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Los leones del Congreso
La Europa de Sánchez
La figura de Pedro Sánchez se debilita en los sondeos electorales mientras se fortalece en las relaciones internacionales. Sánchez comenzó siendo una ola y hoy es un barco arrastrado por las mareas estadísticas. Del sanchismo sólo queda el nombre. El secretario general del PSOE comenzó siendo un líder de diseño y hoy protagoniza la agenda europea del Consejo de la Unión. Aunque su figura internacional crece, también arrastra consigo la sombra, cada vez más alargada, de la derrota cuando se exponga a unas elecciones generales.
Lo hemos comprobado recientemente en la visita institucional que ha celebrado en Colombia, junto al exguerrillero Gustavo Petro, hoy presidente, quien buscará modular la fórmula uruguaya de Pepe Mujica para que la socialdemocracia encuentre acomodo en un país que no ha conocido un gobernante de izquierdas desde que Simón Bolívar depuso su espada. Lo hemos visto también en Quito, en Honduras y, aunque hoy es improbable imaginarlo en un futuro e imprevisto encuentro en Cuba o Venezuela, no es descabellado situarlo junto a los líderes del socialismo en Chile, Brasil o Argentina. El paso del tiempo ha desvelado a un Sánchez hábil y sagaz, seductor y empático cuando lee la partitura internacional de la política, en los discursos, en las cenas, en las redes sociales. En Europa lo saben muy bien, tras la aprobación de la excepción ibérica.
El cambio de signo político en Latinoamérica y la guerra del gas con Rusia han resucitado las relaciones internacionales del viejo continente con el nuevo mundo de una forma inusitada. En ese mapa, España no es sólo una plataforma gasística para la Alemania del euro, es también el territorio y el hilo de oro de la historia que puede renovar las relaciones internacionales atlánticas entre Latinoamérica y Europa, sin los EE UU y sin el dólar, y con el fin último de recuperar mercados cooptados por China y Rusia, la demoledorara Eurasia, acreedora mayoritaria de la deuda latinoamericana. Nunca está demás recordar que el espacio que se abandona, termina siendo fácilmente ocupado por otros.
Sin embargo, como decíamos al principio, Pedro Sánchez vive su propia paradoja. La paradoja “Sánchez” consiste en abrazarse a las instituciones comunitarias, galvanizarse en el ordenamiento jurídico europeo, sellar acuerdos que hasta años recientes eran inconcebibles e inalcanzables con el resto de países miembro, chorrear con millones de euros a los ayuntamientos de este país, abordar la mejor reforma laboral posible de las últimas cuatro décadas, consolidar una reforma de la Seguridad Social impensable hasta hace meses, aprobar seis leyes con suficiente solvencia parlamentaria en una sola sesión para iniciar un cambio no sólo político sino cultural en los hábitos de consumo españoles y, sin embargo... Y sin embargo, nada de todo esto parece ser suficiente para contener la desafección política hacia Pedro Sánchez que todos los sondeos reflejan cuando se pregunta a los encuestados españoles por su intención de voto. Como dijimos hace meses, la inflación derriba gobiernos y regímenes políticos. Se diría que el peor enemigo de Sánchez sigue siendo Sánchez, pero no, sigue siendo la inflación.
¿Qué hacer? Para fraguar una conjura contra esta sangría de votos, el gobierno de Pedro Sánchez ha decidido, en primer lugar, enmendarse a sí mismo, primero con una crisis de gobierno y con un Comité Federal después que ha destruido cualquier signo de ambición del sanchismo, encarnado en quien creía estar llamada a gestionarlo después de Sánchez: Adriana Lastra. Gobernar contra sí mismo es lo mismo que escribir contra uno mismo, el epílogo final de una obra.
En segundo lugar, el gobierno de Sánchez ha decidido retomar una política económicamente expansiva que, a diferencia de la crisis financiera de 2008, abordada por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero y el ministro Solbes, contempla la gratuidad de los desplazamientos en tren y prevé nuevas subidas del salario mínimo interprofesional con el fin de no ver a Unai Sordo y a Pepe Álvarez reclamando nuevas reformas por las calles de Madrid contra la patronal. Yolanda Díaz, la dama roja del PCE, sigue estando llamada a interpretar un papel activo más allá del proceso de escucha, desde el Ministerio de Trabajo.
