Medios de comunicación
Ahora que Vázquez Montalbán está de moda

Escribir deprisa, masticar despacio. El periodista Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939-Bangkok, 2003) sigue siendo una referencia en el periodismo popular y en el discurso de la izquierda política no dogmática y zumbona. Su obra periodística, que fue compilada en 2011 por la editorial debate, y la reciente reedición de su ‘Diccionario del Franquismo’ son el pretexto para recuperar fragmentos de reportajes y crónicas que marcaron su tiempo y nos permiten mirar al nuestro con mucha menos ira y algo de tino.

 Vázquez Montalbán
Foto inédita de Manuel Vázquez Montalbán durante un encuentro a comienzos de los años 2000. David F. Sabadell
25 ago 2019 05:53

Manuel Vázquez Montalbán está de moda. Lo pone de moda la situación política, lo ponen de moda los problemas de la izquierda española, la muerte de Andrea Camilleri o un buen guiso de espinacas. Algunas de sus expresiones, como la “correlación de debilidades”, y sus imaginaciones de un “asesinato en el Comité Central” tapan huecos y rellenan argumentarios en esta etapa escasa en imaginación política y en imaginación a secas. Como está muerto desde hace tiempo, nunca tuvo una cuenta de Twitter que cerrar o ceder en su testamento digital, con lo cual no podemos adivinar qué y cómo hubiera escrito Montalbán sobre Donald Trump, las patatas chips con sabor a huevo frito o las reivindicaciones antiespecistas. Algunas de sus posiciones se han quedado obsoletas, y muchos de sus textos no pasan un análisis de género ni de carambola —especialmente las primeras novelas de Carvalho—, pero, aparte de que, aún hoy, casi nadie pasa ese tipo de exámenes, Montalbán cuenta a su favor con dos factores importantes: su escritura versátil y su compromiso político y social.

En lo de versátil hay que apuntar su dominio de varios estilos, al principio más desquiciados, maduros en la década de consolidación, ensamblados completamente a partir de los 80; muchos temas, de hecho, casi todos los temas —de la cultura popular a la geopolítica, grandes éxitos y fracasos de Conchita Piquer y Henry Kissinger— y un ramillete de apuestas editoriales, la mayoría de ellas, perdidas. De lo del compromiso político y social se encargan la memoria colectiva y la Wikipedia. Hijo de dos represaliados por el Franquismo. Estudiante de Filosofía y Letras. Casado con Anna Sallés, padre de un hijo, militante del PSUC, hasta su desaparición, y del PCE, hasta la desaparición del escritor. No era ajeno a la política del partido, como no lo era casi nadie que hubiese militado en él. Y eso era hablar de mucha gente en España. Su primera dedicación fue redactar crónicas y reportajes en periódicos de Madrid y Barcelona, ciudad esta última en la que nació y residió. Este artículo comienza con la fiesta de inauguración de la revista Por Favor y termina con algunos datos, dos frases hechas y un final feliz. Es el 2 de marzo de 1974. Vázquez Montalbán es uno de los periodistas más audaces de la cabecera más aperturista del régimen, Triunfo. Escribe deprisa y mucho. 

Década de prodigios

La fiesta de inauguración de la revista Por Favor estaba a tope, pero Manuel Vázquez Montalbán, codirector del medio, tenía una noticia que dar. No es que normalmente se le cayesen las exclusivas de los bolsillos, o de los bolsillos de otros, pero la noticia les afectaba a todos: en la madrugada, Salvador Puig Antich iba a ser asesinado por el régimen franquista. Está acabándose el invierno de 1974. La fiesta celebra la salida a la calle de Por Favor, artefacto humorístico que reclama un lugar como medio de comunicación político.

“Hay días que malamanecen, y semanas, y años”. Concretamente, pasan 38 años de malos amaneceres en España. El 16 de marzo, Vázquez Montalbán publica en Triunfo una elegía con forma de columna —una columna con colores de elegía— llamada “El oficio de escribir”. Usa su seudónimo más célebre, Sixto Cámara. No queda humor para los regates y piruetas que Montalbán aplica a las “capillas sixtinas”. Han pasado diez días desde el ajusticiamiento de Puig Antich y Georg Michael Welzel, los dos últimos condenados a garrote vil en la historia de España. El autor se desnuda y retira la palabra a Sixto Cámara que es, junto con su vecina Encarna, el personaje más conocido de Montalbán hasta el despegue del exagente de la CIA José Carvalho Larios. “Los escritores ‘progres’ estamos condenados a hacer compañía ideológica, como esos compañeros amables de farra que nos ayudan a combatir la nocturnidad y la soledad”, escribe en uno de sus textos más desesperados.

