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Memoria histórica
El periodista Javier Bueno Bueno, torturado en 1934 y fusilado en 1939
Hace unas fechas nos comunicó Pepe Guinea el fallecimiento de su abuela en Madrid, el mismo día que cumplía 97 años de edad. Ante la muerte de Mercedes Bueno Ramírez de Vergara no puedo evitar un sentimiento de pena y frustración. Hace años, tuve el placer de conocer a esta mujer, cuyo testimonio me pareció tan valioso como indispensable para indagar en los pocos datos biográficos que se conocen de su padre, Javier Bueno Bueno (1891-1939), uno de los periodistas republicanos más populares en los años treinta, fusilado en Madrid por la dictadura franquista en septiembre de 1939.
Conocí a Mercedes cuando preparaba un libro sobre quien fuera director del diario socialista Avance durante la Revolución de Octubre de 1934 en Asturias y fue encarcelado en varias ocasiones, a lo largo del breve tiempo en que estuvo al frente de la primera etapa del periódico, mientras la derecha (bienio negro) gobernaba el país. Avance sufrió en aquel tiempo repetidas sanciones y secuestros por sus críticas al ejecutivo reaccionario, llegando a ser, posiblemente, el diario que padeció con más frecuencia este tipo de acosos, solventados siempre por la solidaridad con la que el proletariado de Asturias —sobre todo los mineros— respondió a cada multa millonaria con sus generosas donaciones.
El edificio de Avance fue el primero que ardió en la capital asturiana durante la huelga general revolucionaria de 1934, y no lo quemaron precisamente los revolucionarios. Volvería a editarse el periódico en 1936, pero solo hasta el que coronel Aranda traicionó en Oviedo al gobierno del Frente Popular y se puso del lado de los militares golpistas. Ya en 1937, el periódico se publicó en Gijón durante ocho meses, hasta la ocupación de la ciudad el 21 de octubre de ese año por las tropas sublevadas. Javier Bueno dirigiría después en Madrid el diario socialista Claridad, hasta el final de la guerra, negándose a salir de España a pesar de las pocas posibilidades que tenía de seguir con vida al instaurarse el régimen franquista.
No fue posible publicar el libro, por razones varias que no vienen a cuento y tampoco me gustaría recordar, y mucho me temo que la abuela Mercedes se haya sentido por ello decepcionada, a juzgar por la ilusión que le produjo a esta hija del primer matrimonio de Javier Bueno que alguien se preocupara por investigar y sacar del olvido el nombre y la trayectoria profesional de su padre, sobre el que apenas existe documentación.
A pesar de tener casi terminado el trabajo, a falta de adjuntar buen número ilustraciones y las últimas correcciones, siempre lamentaré que una de las hijas más queridas del protagonista no haya podido tener la oportunidad de leerlo. Dejo para quienes sientan interés por Francisco Javier Bueno y Bueno (los dos apellidos son necesarios para no confundir a este periodista con otro Javier Bueno (Antonio Azpeitúa, 1884-1967) que escribía en ABC) la introducción que escribí con ocasión del proyecto de libro.
Agradezco al excelente fotógrafo Pepe Guinea la oportunidad de haber conocido a su abuela en el transcurso de una grata jornada en la sierra de Madrid. Fue Mercedes, tal como nos recuerda su nieto, una mujer excepcional y adelantada a su tiempo, que lo tuvo muy duro al quedarse huérfana durante la posguerra, y hago notar que entre las imágenes aportadas por Pepe hay una en la que aparece junto a la madre del periodista —una conocida actriz teatral— durante los años de residencia en Asturias de Javier Bueno. En la instantánea, abuela y nieta se encuentran ante una prisión de Asturias —posiblemente la de Oviedo— en la que fue encarcelado el director de Avance por alguno de los artículos publicados en el diario. Su presencia quizá corresponda a una de las habituales manifestaciones populares de solidaridad que se sucedían ante la cárcel cada vez que el periodista ingresaba en ella.
INTRODUCCIÓN A “JAVIER BUENO, DIRECTOR DEL DIARIO SOCIALISTA AVANCE”
Posiblemente, sin su apasionada y comprometida actividad profesional al frente del diario “Avance” durante la Revolución de Octubre de 1934 en Asturias, el periodista Francisco Javier Bueno y Bueno no hubiera sido fusilado en Madrid por la naciente dictadura del general Franco. Ocurrió en la madrugada del 27 de septiembre de 1939, cuando Bueno había cumplido 48 años de edad y el periodista, en lugar de abandonar España, quiso permanecer en la conquistada capital de la República, aun previendo que eso comportaba un serio riesgo para su vida en cuanto la ciudad fuera ocupada por los vencedores de la Guerra Incivil.
Aunque ya era un profesional bastante conocido en Madrid cuando se hizo cargo del citado periódico ovetense en julio de 1933, fue sobre todo por la decidida y hasta temeraria exaltación revolucionaria que prodigó con sus editoriales en Avance en los meses previos al movimiento insurreccional, por lo que Bueno logró una notable nombradía entre el republicanismo de izquierda en los años posteriores, hasta el punto de calificarlo como el periodista más querido de ese tiempo. En buena medida eso se debió también a la repercusión pública que tuvieron las torturas sufridas durante su detención en los primeros días del Octubre Rojo de 1934 en Asturias, así como las penas de cárcel que se le impusieron antes y después de la revuelta revolucionaria como director del periódico.
