Literatura
Purificació Mascarell indaga en el mito de la ‘femme fatale’ y del desconocido científico Luis Simarro Lacabra

‘Mireia’, de Purificació Mascarell, es una novela de corte gótico, con vampiras y apariciones, que también narra la historia desconocida del científico valenciano Luis Simarro Lacabra.
Purificació Mascarell - 2
La escritora Purificació Mascarell. Elvira Megías
14 dic 2023 06:00

Purificació, Puri, Mascarell (Xàtiva, 1985) es una de esas personas a las que no te cansas de escuchar. Tiene el don de la palabra y el don del relato. Que ya suena tópico, pero cuando se da hay que reconocerlo. Si te acercas a sus perfiles en redes lo comprobarás. Allí puedes encontrar rastros de sus debilidades: genealogía literaria feminista y divulgación, estampas modernistas y avisos de sus trabajos académicos sobre el canon y la recepción sociohistórica de la literatura, todo atravesado por la mirada específica que le da venir de donde viene. “De mi ciudad, Xàtiva”, es una de sus frases más pronunciadas. Profesora de Teoría de la Literatura en la Universidad de Valencia, es además escritora, columnista y crítica literaria, habiendo publicado en revistas como Mercurio, Cuadernos Hispanoamericanos o Clarín. Como autora,  su obra se teje entre los feminismos y el amor por la cultura popular. En 2021 publicó la colección de relatos Cartilla de redención (Altamarea), y en 2022 fue ganadora del Premio Lletraferit con Mireia (Llibres de la Drassana) la novela que presentó en la librería Mary Read, Madrid, donde tuvimos la oportunidad de charlar. Porque Mireia es ahora publicada por Dos Bigotes en traducción al castellano de la propia autora. Una novela de corte gótico, con vampiras y apariciones, pero que también narra la historia desconocida del científico valenciano Luis Simarro Lacabra, quien fue testigo de aquel intento de extracción de la piedra de la locura que supusieron las prácticas del doctor Charcot en el sanatorio de La Salpêtrière de París.

Una novela cautivadora, híbrida en su forma y vertiginosa en su trama, ¿cómo surge la necesidad o el deseo de escribirla?
Surge nada más y nada menos que de un paseo por el cementerio de Xàtiva, mi ciudad, así que podemos decir esta historia surge del tánatos, fíjate qué paradójico. Descubrí dos lápidas del siglo XIX, idénticas, pero con un día de diferencia entre la muerte de los difuntos, marido y mujer. Al ponerme a investigar sobre esta pareja decimonónica, Ramón Simarro y Cecilia Lacabra, descubro la muerte del primero por tuberculosis y de la segunda por amor, al suicidarse tras el fallecimiento del marido. ¿Cómo? Tirándose por un balcón abrazada a su hijo de tres años. Ese niño sí salvará la vida y, con el tiempo, se convertirá en el primer catedrático en psicología de la universidad española: es Luis Simarro Lacabra.

¿Y qué te hace querer darle forma de novela a partir de este detonante?
Bueno, yo podía haber escrito una biografía sobre él, pero a mí me gustan los cuentos, me gusta la literatura, así que he jugado a introducir la historia real de Simarro dentro una historia de ficción, la de una joven doctoranda en psicología llamada Mireia, que va a vivir una aventura llena de intriga y de misterio con toques góticos y detectivescos.

A finales del XIX, la ‘femme fatale’, esa mujer seductora, vampírica, de atractivo letal, que encarna todas las fobias masculinas al poder femenino, se convierte en todo un símbolo: el del miedo a los avances de las mujeres en la sociedad moderna

La novela cuenta la amistad entre Neus, la narradora, y Mireia, que funcionan como una pareja simbiótica pero que a la vez son antagonistas. Mireia encarna el lado oscuro, una especie de femme fatale contemporánea. ¿Cómo te has enfrentado a esta figura?
La figura de la femme fatale proviene de una larga tradición que arrancaría de Lilith, esa primera mujer antes que Eva —la protagonista, por cierto, de la cubierta fantástica con toques de Pop Art que ha creado Raúl Lázaro, el diseñador de Dos Bigotes, a partir de la pintura de John Collier de 1898— y que va a atravesar los siglos con figuras como Pandora, Judith, Circe, Salomé, Cleopatra, Mesalina, Helena de Troya o Lucrècia Borja… Cuando llegamos a finales del XIX, la femme fatale, esa mujer seductora, vampírica, de atractivo letal, que encarna todas las fobias masculinas al poder femenino, se convierte en todo un símbolo: el del miedo a los avances de las mujeres en la sociedad moderna, ya que encarna el miedo a la New Woman. Su sexualidad desbordante, su defensa de la libertad, asustan. Por eso se la debe estigmatizar. Demonizar.

Y en diálogo con esta tradición de fuerzas demonizadas se va construyendo Mireia.
En Mireia reivindico el valor subversivo de la femme fatale y construyo, por un lado, una galería literaria de representaciones pictóricas del mito, y por otro, una femme fatale del siglo XXI que encarna Mireia, quien es admirada por la narradora, su amiga Neus, que es pintora y está deseando retratarla.

En paralelo a esta genealogía y a la trama principal, la novela cuenta una historia muy desconocida, la del científico valenciano Luis Simarro Lacabra.
Un personaje interesantísimo de la modernidad española y europea, y muy desconocido —en mi ciudad, Xátiva, si preguntas por él, la gente lo conoce por el nombre de un instituto— que estuvo en la vanguardia científica, que fue amigo de Giner de los Ríos, de Unamuno, de Juan Ramón Jiménez, que estuvo detrás del premio Nobel a Ramón y Cajal, pues le cedió generosamente sus investigaciones al aragonés, que fue maestro de la francmasonería, médico personal de la familia de su paisano el pintor Joaquín Sorolla, amante del arte, de la cultura y del librepensamiento, y que defendió la necesidad de investigar en psiquiatría sin los vetos de la religión, y para ello se exilió cinco años en París, donde conoció a Charcot y visitó a las mujeres encerradas en la Salpêtrière y diagnosticadas de histeria.