Vazquez Montalban Mani
Montalbán en una manifestación por los abogados asesinados en la madrileña calle Atocha en 1977.

1974 es el peor de los tiempos y también un año de horas y horas de felicidad en el gris del franquismo. “No necesitamos que Franco se muriera para follar, las mujeres, pero en cuanto Franco se murió pudimos encabezar la marcha para que las mujeres siguieran follando”, explica Maruja Torres, redactora en Por Favor, “el último mono, dentro de los primeros monos”, comenta en relación a sí misma. Junto con la dibujante Nuria Pompeia, Rosa Esteve y otras administrativas, Torres participaba en una redacción en la que los gallos son Montalbán, el escritor Juan Marsé y los humoristas gráficos Jaume Perich y Antonio Fraguas ‘Forges’ al teléfono desde Madrid. “Manolo marcaba la línea política, los otros le seguíamos”, remarca Torres, para quien Por Favor fue el proyecto más personal de Vázquez Montalbán.

Periodismo de guerrilla contra la Ley de prensa de Manuel Fraga y su temible artículo segundo, sobre límites a la libertad de expresión y el derecho a la difusión de informaciones. En junio de 1974 la revista es suspendida durante cuatro meses. La suspensión se sortea con la publicación de una efímera cabecera llamada Muchas Gracias, sostenida también por José Ilario, pagador de Por Favor y fundador de Interviú. Cuatro meses después de la censura, el “comité ejecutivo de la Logia Por Favor fracción ML 5º 4º, a la izquierda, dos travesías más allá de la Junta Democrática y a dos manzanas de la Conferencia Democrática y episcopal” aparece hecho un cristo en la portada de la recobrada Por Favor. Maquillados con golpes y vendas, salvo Rosa Esteve, secretaria de redacción, que aparece embarazada (y no lo estaba). A la fotografía de Montalbán y cinco de los suyos se le pone el titular: “Volvemos dispuestos a dar la cara”.

“Éramos los perdedores, pero no éramos unos muermos”, reivindica Torres. “No éramos setenteros en el sentido que se es ahora, esta cosa coñazo de setentera intensa tanto física, como política, como moralmente”, añade.

La noche y las fronteras se mueven. El viaje a Portugal. Vázquez Montalbán asiste como peatón motorizado de la historia a la Revolución de los Claveles, “la primera revolución a la que podemos ir en coche”, escribe para el diario Tele/eXpres: “Desde un enviado especial de la ONU a don Enrique Tierno Galván, pasando por el dibujante Siné, los hoteles se llenan de voyeurs de la libertad, aunque tampoco escasean misteriosos seres que escuchan todo lo que pueden y miran de reojo con especial dedicación”.

En el aire se palpa el cambio. Solo en el aire, no en la cesta de la compra. Montalbán tarda unos días en publicar la primera referencia a la muerte de Franco, el 20 de noviembre 1975. Se trata de una glosa mal intencionada del testamento del dictador leído por el presidente Carlos Arias Navarro. El poder lo tiene el rey Juan Carlos I, que no tiene otra legitimidad que la franquista ni muchas más simpatías que la del Departamento de Estado de un país extranjero. El búnker del régimen, autoridad que no aspira a otra legitimidad distinta de la franquista, tiene las armas y la capacidad represiva —masas azules, partidas de la porra—. El Ejército tiene sables para un largo concierto de ruido. La legitimidad democrática se reparte en una correlación de debilidades entre los tímidos sectores aperturistas del régimen —apoyados por la banca y el Departamento de Estado de otro país— y la izquierda, literalmente un saco de golpes, detenciones y arbitrariedades. Escribe Montalbán once días después de la muerte del dictador: “Los comentaristas se hacen lenguas sobre la madurez y la serenidad demostrada por el pueblo ante las difíciles peripecias históricas planteadas. La madurez ha sido ampliamente comprobada por el hecho de que tres de cada cuatro cabezas hispánicas han pasado con creces la prueba de ser exprimidas con dos manos soltando una cantidad de jugo tal que este año no va a haber problemas en las reservas líquidas de los pantanos”. El 1 de febrero de 1976, la esperanza se abre paso en una manifestación masiva en Barcelona: “Llibertat, amnistia i Estatut d’autonomia”. ¿Quién prohibirá prohibir?, se pregunta el escritor.

