México
Miriam Ramírez: “La mayoría de los que ordenan los asesinatos de periodistas en México pertenecen al Estado”

Ejercer el periodismo es trabajo de alto riesgo en México, incluso letal si te dedicas al periodismo de investigación. “Agredir a un periodista no tiene castigo. El 99% de agresiones quedan impunes”, cuenta a El Salto Miriam Ramírez, periodista del semanario Ríodoce de Sinaloa.

Miriam Ramírez
Miriam Ramírez, periodista y activista mexicana, a su paso por Barcelona. Meritxell Rigol

Callar podría ser el acto reflejo frente al riesgo letal de hacer periodismo de investigación en México. Pero Miriam Ramírez, periodista del semanario Ríodoce, defiende que el silencio no es una opción. “Hacer periodismo en México es una forma de resistir”, reivindica, sin rastro de grandilocuencia. Así lo mantiene cerca de dos años después del asesinato que, reconoce, marca un antes y un después tanto para ella como para el conjunto de profesionales en el país.

El homicidio del reconocido Javier Valdez, cofundador de Ríodoce, en Sinaloa, la llevó a perseguir como nunca antes justicia y seguridad para quienes informan en México, uno de los países más mortíferos para plumillas y cámaras que resulten molestas a los poderes oficiales y oficiosos. En los últimos diez años, más de un centenar de profesionales de medios de comunicación han sido asesinados. A las cifras rojas contra la libertad de prensa, hay que sumar las agresiones, de amenazas e intimidaciones hasta atentados y desapariciones, sufridas por profesionales que cubren temas de corrupción, sobre todo de los gobiernos locales, o de crimen organizado.

En la última década cerca de 100 periodistas han sido asesinados y 21 permanecen desaparecidos, según Reporteros Sin Fronteras

Según recoge Reporteros sin Fronteras, 21 periodistas están desaparecidos en México. De algunos de ellos y ellas no se tiene noticia desde, por lo menos, 15 años atrás. “Agredir a un periodista no tiene castigo. El 99% de agresiones quedan impunes. La investigación se para”, lamenta Ramírez, quien, tras la muerte de Valdez, se vio “abocada al activismo”. “Siempre pienso que Javier no se hubiera quedado callado si nos hubiera pasado a cualquiera de nosotros”, sitúa como motor para frenar la lista de agresiones y asesinatos impunes que alargan, año tras año, decenas de compañeros y compañeras en el país.

Llamas “pausa” a este tiempo en Barcelona, dentro del programa de protección de periodistas de México del Ayuntamiento de la ciudad y la organización Taula per Mèxic. ¿Qué pasa en México que te lleva a alejarte una temporada de tu país?
El 15 de mayo de 2017 asesinaron a Javier Valdez, mi jefe y compañero en Ríodoce. El homicidio sigue sin resolverse. Durante un año y medio me involucré mucho en las protestas, las acciones de exigencia de justicia y en visibilizar el caso. Me empecé a vincular con organizaciones de periodistas de otros Estados y a crear redes. Se da la posibilidad de este programa de Barcelona y, a través de una organización que se llama Artículo 19, me lo plantean como hacer un alto después de un asesinato, que todo lo voltea. Es muy difícil. Nadie te enseña qué hacer cuando asesinan a un compañero. Venir a Barcelona fue tomar un respiro, replantear qué estoy haciendo en el periodismo, cómo hacerlo mejor y cómo hacerlo más seguro. Nunca ha estado en duda dejar de hacer periodismo, ni en mí ni en mis compañeros de Ríodoce. Se trata de pensar cómo seguir haciéndolo sin poner en riesgo nuestra vida.

La corrupción es tan grave que hay alcaldes que son pequeños emperadores que controlan la policía. Esto pone en riesgo a los pocos periodistas que hacen periodismo en estas ciudades
En un contexto que acumula más de 200.000 personas asesinadas en diez años y, entre ellas, más de 100 periodistas por ejercer su trabajo, dices que no te has planteado dejar el periodismo en México. ¿El silencio no es una opción?
No, justamente porque esta situación tiene que cambiar. No solo la violencia. La corrupción, la impunidad, la crisis de un Estado de derecho en el que no se respetan las reglas, donde la ciudadanía no confía en las autoridades ni en la fuerza pública, donde hay muchísimas violaciones a derechos humanos. Si te quedas en el miedo nunca va a cambiar nada. La ciudad en la que vivo, Culiacán, es una ciudad muy violenta, con unos índices muy elevados de homicidios y feminicidios. Justo por esto hay que hacer periodismo. Hay una crisis de seguridad y de corrupción terrible en las ciudades pequeñas. La corrupción es tan grave que hay alcaldes que son pequeños emperadores que controlan la policía. Esto pone en riesgo a los pocos periodistas que hacen periodismo en estas ciudades.

