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Medio ambiente
La sinrazón de los vertidos mineros al Estuario del Guadalquivir
El vertido minero al Guadalimar, en 1998, fue el mayor desastre ecológico de la historia reciente de Andalucía y parte de los contaminantes vertidos al río acabaron llegando al Estuario del Guadalquivir, mostrándonos los impactos negativos que un vertido de metales y metaloides puede tener en este Estuario y su biodiversidad que bioacumuló algunos contaminantes. Impactos que se prologaron durante lustros, y eso que ese vertido se produjo cerca de la desembocadura, lo que facilitó la depuración natural de los contaminantes.
Los proyectos de nuevos vertidos mineros desde las minas Cobre-Las Cruces y Aznalcóllar-Los Frailes no han tenido en cuenta las condiciones específicas de hidrodinámica y fisicoquímicas de la parte interior del Estuario del Guadalquivir donde se producirían. Según un estudio publicado recientemente, esta zona interior del Estuario ya ha sido contaminada hasta niveles ecotóxicos, posiblemente por el vertido de la Mina Cobre Las Cruces que comenzó en 2009.
La zona interior del Estuario ya ha sido contaminada hasta niveles ecotóxicos
La zona interior del Estuario del Guadalquivir, que acaba en la Presa de Alcalá del Río, se comporta como un “fondo de saco” con baja salinidad y condiciones de hipoxia. La Presa frena las mareas y favorece la sedimentación, lo que promueve la retención de contaminantes relativamente biodisponibles y con efectos ecotóxicos. Esta situación se da, especialmente, cuando no hay grandes avenidas fluviales, es decir, la mayor parte del año; unas condiciones cada vez más frecuentes debido a la disminución de lluvias por el cambio climático y a la sobreexplotación del agua con fines agrícolas en la Cuenca del Guadalquivir.
Por otro lado, cuando parte de los contaminantes mineros se mueven aguas abajo, su velocidad de movimiento es muy baja debido a la existencia de un “tapón salino” (zona de máxima turbidez, y contacto de aguas salada y dulce) que frena la salida de las aguas interiores hacia la desembocadura. Así, el tiempo medio de residencia de las aguas en el Estuario es mayor a 100 días. Esta situación domina la mayor parte del año cuando la hidrodinámica está controlada por las mareas.
Esta resistencia al flujo aguas abajo se rompe durante grandes avenidas fluviales, cuando más contaminantes mineros podrían llegar al Golfo de Cádiz. Sin embargo, parte de estos contaminantes quedan retenidos en los fondos de la zona más interior del Estuario y en otras zonas de baja hidrodinámica, como el Brazo del Este.
Las autorizaciones de vertidos mineros carecen de un enfoque holístico para comprender el ecosistema estuarino, incluidas sus dinámicas y cómo éstas actúan sobre la biodiversidad
La precipitación de metales en el fondo del Estuario aumentaría la contaminación en los lodos que el Puerto de Sevilla draga regularmente y deposita en la plataforma continental del Golfo de Cádiz. Una plataforma continental ya impactada por la deposición de metales que aumentaría si se realizasen los vertidos mineros previstos.
Los proyectos de vertido minero y sus planes de seguimiento han ignorado el complejo contexto hidrodinámico y fisicoquímico del Estuario del Guadalquivir. Simplemente, dan por hecho que la contaminación minera se diluirá y precipitará, como si desapareciera mágicamente. Pero la realidad está muy lejos de lo previsto en las peticiones y autorizaciones de vertidos mineros que carecen de un enfoque holístico para comprender el ecosistema estuarino, incluidas sus dinámicas físicas y biogeoquímicas y cómo éstas actúan sobre la biodiversidad. Por lo tanto, dado el análisis insuficiente sobre las consecuencias que los vertidos mineros han provocado y podrían provocar en el Estuario Guadalquivir, en vista de las evidencias de contaminación presentes y en función del Principio de Prevención, base rectora de toda legislación ambiental, no deberían autorizarse nuevos vertidos mineros al Estuario del Guadalquivir.