mirando atrás con casco

Josep Ramoneda es otro de los periodistas que escriben en Por Favor, una publicación que quiere establecer distancias con las dos revistas de humor que dominan el panorama: La Cordorniz, una publicación veteranísima y en periodo de obsolescencia, y Hermano Lobo, en la que Montalbán colabora regularmente pese a sus discrepancias con la línea política del medio. “En los 60 empieza una disociación creciente entre las superestructura política y la realidad de un país que va por otro lado”, explica Ramoneda, que enmarca el nuevo lenguaje alcanzado por Montalbán y Por Favor, en un contexto con un solo lenguaje, el del franquismo, “que se imponía y que al final era pura repetición retórica. Adhesiones inquebrantables, pertinaz sequía, democracia orgánica, centinela de occidente, se oía casi todos los días”.

Por favor alcanza el éxito y se convierte en un corto fenómeno. La publicación no supera los problemas por el temprano secuestro ordenado con la Ley de prensa de Fraga y Carlos Robles Piquer en la mano, y al público se le empieza a hinchar la vejiga. “Siempre que hay un cambio de régimen, la gente se harta de lo que acaba de ver y necesita cosas nuevas”, explica brevemente Maruja Torres.

Autor de dos precoces Informe sobre información e Historia de Comunicación social, a Vázquez Montalbán también le da para publicar un Diccionario del Franquismo que se suma a la nómina de ensayos con la que completa su tarea periodística. La obra, republicada recientemente por Anagrama y el Ayuntamiento de Barcelona, es un compendio de la retórica del régimen y un bestiario de sus próceres. También una de las últimas miradas desde el periodismo hacia una época de la que cerrará definitivamente capítulo con su Autobiografía del general Franco. Es tiempo para escupir sobre la tumba de la “democracia orgánica”, pero Montalbán se toma la tarea en serio, escribe un diccionario “limpio”, a efecto de inventario, para que sean las nuevas generaciones (es un decir) las que realicen el último juicio a un régimen fundado sobre mitos que hoy tampoco resisten el análisis material.

DICCIONARIO DEL FRANQUISMO
“[...] Los exégetas del franquismo dicen que el Régimen trajo la prosperidad a España, olvidando que, durante veinte años de dictadura, España vivió por debajo de los índices de desarrollo vigentes durante la Segunda República. Según ellos, el franquismo instauró una paz octaviana, olvidando que esa paz fue un efecto óptico y acústico conseguido por el amordazamiento de los más capacitados para relatar la verdad sobre la represión de los años cuarenta, e igualmente de los años cincuenta, sesenta y setenta. Según ellos, el franquismo salvó a España del holocausto de la II Guerra Mundial, olvidando que fundamentalmente se abstuvo de luchar porque siempre fue consciente de la fragilidad de su consensus político interior y de que una derrota implicaba la caída del poder personal y del derecho de conquista de la clase dominante. Según ellos, el franquismo consiguió la unidad de España, olvidando los procedimientos para tratar de conseguirlo sin lograrlo, porque nunca hubo más separatismo ni más separatismos latentes que en vida y tras la muerte de Franco. Según ellos, Franco, con su cruzada, salvó a España del comunismo, olvidando que al asumir los comunistas el principal protagonismo de la lucha contra la dictadura alcanzaron bajo su mandato una dimensión cuantitativa y cualitativa equivalente a la lograda por el comunismo francés e italiano por su contribución a la resistencia antinazi [...]”.

Entrada de franquismo del Diccionario del Franquismo (Manuel Vázquez Montalbán, ilustrado por Miguel Brieva). 

GOLPE POR GOLPE

Una ley no escrita ley de amnistía cultural comienza pronto a ser aplicada sumariamente para blanquear trayectorias y borrar con típex la nómina de adictos a un régimen que nació antes del típex. La marcha real la dirige Torcuato Fernández Miranda, y pone la sonrisa Adolfo Suárez. Montalbán escribe en Arreu sobre el referéndum de la reforma política ideada por Fernández Miranda, que permitió pasar de la legalidad franquista a la legitimidad borbónica: “Si lo logran [ganar el referéndum], los objetivos de la ‘clase dominante’ se habrán salvado: la transición del franquismo autoritario al postfranquismo democrático se habrá conseguido sin que a la oligarquía le cueste ni una pieza, es decir, sin dejar las posiciones de privilegio obtenidas en 1939”. La oposición no toma una postura definida y la reforma con la que las Cortes franquistas aprueban que tenga lugar la Transición sale adelante con con una participación del 77 % del censo y un 94,17 % del voto afirmativo en la consulta de diciembre de 1976. Un año después de la muerte de Franco, la democracia va a empezar.

