Extractivismo
Bosques, agua, litio: feminismos ecoterritoriales contra el sacrificio

“Ni la tierra ni las mujeres somos territorio de conquista” ha sido el lema de la segunda edición del curso “De quienes luchan para quienes luchan”, organizado por Mujeres Creando y celebrado en Santa Cruz (Bolivia) a principios de julio.
Minera Exar Litio 2
Mina en el salar de Cauchari_olaroz, en Jujuy, Argentina.
“La tierra y sus formas de vida
no son sustituibles por el capital”

Yayo Herrero

(grafiti de Mujeres Creando en Santa Cruz, Bolivia)

El pasado 8 de julio, en la ciudad boliviana de Santa Cruz, comenzaba la segunda edición del diplomado “De quienes luchan para quienes luchan”, organizado por Mujeres Creando. A diferencia del anterior, la temática de este encuentro ha estado centrada en las miradas y luchas ecofeministas. De ahí su lema, “ni la tierra ni las mujeres somos territorio de conquista”, consigna política en la que el movimiento anarco-feminista boliviano lleva trabajando ya hace unos años y que resulta de vital importancia en su propuesta de despatriarcalización y descolonización radical de cuerpos, sujetos, deseos e instituciones. Parte de este trabajo político feminista tiene otro eje fundamental: la deselitización del conocimiento y la producción crítica de pensamiento. Tal es el objetivo de estos diplomados, los cuales funcionan como verdaderos laboratorios de creación epistémica para toda Latinoamérica. En dichos laboratorios contra-académicos, las fronteras entre teoría y praxis se difuminan, en un proceso de emergencia de una verdadera comunidad de aprendizaje horizontal para pensar, elaborar, resignificar conceptos, tesis y teorías críticas que sirvan verdaderamente para transformar el mundo.

Por todo ello, en esta edición, la semblanza de las y les estudiantes nos daba ya la pauta de las temáticas que urge abordar. Tanto profesoras como alumnas traen al diplomado extensas experiencias de lucha y militancia. Había un total de sesenta estudiantes procedentes de diversos territorios del continente, desde México al Cono sur. La gran mayoría de ellas, habitan eso que hoy se denomina “zonas de sacrificio” y que tiene que ver, precisamente, con una vuelta de tuerca más de los procesos extractivistas y colonicidas contemporáneos. La desaparición de bosques, ríos, salares y ecosistemas, la escasez de agua en sus comunidades, las sequías e incendios, las graves consecuencias de la agro-industria y su reguero de pesticidas, contaminación e inconmensurables extensiones de soja o la fiebre del litio, son solo algunas de las marcas que surcan los rostros de estas mujeres. Muchas de ellas pertenecientes a pueblos originarios, a esos mismos pueblos que portan en sus manos, espaldas y voces las ancestrales luchas por el robo y expolio de tierras, bienes naturales y conocimientos.

Extractivismo
Extractivismo Triángulo del litio: contaminación, colonialismo y excesos en la diagonal árida sudamericana
El área fronteriza entre Bolivia, Chile y Argentina contiene la mayor reserva de litio del planeta. La explotación de los yacimientos ha provocado un desembarco de multinacionales extractivistas que está dejando un reguero de problemas sociales y medioambientales en la zona.


Pude conversar con algunas de estas estudiantes y activistas históricas sobre lo que está sucediendo en algunas regiones de América Latina. La coyuntura política actual de muchos de estos países se halla atravesada por una nueva fiebre. Si en los siglos pasados el oro, el caucho, el azúcar, el guano o la soja marcaban y dirigían los procesos económicos, colonizadores y de esclavitud, hoy lo hacen los minerales críticos. Pero también el agua dulce, en un contexto de emergencia climática. El llamado “triángulo del litio”, desde una visión meramente económica y geopolítica para el norte global, afecta de manera directa a comunidades y pueblos originarios de Argentina, Bolivia y Chile. Mientras, la falsa idea de progreso y desarrollo es utilizada por los gobiernos de turno para arrasar con espacios naturales, transformados en fuentes de negocio.

