Memoria histórica
Magdalini Fytili: “La transición se edificó sobre dos renuncias: la memoria y la igualdad de género”
Magdalini Fytili (Grecia, 1982), investigadora postdoctoral Ramón y Cajal en la Universidad Complutense de Madrid, está especializada en el estudio de las resistencias frente a las dictaduras, especialmente de las mujeres. Ha buceado en los pormenores de la transición de Grecia, su país natal, y también en lo que aconteció en España. Ha llegado a la conclusión de que el conocido como “consenso” no sirve para nada, porque “nunca es neutral” y siempre “excluye o subordina o invisibiliza”. Entre esta invisibilización están las luchas de las mujeres y recomienda encarecidamente feminizar la memoria como antídoto para luchar contra la nueva ola de fascismo.
Fytili, doctora en Ciencia Política por la Universidad de Atenas y la Universidad Autónoma de Madrid, intervendrá en las jornadas Atado y Bien Atado. El fin de las dictaduras en el sur de Europa, que tendrán lugar del 25 al 27 de noviembre en el Ecoo, La Corrala y la Universidad Autónoma de Madrid, organizadas por la Fundación Rosa Luxemburg y MIRCo-UAM. Su ponencia se titula: “De los márgenes al centro: activismo maternal y transformación feminista de la transición española". Y así es como comienza su conversación con El Salto.
Me gustaría que me explicaras qué es esto del activismo maternal en España.
Durante los más de 40 años de dictadura, el régimen tenía a las mujeres encerradas en la condición de eternas menores, sin autonomía jurídica ni política y reduciendo sus derechos de ciudadanía a la obediencia. Además, sufrieron una exclusión más específica porque fueron confinadas al ámbito doméstico. Eran símbolo de la moral del régimen y estaban sometidas en un modelo de feminidad basado en la sumisión. Es justo por eso que en estas condiciones apelan a su papel maternal para pedir derechos y proteger a sus familiares.
Por ejemplo, desde el final de la Guerra Civil empiezan a buscar a los suyos, tanto a los que fueron fusilados en fosas comunes, como a los encarcelados. Comienzan a concentrarse y a organizarse fuera de las puertas de las prisiones, que es la figura que denominamos la mujer del preso. Se organizan para llevarles comida y, obviamente, ellas también funcionan como intermediarias transportando mensajes de sus familiares al Partido Comunista y a cualquier otro tipo de organización antifranquista. También, y esto es impresionante para la época ya que estamos hablando de los años 40, hacen denuncias internacionales, van a autoridades eclesiásticas y políticas.
La lucha por la amnistía de los presos políticos la lideraron las mujeres con un repertorio de acción muy concreto, como encierros en las iglesias
Y, paralelamente, la función que desempeñan en la guerrilla también es primordial. Es el soporte de la guerrilla. Sin las mujeres la guerrilla no podría haber existido, porque son las que proporcionaban comida, casas, refugio. También transportan mensajes y por eso fueron brutalmente castigadas. Existía tanto el delito de auxilio a la rebelión como también por responsabilidad indirecta, que es una figura que penalizaba el no haber denunciado a sus familiares.
Con este conocimiento acumulado llegan a los años 60, que ya cambia la coyuntura y surge el movimiento estudiantil y el movimiento obrero. Ahí pasan a actuar en los barrios. La estrategia del Partido Comunista, el entrismo, consistía en meter a mujeres politizadas en las asociaciones de amas de casa. También crean vocalías de mujer en las asociaciones de vecinos y en el 65 crean el Movimiento Democrático de Mujeres, alentado por el Partido Comunista, en el que se integran otras mujeres como las católicas de base o incluso mujeres despolitizadas. En esta época impulsan las luchas por la amnistía.
La lucha por la amnistía de los presos políticos la lideraron las mujeres con un repertorio de acción muy concreto, como encierros en las iglesias. Uno de los más famosos fue en el 69 en la Catedral de Barcelona, que dio la vuelta al mundo. Combinaban el lenguaje de la maternidad, de la moral cristiana, con una acción política no consciente. Lo que hacen es que los problemas cotidianos los convierten en temas políticos, como el tema de la vivienda, el transporte, las escuelas.
Llegamos a los años 70 y en esta época podemos hablar del resurgimiento de otro tipo de lucha, por el reconocimiento de los derechos de las mujeres, ¿no?
