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Memoria histórica
¿Homenajearía el Ejército a los militares fusilados por defender la República?
De 59 generales de brigada, 42 se mantuvieron fieles al ordenamiento constitucional y algunos fueron fusilados por sus compañeros golpistas.
Hace unos días leíamos una información procedente de Paterna (Valencia), en cuyo cementerio se encuentra la mayoría de las fosas de los más de dos mil republicanos ejecutados por la dictadura entre 1939 y 1956. Con motivo de los trabajos de exhumación que se realizan en esas fosas, se congregaron allí una serie de personas con banderas rojas y republicanas, que a su vez pudieron observar, en esa misma fecha, el homenaje de un piquete militar del acuartelamiento Daoiz y Velarde de esa localidad a los soldados "caídos por España", que en el mismo cementerio tienen un panteón en su memoria.
"El piquete, en formación y a buen ritmo -leemos-, atravesó el cementerio", sin reparar en que en el primer cuartel se hallan las fosas de las víctimas del franquismo. Por esta razón, el concejal de Esquerra Unida de Paterna, presente en las exhumaciones, le hizo un requerimiento al teniente coronel Ardanz, que estaba al mando de la unidad militar: “No puedo visitar las fosas, en todo caso en otro momento, lo haré de paisano, vendré y las visitaré, porque me interesa la historia”, alegó Ardanz.
Ante esta actitud cabe preguntarse si alguna vez en este país el Ejército rendirá un homenaje a aquellos compañeros suyos ejecutados por los militares golpìstas por haber mantenido su juramento de lealtad a la legalidad constitucional republicana. Hay entre ellos, incluso, algunos generales que fueron católicos y de derecha, como Caridad Pita, Battet, Aranguren, Escobar, Campins, Salcedo, Martínez Cabrera o Núñez de Prado.
Sin pretensión de exhaustividad, cito a vuela pluma los siguientes nombres, además del ya mencionado y que ilustra este artículo, el general José Aranguren, gobernador militar de Valencia: El general Mola fusiló a su superior, el general Domingo Batet. El general de reserva Saliquet hizo lo propio en la VII Región Militar (Valladolid) con el capitán general Molero Lobo. Queipo de Llano fusiló en Sevilla al capitán general de la II Región Militar, José Fernández Villa Abràille. Lo mismo pasó en Galicia (VIII Región Militar) con el capitán general Enrique Salcedo Molinuevo, ejecutado y sustituido por un coronel. En Granada se fusiló al general Miguel Campins, gobernador militar de la plaza. El general Núñez Prado fue ejecutado en Zaragoza; el general Caridad Pita, en La Coruña; el general López Viota, en Sevilla; el general Mena Zueco, en Burgos; el coronel Carrasco Amilibia, en Logroño; el general Gómez Caminero, en Salamanca; el general Romerales, en Melilla; el comisario superior Arturo Alvarez Buyila, en Tetuán; el coronel inspector de la Legión Luis Molina Galano, en Ceuta.
Es de recordar que del total de 59 generales de brigada en 1936, 42 se mantuvieron fieles a la segunda República y 17 se sublevaron contra ella, sin que nuestra democracia borbónica haya tenido en cuenta hasta la fecha un homenaje de reconocimiento a los primeros por su compromiso con la legalidad constitucional, a la que algunos defendieron con su vida.
Por su significación familiar, cabe añadir a esta lista de militares fusilados, leales a la segunda República, al comandante de aviación Ricardo de la Puente Bahamonde, pasado por las armas en Melilla en agosto de 1936. Este comandante era primo hermano y compañero de pupitre en el colegio de Francisco Franco.
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Molero no fue fusilado sino encarcelado y liberado años después.
No mencionáis al general Escobar, asesinado en Barcelona, su historia escrita por Daniel Arasa, con titulo, entre la cruz y la república.
El general de Sevilla se llamaba José Fernández de Villa-Abrille. Este general no fue fusilado, sino condenado a una pena de 6 años y un día, muriendo en Madrid, fuera de la cárcel, en 1946. Cuando algunos periodistas se meten a historiadores, me echo a temblar.
Miguel Núñez de Prado no fue fusilado en Zaragoza. Allí lo capturaron y lo trasladaron a la cárcel de Estella. Lo asesinaron en la carretera de Estella hacía Logroño, cerca de Ayegui, junto a su ayudante. No han encontrado su fosa, pese a que hubo testigos que se ofrecieron a un familiar, en los años sesenta, a decirle dónde estaba enterrado.
En la historia de los militares españoles de los dos últimos siglos, hay una página, la de los que fueron dignos defensores de la dignidad del pueblo español y de las instituciones democráticas, que es la menos conocida. ¡Qué “casualidad”! En ella están desde el general Rafael del Riego, asesinado por orden del hijo de puta de Fernando VII hasta los militares de la UMD, pasando por los militares leales a la II República. El régimen del 78 ha huido de homenajear a todos estos dignos servidores de forma sistemática. Y fueron lo mejor del ejército español, es de justicia que sean homenajeados.
Viva la tercera República porque esto que hay no lo salva ni dios.
Los golpistas fascistas rompieron España y continúa rota... Viva la república y quienes murieron por ella.
La republica fue sangrienta y asesina
pregunta a los 52000 religiosos y religiosas asesinados
Los que dieron el golpe fueron unos genocidas. Todos cometieron crímenes durante al contienda, pero después por qué siguieron matando, dando palizas, fusilando... Un genocidios fue lo que pasó en España, un genocidio perpetrado por los fachas.
Hasta que este ejercito constitucilnalista y monarquico no homenajee a quienes se mantuvieron fieles a la legalidad y la voluntad de la mayoría, estará en duda si volverían a tomar las armas contra el regimen actual.
¿Son golpistas en potencia los actuales generales?
Ajusticiados en justicia, pues la pena de muerte abolida en 1932 fue restablecida en 1934 para delitos de bandolerismo y terrorismo.
Estas personas, no eran terroristas ni bandoleros. A muchos les aplicaron la acusación de "rebelión militar". Cuando no, ajusticiados sin formación de causa
Si los golpistas no hubieran tenido el apoyo de Hitler y Mussolini, los ajusticiados hubieran sido ellos.
A estas alturas preguntar eso es ya de por sí un síntoma del pie que cojea la democracia borbónica.