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Marruecos
Marruecos: un boicot contra la austeridad y la corrupción
Desde finales de abril, miles de personas en Marruecos se han sumado a una campaña de boicot contra tres de las principales empresas del país en protesta por el aumento del precio de los productos básicos.
Cherif está a punto de cumplir los 30 años y lleva una década trabajando de noche en diferentes clubs y discotecas de Marrakech por 2.500 dirhams (unos 230 euros) al mes, que le alcanzan para pagar el alquiler de la casa que comparte con su hermano pequeño y un amigo, para comer y poco más. Nació en un pueblo situado al norte de la prefactura de Marrakech-Tensfit-Al Haouz. Y como tantos otros jóvenes de la zona, poco después de pasar a ser mayor de edad se mudó a la ciudad más turística del país para tratar de ganarse la vida.
Nunca ha salido de Marruecos, pero cada noche conoce gentes de todas partes y cada día tiene más ganas de largarse de su país. Le gustaría irse un tiempo a algún lugar del norte para tratar de ahorrar y quizás después volver a casa y montar un negocio, pero es consciente de que para ello necesita visados que requieren mucho dinero que no tiene. Ya lleva un mes sin beber ni agua embotellada Sidi Ali ni leche Centrale y ha dejado de llenar su moto de combustible de las gasolineras Afriquia.
“Los productos han ido subiendo de precio hasta un punto que es inadmisible. Recuerdo comprar leche a 2,5 dirhams (0,22 euros) el litro, luego el envase de medio litro costaba tres dirhams (0,27 euros) y lo han subido a cuatro (0,36 euros)”, cuenta Cherif. “Los de Sidi Ali han hecho lo mismo, han subido la botella de un litro de seis dirhams (0,54 euros) a siete dirhams (0,63 euros). Además tienen otras marcas y productos y casi todo el mercado es suyo”. A medida que avanza la conversación se muestra más enfadado. No levanta el tono de voz, grita con los ojos, como platos: “¿Sabes que aquí hay personas que no cobran ni 60 dirhams (5,40 euros) al día? Marruecos crece, sí, para los ricos. ¿Y qué pasa con el padre de familia que no cobra ni 60 dirhams al día? ¿Tú crees que puede comprar leche para sus hijos?”, ojos brillantes en silencio, baja la mirada y endereza el torso.
“Marruecos crece, sí, para los ricos. ¿Y qué pasa con el padre de familia que no cobra ni 60 dirhams al día? ¿Tú crees que puede comprar leche para sus hijos?”, dice Cherif
Desde finales de abril, en todas partes de Marruecos se está llevando a cabo un boicot contra tres de las principales empresas del país. Una es el influyente grupo marroquí Holmarcom, propiedad de una de las familias más adineradas del reino, la de Miriem Bensalah-Chaqroun, presidenta de la CGEM, la patronal marroquí. Las otras dos son la filial marroquí del gigante francés Danone y el grupo Akwa, cuyo principal accionista es el poderoso ministro de Agricultura y Pesca, Aziz Akhannouch, uno de los magnates más influyentes del país, que según la lista Forbes de este año posee una fortuna de más de 2.000 millones de dólares. Aunque el boicot se extiende a todos los productos que distribuyen dichas empresas, se ceba especialmente con el agua mineral Sidi Ali, la leche Centrale y las gasolineras Afriquia.
Todo empezó con una campaña que se difundió vía Facebook desde cantidad de páginas anónimas que ahora tienen centenares de miles de seguidores. Cherif las sigue prácticamente todas. Se comparten informaciones, fotos, vídeos, carteles con lemas del boicot… “Estos son los cuatro objetivos”, explica señalando en su teléfono una de las imágenes que se difundió al inicio de la campaña: “Que bajen los precios, consumir otras marcas más pequeñas, que estas empresas dejen de controlar el mercado y que el dinero deje de estar casado con la política”, traduce literal. “Este es el problema de Marruecos, que el dinero y la política están juntos”. Aziz Akhannouch es el máximo exponente del matrimonio al que se refiere Cherif y el representante político más detestado del país, el blanco de todos los ataques desde el comienzo del boicot.
La primera reacción del ministro de Agricultura y Pesca tuvo lugar durante una rueda de prensa en el Salón Internacional de Agricultura de Meknes, donde aprovechó para defender el consumo de los productos boicoteados, aseguró que una campaña virtual no tendría fuerza suficiente para desestabilizar el sector y dijo: “Esto no es un juego de niños, los que quieran jugar que se vayan”. Después de hacerse públicas estas declaraciones, los muros de Facebook empezaron a llenarse de todo tipo de burlas hacia Akhannouch. Unas semanas más tarde, el portavoz del Gobierno, Mustafa Jalfi, en un intento de intimidar a los seguidores del boicot, advirtió que se perseguiría a todo aquél que difundiera informaciones falsas relacionadas con esta cuestión, pero lo que consiguió fue probar la eficacia del boicot, agitar aún más las redes y ponerse a sí mismo en el foco de las burlas.
