa para poder enfrentarse a un enemigo que para nosotros está muy lejos y es invisible a simple vista. No es sólo un nuevo capítulo el que se abre aquí, es mucho más que eso”.
En los campos palestinos de refugiados en Líbano, aunque el luto y la preocupación por la tragedia que se desarrolla en Gaza son claramente visibles en los rostros, parece haber vuelto el optimismo
Como casi todas las tardes desde el 7 de octubre, los militantes de su partido desfilan por las estrechas calles del campamento. “Claro que tengo esperanza, ir a Palestina es lo más importante para mí, el único sentido de mi vida”, explica Khalil, de 18 años, en una esquina de un callejón.
“¿Creen que somos felices aquí? Líbano es un país magnífico, pero nos falta agua, nos falta electricidad, estamos abandonados en estos lugares de basura. El Estado libanés no nos ayuda, no nos quiere”, se conmueve Wafa, una mujer de unos cincuenta años.
Nasser, por su parte, alaba las “excelentes relaciones” que unen a los palestinos de Líbano con el grupo chií libanés Hezbollah, patrocinado por Irán. “Creedme, si tiene que ocurrir algo en el sur del Líbano, todo el mundo está preparado. Llevamos demasiado tiempo esperando esta batalla. Iremos al frente. La guerra es inevitable”.
Acercamiento estratégico Hamas-Hezbollah
A lo largo de la frontera, los enfrentamientos entre los milicianos de Hezbollah y el ejército israelí son cotidianos. Desde el 8 de octubre, el Partido de Dios ha abierto un “frente de apoyo” a Hamás.
Este movimiento responde directamente a un acercamiento estratégico entre ambas partes: si bien la guerra civil siria había complicado sus relaciones “se habían encontrado en bandos opuestos, el régimen sirio respaldado por Hezbollah y la oposición por Hamás”, un ciclo de debates iniciado en los últimos años ha modificado las líneas. Los intelectuales del partido palestino, que abandonaron Estambul en 2017 después de que Turquía renovara sus lazos con el Estado de Israel, se dirigieron poco a poco a Beirut e iniciaron un acercamiento con el partido chií.
Bajo la égida de Irán, Hamás se integró plenamente en 2021 al “eje de resistencia”, la mumanaa, que une a la República Islámica y a sus representantes en Oriente Próximo, desde las milicias iraquíes Hach el-Shaabi hasta los Houthis yemeníes, pasando por una miríada de grupos en Siria y, por supuesto, el Hezbollah libanés. En 2022, como consecuencia de cambios internos, Hamás incluso renovó sus vínculos con el régimen de al-Assad.
“La cercanía ideológica y política entre Irán y Hamás es evidente desde hace mucho tiempo”, explica Karim el-Mufti, profesor de Ciencias Políticas. “De hecho, desde los años de Oslo, cuando Irán no veía con buenos ojos estos acuerdos y pretendía sabotearlos. Hoy asistimos a un punto de inflexión operativo, que permite además romper el confinamiento chií de la mumanaa con los grupos suníes palestinos. Todo ello bajo la apariencia de una especie de ecumenismo islámico”.
Una luna de miel que tomó las calles de Beirut de forma espectacular: el 18 de octubre, al día siguiente del ataque israelí que causó una matanza en un hospital de Gaza, los dos grupos protagonizaron una revuelta frente a la embajada estadounidense en la capital.
En un momento en que la situación era candente en toda la región, las embajadas occidentales y árabes empezaron a retirar a su personal no esencial y pidieron a sus nacionales que abandonaran el país lo antes posible. Aunque por el momento Hezbollah mantiene el misterio sobre sus intenciones, el aumento de la tensión en la frontera sur y las declaraciones marciales de las autoridades israelíes — un general llegó a amenazar con convertir Beirut en la nueva Gaza— hacen temer lo peor.