La decepción por la insuficiencia de los cambios empieza a rodar cuesta abajo entre la progresía cultural y la izquierda política. La vida no es como la esperaban, repite el periodista barcelonés, que en mayo de 1978 escribe uno de sus textos más célebres. En su sección de La Calle “Estado de la cuestión, cuestión de Estado”, Montalbán publica entre interrogaciones una columna titulada “¿Contra Franco estábamos mejor?” que se convierte, a su pesar, en uno de los textos que referencian esa sensación generacional de lo que Teresa Vilarós ha llamado el “mono del desencanto”. Montalbán milita contra el pasotismo, defiende el modelo “a la italiana” por el que la izquierda conquista cuotas de poder en los municipios y llama a la movilización en las elecciones para contener la involución: “No es que lleven el franquismo en la sangre —dice de las fuerzas políticas del poder—, lo llevan en la recámara”.

Portada de Triunfo
Portada de la revista Triunfo

Ramoneda define con frases breves qué es eso del desencanto: “Los momentos de cambio, cuando el poder anterior está a la baja y el poder nuevo todavía no se ha consolidado, son peligrosos y son también momentos en los que pesa un clima, una expectativa; las leyes vigentes ya no rezan tanto y las futuras todavía no están establecidas. Raros momentos en los que fácilmente te dejas llevar por la idea de que todo es posible. Pero el happy end no existe, no todo era posible”.

Son los años de plomo en Europa. La violencia armada de las Brigadas Rojas italianas, la RAF alemana o ETA, en el País Vasco, afectan al pensamiento político de Montalbán, comprometido y conmovido contra la violencia desde la condena a las penas de muerte del franquismo. El uso arbitrario de la fuerza por parte de los cuerpos policiales y, especialmente, la violencia fascista —que atenta contra la revista humorística El Papus y contra la redacción de El País— pone en alerta al escritor, que no es ajeno a la información que sitúa a esos elementos ultras en los alrededores ideológicos del golpismo. Cuando fracasa el golpe de Milans, Armada y Tejero, el broche funesto y cutre de la larga década de los 70, que se extiende desde el año 68 —asesinato de Melitón Manzanas— hasta el 23 de febrero de 1981, Montalbán escribe, dubitativo: “[...] uno diría que es un final feliz, consciente de que todo final feliz es el menos infeliz de todos los posibles finales”.

Los cierres de Por Favor, que muere en los brazos de José Manuel Lara, creador y patriarca de Planeta, y la deficitaria La Calle, que cierra en 1978, se quedan como un tatuaje en la piel de Montalbán, que empezará una etapa como periodista de colaboraciones. Es 1982 y el desencanto de la situación política contrasta con la efervescencia de la serie Carvalho. El escritor barcelonés ha ganado el Premio Planeta de 1979. Su relación con José Manuel Lara deja espacio para relaciones con los otros tiburones de la prensa: Antonio Asensio —para quien trabaja en Interviú—, Jesús Polanco y Juan Luis Cebrián, patrones de El País, en el que empieza a trabajar en enero de 1984. Algo se muere en el alma, no obstante, y es que, como describe Maruja Torres, “en el periodismo y en la vida, en lo marginal es donde está el interés y la libertad del que trabaja”.

Medios de comunicación
El monopolio de la libertad de prensa
Tres grupos controlan el 58% del mercado de los medios de comunicación, el 60% de la audiencia y el 87% de la publicidad.

el baúl de la piquer

El paso a la gran empresa periodística de la Transición tiene un efecto inmediato en la carrera de Montalbán: durante unos años baja el ritmo de publicación. En El País encuentra una habitación para esperar el fin del milenio que expandirá en cuanto puede cambiar las cláusulas de su contrato para poder escribir en medios internacionales como Il Manifesto o Página 12. El periodista Guillem Martínez define el modelo de colaboración que consagra al escritor: “Era una columna medida. Certera. Una columna es como una canción. Autosuficiente. Si te pasas o no llegas, malo. En cada una de ellas solía haber un fragmento mega-risa, de interrumpir la lectura, un par de golpes y un elemento que excedía la observación. Una aportación. No acostumbraba a hacer esas columnas chorras para cumplir. O, al menos, no las recuerdo. Otro punto, exótico en las izquierdas locales, era la sensualidad, materializada en valoraciones de series culturales de la infancia, y en la cosa gastronómica. Eso último no era frivolidad, no era izquierda de los 80 chachis. Era algo anterior y vehemente. Sofisticado, internacional, potente, de alta cultura, pero que emanaba de una cosa concreta y lejana y sencilla: la fascinación por el arroz con bacalao de su abuela”.