El boicot funciona
Ha pasado mes y medio desde el comienzo de la campaña y ya es un hecho que el boicot funciona. Tanto, que ha logrado desatar una importante crisis de gobierno y, lo que es más significante, un movimiento social. Ya no se trata solo del agua, la leche y la gasolina, sino del precio de la vida en general y de la corrupción sistémica que ahoga a la clase trabajadora del país. “Sardin ghali, Akhannouch, sardin ghali” (‘la sardina va cara, Akhannouch, la sardina va cara’), repite Cherif a carcajadas mientras revisa las últimas publicaciones que le van apareciendo en el muro de Facebook. Recupera el aire, deja el teléfono sobre la mesa, suspira y habla de corazón: “Marruecos es un país maravilloso, pero los que mandan son todos unos ladrones. No son solo los políticos, la corrupción está en todas partes, son jueces, policías, funcionarios… es todo”.
Hace unos días, el Gobierno de Saadeddine El Othmani lanzó un comunicado en el que instaba a los seguidores del boicot a cesar de forma inmediata la campaña. A la vez, Central Danone, la empresa más afectada por el boicot, anunció que reducirá en un 30% sus compras a los 120.000 criadores que le suministran leche y que ahora temen perder su puesto de trabajo. Acto seguido, los sindicatos CDT y UGTM convocaron a los obreros a una concentración nocturna delante del Parlamento, en Rabat, para exigir una intervención del Gobierno que ponga fin al boicot. Acudieron centenares de personas, pero el protagonismo se lo acabó llevando Lahcen Daoudi, ministro de Asuntos Públicos, que irrumpió en la escena contra todo pronóstico y empezó a corear los lemas que gritaban los manifestantes.
Se desconocen de forma oficial los motivos que llevaron al ministro a aparecer entre la multitud, pero la cuestión es que los vídeos corrieron como la pólvora y se armó tal revuelo en las redes que Daoudi ha acabado dimitiendo, convirtiéndose así en el primer miembro del Gobierno en caer desde que empezó el boicot.
Un movimiento virtual
Si una se limita a interpretar el movimiento a partir de la campaña de Facebook, da la sensación de que el país está patas arriba, pero en realidad la indignación social que se manifiesta en las redes no se ha trasladado a las calles en forma protestas masivas. Es cierto que se han dado algunas acciones de protesta puntuales en diferentes puntos del país, pero la unión y la fuerza que se desprende de los muros de Facebook apenas se aprecia en la vida real.“¿Por qué no estamos todos protestando en las calles? Porque el majzén —régimen— nos lo impide, nos prohíben manifestarnos y si lo hacemos nos meten en la cárcel. La gente está asustada, mira lo que están haciendo en el Rif…”, explica Cherif. Se refiere a las protestas que tienen lugar en dicha región del norte del país desde hace más de un año, donde se ha alzado un movimiento popular llamado Hirak que en sus inicios reclamaba igualdad en materia de inversiones para el desarrollo socioeconómico del Rif, puesto que se trata de una de las zonas más marginadas y empobrecidas del país. Desde entonces, centenares de activistas han sido encarcelados y la población rifeña sigue reivindicando su puesta en libertad a pesar de la represión policial y la militarización de la zona.
Marruecos
Represión en el Rif y nuevos "Hirak" en Marruecos por una vida digna
"Cuando hablamos de los problemas del Rif, hablamos de los problemas de todos”, dice Ahmed Zefzafi, padre del dirigente Movimiento Popular del Rif (Hirak) encarcelado en Marruecos junto a cientos de activistas, mientras las movilizaciones por una vida digna se extienden a otras regiones del país.
“¿Por qué muchos jóvenes huyen hacia Europa? Porque el majzén no nos deja vivir”. Hace rato que las preguntas también las hace Cherif, tiene muchas cosas que responder y normalmente no se le presenta la ocasión. “¿Qué es Marruecos? Somos nosotros, somos los jóvenes, es la gente y no podemos dejar que nos aplasten”. Hace una pausa, se recompone y se acerca. Mirada esperanzada. “Tienen miedo. Saben que si ahora ceden después querremos nuestra parte del oro, de la plata, de los fosfatos…”. Concluye: “Facebook y boicot, ese es el camino inteligente”.