Núñez Feijóo ha comprobado que la izquierda compite contra sí misma antes que contra el PP, contra la inflación antes que contra él
Había que llegar al verano con un auténtico reseteo del gobierno y del partido, dejándolo todo perfectamente acondicionado para un último año de legislatura que será bastante movido y tendrá que hacer frente a un invierno frío y racionado, fascinante y cruel que se acercará paulatinamente a la recesión mes tras mes. Sánchez deja dispuesto un gobierno capaz de hacer frente a su mayor desafío: el semestre europeo que presidirá España al final de su mandato. IU, Podemos y el PSOE se juegan su futuro en esos seis meses que coinciden con la precampaña electoral y los comicios generales. Para entonces, ya sabremos hasta dónde alcanza la avería socialista tras la celebración de las municipales y de las autonómicas en 12 comunidades.
El decreto ley que limita el consumo de la luz será observado como un simple ensayo para lo que se avecina en unos meses. En el horizonte se atisba un incremento del precio de los carburantes, del dinero y, posiblemente, de la inflación, mientras la UE prevé más restricciones con vistas a alcanzar la autonomía energética para la que no estaba preparada cuando comenzó la guerra en Ucrania. El alto mandatario para la política exterior de la UE, Josep Borrell, está satisfecho con el almacenamiento de gas que los países miembros han logrado de cara este invierno. España ha hecho sus deberes y ha rebajado este mes un 8% el consumo. Vivimos la España más europea de su historia.
Por su parte, Núñez Feijóo ha comprobado que la izquierda compite contra sí misma antes que contra el PP, contra la inflación antes que contra él. Lo mejor que puede hacer para tomar La Moncloa en 2023 es no hacer nada. El tancredismo de Feijóo es una prolongación del tancredismo de Mariano Rajoy, quien llegó al poder dejándose llevar por las embestidas de una recesión que obligó a España a una reforma de su propia constitución. El gallego y su cuadrilla vuelven a repetir la misma estrategia: no hacer nada siempre es mejor que caer permanentemente en la contradicción o verse arrastrado por los dislates de la presidenta de Madrid. Como Pascal, piensa que todos los males le vienen al hombre de no estarse quieto en su habitación. Feijóo es un espiritualista a lo Miguel de Molinos que se mueve entre la quietud y la ignorancia.
Pero la historia es movimiento, y en la historia de la democracia española no ha habido un gobierno más europeo y con más peso en Europa que éste. Nuestro país se ha convertido en una plataforma gasística que puede paliar la escasez de gas en el resto del continente con siete regasificadoras que miran al Mediterráneo, al Atlántico y al Cantábrico. El gas tiene sus críticos, pero a día de hoy pesa más la real politik que la opinión de los grupos ecologistas que rechazan la apuesta por un combustible fósil en tiempos de transición energética. Bilbao, Mugardos, Huelva, Cartagena, Sagunto, Barcelona y ahora Gijón, con El Musel, dotan de un nuevo sentido geopolítico a la península ibérica en la guerra del gas y aportan mayor influencia a Sánchez en los Consejos Europeos. Por primera vez, España incorpora a la UE algo más que divisas y turistas.
El canciller alemán Olaf Scholz prepara una cumbre hispano germana que otorgue a nuestro país la categoría a la que siempre aspiró desde la firma de ingreso en el Mercado Común. Nadie en España había alcanzado ese prestigio desde que Felipe González compadreaba con Helmut Kohl. A su vez, el gobierno ha tenido suficientes reflejos con Gustavo Petro para comprobar que puede ser también el mascarón de proa de la política europea en Latinoamérica y el país llamado a ser un contrapeso ante la nueva corriente antieuropea que, dimitido Mario Draghi, emergerá tras las elecciones italianas de septiembre, si el nuevo primer ministro que habite Il Quirinal es fascista o está apoyado por los fascistas.
Que Pedro Sánchez tiene como soporte político a la UE nos hace recordar el viejo dilema orteguiano. Entonces España era el problema y Europa la solución. Probablemente hoy, nuestro país es parte de una solución para la Unión Europea y hasta los gobiernos más conservadores, incluida Ursula von der Leyen a la cabeza de la Comisión, admiten que la respuesta a la oscuridad que se cierne sobre la vieja Europa es más socialdemocracia y más integración. Ahora que Pedro Sánchez asimila las políticas del cambio y abandona las del vértigo, septiembre amenaza con una Italia vertiginosa que puede acelerar nuevos giros de timón. Europa, antes que un continente, es una pasión escrita por Bach, imprevisible y terrorífica, fascinante y barroca. Ay.