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Guerra en Ucrania
La masculinidad hegemónica en Vladimir Putin
Psicólogo y terapeuta de hombres que han ejercido violencia, Co-coordinador del proyecto Hombres Contra el Patriarcado
Cuando uno piensa en Vladimir Putin, suele conceptualizar esa imagen de hombre sin camiseta, encima de un caballo y con semblante serio. De hombre rudo, impasible y sin miedo. Y todo esto tiene un sentido, puesto que la imagen pública de Vladimir Putin ha sido, desde siempre, ensalzada como la de un macho: la viva imagen de la performatividad de la masculinidad hegemónica.
En este artículo, repasaré el sentido político de la masculinidad para intentar demostrar que incluso algo tan importante como la guerra, donde son desplazados, aniquilados y reprimidos miles de cuerpos, donde son movilizados y transformados flujos de capitales, mercancías y zonas de influencia; intentaré demostrar, digo, que algo tan complejo como la guerra, está afectado por el género.
La masculinidad hegemónica es un factor que tiene relación directa con la aparición y desarrollo de conflictos bélicos
La masculinidad belicista
Empezaré con una idea base: la masculinidad hegemónica es un factor que tiene relación directa con la aparición y desarrollo de conflictos bélicos. Y aunque es verdad que se ha generado debate al respecto, quiero desarrollar el concepto para dar contenido a ese precepto.
El análisis debe partir de entender cómo la imagen de Putin cumple, prácticamente, con casi todos los símbolos identitarios de la masculinidad tradicional. Se presenta como un hombre fuerte (y por lo tanto no vulnerable, con todo lo que implica) y que se hace respetar a través del miedo, la agresividad y competitividad. Ejerce el poder desde una posición vertical y autoritaria. Y si alguien se pone en su camino, el uso de la amenaza es una herramienta frecuente en su discurso.
De igual manera, su imagen viene definida por una casi nula expresión emocional, autosuficiente, con deficiencias en la autocrítica y con una clara falta de empatía hacia el criterio y necesidades de los demás (tanto en compañeros, como especialmente en los contrincantes). Y es que, además, como no podía ser de otra manera, cumple a la perfección el mandato principal de la masculinidad hegemónica: “Un hombre no debe ser una mujer”.
La masculininidad homofóbica
Por ello no solo preforma y patrocina la masculinidad hegemónica, sino que castiga a aquellos que no cumplen con la misma (en especial referencia al colectivo homosexual). Son bien conocidas las reivindicaciones anti-LGTBI que ha llevado a cabo Rusia, persiguiendo al colectivo LGTBI, penalizándolo y confrontándolo.
No sólo mantiene la prohibición del matrimonio homosexual (y bloquea cualquier legislación al respecto), sino que en el mismo año 2021 firmó una reforma constitucional que suponía una supresión de derechos hacia los homosexuales y otras diversidades sexuales. Ha habido ya multas a activistas por hacer “propaganda homosexual” o se ha llegado a prohibir que pueda ser posible cambiar de sexo en el documento de identidad.
La masculinidad hegemónica de Vladimir Putin se ve reafirmada por la aprobación de otros líderes (mayoritariamente masculinos) de manera directa, como el presidente de Brasil Jair Bolsonaro que alabó la masculinidad de Putin
La masculinidad reconocida
Pero, a pesar de todos estos rasgos tan marcados, la masculinidad hegemónica queda en papel mojado si no se ve reafirmada por otros. Y en este caso, la masculinidad hegemónica de Vladimir Putin se ve reafirmada por la aprobación de otros líderes (mayoritariamente masculinos) de manera directa, como el presidente de Brasil Jair Bolsonaro que alabó la masculinidad de Putin, o de manera indirecta cuando múltiples figuras políticas adaptan como referencia esta forma de actuar. Y esta aprobación no sólo viene de otros líderes, sino que los medios y parte de la sociedad conciben aún esta forma de relacionarse como referente. Y este punto es crucial para la legitimación de la masculinidad.
Pero, ¿es realmente la masculinidad uno de los factores artífices del desarrollo de esta guerra?