Líbano
“El Estado libanés está dispuesto a todo para contener las manifestaciones”
Con miles de heridos, arrestos y procesos judiciales iniciados contra manifestantes, ya a sus espaldas, el Estado libanés lo ha dejado claro: está dispuesto a todo con tal de reducir a silencio el movimiento de protesta iniciado en octubre de 2019. Un levantamiento cuyo fantasma todavía flota sobre un país herido, y que tardará mucho tiempo en recuperarse de un año definitivamente trágico.
Hezbollah solo en control
En Líbano se ha producido un cambio espectacular: la población libanesa parece, de todas las tendencias y confesiones, haber hecho suya la causa de la cuestión palestina. Sin embargo, la idea de ir a la guerra dista mucho de contar con un apoyo unánime. Y por una buena razón: totalmente desangrado, Líbano se enfrenta a un colapso económico sin precedentes para un país en tiempos de paz, y lleva un año sin Presidente de la República y sin gobierno.
Este contexto interno confiere a Hezbollah y a su Secretario General, el misterioso Hassan Nasrallah, la estatura de un verdadero jefe de Estado, capaz de decidir por sí solo sobre la guerra y la paz en el país.
Sería quedarse corto decir que esta omnipotencia está causando escalofríos a algunas personas en Líbano. Hadi, de 35 años, fue una de las figuras detrás del levantamiento de 2019 en Nabatiyeh, bastión de Hezbollah en el sur del país. “Como revolucionario, soy de los que dicen que el Estado es la única entidad que puede decidir sobre la guerra o la paz”, protesta.
Para Rana, de 30 años, que también se manifestaba en el sur del país en 2019, la situación es ahora crítica: ”Estamos en un barco a la deriva, en el que el único capitán a bordo es Hezbollah. Lo que está ocurriendo en Gaza es atroz, pero corresponde al pueblo libanés decidir si va o no a la guerra. Y, obviamente, en el contexto actual, si lo hacen, puede que nuestro país nunca se recupere”.
“En crisis anteriores con Israel, el Estado libanés era capaz de tomar iniciativas diplomáticas decisivas. Hoy ya no es así. Líbano ni siquiera fue invitado a la cumbre de El Cairo”
El grupo chiíta patrocinado por Irán, que cuenta con una considerable fuerza humana de ataque y un amplio y sofisticado arsenal militar, es más que nunca el amo del juego, relegando al ejército libanés a una posición muy alejada de sus competencias en materia de seguridad nacional.
Ali, chiíta de cuarenta años, prosigue: “Esta cuestión de soberanía se plantea a varios niveles. En crisis anteriores con Israel, el Estado libanés era capaz de tomar iniciativas diplomáticas decisivas. Hoy ya no es así. Líbano ni siquiera fue invitado a la cumbre de El Cairo, a pesar de que somos el segundo país más afectado por estos acontecimientos. Y la actitud de Israel aumenta considerablemente el riesgo de escalada”.
Esta es otra de las cuestiones que están en juego en esta angustiosa crisis del Líbano: ¿cómo, en un contexto así, se puede preservar la unidad nacional en un país que ya está fragmentado? Ante la gravedad de la situación, varios políticos libaneses —encabezados por el líder druso Walid Jumblatt— están adoptando una postura clara en un intento de evitar que el sentimiento anti-Hezbollah se extienda por todo el país. Por el momento, esta estrategia parece estar dando sus frutos.
Un activista de Beirut de 2019, que pidió el anonimato, añadió: “Hezbollah estaba en el gobierno durante la guerra de 2006, pero había un equilibrio político en aquel momento. Teníamos un gobierno bastante ampliamente prooccidental, y eso significó que Beirut se salvó durante la guerra. Hoy, esa situación se ha invertido, con el Partido de Dios reinando, y eso podría volver a Occidente contra nosotros. No necesitamos eso. ”
“¿El Estado? ¡Está ausente!”
Rumbo al sur. Miles de desplazados han encontrado refugio en Tiro, dentro del territorio controlado por la milicia chií. En el momento de escribir estas líneas, más de 30.000 personas que viven en la zona fronteriza han tenido que abandonar precipitadamente sus hogares.