Malon por la Paz - 3
Marqueza Teco e hijas. Foto de Sergio Bairon Escalante Maman.

De salares, litio y flamencos

Afirma Cristina Dorador, científica, ecóloga microbiana y profesora del diplomado, que “no se puede hablar de litio sin hablar de salares”. Esta bióloga chilena lleva años estudiando las regiones de Atacama y Antofagasta, de donde ella misma procede. Gracias a sus clases, hemos sido capaces de modificar nuestra reducida visión de un salar andino, ecosistema complejo poblado de vida microbiana, de belleza árida, con aguas subterráneas y lagunas gelatinosas en las que moran un tipo concreto de flamencos. Hoy, esos paisajes resplandecientes están en peligro. La dañina mezcla que se produce entre el turismo de masas que aspira a bañarse en sus extrañas lagunas y el tesoro mineral que esconden sus suelos los están convirtiendo en zonas sacrificiales, destinadas al ocio y consumo de los países del norte.

Mientras el Norte prepara su limpieza ecológica, su transición energética hacia un consumo supuestamente menos contaminante, el Sur Global vuelve a pagar la factura de este proceso

El 85% de las reservas mundiales del litio se concentran en tres zonas del sur de América: los salares de Jujuy en el norte de Argentina, el gran salar de Uyuni en Bolivia y el desierto de Atacama en Chile. El litio, junto a otros minerales críticos (como el cobalto, el níquel, el zinc), es uno de los más codiciados por las multinacionales extranjeras, ávidas de estas nuevas fuentes de energía utilizadas en las baterías de coches eléctricos, paneles solares, turbinas eólicas, móviles, ordenadores, etc. Mientras el Norte prepara su limpieza ecológica, su transición energética hacia un consumo supuestamente menos contaminante, el Sur Global vuelve a pagar la factura de este proceso y lo hace con despojo de tierras, extracción de materias primas, represión de poblaciones originarias, miseria y más miseria, hambre, basura energética, recursos naturales y humanos diezmados. Este cóctel extractivista y destructor convierte un territorio, un lugar vivo, en “territorio de sacrificio”, dado que todo aquello que conforma su historia y diversidad humana, animal, vegetal e incluso microbiana, termina por desaparecer y eliminarse bajo las falsas consignas ecológicas y pseudo-progresistas del mundo privilegiado. Como señala Yayo Herrero, que también formó parte del profesorado del diplomado, “hay un conflicto brutal entre el capital y la vida”.

Ante esta situación de urgencia, han sido principalmente las mujeres quienes han encabezado las luchas. En el caso de Argentina, la provincia de Jujuy, que linda con Bolivia, es una de las más afectadas. El pasado año, el gobernador de dicha provincia, Gerardo Morales, aprobó una reforma sin consulta alguna a las comunidades originarias (más de 400 comunidades indígenas viven en estos territorios y son propietarias de los mismos desde tiempos ancestrales). Además de más precariedad y pobreza, la reforma supone una seria modificación del uso de los recursos naturales y de las tierras de estas comunidades, tierras que serán legadas a multinacionales imperialistas, encargadas de su explotación. Durante el convulso mes de junio de 2023, se sucedieron las protestas, manifestaciones y acciones de resistencia, las cuales obtuvieron como respuesta una dura represión, incluso el encarcelamiento y tortura de muchas y muchos manifestantes. Detrás de la reforma de Morales, se encuentra la empresa israelí Mekorot, la cual se ha apropiado de la gestión del agua de 18 provincias argentinas. También Tesla y su estrambótico propietario Elon Musk, hoy convertido en uno de los interlocutores favoritos del gobierno de Milei. Los salares y todo el ecosistema que los conforma son vendidos y troceados al mejor postor.

