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Literatura
‘The Real Bécquer’: el proyecto de alumnos universitarios que desvela al poeta putero, enchufado y conservador
Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) es el arquetipo del poeta romántico español. Un hombre que murió joven, atormentado por el amor no correspondido, que pasó parte de su vida rozando la indigencia por su compromiso con la poesía y que desafió las convenciones sociales de su época. La historia que esperaríamos del joven que aparece en el famoso cuadro que le pintó su hermano Valeriano cuando apenas tenía 26 años y que llegó a aparecer en los billetes de las antiguas pesetas. Solo que esa idea, como casi todas las leyendas, es falsa.
La iniciativa Bécquer no era Bécquer, de un grupo de alumnos de Filología de la Universidad de Sevilla, se ha propuesto desmontar la más que inventada imagen del poeta a través de las redes sociales. El pasado 22 de diciembre, un grupo de ocho alumnas de la asignatura Literatura Española del siglo XIX participó en los actos de homenaje por el 153 aniversario de la muerte del autor sevillano con una ruta guiada por el centro de su ciudad, desde la iglesia de San Lorenzo, donde fue bautizado, hasta el Panteón de Sevillanos Ilustres donde descansan sus restos. Una ruta en la que más que ensalzar a Bécquer vinieron a hundirlo. O, al menos, a ponerlo en contexto.
“La idea era desmitificar todo lo que rodeaba a Bécquer y todo lo que rodea la imagen que se tiene de él”, explica Claudia, una de las alumnas guía. “No se dedicó a ser poeta, de hecho en vida publicó muy poca poesía, pero siempre tuvo trabajo, como periodista, básicamente por enchufe, porque era una persona con contactos. Y no fue un romántico solitario y enamoradizo que sufría en soledad, sino que estaba casado y trataba con prostitutas, murió de sífilis porque se contagió consumiendo prostitución”. Es más, añade, “ni siquiera se llamaba Bécquer, era un apellido que tomó de su abuelo, que era un pintor muy conocido en Sevilla, para tener más prestigio”.
Bécquer, en realidad, se apellidaba Domínguez Bastida, y sabemos que no se parecía demasiado al famoso retrato, por otras pinturas e incluso por algún daguerrotipo
Bécquer, en realidad, se apellidaba Domínguez Bastida, y sabemos que no se parecía demasiado al famoso retrato, por otras pinturas e incluso por algún daguerrotipo. “Su hermano Valeriano lo pintó a la manera en que se hacían los retratos de los románticos, pero en muchos aspectos era un señor mucho más moderno que estos, aunque era un conservador”.
Mercedes Comellas, la profesora de la que partió la iniciativa de la cuenta @therealbecquer_, explica que nació con el objetivo de “trabajar desde las redes sociales para observar si resultaban útiles para transferir la información académica a la sociedad y divulgar algunos de los conocimientos que se adquieren en las aulas más allá de los muros de nuestra facultad”. El elegido fue Bécquer precisamente por lo habitual que sigue siendo su presencia en redes sociales, a veces incluso atribuyéndole frases que no le pertenecen y utilizado para reflejar las vivencias sentimentales del usuario de turno.
“A Bécquer se lo romantiza en el sentido de vestirlo de un aura sentimental, separado del mundo real en que vivió y entregado a un amor idealista y fracasado que le rompió el corazón”, señala la profesora Mercedes Comellas
“A Bécquer se lo romantiza en el sentido de vestirlo de un aura sentimental, separado del mundo real en que vivió y entregado a un amor idealista y fracasado que le rompió el corazón. ¿Podían las redes sociales ser útiles para la tarea de desmontar al falso Bécquer y difundir el auténtico, conocido en los ámbitos académico y de especialistas?”, se preguntaba Comellas. La iniciativa ha incluido las redes, la ruta (en colaboración con Carmen Santiago, directora de Patrimonio de la US) y unos folletos explicativos con ilustraciones de la dibujante sevillana Ángela Cano.
En todos ellos se ha explicado, por ejemplo, que el supuesto poeta solitario con un amor imposible estuvo casado con una mujer de la que se sabe poco, Casta Esteban Navarro, pero con la que tuvo una relación que suena a contemporánea. Más allá de que se contagiasen las venéreas mutuamente, Comellas explica que, en algunos aspectos, “que son modernos hasta para nuestro momento”, Bécquer aceptó como propio un hijo de su mujer que sabía que no era suyo, sino de uno de los amantes de ella: “Ambos hacían vidas separadas en ese aspecto, y él se iba de vacaciones con sus hijos y su hermano, dejándola a ella a su aire. En ese aspecto, no era revolucionario para un hombre de su época, sino comparado con algunos de la actual”.
El Bécquer ‘mitológico’ nace con su muerte, apenas con 34 años y por una salud debil posiblemente provocada por la sífilis, creado por un grupo de amigos cercanos. “Ese grupo quiere vender las Rimas y leyendas asociándolas a esa imagen de poeta romántico maldito. Decir que murió de sífilis por su afición a la prostitución no era lo más idóneo para reivindicar su figura”, añade Claudia. “La prueba es que hay rimas que no se incluyen en el libro por lo que implican. En una de ellas dice ‘Una mujer me ha envenenado el alma, otra me ha envenenado el cuerpo…’, en clara referencia a la venérea, y hasta da a entender que él va a seguir manteniendo relaciones sexuales aunque sepa que puede contagiar a otras personas”.
Por otra parte, muchas de las mujeres que la tradición recoge como amantes de Bécquer nunca lo fueron. La cantante de ópera Julia Espín fue solo una buena amiga y no existe ninguna prueba de nada más entre ellos, es algo que se empieza a comentar después de muerto él. Y Elisa Guillén, otra de sus supuestas amadas, es completamente ficticia, nunca existió.
Además, siempre fue un hombre bien conectado, nieto de un conocido pintor y con contactos en el mundo del arte y la cultura que le facilitaron la vida y le proporcionaron trabajo tanto en Sevilla como en Madrid. Historiadores como Joan Estruch o Marta Palenque han estudiado sus conexiones con el Partido Moderado, es decir, los “conservadores” de la época de Isabel II, que en plena época liberal defendían un estado confesional católico o un sistema de gobierno en el que la monarquía tuviera poder de intervención.
Los artículos periodísticos del sevillano muestran sus posturas bastante conservadoras incluso para la época, defendiendo los ideales católicos del momento. En 1864, con apenas 28 años, llegó a ocupar un cargo de Censor de Novelas precisamente con un gobierno de este partido, y en sus últimos años recibe varios nombramientos parecidos, lo que le aseguró una posición económica bastante acomodada.
Tan dedicado estaba a esa labor periodística y política que cuando muere “ni siquiera era conocido como poeta”, añade la profesora Comellas. “Solo había publicado unos 15 poemas en toda su vida. Su obra literaria supuestamente se publicada para apoyar a la viuda y sus hijos huérfanos, pero las Rimas de 1871 crean una fábula de película de San Valentín que se ha mantenido viva”. Que esa figura tenga más éxito “es contradictorio, porque el Bécquer real es mucho más interesante. Se lo tacha de romántico, en el sentido literario, cuando él era más moderno, fue el gran referente de toda la poesía española del siglo XX, desde los modernistas como Antonio Machado o los vanguardistas como Luis Cernuda hasta algún autor de la actualidad. Eso es lo que habría que reivindicar, en lugar de llevarlo al pasado”.
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