Pero la gloria conquistada en el sector más progresista de la sociedad española de su tiempo era auténtica animadversión y hasta odio entre los sectores más conservadores. De ahí que en la agenda represora de quienes se levantaron en armas contra el régimen legal y democráticamente constituido del 14 de abril de 1931, no podía faltar el nombre del periodista que dio voz y ánimo a la Revolución de Asturias a través de Avance, reiteradamente sancionado y secuestrado durante el llamado bienio negro sin que su director cejase en sus diatribas contra el gobierno radical-cedista. La celeridad con la que actuaron los vencedores, fusilándolo tres meses después de su entrada en Madrid, demuestra que sus ejecutores le tenían ganas desde aquel otoño sangriento de 1934.
El nombre de Javier Bueno no dirá mucho a las jóvenes generaciones, pues como el de tantos otros protagonistas más o menos activos de aquel periodo de nuestra historia republicana que fueron ejecutados y encarcelados por el franquismo, siguen pesando sobre ellos algo más que las casi cuatro décadas de dictadura que pretendieron no solo enterrar sino denigrar su memoria. A tan dilatado tiempo de silencio e infamias hay que sumar los casi cuarenta años del vigente periodo democrático, cuyas insuficiencias y carencias para propiciar y fomentar una cultura de recuperación de esa memoria democrática han sido y siguen siendo tan ostensibles como deplorables, tal como testimonian de modo flagrante los miles de ejecutados que siguen enterrados sin seña en fosas y cunetas.
Debo confesar que con el caso de Javier Bueno me tengo yo mismo como evidencia personal también del olvido en que han permanecido y permanecen muchos de esos nombres, pues creo recordar que fue en 1984, con ocasión de aquel magnífico e inolvidable programa de debate de televisión de José Luis Balbín llamado La Clave, cuando escuché por segunda vez el nombre del periodista y recordé entonces que la primera había sido en Gijón, bastantes años atrás.
Yo era un adolescente, decididamente inclinado ya a estudiar Periodismo, y la hermana de Amaro del Rosal -vinculado familiarmente con mi padre - solicitaba de continuo al escritor gijonés Luciano Castañón informaciones de los viejos periódicos republicanos de Asturias que luego enviaba a Amaro, exiliado en México desde el final de la guerra. El hecho de que a mediados de los sesenta me llegara, al vuelo de una conversación entre Anita y mi madre, el nombre de un periodista al que Franco había fusilado no podía pasarme desapercibido. Sin embargo, ese repentino interés no debió de ser todo lo hondo y estimulante que debiera, porque, en lugar de documentarme -algo que por entonces era bastante problemático, habida cuenta el carácter insurrecto del personaje-, el nombre de Javier Bueno se quedó durmiente en mi memoria hasta que el programa de Balbín lo despertó mucho tiempo más tarde.
Creo que en esta segunda ocasión sí hice intención de investigar la vida y obra del periodista, pero al cabo no cuajó ese propósito por circunstancias personales y profesionales que me mantuvieron en exceso ocupado y lejos de los centros de documentación que debía consultar, sin que esa posibilidad fuera entonces hacedera tal como ocurre hoy con Internet. Lamento mucho no haberlo hecho porque en ese periodo sí podría haber contado con el asesoramiento del propio Amaro del Rosal, que había conocido a Javier Bueno y había sido colaborador de Avance y compañero de Redacción suyo en el diario Claridad en Madrid, cuando Bueno lo dirigió en los últimos años de la Guerra Civil. ¡La de crónicas orales y hasta repetitivas que me transmitió Amaro del periodo republicano durante sus últimos años de vida en Madrid, sin que jamás se me haya ocurrido preguntarle por el protagonista de este libro! Reparando en ello ahora, ni lo concibo ni me lo perdono.
Fue, finalmente, con motivo de un opúsculo que escribí sobre José Nakens, publicado hace unos años en la revista Cuadernos Republicanos, cuando me decidí por fin a investigar en serio sobre Javier Bueno. El hecho de que algunos autores sostengan que Bueno había sido hijo natural de Nakens tuvo su punto de incentivo para que me comprometiera con la labor, esta vez de modo definitivo. Está claro que fuera su padre o su tutor o protector el director del semanario El Motín, la influencia de este fue decisiva en el compromiso profesional de Bueno, tanto como periodista crítico y defensor del régimen republicano, como por su vasta cultura, personalidad insobornable y firme anticlericalismo, tal como constatamos en algunos de sus artículos y también en las horas que precedieron a su ejecución.
A falta de más datos biográficos que los rastreados para verificar este trabajo y que podrían dar una mejor idea del carácter y personalidad de Javier Bueno, este libro se ha centrado sobre todo en el periodo que marcó su vida, su compromiso revolucionario y en último término su muerte: su breve y decisiva permanencia al frente del diario Avance. Las lagunas biográficas son consecuencia de la carencia de escritos personales por parte de Bueno. Tampoco he podido conocer más referencias acerca de él que las que aquí se aportan. Es muy posible que la documentación biográfica hubiera sido más amplia de haber preparado este trabajo hace veinte o treinta años, porque entonces sí habría podido contar con testimonios acaso muy valiosos de quienes conocieron y trataron al periodista, algunos de ellos expuestos de modo muy fugaz en el aludido programa de La Clave por personas y colegas que sí lo trataron en vida. Sirva esta última reflexión para recapacitar en toda la memoria de los vencidos que de seguro hemos ido perdiendo en los últimos decenios por haber dejado morir en silencio a quienes nos la habrían podido procurar.
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Precioso escrito sobre el periodista Bueno, que visto lo visto, defendió el proyecto revolucionario y a la República hasta sus últimas consecuencias. No olvidarnos de su valía y heroísmo es seguir defendiendo sus ideales