Una pieza de 300 palabras en la contraportada, todos los lunes, en la que, como reseña Francesc Salgado —compilador de la obra periodística de Vázquez Montalbán en tres tomos publicados por la editorial Debate en 2011— se explicita “una nostalgia del periodismo que dejó de practicar años atrás y que recupera en esos momentos”. Tras una década con la mirada puesta en la política nacional y unos cuantos años de resaca —en medio de la que surge el libro de entrevistas Mis almuerzos con gente inquietante—, Montalbán emprende una serie de viajes a Chiapas (México) y Cuba para conocer y reconocer dos revoluciones de distinto siglo y distinto alcance.

Guillem Martínez le conoció por aquellos años y confirma el subidón de bilirrubina que le provocaba Latinoamérica: “Si bien supongo que nunca fue una juerga, yo le intuía desanimado. A cierta edad, supongo, solo vibras por lo que quieres vibrar. Él, diría, vibraba por el Barça, es decir, por la infancia y la belleza. Y, también diría, por la política en Sudamérica y México. En ese sentido, creo que estaba absolutamente desencantado de España y Catalunya, esas espirales hacia el mismo sitio”.

El éxito internacional de Carvalho y la consolidación de su carrera de novelista, con la Autobiografía de Franco o Galíndez, permiten al escritor alcanzar un estatus compatible con su vida familiar y su obsesión por la gastronomía. En la poesía encuentra la escapatoria al periodismo de molde que se ha impuesto después de los experimentales años 70. Sus columnas siguen, no obstante, remitiendo a su compromiso social —“respeto de clase”, lo define Torres—. Hay menos juego y una desconfianza plena hacia la construcción europea. Hace 25 años escribía en la contra de El País: “En la bola de cristal solo veo a un nuevo Gran Hermano síntesis de neoliberalismo y neoautoritarismo, un fascista de mucho cuidado con la ley de la oferta y la demanda pertrechada por el principio filosófico del ‘o crece o muere’”.

A esas alturas abundan los muertos propios y los desnudos no son lo que eran. La guerra sucia devuelve el tono desesperanzado de las piezas escritas durante la vigencia de la pena de muerte. No quedan izquierdas a las que volver y asoma en el horizonte la “aznaridad”, a la que dedica un libro. El periodismo ha sufrido un cambio radical en el largo declive del “felipismo”. La concentración de los medios de comunicación a partir del reparto de las licencias de televisión da el último (o el primer) golpe a los medios underground. Montalbán vuelve sobre sus pasos y encuentra en Un polaco en la corte del rey Juan Carlos viejas y nuevas piezas de la oligarquía. Las viejas sobreviven. De las nuevas, algunas acaban en la cárcel. Y de esas, muchas salen por donde han entrado.

Cuando murió, un 18 de octubre de 2003, pasaban 43 años desde la publicación de su primer reportaje, “Del aula al campo de trabajo”, publicado en 1960 tras su estancia en unos campamentos del Servicio Universitario del Trabajo. Pasaban 41 desde su condena a un año y medio de cárcel por participar en una huelga a favor de los mineros asturianos. 34 desde la publicación en Triunfo de la “Crónica sentimental de España”, que le presentó a un público hambriento de leerse en la cultura. Escribiendo deprisa y masticando despacio. Como peatón de la historia, Vázquez Montalbán dejó un par de enseñanzas. La primera ya no le sirve a nadie, porque han desaparecido los almacenes Sepu —“Quien calcula, compra en Sepu”—. La segunda la repetiremos una última vez, y es eso de que un final feliz lo es porque se trata del menos infeliz de todos los finales. 

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Mario
25/8/2019 12:51

Excelente artículo y magnífica semblanza -histórica, política y casi sentimental-. No le falta ni una pizca de sal ni le sobra nada, que diría aquel. Se aprovecha todo. Señor Elorduy, me ha alegrao usted el domingo.

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#38742
25/8/2019 9:23

Muy necesario recordar a Montalbán

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