Tienen múltiples esferas de acción. Impulsan huelgas por la igualdad salarial, por despidos injustos, discriminaciones laborales o para pedir permisos de maternidad. Después, en los años 70 las estudiantes intentan incluir la coeducación, la educación sexual, la eliminación de la censura moral. Y luego hay un montón de profesionales, desde abogadas, médicas o maestras, que luchan por la igualdad jurídica y las reformas de derechos civiles, sobre todo el derecho al divorcio y al aborto.
Después se forman muchas asociaciones a finales de los años 60 y a principios de los años 70, como la Asociación Española de Mujeres Separadas, el Frente de Liberación de la Mujer o incluso la Asociación de Madres Solteras, que también impulsan reformas legales.
¿Dónde estaba la igualdad de género en los acuerdos para la transición?
Creo que el consenso democrático de la transición se edificó sobre dos renuncias: la memoria y la igualdad de género. La amnistía del 77, además de suponer una impunidad absoluta para los franquistas, no aborda los delitos tipificados como femeninos que son el adulterio, el uso de anticonceptivos y el aborto.
Para la izquierda, el derecho al aborto o al divorcio, eran los temas que se negociaron con mayor facilidad porque se consideraban concesiones particulares. En aras de un consenso se podían incluir los derechos de todos, salvo los de las mujeres. Y después está la Constitución, que consagró la igualdad formal, pero no abordó la desigualdad estructural. Como el principio de la sucesión masculina de la monarquía, que viene en contradicción absoluta con el artículo 14. Y ahí sigue.
Las organizaciones feministas rechazaban la Constitución, ¿por qué?
Porqueen la Constitución, entre otras cosas, no se fija el derecho al aborto. Hubo una oposición muy fuerte entre los colectivos de mujeres a esta Constitución, porque nacía sin considerar a la mitad de la población.
En Grecia la derecha condenó la dictadura, algo que en España no ha pasado a día de hoy y no pasará nunca porque el PP tiene raíces franquistas, no lo puede hacer
¿Qué pasó con el feminismo durante la transición?
Hablamos de la segunda ola del feminismo, a partir del 68, que llega un poquito más tarde a España. Pasamos del maternalismo al feminismo. Entonces se consideraba que lo maternal mantiene algo muy conservador en el sentido de que va en contra de la autonomía de la mujer. Pero en un sentido más filosófico y político yo diría que las mujeres españolas también durante los 40, 50, 60 eran feministas porque estaban cuestionando su papel tradicional, el papel que les asignaba el régimen. Yo creo que esa es la esencia del feminismo.
Es la época en que se discute también la doble militancia, porque la mayoría militaba tanto en partidos como en organizaciones autónomas feministas. También estaba a debate el papel de la izquierda, que era profundamente patriarcal, solo la palabra feminista para ellos era algo burgués. Hubo mucha resistencia en esto. Y, obviamente, cuando la transición ya florece, cuando hay más libertad de expresión, surgen conflictos entre ellas. Hablando de interseccionalidad, no todas las mujeres tienen los mismas intereses o las mismas necesidades. Pero sobre todo el debate en aquella época era la doble militancia y la autonomía o no del feminismo.
Volviendo a lo maternal, siempre ha habido un conflicto en el seno del feminismo en cuanto a si la maternidad puede considerarse parte de la causa del feminismo o no. ¿Cómo crees que ha envejecido el discurso de la segunda ola?
Yo lo que intento decir es que los movimientos de mujeres durante la represión de la posguerra y de la dictadura en España, en Grecia y en Portugal suponen una genealogía femenina de resistencia. No lo digo en forma eurocéntrica, lo que digo es que es verdad que conocemos muy bien el caso de las Madres de Plaza de Mayo, surgido en los 80 en Argentina, pero no conocemos estos movimientos que fueron muy potentes. O sea, desafiaron al régimen. Su papel en la amnistía en todos los casos fue primordial.
En el caso de las Madres de Plaza de Mayo también ahí hubo mucho conflicto, porque las madres no se autodefinían como feministas. Ya en los años 90-2000 el feminismo argentino reconoció a las madres como protofeministas.
Tú eres de Grecia y te has interesado siempre por los movimientos de resistencia de las mujeres. ¿Cómo llegas tú hasta el movimiento de resistencia en España?
