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Manipulación
La mutilación de nuestras aspiraciones
Primero, durante las vacas gordas, indujeron mutilaciones en nosotros con el palo y las zanahorias. Promovieron la sustitución de deseos y aspiraciones valiosas e integrales -otra vida, otras relaciones, otro mundo…- por sucedáneos -otro coche, otra casa, otro consumo desaforado y adictivo-. Pero llegados a este punto no pretenden sólo incrementar sus privilegios y su dominación, sino adquirir poder como para controlar y dirigir el futuro.
Primero, durante las vacas gordas, indujeron nuestras mutilaciones con zanahorias. Promovieron la sustitución de deseos y aspiraciones valiosas e integrales -otra vida, otras relaciones, otro ritmo, otro mundo…- por sucedáneos poco o nada valiosos -otro coche, otra casa, otro ocio, otro consumo desaforado y adictivo.
Se necesitó nuestra complicidad activa para internalizar estas baratijas como sustitutos apreciables. No era una coerción casi irresistible, era una opción. Primeras (auto)mutilaciones. Redujimos nuestro horizonte, nos hicimos miopes, dejamos de ver nuestras posibilidades más hermosas, comenzamos a apuntar hacia abajo. Nuestro máximo anhelo era acceder a esa falsa clase media en la que se sintetizaban los nuevos hábitos, los nuevos consumos, la nueva mentalidad.
Nuestro máximo anhelo era acceder a esa falsa clase media en la que se sintetizaban los nuevos hábitos, los nuevos consumos, la nueva mentalidadLuego vinieron las vacas flacas. La manipulación relativamente sutil de nuestros deseos fue convirtiéndose en engaño, mentira, estafa… y el palo desconsiderado y cruel se adueñó del escenario. Ya no se trata de ofrecer opciones aparentemente más deseables -construir nuevas y falsas necesidades- sino de forzar conductas.
No pretenden sólo mantener e incrementar sus privilegios y su dominación, sino adquirir el suficiente poder como para controlar y dirigir el siguiente y oscuro futuro. Antes pretendían integrar al mayor número posible de subalternos, ahora pretenden, manteniendo el mínimo imprescindible de subalternos integrados, excluir y reprimir al mayor número posible de desposeídos.
La mutilación de las aspiraciones procede ahora, sobre todo, de la imposición de las conductas. La guerra contra los pobres ha inaugurado el dominio del miedo y la desconfianza, de la frustración y el odio, de la crueldad y el cinismo. Cuando te fuerzan a vivir de una determinada manera, nosotras mismas vamos adaptando/reduciendo nuestros deseos y esperanzas. Hacia la mera supervivencia.
Antes pretendían integrar al mayor número posible de subalternos, ahora pretenden, manteniendo el mínimo imprescindible de subalternos integrados, excluir y reprimir al mayor número posible de desposeídosNo han renunciado a la manipulación. Nunca renuncian a ella. Saben que nuestra complicidad ya no es una opción “deseable”, aunque sigamos alimentando la triste ilusión de una salvación individual mediante el sobreesfuerzo, la fortuna o la inmoralidad. Ahora es una complicidad principalmente pasiva que se manifiesta como impotencia, resignación, evasión, frustración… el caldo de cultivo apropiado para todas las propuestas autoritarias y neofascistas. Y la manipulación burda se orienta ahora a ocupar estos nichos.
Pero… los cambios no se producen desde el exterior, aunque se induzcan. A veces se inducen con tanta fuerza que podemos considerarlos como obligados. Pero no es así. Sólo cuando los asumimos como nuestros se producen. Mientras no los integremos, no nos dejamos mutilar… y la esperanza puede preservarse, dispuesta a traducirse en hechos, a sumarse a corrientes transformadoras.
Saben que nuestra complicidad ya no es una opción “deseable”, aunque sigamos alimentando la triste ilusión de una salvación individual mediante el sobreesfuerzo, la fortuna o la inmoralidadEstas corrientes transformadoras están. Visibles e invisibles. Su potencia es quizás una de las características más novedosas, desde el punto de vista histórico, de esta crisis terminal. Eso y y la valoración de nuestra propia dignidad, personal y colectiva, nos inducen también en sentido contrario: no aceptar esa mutilación de nuestros deseos y esperanzas, agarrarnos a ellos con fuerza y hacer nuestra pequeña parte para que esa profunda corriente transformadora fructifique.
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