Maternidad
Un espacio para el duelo perinatal

Se calcula que en España cada día mueren seis niños en el período perinatal. El municipio mallorquín de Marratxí instala un espacio en el cementerio para rememorar a estos bebés.
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Lydia Vidal sostiene recuerdos de su bebé fallecida, Vega. Foto: Tooru Shimada

Las mariposas y las estrellas son, sin duda, los símbolos del duelo perinatal. Evocan transformación y sutileza, una relación con lo que hay más allá de la vida consciente, de la tierra que pisamos. Nos trasladan a lo desconocido e inexplicable. La mirada trascendente se revela a menudo como uno de los pocos consuelos al dolor. Porque perder a un hijo o una hija es devastador.

Merche Salguero no puede reprimir los tacos al explicarlo. Las formas han perdido sentido para ella. “Es una mierda y quien te diga lo contrario, miente”. No entiende por qué ha tenido que pasar por este túnel dos veces. Su primer hijo, Marcos, murió en su barriga a las 32 semanas de gestación, a mediados de junio de 2019. “Fui a que me hicieran la ecografía y vieron que no tenía latido. Después tuve que parirlo. No lo quise ni ver. Solo sentía rabia, estaba furiosa. Me quedé vacía”. Al cabo de pocos días, se creaba en Palma el grupo Estels del Cel, que da apoyo a las familias que pasan por el duelo perinatal. Merche fue una de las primeras mujeres en unirse y aún forma parte de él. “Esta vez, sin embargo, no he querido ir a las charlas. El duelo por mi hija Olaya, que murió en julio, está siendo muy distinto. Más duro. A ella la he visto nacer, la he olido. No se lo deseo a nadie”.

La realidad silenciada

Iria Sanz Vázquez es psicóloga y fundadora de Estels del Cel. Perdió a su primera hija cuando estaba de 3 meses. La reacción de la profesional sanitaria que se lo dijo fue sorprendente. “Se quedó blanca y yo pensé que era la primera vez que daba una noticia así, como si lo que me había ocurrido fuera único”. Y no lo es. Ni mucho menos. El problema es que, socialmente, no existe. “Sentí que necesitaba expresarlo, hablar de ello, y me encontré con mucha incomprensión. Había estudiado un máster sobre duelo y, al repasar los apuntes, vi que ni el gestacional ni el infantil formaban parte del temario. Entonces tuve claro que hacía falta poner en marcha una comunidad para sanar la herida junto a otras familias. No podemos negar a nadie este proceso”.

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El duelo por la pérdida de un hijo o hija está socialmente escondido. Foto: Tooru Shimada


La incomodidad de la otra persona es, a menudo, la sensación que reciben las madres que explican que han perdido a su hijo o hija. Tanto si ha ocurrido en la semana 20 del embarazo, como si el bebé ya ha nacido. Da igual. La reacción de “ya tendrás otro” o “se te pasará” es la más común. Y dolorosa.

Se calcula que en España cada día mueren seis niños en el período perinatal. La cifra es difícil de invisibilizar. Entonces, ¿por qué es tan desconocida?

Lydia Vidal asegura que, desde que murió su hija Vega en diciembre del 2020, su círculo de amistades “se ha estrechado muchísimo”, aunque no le importa. Una gran parte de las personas que tenía más cerca ni la entienden ni quieren que se siente a su lado y les hable de la niña. O les muestre la huella de su mano o su pie. “Y para mí es un orgullo contar cómo era Vega y explicar que sus cenizas están debajo de un árbol, en el cementerio de Palma”. Allí va de vez en cuando y deposita muñecos, piedras pintadas o poemas. “Está presente en mi vida, la de su padre y la de su hermano y siento que eso es muy bonito”. Marcos, Olaya y Vega son los llamados bebés estrella.

La frialdad de las cifras

Según los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el año pasado, la tasa de muerte perinatal, es decir, a partir de la semana 22 del embarazo y hasta el primer mes desde el nacimiento, fue del 4,08 sobre 1.000. La mortalidad infantil, del 2,55% (defunciones por cada 1.000 nacidos vivos). Se calcula que en el Estado Español cada día mueren 6 niños en el período perinatal. La cifra es difícil de invisibilizar. Entonces, ¿por qué es tan desconocida?

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Hablar de la muerte no es fácil en esta sociedad. El sistema lo reduce a algo privado, incómodo para los demás. Más aún cuando la muerte es de un menor. ¿Qué se permite y qué no en el duelo de sus padres? ¿Cómo se lo contamos a las niñas y niños que viven esa muerte de cerca?


Aquí entra en juego un gran tabú: la muerte. Para Sanz “es necesario que la incluyamos en el día a día y nos demos espacio para sentir los distintos duelos a los que tenemos que enfrentarnos. Muchas veces se esconde, sobre todo a los niños, pero es imprescindible que desde pequeños desarrollemos estrategias para pasar el trance”. Por esta razón, en los actos de Estels del Cel casi nunca faltan los hermanos y hermanas. “Normalizamos la muerte”.

“Vivimos de espaldas a la muerte y pensamos que se mueren los demás, no los nuestros, o que solo dejan este mundo las personas muy mayores. Y no es así. Los bebés también mueren"

De igual modo, Lydia considera que tenemos que romper este tabú: “Vivimos de espaldas a ella y pensamos que se mueren los demás, no los nuestros, o que solo dejan este mundo las personas muy mayores. Y no es así. Los bebés también mueren. Deberíamos darle a esta muerte el mismo peso que tiene la de las personas jóvenes, adultas o viejas”.