Imane tiene 22 años y estudia ingeniería civil y logística en la universidad pública de Marrakech. Nació en el seno de una familia marrakchía con más recursos económicos que la de Cherif. Cuando piensa en el futuro que desearía vivir, como a Cherif, le cuesta imaginárselo en Marruecos. Le gustaría terminar de formarse en el extranjero y encontrar trabajo como ingeniera, pero de momento prefiere no pensarlo. Cada día alrededor de las 20.30h se reúne con sus compañeros en una cafetería de Semlalia, el barrio universitario de Marrakech. A esas horas los establecimientos están llenos de jóvenes estudiantes que se preparan para los exámenes a la vez que discuten sobre la actualidad del país que se comenta en cantidad de páginas y grupos de Facebook de discusión política. Imane está muy metida. Cree que el boicot es una demostración de fuerza y las redes una clave inteligente.
Imane: “Si no compramos, ellos no ganan dinero, y esta gente cuando pierde el dinero lo pierde todo”
“Pienso que es inteligente organizarnos de esta forma. Cuando hacemos manifestaciones en la calle, aunque sean totalmente pacíficas, el Gobierno y los medios de comunicación las acaban asociando a la violencia, infunden miedo y nos reprimen. Creo que es inteligente boicotear sus empresas; si no compramos, ellos no ganan dinero, y esta gente cuando pierde el dinero lo pierde todo. Y no pueden detener a millones de personas por hacer publicaciones en Facebook o por no comprar determinados productos”. Hace una pausa breve para coger aire y antes de seguir con la explicación insiste: ¡No pueden!”.
“Una pequeña revolución”
Imane define el boicot como “una pequeña revolución”. “Es una demostración de que tenemos voz, de que la gente está cansada de esta corrupción estructural. Los propietarios de los grandes grupos que boicoteamos son políticos o su actividad está relacionada con los políticos y dominan el mercado y la política del país. Utilizan su poder en las instituciones para lucrarse y esto no debería permitirse, no debería ser normal”. Habla muy deprisa pero muy bien, en un tono de voz muy armonioso. Da la sensación de que es una persona muy humana, fuerte, inteligente y comprometida. Y de que también tiene muchas cosas que decir.“Esta causa la defienden todos los que no están dispuestos a seguir callando ante la corrupción en nuestro país. Hay mucha gente en contra del Estado, incluida la clase intelectual. Este boicot se ha convertido en un objetivo común, que compartimos todos, menos los políticos de las grandes fortunas, por supuesto. Es un mensaje: ¡Estamos preparados!”. Se nota que está tan cabreada como segura de lo que dice, pero sonríe y no pierde la calma. “Nos tratan de tontos. Mira, aprovechando que es Ramadán y que están perdiendo mucho dinero, han hecho una promoción muy ofensiva. Han vuelto a vender el litro de leche a 6 dirhams, pero en cada anuncio promocional salen unas líneas en letra pequeña donde se especifica que la promoción es válida hasta que se les acabe el stock. Es una burla, una promoción para tontos, como te digo, una demostración de lo que creen que somos”.
Esta joven insiste en que lo más destacable de este boicot es que la gente ha conseguido unirse y romper el silencio. “Hemos hecho boicots antes, pero nunca como este. Ahora lo hace gente de todas las clases sociales y de todas partes del país. Ha llegado el momento, si queremos ser escuchados tenemos que estar unidos”. Imane se levanta un momento de la silla para llamar a su amiga Salima, que está sentada con otros compañeros de la universidad en la mesa de al lado y también quiere hablar. La chica se acerca, se presenta y se sienta junto a Imane. “No sé qué te ha dicho mi amiga, pero hay mucha gente haciendo el boicot y yo estoy segura de que finalmente conseguiremos que bajen los precios y que empiecen a respetarnos. El boicot se hace en todo el país, estamos juntos en esto, hemos aprendido a estar juntos, esto es lo más importante”.
Achraf, otro amigo de Imane que está sentado justo al lado de las chicas y que lleva rato escuchando, interviene de forma espontánea: “Pregúntales por qué. Si hemos aprendido a estar juntos, ¿por qué la gente no se ha organizado para apoyar a la gente del Rif?”. Salima responde: “De las protestas en el Rif y en otros lugares como Yerada prácticamente no se habla, no se ha hecho tan viral como el boicot y por eso la gente no se ha unido”. “Disculpa, me gustaría añadir algo respecto a esta cuestión —dice Imane—. Yo creo que la falta de apoyos se debe a que el motivo de las protestas en el Rif es la falta de empleo e inversiones en infraestructuras públicas en esa región en concreto. Ellos piden, como mínimo, igualdad en relación a las inversiones que se hacen, por ejemplo, aquí, en Marrakech. Las protestas en el Rif se han percibido como algo que no incumbe a todo el país, creo que esa es la diferencia. En el boicot estamos todos”.
