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Memoria histórica
Luis Cernuda y el futuro de los niños que asistían a las Misiones Pedagógicas
No es el más conocido de los poetas de la llamada Generación del 27, aquellos que en su mayoría despuntaron en los tiempos de la Segunda República. Incluso se podría decir que Luis Cernuda -por la incuestionable calidad de su obra- fue y sigue siendo uno de los más injustamente olvidados. Titular, por lo tanto, una película documental sobre este autor como El habitante del olvido me parece un acierto de su director y guionista, Adolfo Dufour, que de seguro se habrá dejado influir para ello por uno de los poemas más intensos del protagonista del film:
"Donde habite el olvido,/ En los vastos jardines sin aurora; /Donde yo sólo sea/ Memoria de una piedra sepultada entre ortigas/ Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios".
Será en México, país en el que Cernuda residió y falleció durante el exilio, donde se estrene este film el próximo 6 de octubre, en el transcurso del Festival Cultura organizado por la Universidad Autónoma de México (UNAM). Coproducida por Atrapasueños SCA y 39 Escalones Films, la película contará con el recitado en la propia voz de Luis Cernuda de algunos de sus poemas, algo que indudablemente prestará un valioso carácter testimonial al film y que personalmente disfruté hace tiempo gracias al disco grabado por la citada entidad académica mexicana.
Leo en el Diario de Sevilla que durante los próximos meses de octubre y noviembre, coincidiendo con el sexagésimo aniversario de la muerte del poeta, se programará el pase de esta película por España. También que 21 de septiembre, día del nacimiento de Cernuda, será entregado su legado al Instituto Cervantes en su sede de Madrid, con un acto de carácter abierto en el que intervendrá el director del centro Luis García Montero, Luis Antonio de Villena y el heredero del poeta sevillano, Ángel Yanguas.
Coincidiendo con esta noticia no me resisto a comentar una anécdota contada por Luis Cernuda en su artículo Soledades de España. Con el Museo del Pueblo cuando con Ramón Gaya y el poeta gallego Rafael Dieste, a quien tuve el gusto de conocer, formaba parte del Museo Ambulante de las Misiones Pedagógicas, durante el primer bienio republicano. Su cometido era mostrar y explicar las copias de algunas obras escogidas del Museo del Prado, según las copias pintadas por Juan Bonafé, Eduardo Vicente y el propio Ramón Gaya, al objeto de dar a conocer y entender en los pueblos y aldeas del país el patrimonio artístico de nuestra primera pinacoteca nacional. Esta iniciativa socio-pedagógica, junto a la divulgación de otras vertientes de la cultura como el cine, la música o el teatro, formaba parte del proyecto de Manuel Bartolomé Cossío (1857-1935), presidente del Patronato de las Misiones Pedagógicas, siguiendo la idea de compromiso social de Francisco Giner los Ríos al frente de la Institución libre de Enseñanza.
En ocasiones, como en esta que anota el poeta sevillano en el artículo publicado en el diario Luz, el local en el que debían hacerse esas muestras, en este caso en una localidad segoviana, tenía el inconveniente de que los cuadros no cabían en las paredes: “Con rara excepción -escribe Cernuda-, siempre hemos encontrado, por parte de autoridades y particulares, fácil acogida; los locales ofrecidos para sala de exposición cuentan de ordinario entre los mejores del lugar. Las deficiencias no son, pues, culpa de nadie en tal aspecto. El local elegido en Pedraza era tan bajo de techo que algunos lienzos fue imposible apoyarlos contra la pared. Por ello no hubo otra manera de mostrarlos al público que desde el balcón”.
La imagen del fotógrafo Val del Omar recoge, en efecto, el momento en el que Luis Cernuda procede a realizar esa actividad nada menos que con “Los fusilamientos de La Moncloa o el 3 de mayo de 1808”, la obra de Francisco de Goya según la pintó Ramón Gaya y que apenas se puede apreciar en la fotografía. Debajo, en la plaza, se encuentra arremolinado un grupo de campesinos que presta atención de pie a las explicaciones que da el autor de “La realidad y el deseo” junto a una bandera tricolor.
Después de describir el pueblo segoviano, aludiendo al castillo de los condestables de Velasco, donde estuvieron en calidad de rehenes los hijos del rey Francisco I de Francia, propiedad entonces del pintor Ignacio de Zuloaga, y de citar también la vivienda que en Pedraza tiene Salvador de Madariaga, tiene especial interés el párrafo con el que termina Cernuda su artículo: “Nuestra presencia, como de ordinario, suscitaba la curiosidad del vecindario; los chicos nos daban escolta a un lado y a otro. Siempre me sorprendía, al recorrer estos pueblos segovianos, la limpidez de los ojos infantiles. Tenían tal brillo y vivacidad que me apenaba pensar cómo al transcurrir el tiempo la inercia, falta de íy sordidez ambiente, ahogarían las posibilidades humanas que en aquellas miradas amanecían. Como el arpa olvidada de la rima de Bécquer, tal vez por estos rincones de la tierra habrá alguien que sólo aguarda el brazo amoroso que levante su espíritu de la sombra donde yace inerte. ¿No es posible aligerar, dilatar la rígida y mezquina vida española? Tal vez en nuestras manos haya un medio para trabajar en ello. Es tarea larga; nosotros no gozaremos ya del fruto, si lo hay. Pero pasados bastantes años otros podrán aprovecharlo. No recordarán, quizá quienes abrieron el camino. Pero no importa. Nuestro esfuerzo debe ser el único premio”.
Posiblemente no imaginaría Luis Cernuda el 10 de octubre de 1933, fecha en la que se publicó ese artículo en el diario madrileño Luz, que menos de tres años más tarde el ahogamiento no provendría del tiempo ni de la inercia o la falta de estímulo, sino de una catástrofe histórica como la que condujo al país a una guerra de casi tres años y a la represión y sordidez de una larga dictadura, tan pródiga en fusilamientos como los mostrados en un balcón de Pedraza, esta vez por parte de los vencedores de la contienda contra sus propios conciudadanos.
En relación con la obra citada de Francisco de Goya, mostrada por la Misiones Pedagógicas en la localidad gaditana de Chiclana, creo oportuno citar un relato de la periodista Marina Casado contado por Cristóbal, un niño que quizá pudo asistir a las explicaciones del mismo Cernuda sobre ese cuadro. “El relato -según su autora- está escrito desde la perspectiva de ese niño de doce años hijo de pescadores, que comprende el sentido del arte en uno de los momentos más trágicos de su corta existencia [el asesinato/ejecución de su padre] . El inicio de la Guerra Civil pone un broche de sombra a su infancia”.
Es de esperar que en la película documental Luis Cernuda. El habitante del olvido se cuenta con el documento gráfico de esa obra de Goya mostrada al pueblo de Pedraza desde una balconada por Luis Cernuda, pues da idea de la importante y comprometida colaboración prestada por el poeta andaluz a la Misiones Pedagógicas. Lo digo porque, pareciéndome acertado el título del film, podría dar pie a pensar a quienes desconocen esa colaboración que Cernuda estuvo al margen de lo que la segunda República supuso en la promoción y desarrollo de la cultura popular a través de aquella extraordinarias campañas por la geografía rural española.