Cuando hacía el máster en Grecia, me dediqué a estudiar las políticas de memoria respecto a la Guerra Civil durante la democracia. En los años 80, hubo mucha polarización en Grecia respecto a este tema. Pero después, a partir de los 90 se cerró. En el 89 hubo una pinza, un Gobierno entre la derecha y la izquierda comunista. Y este gobierno hizo una ley de reconciliación nacional, que cerró simbólicamente toda la polarización con respecto a la Guerra Civil. Cuando hacía la tesis, era justo cuando había surgido el movimiento de recuperación de memoria democrática en España. Hablamos del año 2000. No entendía por qué en España se empezaba a hablar ahora mientras en Grecia se cerraba el tema. Eso me llevó a hacer una tesis comparativa en aquel momento de cómo se gestionó la memoria de la Guerra Civil y de la dictadura en Grecia y en España a partir de la transición, durante las décadas de democracia.
Cualquier transición, tanto la española, como la griega, como la portuguesa, es un proceso inacabado de luchas sociales. Se quedaron muchas cosas pendientes
¿Para ti cuál es la principal diferencia entre los procesos de transición en España y en Grecia?
Lo común es que no hubo una ruptura, en el sentido de una revolución como la de los claveles en Portugal. Lo que pasa es que en Grecia pudo existir una ruptura política clara porque la dictadura se derrumbó por sí sola, por intervenir en una guerra externa, cuando Turquía invade Chipre, el equivalente con Argentina y la Guerra de Malvinas. De manera clara la dictadura quedó deslegítimada y es mucho más fácil hacer una ruptura política simbólica así.
La diferencia primordial es que en Grecia la derecha condenó la dictadura, algo que en España no ha pasado a día de hoy y no pasará nunca porque el PP tiene raíces franquistas, no lo puede hacer.
En Grecia hubo juicios a los torturadores y a los cabecillas del golpe, que Amnistía Internacional llamó el Nuremberg griego, aunque las penas eran muy leves. Otra cosa primordial es que nosotros echamos al Rey, hubo un referéndum.
Y además en Grecia, los partidos políticos miraban hacia el pasado, porque su identidad política estaba en el pasado, incluso el PASOK, el equivalente al PSOE, que reivindicaba el legado de la resistencia al nazismo. Mientras, en España todos miraban al futuro, hasta el Partido Comunista, que renunció a la República y a los juicios.
El consenso nunca es neutral, es un discurso hegemónico que siempre excluye o subordina o invisibiliza
Analizar las transiciones y las luchas del pueblo en contra de las dictaduras, ¿cómo nos puede servir para parar esta nueva ola de fascismo que está llegando o está rozando a muchos países?
Cualquier transición, tanto la española, como la griega como la portuguesa, es un proceso inacabado de luchas sociales. Se quedaron muchas cosas pendientes. Y no solo eso, sino que se quedaron también legados autoritarios que obviamente en el caso de España son mucho más potentes, como la Iglesia. Hoy en día lo vemos con Cuelgamuros. O lo vimos en los GAL. Pero en Grecia también; en 2008, la Policía mató a un quinceañero. Toda la Policía, tanto la griega como la española, se educa en base a un enemigo interno, que pueden ser los anarquistas, los comunistas… Según Ayuso hoy somos todos comunistas.
Hemos pasado también de una versión de la transición que era muy complaciente, muy modélica, a poder entender que durante las transiciones hubo muchas luchas, la lucha obrera o la estudiantil, como la revuelta de la Politécnica de 1973 en Grecia. Además, el papel de las mujeres está muy invisibilizado. Feminizar la memoria contribuye a luchar contra el avance de la extrema derecha.
Y estoy muy en contra de algo que es muy español, esta insistencia en el consenso. El consenso no salva nada. El consenso, además, nunca es neutral. El PSOE llama al consenso con el PP para hacer las cosas. Pues no, el consenso es un discurso hegemónico que siempre excluye o subordina o invisibiliza. No es un terreno de reconciliación, es una imposición siempre de un orden social muy concreto. Yo creo que no necesitamos consenso, ni consenso democrático, ni nada. Necesitamos resiliencia democrática. Necesitamos redes autónomas, de activistas, de profesores, de movimientos… que creen una memoria autónoma que por sí sola no es capaz de luchar contra el negacionismo o la extrema derecha, pero por lo menos puede minimizar su impacto a largo plazo. Te doy el ejemplo de Grecia con Amanecer Dorado, que llegó a ser tercer partido, nunca consiguió cambiar la imagen social de la dictadura o hacer que calara el discurso negacionista. Desde 1973 se conmemora cada año la revuelta de la Politécnica. Esta repetición también crea resiliencia democrática.
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