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Compartir los recuerdos del bebé fallecido es una satisfacción para muchas madres. Foto: Tooru Shimada

Honrar y recordar

Al ser apremiante una mayor visibilidad de este hecho, iniciativas como la del ayuntamiento de Marratxí, que el 15 de octubre inauguró en el cementerio municipal un espacio dedicado específicamente al duelo perinatal, son muy valoradas por las familias que saben que es tener un bebé estrella. “A veces, no hay ningún cuerpo al que enterrar y el duelo se vuelve difícil, por esta razón, disponer de un lugar en el que honrar al hijo perdido llena un poco un vacío”, explica la psicóloga. De hecho, al espacio de Marratxí acuden personas que son de otras localidades, como Laura Lladó. “No suelo visitar ningún cementerio el día de Todos los Santos pero este año vine aquí y pensé en mi hija May. Lo necesitaba. Me da paz, no me inspira tristeza. La verdad es que es un sentimiento difícil de explicar”. En diciembre de 2022, a la semana 20 de gestación, tuvo que someterse a una interrupción legal del embarazo (ILE). Su hija está incinerada. “Los recuerdos materiales los guardo en una caja que me facilitaron en el Hospital de Son Llàtzer”. Con el paso de los meses y los años se ha ido llenando y la trae al cementerio para mostrárnosla. Una complicidad y aflicción extremas se condensa en el escaso metro cuadrado que cuatro mujeres sentadas en unas sillas de plástico improvisadas compartimos por el capricho del azar.

Un ficus enorme que Pep, el encargado del cementerio, recogió de la carretera y plantó hace años da sombra ahora a un docena de mariposas de cerámica. Están ancladas a su alrededor. El tacto es suave y los tonos rojos, azules y marrones, muy tenues, como si una tela los recubriera. En la parte delantera, una tarima delgada aguanta la figura de una madre con un bebé de ojos cerrados. Blanca, suspendida entre dos mundos. Y un poco apartado, un mural hecho poesía informa al visitante que en esta parte del camposanto los más pequeños son los protagonistas: “En recuerdo de los infantes que nacieron dormidos, aquellos que llevamos en el vientre, pero nunca llegamos a conocer, los que sostuvimos en brazos pero nunca pudimos llevar a casa y aquellos que nos pudimos llevar a casa y no pudieron quedarse. El amor empieza antes de nacer y perdura más allá de la ausencia. El amor no empieza al nacer ni acaba con la muerte. Vuestra huella estará grabada para siempre en nuestros corazones”.

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Un poema recibe a las personas que entran en el espacio del recuerdo de Marratxí. Foto: Tooru Shimada


Este ha sido el lugar elegido para conocer a tres madres que están pasando por un duelo perinatal y ponerse, simbólicamente y con delicadeza, en su piel. El espacio, sin embargo, está inacabado. Aina Amengual, regidora de Més per Marratxí e impulsora del proyecto, lo ideó más acogedor. “Está a medias. Falta que se coloquen unos bancos alrededor y un camino, entre otras cosas”. El pleno del 28 de noviembre aprobó que se terminara e introdujo algunos cambios. “En lugar de colocar una placa en cada estrella o mariposa que las familias nos soliciten, tendremos una peana al lado del mosaico con los nombres escritos de las personas fallecidas, de manera que no interferiremos en la creación artística”, asegura el alcalde, Jaume Llompart. También se ha acordado que la Conselleria de Salut se encargue de informar a las familias de la isla del servicio que se presta en Marratxí.

Empatía

Aina Amengual empezó a trabajar en el proyecto después de ser testigo del impacto de esta muerte en las familias. “Soy maestra en una escuela y a lo largo de los años he tenido en el aula a niños y niñas que han perdido un hermano o hermana. La muerte afecta a toda la clase. De repente, esa habitación de la que nos había hablado con tanta alegría adquiere un extraño sentido, la ilusión de ser uno más se rompe y la mirada se redirige, a menudo, al cielo”. En el aula se habla de la muerte de los bebés y Aina consideró que el debate tenía que trasladarse al pleno del consistorio.

“Estamos avanzando, pero queda mucho por hacer”, dice Laura. “Yo tuve suerte de tener que ir a Son Llàtzer, que es el hospital público más avanzado de la isla en este aspecto, pero sé de muchas mujeres que no, que estaban desconsoladas en una habitación oyendo llorar a un bebé en el cuarto de al lado o recibiendo la enhorabuena de la enfermera. No basta con poner una mariposa en la puerta si hay profesionales que ignoran qué significa. Hay que formar, ubicar a las familias que están de duelo en otra parte que no sea el corazón del Área de Maternidad. Por respeto. Por humanidad”. 

El protocolo de atención a las familias que han perdido a un bebé en los hospitales públicos y privados de Mallorca es heterogéneo. Mejora a golpe de reuniones con miembros de Estels del Cel y gracias a la concienciación de los profesionales, como, por ejemplo, la ginecóloga de Lydia que, desde su caso, hace fotografías a todos los bebés muertos. “Archiva las imágenes y sabe que, si algún día los padres desean tener este recuerdo, allí estará”, explica. “Yo no tengo ninguna imagen de Vega y la verdad es que me arrepiento, por eso me parece tan importante que ella se haya implicado y se adelante a lo que a otras familias les pueda pasar”.

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Merche, Laura y Lydia luchan cada día para visibilizar un duelo silenciado. Foto: Tooru Shimada


Hay experiencias vitales imposibles de describir. Llevar un bebé en el interior es una de ellas. El vínculo se crea, inevitablemente. Muchas personas dicen que permanece intacto. Solo transitando por la maternidad podremos hallar la respuesta y, es probable, que no lo hagamos. Pero nos quedará la intuición, la magia. Al fin y al cabo, nuestros hijos e hijas son las únicas personas que han oído cómo suena nuestra voz por dentro.

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