A modo de conclusión, Imane insiste en que el movimiento no ha hecho más que comenzar y añade: “Creo que es muy difícil cambiar las cosas en este país, pero si somos inteligentes lo conseguiremos. Estamos lejos de vivir en una democracia real, pero esta lucha es un paso hacia adelante para conseguirlo”.
“EL BOICOT ESTÁ EN TODAS PARTES”
Los paseos a plena luz del día en Marrakech empiezan a ser muy sofocantes y casi todos los turistas que circulan por la medina llevan una botellita de agua en la mano que compran en los típicos colmados familiares donde se vende casi de todo. Antes del boicot, era común encontrarse las estanterías y las neveras de estos establecimientos repletas de Sidi Ali, la marca de agua más popular en el país. Ahora es casi imposible. Leche Centrale sí que suele haber, aunque en menor cantidad y no muy a la vista. En la mayoría de tiendas las neveras llevan el logotipo de Jaouda y están llenas de productos lácteos de esta marca, lo que quiere decir que los comerciantes han cambiado de proveedor. Es el caso de un señor que regenta uno de estos colmados cerca de Bab Kechich, una zona muy tradicional de la medina donde viven familias de clase trabajadora. Con cierta timidez y escasas palabras, explica que está haciendo el boicot y que en el barrio lo hace todo el mundo. “No compramos ni a Sidi Ali, ni a Central ni a Akhannouch, Afriqia. Lo hacemos porque tenemos problemas con nuestro gobierno, con la corrupción”.Unas calles más abajo, en Qaria Assiahiya, barrio de clase media y apartamentos turísticos, hace semanas que el camión que reparte agua embotellada a los colmados es Aïn Ifrane, una de las pocas marcas que no pertenece al grupo Holmarcom. En los dos establecimientos de esta zona residencial, hay unos pocos packs de leche Centrale apilados y casi intactos. “Ya no es tan fácil como antes vender Centrale, la gente no la quiere”, asegura el chico que trabaja en una de las tiendas, que también está haciendo el boicot.
En la parte más turística de la medina es más habitual ver los productos de las marcas boicoteadas a la vista y en abundancia. El vendedor de uno de estos establecimientos explica que él personalmente no está haciendo el boicot: “Conmigo Sidi Ali y Centrale trabajan bien”. Dice que la mayoría de sus clientes no tienen problemas en comprar estas marcas. “Los que hacen el boicot son más los jóvenes, ellos sí que no compran leche Centrale ni agua Sidi Ali ni nada de estas marcas. Pero conmigo trabajan bien, yo no puedo hacer nada”, asegura. Al salir de la tienda, Mohamed, un chico del norte que vive en un riad/hostel de la zona y que frecuenta esta tienda, comenta: “Seguro que sí que trabajan bien con él, el otro día vine a comprar y me recordó que hay una promoción especial de Danone por Ramadán”.
“Aquí se hace boicot, no se vende nada ni de Sidi Ali ni de Centrale, y si alguien se atreve a subir los precios también empezaremos a boicotear sus productos”, dice uno de los chicos
En los mostradores de los puestos de zumos de Jamaa El-Fnaa, la famosa plaza de la antigua medina repleta de puestos de comida, músicos, actores, pintores y artistas en general, tampoco se ven botellas de la marca Sidi Ali, aunque no es difícil encontrar neveras de esta marca llenas de agua embotellada Bahia, Oulmès o Aïn Atlas, que también pertenecen a Holmarcom. En uno de estos puestos que regentan dos chicos jóvenes, en frente del café Argana, destaca una nevera verde que luce nueva, llena de botellas de la marca Aïn Ifrane. “Si no bajan los precios nosotros no les compramos, es así de fácil. Aquí se hace boicot, no se vende nada ni de Sidi Ali ni de Centrale, y si alguien se atreve a subir los precios también empezaremos a boicotear sus productos”, dice uno de los chicos. No tiene mucho tiempo para atender preguntas, bastante tiene intentando atraer a los pocos turistas que se aventuran a recorrer la plaza antes de que caiga el sol, pero entre excuse me y excuse-moi saca tiempo para despedirse: “Gracias, hermana. El boicot está en todas partes de Marruecos y esta vez no nos vamos a detener”.
Desde hace unas semanas se está promoviendo boicotear el festival de música Mawazine, patrocinado por el rey Mohamed VI, que tendrá lugar en Rabat a finales de este mes. El nuevo lema: “Los jóvenes no queremos Mawazine, lo que queremos es poder vivir en paz”.