Issam Hashim, de 48 años, director de la organización Disaster Risk Reduction (DRR) y natural de Tiro, nos recibe en la universidad de ciencias de la ciudad, donde se han refugiado cientos de personas: “La situación es muy difícil, casi todos los pueblos fronterizos han sido evacuados. Estamos recibiendo mucha ayuda de la población local. Casi 8.000 personas se alojan en casas de vecinos que les han abierto las suyas. Esto es notable. Pero también plantea interrogantes: ¿cómo podrán seguir acogiendo a estas desafortunadas familias que ya carecen de todo si la situación se deteriora? ¿Cómo podrán seguir cuidando de ellas si la situación perdura?”.
Desde la improvisada sala de crisis de una oficina universitaria, un voluntario exclamaba: “¿El Estado? Como era de esperar, no está ahí. No estaba allí después de la explosión en el puerto de Beirut, así que ¿tenemos algo que esperar de él? No lo creo, y creo que nos esperan días difíciles”.
Chaouki, de 73 años, ha visto su pueblo completamente vaciado. “Fuimos testigos de los ataques con fósforo blanco con nuestros propios ojos. ¿Qué está haciendo la comunidad internacional? Son responsables de lo que nos está ocurriendo. No sabemos cuándo volveremos a ver a nuestros vecinos, ni en qué estado estarán. En cuanto a nuestras plantaciones y nuestras tierras, quedarán devastadas durante mucho tiempo”.
La comparecencia de Sayyed
Silencioso desde el 7 de octubre, el líder de Hezbollah tiene previsto hablar el 3 de noviembre. Es un discurso tan esperado como temido: mientras Israel despliega un salvajismo indecible en Gaza, ayudado en gran medida en su trabajo sucio por el laissez-faire occidental, todo el mundo en Líbano teme que el destino del país pueda estar en peligro.
En los días previos al discurso de Sayyed, la tensión era máxima: Beirut era una ciudad muerta, sumida en el miedo.
La prensa, si era bienvenida a cubrir el acto, tenía que mostrar sus credenciales. Recibidos en un edificio búnker de los suburbios del sur, nos trasladan en vehículos de miembros del partido al lugar reservado para nosotros. La tensión era extrema.
“No estamos en contra de los judíos. Estamos contra el sionismo y el genocidio que están cometiendo en Palestina”
Dos horas antes del discurso, la plaza Achoura, en los suburbios del sur de la capital, está abarrotada de gente. El lugar estaba sitiado: además de los francotiradores visibles en los tejados, había múltiples controles establecidos por la milicia chií.
Los hombres y las mujeres, cada uno ocupando un lado del estrado, gritaban consignas de un lado a otro. “Destruid, destruid, el sionismo”, gritaban los primeros. “¡Hezbollah, Hezbollah, ya vamos!”, contestaban las mujeres al otro lado. “Nasrallah, responde a tu llamada”, voceaban los hombres, antes de que la otra parte de la asamblea respondiera: “Gaza, respondemos a tu llamada”.
“No estamos en contra de los judíos. Estamos contra el sionismo y el genocidio que están cometiendo en Palestina”, explica Rana, una libanesa de 16 años. “Por supuesto que la posibilidad de una guerra me asusta, pero no creo que tengamos elección”.
De repente, Hassan Nasrallah aparece en una pantalla gigante. La multitud estalla en vítores y las ráfagas de armas automáticas resuenan por todo el barrio. Los disparos continuaron durante todo el discurso del Sayyed.
Muchos partidarios de la milicia chiíta parecían esperar que Hezbollah entrara en una guerra total. Hassan Nasrallah esquivó esta cuestión candente, sin ofrecer una respuesta clara y escudándose en que su partido ya estaba plenamente comprometido en la batalla desde el 8 de octubre.
Sin embargo, como sugiere la actitud de su partido, que parece contentarse con un “frente de apoyo” limitado contra Israel, no parece probable ningún cambio inmediato en el conflicto actual.