Si en los siglos pasados, el oro, el caucho, el azúcar, el guano o la soja marcaban y dirigían los procesos económicos, colonizadores y de esclavitud, hoy lo hacen los minerales críticos

De esta situación extrema surgió el llamado Tercer Malón de la Paz, movimiento pacífico de indígenas, cuyo nombre se remonta a los llamados “malones mapuches” que saqueaban y atacaban las estancias de criollos y colonizadores. Un malón no es sino una técnica de guerra y de resistencia. Un malón, afirma María Farfán (Marita de Humahuaca) “es una forma de hacer justicia”. En julio de 2023, partía el Tercer Malón de la Paz rumbo a Buenos Aires. Siete días de marcha a pie, atravesando varias provincias argentinas, con la firme convicción de denunciar la violencia que estaban viviendo por parte del gobierno provincial. En Buenos Aires, sin embargo, no solo no fueron recibidas por el gobierno de Alberto Fernández, sino que fueron atacadas, violentadas y sufrieron todo tipo de actos racistas de esa Argentina blanca que sueña con sus supuestos orígenes europeos. Cuatro meses permanecieron en la capital, sin respuesta alguna.

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Integrantes del Tercer Malon por la Paz. Foto de Sergio Bairon Escalante Maman.

Para Susana Colpares, miembro del Tercer Malón y perteneciente al Pueblo de Humahuaca, “el gobernador hizo la reforma para que entre el saqueo, pero nosotras despertamos”. Despertaron las mujeres de la Quebrada, de la Puna, de las Yungas, pusieron sus cuerpos en defensa de sus territorios, presentaron un informe al Alto Comisionado de las Naciones Unidas, quien terminó declarando que lo sucedido en Jujuy puede ser considerado un crimen de lesa humanidad. Estela Martínez, comunera y presidenta dela Comunidad de Escobar Tres Cerritos, perteneciente a la Nación Kolla, levanta su mirada y nos dice: “si tengo que morir, voy a morir por defender mi territorio”. Y es que en esa defensa del territorio está la defensa de todo un mundo, frente a la mirada mercantilista que concibe la naturaleza como un mero recurso para explotar.

Mientras el Norte prepara su limpieza ecológica, su transición energética hacia un consumo supuestamente menos contaminante, el Sur Global vuelve a pagar la factura de este proceso

Cruzando la cordillera, Carolina Soto Poblete, concejala de la Comuna San Pedro de Atacama, nos cuenta la situación similar que se vive en Chile. En esta zona, dos son las empresas que poseen el monopolio de la gestión minera, de aguas, la electricidad y ahora el litio. Por un lado, Albemarle, multinacional norteamericana y SQM, empresa chilena adjudicada por el dictador Augusto Pinochet a su yerno, Julio Ponce Lerou. Las alianzas de ambas corporaciones con Elon Musk están haciendo que prácticamente todas las comunidades de la zona tengan serios problemas de escasez de agua, cortes de luz y falta de energía. Los apagones son frecuentes, el agua se ha privatizado y en los últimos años, las tarifas de la luz han aumentado un 80%, nos cuenta Carolina Soto. Han conseguido llevar al límite a estas pequeñas poblaciones, quienes terminan por aceptar la salvación que les ofrecen las empresas extranjeras. Todo un intercambio de favores entre el empresario dueño de Tesla, quien incluso donó baterías por un valor de cinco millones de dólares para solucionar los problemas de electricidad que sufren en la zona. A cambio, una vez más, de la entrega de los recursos y bienes naturales para la explotación del litio. La historia parece repetirse de manera perversa y la filantropía civilizatoria del gringo esconde el robo y el expolio de los bienes comunales.

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Carolina Soto Poblete, concejala de la Comuna de San Pedro de Atacama. Foto de Sergio Bairon Escalante Maman.