La masculinidad esta parcialmente fundamentada en la performatividad de la misma. Es decir, que no solo se mantiene a través de cumplir los rasgos característicos de la misma, sino también a través de mostrarlos socialmente. Por ejemplo, no vale solo con no ser vulnerable en solitario (por ejemplo, no llorando), sino que es importante no mostrarlo a los demás.
En la misma línea, representaciones que, per se, podrían considerarse hegemónicas, como poseer armas, cogen mayor relevancia en cuanto se preforma hacia fuera. Por ello, creo que la imagen pública de Vladimir Putin venga constantemente caracterizada por la presencia de armas, no es una mera coincidencia.
Esta performatividad, o mostrar al resto del mundo mis capacidades como “macho hegemónico”, ayuda a no sólo perpetuar estas características en el propio individuo, sino que además legitiman socialmente el discurso de la masculinidad hegemónica y las acciones que se desprenden de la misma. Si además esa masculinidad referente viene acompañada de claras referencias bélicas, más probable es que se justifiquen acciones del mismo calibre.
Cultura masculina de la guerra
Por lo tanto, podría decirse que en sociedades menos empáticas, menos abiertas a la diferencia y con unos valores basados en una tradición militarista y competitiva se puede terminar legitimando conflicto bélico. Si en una sociedad se considera que competir con el otro para ganar es el modus operandi general, esto hará que sea más que probable la aparición de conflictos. Si además entendemos que en la resolución de esos conflictos es justificado que se use la violencia, ya estamos un paso más cerca de un conflicto bélico.
Algunos círculos argumentan que no puede ser que la masculinidad juegue un factor en la guerra, poque sino en todos los otros países habría guerra. Refieren que la geopolítica es la que en verdad marca el desarrollo de las guerras.
Evidentemente, la masculinidad no es el factor único del desarrollo de una guerra, pero si un factor transversal y muy importante
Y es que, evidentemente, la masculinidad no es el factor único del desarrollo de una guerra, pero si un factor transversal y muy importante. De igual manera se podría hacer la analogía con otros delitos: no todos los hombres agreden sexualmente, pero si la mayoría son hombres, es indicativo que la masculinidad juega un rol significativo.
Uno se puede llegar a plantear, qué es lo que lleva a Vladimir Putin a ejercer este tipo de masculinidad como un rasgo identitario tan marcado. Pues bien, en el momento de transición política en la que Boris Yeltsin (expresidente de Rusia) cedió el relevo a un joven Vladimir Putin, se presentó un problema: no se conocía mucho a ese tal Putin. Y para ganarse un nombre, nada parece más fácil que adaptarse a, la siempre cómoda, ala paterna de la masculinidad hegemónica, cosa que Putin hizo (y creó toda una imagen e imaginario a su alrededor al respecto).
Además, con el desarrollo de esta hipermasculinidad hegemónica, en una sociedad donde se legitima la misma, llegamos a una situación donde si mezclamos los factores: 1. Nadie cuestiona la hombría de Putin y 2. La sociedad relaciona este tipo de masculinidad con ser un líder capaz, produce que 3. Se pueda percibir a Putin, por el simple hecho de preformar esa masculinidad, como un líder legítimo y adecuado (o como mínimo que no se escapa de los propios preceptos de la sociedad de lo que es adecuado para ser un líder). Y ese hecho le hace, evidentemente, aferrarse más a la masculinidad hegemónica.
Los riesgos de una geopolítica masculina
Pero, que mantenga este rasgo tan rígido comporta grandes riesgos. La invasión que ha planteado no ha salido lo fluido que él esperaba, pero prioriza mantener su orgullo en realizar esta operación (con el sufrimiento de otros que eso supone), por encima de poder retirarse o replantearse la guerra. Y es que la masculinidad hegemónica que no permite la vulnerabilidad, la cobardía o el reconocimiento del error. El orgullo no puede fallar.
