Lisboa en venta: la capital portuguesa vive su momento más incierto

Ciudades como Madrid y Lisboa sufren el desgaste de un turismo descontrolado y depredador.
Rua da Graça Lisboa
Rua da Graça. Lisboa. Foto Luís MN CC BY-NC
20 oct 2025 06:00

El pasado 3 de septiembre, el histórico Elevador da Glória, icono turístico de la capital portuguesa, descarriló a última hora de la tarde cerca de la emblemática avenida Liberdade, causando la muerte de 16 personas y dejando 20 heridos, la mayoría turistas de diferentes nacionalidades. Poco más de un mes después, a 500 km de distancia, en Madrid, se derrumbó un edificio de seis plantas en la calle Hileras. El inmueble estaba destinado a convertirse en un hotel de cuatro estrellas. La tragedia dejó cuatro muertos, todos ellos trabajadores de la obra.

Ciudades como Madrid y Lisboa sufren el desgaste de un turismo descontrolado y depredador, que está desfigurando su identidad, destruyendo el tejido urbano y expulsando a quienes las habitan. Hace casi siete años que vivo en Lisboa, y apenas la reconozco. Por desgracia, también me ocurre lo mismo cuando regreso a Madrid. La ciudad que me vio crecer se ha convertido en un lugar completamente ajeno para mí.

Tampoco es que considere Lisboa mi casa. Digamos que me siento una forastera en todas partes, y más ahora con los últimos acontecimientos. A finales de septiembre, en el barrio de Graça, donde viví más de dos años y pasé el confinamiento, cerró la pastelería Centro Ideal, un negocio centenario muy querido por vecinos y trabajadores del barrio, que solían reunirse allí para desayunar. Prometo que servían la mejor tosta mixta que he probado hasta la fecha. El edificio fue vendido a un fondo de inversión francés y, aunque los vecinos recogieron miles de firmas que entregaron a la freguesía, no lograron evitar el cierre de este emblemático local con más de cien años de historia.

Poco después del cierre de Centro Ideal, a principios de octubre, fue desalojada Zona Franca, una asociación vecinal del barrio de Anjos con más de diez años de historia, tras la negativa de los propietarios a renovarles el contrato. Ante ambos sucesos, los vecinos reclaman medidas urgentes para frenar la gentrificación y la descaracterización de los barrios de Graça y Anjos, que en muy poco tiempo se han llenado de boutiques y cafés de especialidad frecuentados por turistas.

En sus redes sociales, la asociación Zona Franca denunciaba la situación, alegando que Lisboa se ha convertido en una ciudad tremendamente hostil: “António Costa y Fernando Medina fueron los impulsores de esta ola de gentrificación, y Carlos Moedas no ha hecho más que seguir su ejemplo. Vivimos días cada vez más tristes”.

Lamentablemente, tanto en España como en Portugal, el turismo constituye hoy uno de los principales pilares de la economía. Sin embargo, nos encaminamos hacia un futuro marcado por la escasez ecológica, lo que nos obligará a imponer ciertos límites o a explorar sectores económicos más sostenibles. No obstante, los políticos siguen ignorando la necesidad de regular el número de visitantes en nuestras ciudades.

“El turismo es empleo. Existe un sector de la izquierda que quiere demonizarlo, pero en Lisboa representa más del 20% del empleo. Son muchos salarios y muchas vidas que dependen de ello cada mes. Por lo tanto, no podemos demonizar el turismo”, declaraba Carlos Moedas al diario Público, unas semanas antes de ser reelegido como alcalde de Lisboa.

En contraste, la realidad para la mayoría de los trabajadores de la hostelería en Portugal es que sus salarios se limitan al mínimo legal de 870€ al mes. Lejos de verse “beneficiados” por el boom turístico, como pretende hacernos creer Moedas, estos trabajadores padecen explotación y precariedad. Con los precios de las habitaciones oscilando entre 450€ y 650€, su única aspiración es poder pagar una cama para dormir, destinando la mayor parte de sus ingresos al alquiler de una habitación.

Desde jóvenes, se nos ha inculcado que el turismo genera empleo y prosperidad económica. Sin embargo, muchas veces se trata de trabajos precarios, con turnos abusivos y horas extras no remuneradas. Ya en la secundaria, cuando estudié la dictadura franquista y la llegada del turismo en los años 70, este se presentaba como la apertura de España al mundo e incluso como un motor casi imprescindible para la democracia.

Hoy es fácil sucumbir a la tentación de comprar un vuelo low cost y escaparse unos días a alguna ciudad europea para olvidar nuestros problemas, sin darnos cuenta de que, al hacerlo, también contribuimos a perpetuar un sistema que nosotros mismos sufrimos en nuestras propias ciudades. Así lo señala Anna Pacheco en su ensayo Estuve aquí y me acordé de nosotros: “Cuando subimos a nuestro feed fotos de las vacaciones en un carrusel tan pretendidamente casual como cautivador, o cuando vamos a una ciudad y hacemos un TikTok con lo que nos evoca ese destino, en el fondo estamos enviando postales. Estamos autentificando el destino. Nos convertimos en coautores, no pagados, del folleto turístico”.

Yang Cheng, originaria de Nepal, me muestra una fotografía tomada frente al Elevador da Glória semanas antes del accidente. En la imagen parece una turista más, pero no lo es. Aquel era su único día libre y decidió salir a dar una vuelta por una Lisboa que, en la foto, parece de juguete y está abarrotada de gente. Detrás de ella, el ascensor va lleno. Se supone que el Elevador da Glória puede transportar hasta 43 personas por cabina, 22 sentadas y 20 de pie.

He visto irse a muchos amigos de Portugal, algunos nunca regresaron, ni siquiera de visita. Me entristece ser testigo de cómo, en tan poco tiempo, Oporto y Lisboa han sido vendidas a fondos inmobiliarios

Yang sueña con marcharse de Portugal. Dice que no ha sido bien recibida como inmigrante y que le resulta imposible imaginar un futuro aquí. Trabaja como ayudante de cocina en una pizzería, y cada noche, antes de dormir, solo desea que llegue por fin su título de residencia, el primer paso para poder mudarse a otro país europeo donde tener un salario digno y una vida mejor.

He visto irse a muchos amigos de Portugal, algunos nunca regresaron, ni siquiera de visita. Me entristece ser testigo de cómo, en tan poco tiempo, Oporto y Lisboa han sido vendidas a fondos inmobiliarios y capitales extranjeros. Con los salarios y las condiciones actuales, resulta difícil imaginar un futuro aquí. Aunque en España tampoco la situación es mucho mejor para nuestra generación.

Por ahora, Portugal sigue inclinándose hacia la derecha, como demostró la reelección de Carlos Moedas como alcalde de Lisboa el pasado domingo 12 de octubre. Temo ver morir a esta ciudad del todo, que sus voces disidentes se apaguen y sus habitantes sean desterrados por completo. La realidad es que el clima actual resulta desesperanzador, no olvidemos que el turismo puede ser un caramelo muy apetecible: crea trabajo, pero al mismo tiempo se lleva tu casa. El principal peligro: sus efectos, sin embargo, solo los veremos con el tiempo…

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