Ríos, agua y carreteras

Otra de las luchas que formaron parte del diplomado se sitúan en la región boliviana del TIPNIS (Territorio indígena y parque nacional Isidoro-Sécure), ubicado entre los departamentos de Beni y Cochabamba y una de las zonas de biodiversidad más ricas del planeta. Considerado en 2011, como “zona intangible”, por el gobierno de Evo Morales, sería el propio Morales quien iniciaría el proceso de no reconocimiento de este ecosistema como un bien a proteger. El origen del conflicto se remonta a 2007, cuando el gobierno boliviano decide construir una carretera que atravesara el propio TIPNIS, partiéndolo por la mitad. Marqueza Teco, lideresa y expresidenta de la Sub-central de las Mujeres del TIPNIS, nos cuenta el largo recorrido de sus luchas. Además de encabezar la Gloriosa Octava Marcha Indígena que fue desde Trinidad a La Paz, en agosto de 2011, también llevaron sus peticiones al Tribunal Internacional por los Derechos de la Naturaleza en Bonn, Alemania, donde denunciaron al gobierno de Evo Morales por incumplir la ley 180 que protegía este parque natural. “Pedimos diálogo —afirma doña Marqueza— y solo hubo represión”.

La contaminación y destrucción de los acuíferos de la zona es uno de los mayores peligros a los que se enfrenta la región del TIPNIS, ubicada entre los departamentos de Beni y Cochabamba

El conflicto del TIPNIS no solo tiene que ver con la construcción de la carretera, sino también con la posibilidad de explotación de los yacimientos de hidrocarburos que se supone que hay en la zona. Dicha explotación fue concedida a empresas brasileñas como es el caso de la constructora OAS. La contaminación y destrucción de los acuíferos de la zona es uno de los mayores peligros a los que se enfrenta la región. Conviven en estos territorios más de 100 especies distintas de mamíferos, 470 especies de aves, reptiles y anfibios diversos con más de 3000 especies distintas de plantas. “Los pueblos indígenas, nos dice doña Marqueza, somos los guardianes de la tierra”. Guardianes y guerreros ante este atropello brutal a la vida.

La lucha amorosa y la defensa del territorio

En una de las sesiones del diplomado, pudimos pensar juntas sobre el complejo concepto de “territorio”. Más allá de la cuestión geográfica, los pueblos de Abya Yala han expandido la idea espacial del lugar de procedencia. Se trata de una idea holística de tierra, en la que son numerosos y diversos los seres y entidades que la pueblan. Un territorio es un conjunto heterogéneo y diverso de experiencias, en las que se mezclan la historia, la vida comunal y la gestión económico-social del mismo, con lo espiritual, animal, ancestral y cosmológico. En un territorio comunitario podemos encontrar espacios sagrados, lugares de duelo y recuerdo en los que descansan nuestros seres queridos, espacio-temporalidades presentes, ausentes y futuras que labran nuestra historia. Nos urge pensar en el futuro, resignificar la utopía, construir mundos. “Hay que romper con la desesperanza”, afirma Cristina Dorador. Y si nuestros territorios han sido investidos por la cruel idea de que solo pueden servir como suministros y materias primas, la lucha política también consiste en repoblarlos con otros significados y afectos.

Entre tantas definiciones dadas, resuenan en el aula los versos del gran Atahualpa Yupanqui, recordados por María Galindo: “el hombre es tierra que anda… (y vuelve)”. Somos territorios en movimiento. Somos tierra poblada de luciérnagas, yungas, aguas dulces y salares inconmensurables. Toda una ontología relacional en la que no ha lugar a una jerarquía humanista. Una radical crítica al Capitaloceno se gesta en la mirada múltiple de tantas mujeres. “Nosotras estamos integradas en el territorio —afirma Marita de Humahuaca—, con la luna, el sol y las estrellas”. Para Marqueza Teco y sus hijas, el territorio es el río, los ciclos del agua, las distancias que solo pueden medirse según el caudal de la corriente y la posibilidad o no de navegarlo. Para Susana Colpares, su territorio es la Puna, salir a la estepa, mirar el horizonte poblado de llamas, levantar su mirada al cielo límpido de la Quebrada. Y ante la mirada expoliadora, limitada y obtusa, que solo ve en estos paisajes recursos consumibles y explotables, Marita de Humahuaca nos propone una “lucha amorosa”, porque solo sintiendo amor por nuestros territorios, podemos luchar para preservar otro mundo. Porque para el que mira sin ver, la tierra es tierra nomás. Nada le dice la pampa, ni el arroyo, ni el sauzal (Atahualpa Yupanqui).

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