Si queremos un mundo mejor, con menos conflictos bélicos, debemos seguir trabajando para transformar y deslegitimar la masculinidad hegemónica y sus representantes, como Vladimir Putin
Y, con una visión más global, se puede entender que una geopolítica basada en unos valores en relación a la masculinidad hegemónica (que pueden incluso ser preformados por mujeres, aka, Thatcher) de agresión, competición y falta de empatía hacia ciertos colectivos o hacia el propio planeta, precipita, evidentemente, el desarrollo de muchos más conflictos o, en su mayor grado, guerras.
Hay muchos factores que están implicados en las guerras, pero obviar que la masculinidad es uno de ellos, cuando hay tantos indicadores que marcan una clara relación, es como mínimo una imprudencia. Es por ello que, si queremos un mundo mejor, con menos conflictos bélicos, debemos seguir trabajando para transformar y deslegitimar la masculinidad hegemónica y sus representantes, como Vladimir Putin.
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La masculinidad y las guerras. Yo soy de los que opina que no es casual.
Nos enseñan a competir los unos con los otros, a enfrentarnos para demostrar que somos los mejores.
Reflexiono sobre el tema en el siguiente post, por si queréis leerlo:
https://www.desaprendiendoenaltura.com/nos-vinimos-arriba-muy-arriba/
El alineamiento de esta prensa "libre" con la propaganda de EEUU y la OTAN en un momento de riesgo de guerra total, no solo me resulta decepcionante, sino que me descorazona, lo admito. El argumentario desplegado resulta de una superficialidad y unas carencias epistemológicas que ilustra de forma elocuente su carácter propagandístico.
No parece paradigmático del carácter violento humano Margaret Thatcher o Victoria Nuland -"Què se joda Europa"-, o en la versión kuki de Díaz Ayuso y los miles de fallecidos en las residencias-asilos de Madrid. También podìa haberse referido a esa masculinidad hegemónica representada por Trump y su manifiesto kukismo, o la de Kim Jong-un, o la de tantos otros ejemplos poco ejemplares, al parecer del articulista, de perversión.
Que se haya escogido como muestra ejemplar de perversión masculina a Putin en esta situaciòn, tras màs de 14 mil muertos en Donetsk y Lugansk, la mayoría civiles a manos de nazis ucranianos, o que esta misma noche hayan matado a 20 civiles en otro bombardeo indiscriminado en Donetsk, con bombas de racimo -prohibido-, tras encontrar laboratorios de armamento químico montados por EEUU y el silencio cómplice de los medios, tras el bloqueo informativo de cualquier disenso que permita un debate, que abra la puerta a la palabra como forma de resolver problemas, resulta, como digo, desalentador y decepcionante. Ademàs no es casual, no puede serlo, es un acto de propaganda màs destinada, consciente o inconscientemente, a justificar la criminalidad de todos esos sujetos y alguna sujeta que han provocado el actual escenario de terminalidad civilizatoria.
Me agota volver sobre la historia reciente del acorralamiento de Rusia a manos de un Occidente decrèpito, de la instalación de armamento nuclear en sus fronteras, -señalar que se està haciendo lo mismo con China utilizando a Australia o el acuerdo AUKUS- sobre el Irak del trìo de las Azores, poco ejemplares de belicismo, al parecer... Insisto, no es inocente la elección y es irresponsable, como mínimo.
En cuanto a la persecución del colectivo LGTBI+, le invito al articulista a leer la noticia publicada en este mismo medio sobre EEUU y el hostigamiento que sufren en esa nación de libertad, en la que la gente muere sin atención medica, en la que la medicina proporciona de forma masiva opiáceos a la población empobrecida generando una pandemia de muertes... En fin, como digo, una simplificación reduccionista que en nada ayuda a clarificar el fenómeno de la violencia.
Esta crìtica, sobra decirlo, no me hace simpatizar con el personaje Putin, pero cuidado,èl es el resultado necesario de la polìtica occidental, es su nèmesis en la que nos quieren hundir a todes para conservar una hegemonía que han perdido de forma irreversible, salvo guerra total.
estoy de acuerdo. Pero han hecho lo mismo con el golpe covidianista. Hipocresía, sobre nuestros lomos. Mientras la borregada lo aguante...Los lanares se tragan lo que les pongan.