En tu libro queda claro cómo la ciencia patriarcal inventa la histeria para disciplinar a una cada vez mayor cantidad de mujeres que se salían de la norma de la feminidad imperante a finales del XIX.
Bueno, la histeria era la etiqueta que se usaba para estigmatizar a las mujeres se salían fuera del canon de la feminidad. Una forma de desautorizarlas y de controlarlas. Y Charcot, en la Salpêtrière, utilizó a las mujeres ingresadas por “supuestamente” padecer de histeria para someterlas a experimentos terribles, físicos y mentales: usó la hipnosis para forzarlas a entrar en trance, les provocó contracturas artificiales, les aplicó compresores ováricos... Y las fotografió hasta la saciedad.

Se suponía que el mal —la bestia negra, como la llamaba Freud— provenía del útero, el órgano femenino por excelencia y el más vituperado de la historia. En realidad, como se supo después, muchas de estas mujeres diagnosticadas de histeria padecían traumas por abusos sexuales o vivían una fuerte represión sexual. De nuevo, el control de la sexualidad de la mujer está detrás del estereotipo trazado por los hombres, como ocurría en la femme fatale. Siempre, de un modo u otro, nos han querido controlar el cuerpo y la mente.

Purificació Mascarell - 1
En la novela ‘Mireia’, Mascarell reivindica el valor subversivo de la mujer fatal. Elvira Megías

Este libro invita a una suerte de diálogo metaliterario que ya habías explorado en tu colección de relatos Cartilla de redención. ¿Pueden la cultura y el pensamiento protegernos de ese control que se pretende ejercer desde instancias de poder?
La literatura, y pienso en la escrita por mujeres, de antes y de ahora, nos ayuda a entender esa subalternidad en la que vivimos y a combatirla con pensamiento crítico y con las armas del feminismo.

Ahora, en las sociedades avanzadas y democráticas, se piensa muchas veces que las mujeres ya han alcanzado la libertad y no tienen por qué luchar

¿Cuáles creen que son ahora las maneras que la sociedad tiene de coartar la libertad de mujeres como Mireia o Neus, como nosotras mismas?
La pregunta es muy interesante porque ahora, en las sociedades avanzadas y democráticas, se piensa muchas veces que las mujeres ya han alcanzado la libertad y no tienen por qué luchar. Y, sin embargo, claro que todavía tenemos coartada la libertad: ¿o es que el mito de la belleza no sigue presente en nuestras vidas y condiciona a tantas chicas jóvenes objetualizadas en redes sociales, por ejemplo? ¿O es que podemos caminar libremente por las calles de noche, solas, sin sentir miedo? ¿O es que estamos exentas del peligro de la violencia machista?

Mireia, novela de género y sobre el género, indaga en el mito de la femme fatale pero, además, engancha y entretiene como la mejor novela de aventuras o detectivesca. ¿Cómo se consigue enganchar tanto?
Desde pequeña pasé tardes y tardes enganchada a un sinfín de novelas de aventuras, detectivescas, de misterio… Y evocando esa magia he tratado de emular las técnicas de los grandes autores y autoras del género, desde Arthur Conan Doyle a Daphne Du Maurier, pasando por Stevenson, Poe o Maupassant. Porque si su fórmula sigue embelesándonos es porque funciona, y a ellos les rindo también mi homenaje desde Mireia.

Escribes en valenciano y en escenarios valencianos, ¿crees que pecamos también de centralismo en la literatura?
Bueno, yo siempre digo que la literatura en valenciano vive en una doble periferia: la primera, respecto al sistema literario hegemónico, que es el castellano; la segunda, respecto al sistema literario catalán, donde los autores valencianos que publicamos en editoriales valencianas y en nuestra modalidad del catalán lo tenemos mucho más difícil para alcanzar una mínima notoriedad. Pero también creo que se pueden romper las barreras, y la prueba es que una editorial madrileña, como Dos Bigotes, ha apostado por esta traducción de Mireia, o que muchas lectoras que nunca habían leído un libro en valenciano se han estrenado con mi novela, cosa que me alegra mucho...

Acaba de salir en Renacimiento Elena y sus amigos, dentro de la Biblioteca Elena Fortún, donde ya has editado varios libros de la creadora de Celia. Háblanos de este libro para poder seguir leyéndote.
Elena y sus amigos es una fiesta reivindicativa del trabajo y de la figura de Elena Fortún. Es una antología de escritos de personas que la conocieron en vida, colegas y amigas, y también de personas que, una vez que Elena ya falleció, la leyeron y crecieron con ella de una manera que les marcó la vida. Es muy bonito, por ejemplo, leer a Francisco Nieva reconociendo que a él le influyó más Elena Fortún que toda la nómina de autores más sesudos que están en el canon de la época. Es por tanto un libro de genealogías. Fruto del trabajo de muchos años, de una labor de rastreo y de investigación, de ir localizando esos textos que estaban diseminados en prensa, dietarios, libros de entrevistas, de gente muy diversa: desde Carmen Laforet, Concha Méndez, Carmen Conde, José Luis Borau, quien realizó la versión de Celia para televisión. A través del prisma de todas esa voces que amaron a Elena en vida o que la leyeron y marcó su trayectoria literaria posterior nos acercamos al personaje de Fortún, a la huella que a dejado en la cultura española y a la genealogía que podemos trazar a partir de ella y a través de ella. 

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