“Una escalada en el frente libanés depende de dos cosas: la evolución de la situación en Gaza y el comportamiento del enemigo sionista hacia Líbano”, explicó Nasrallah
Al menos de momento: “Una escalada en el frente libanés depende de dos cosas: la evolución de la situación en Gaza y el comportamiento del enemigo sionista hacia Líbano. Lo digo con total transparencia y cierto secretismo: todas las opciones en nuestro frente están abiertas y se están examinando, y podemos recurrir a ellas en cualquier momento”, explicó Hassan Nasrallah.
Tras la declaración, los partidarios de Hezbollah se mostraron satisfechos, aunque muchos esperaban más. “Sí, esperaba que entráramos de lleno en la guerra. Pero el Sayyed sabe lo que hace. Estaremos a su lado cuando lo decida. Muerte a Estados Unidos, muerte a Israel”, concluyó Ali, de 20 años, mientras abandonaba el lugar.
Un Hezbollah aún más fuerte
Aunque este discurso no aportó nada nuevo a una situación regional ya candente, fue sin embargo un tour de force, ya que situó al Partido de Dios en el centro de las preocupaciones mundiales.
Karim Emile Bitar, científico libanés, explica: “El discurso de Nasrallah fue menos virulento de lo que podíamos temer. Parece haberse dado cuenta de que en Líbano hay muy pocas ganas de abrir un segundo frente. También declaró que Hezbollah no tenía conocimiento previo del atentado de Hamás del 7 de octubre, lo que permite mantener una cierta separación y recuerda que es esencialmente Hamás quien maniobra”.
Y aunque muchos de los detractores de Hezbollah se declaran “aliviados” por ver que su país se libra por el momento de una guerra total, el futuro sigue siendo motivo de preocupación. Un activista, que habla bajo condición de anonimato, explica: “Hezbollah dirige nuestro barco en solitario, y aunque no lance al país a la guerra, saldrá fortalecido: podrá presumir de haber preservado la razón de Estado y la estabilidad del Líbano”.
Zeina, una mujer de cuarenta años de Beirut, está de acuerdo: “Si hay guerra aquí, saldremos perdiendo. Pero si vuelve la calma, también saldremos perdiendo. Hezbollah va a sacar un enorme beneficio político de este episodio, y destruirá la perspectiva de poder construir algún día un Estado soberano y estable”.
Jana, de 26 años, continúa: “Me siento atrapada por el dominio de Hezbollah sobre el futuro de Líbano. Es inaceptable que decisiones tan importantes se tomen fuera de cualquier marco democrático. Es frustrante. Estamos en una encrucijada y el camino a seguir es muy incierto”.
Sin embargo, a pesar de sus profundas divisiones, los libaneses parecen unidos por un sentimiento: que la actual crisis de Oriente Medio tiene visos de durar, y que tendrá importantes consecuencias para su destino común.
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Este artículo me ha parecido sumamente interesante al poder "escuchar" las voces de personas libanesas exponiendo su punto de vista. A veces me descubro cayendo en la trampa de defender -en mi cabeza, internamente- a grupos como Hamás o Hezbollah, por ser resistencia en contra del imperialismo y colonialismo de Europa/USA. Sin embargo, al momento recuerdo que se trata de grupos religiosos y mis alarmas se disparan, pues considero indispensable la separación total de la religión de la esfera pública en cualquier sociedad que se diga igualitaria o democrática.
Por eso las palabras de personas como Zeina o Jana me resultan refrescantes y una guía para no perder el norte.
Gracias.
La situación del Líbano es tremenda, y se debe a varios factores, como la agresión permanente que han sufrido por parte de Israel a lo largo de su historia, como la falta de construcción de un estado plural y laico, en el que ninguna religión se imponga a otra.
La falta de contundencia de un gobierno libanés que no hizo nada frente a la invasion sionista en el 2006, ni las crisis sociales que ha vivido el país, ha hecho que la gente vuelque su apoyo en un grupo-milicia islamista pero con ciertos rasgos sociales e identitarios.
Esto también es culpa de Occidente y sus políticas neocoloniales, pues han destrozado el estado libanés para saquearlo a su gusto.