La muerte de tu compañero de redacción Javier Valdez, por desgracia, no ha sido un hecho excepcional, pero sí que impacta de manera significativa, más allá de los y las profesionales de Ríodoce. ¿Qué cambia el asesinato de esta figura del periodismo en el país?
Javier era una persona muy querida. Tenía la cualidad de caer bien allá donde fuera. Y era una persona con mucho prestigio. Un periodista muy reconocido nacional e internacionalmente. Un periodista de aquí Barcelona me dijo que para muchos reporteros extranjeros Javier era la puerta de entrada a la zona para hablar de narcotráfico. Sabías que tenías que ir a Sinaloa a hablar con él, que te iba a ayudar y a orientar para hacer el trabajo. Era muy conocido y muy respetado. Y esto no valió de nada. Lo asesinan a pesar de lo que representaba y de quien era. Esto te hace pensar que a cualquiera nos pueden asesinar, que nada nos salva de esta situación.

El Estado ofrece medidas para protegeros. ¿Qué valoración te merecen?
Es un mecanismo que depende del Gobierno federal. Tiene aspectos buenos pero la mayoría son deficiencias, principalmente, porque está actuando como estrategia reactiva. Funciona cuando ya han agredido al periodista.
El Estado no está garantizando las condiciones para que tú como periodista puedas regresar a tu lugar a continuar haciendo tu trabajo. Así, los agresores están cumpliendo con su objetivo, que es silenciarte

Nada en México previene y evita las agresiones a periodistas. La estrategia es extraer al periodista del lugar donde vive para evitar una agresión más fuerte. Te llevan a un lugar supuestamente seguro, en la mayoría de los casos, Ciudad de México. Y, de hecho, ya no es garantía de seguridad. Se han dado también asesinatos de periodistas.

Rubén Espinosa, asesinado en 2015, estaba refugiado en Ciudad de México. Fueron y lo asesinaron. En Ciudad de México te encuentras sin trabajo y en shock emocional. El Estado no está garantizando las condiciones para que tú como periodista puedas regresar a tu lugar a continuar haciendo tu trabajo. Así, los agresores están cumpliendo con su objetivo, que es silenciarte. Te “protegen” y lo que estabas haciendo se queda paralizado. ¿Quién ganó? El agresor.

¿Se investigan las agresiones? ¿Es la impunidad el resultado habitual?
La mayoría de los casos quedan en total impunidad. En algunos, se detienen los autores materiales, pero no los autores intelectuales, quienes ordenan el crimen. Y no se esclarece el por qué. En el caso de Javier y en el Miroslava Breach, asesinada un mes antes que Javier en Chihuahua, es muy claro que sus asesinatos están vinculados con su labor periodística. Él y ella estaban haciendo una investigación, la exponen y quien se ve afectado los asesina. Esta claridad en los casos ha hecho que sean aún más impactantes. Otros asesinatos de periodistas no están tan claros y, además, el Estado se encarga de enrarecerlos. A veces vincula al periodista con el narco, a veces vincula los asesinatos con su vida sentimental… siempre trata de revictimizar al periodista y de desvincular el asesinato de su labor profesional. Pero en los casos de Javier y Miroslava no ha habido forma de que consiguieran diluirlos.

Lo que exigimos es que ante el asesinato de un o una periodista su labor profesional sea una de las principales líneas de investigación. El Estado es reticente a ir por allí porque tiene un coste político 
¿Dirías que diluir los asesinatos de periodistas en la violencia generalizada del país se consigue especialmente en el caso de las mujeres periodistas? ¿Quedan las muertes de las profesionales invisibilizadas en el mar de feminicidios que sufre el país?
Así es. Por ejemplo en el caso terrorífico de Regina Martínez, una reportera de Veracruz, de buen inicio apuntaron que fue por una cuestión sentimental e incluso se metieron con su sexualidad, se inventaron cosas, y hasta el momento el caso está estancado. Han pasado más de cinco años. No hay detenidos y el Estado filtró información y se dedicó a desprestigiara en declaraciones. Lo que exigimos es que ante el asesinato de un o una periodista su labor profesional sea una de las principales líneas de investigación. El Estado es reticente a ir por allí porque tiene un coste político aceptar que a los periodistas nos matan por hacer nuestro trabajo.

Destacabas que son pocos los casos en los que hay detenciones, pero inexistentes los casos en los que estas son de los autores intelectuales del crimen. ¿Quiénes están detrás de estos asesinatos?
Los que menos, son el narco. La mayoría de los que ordenan los asesinatos de periodistas pertenecen al Estado: son funcionarios públicos, son alcaldes, son políticos, son policías, son elementos de las fuerzas armadas. Por esto es muy difícil que el periodista confíe en el mecanismo de protección o que confíe en poner una denuncia, cuando el que le está agrediendo es el alcalde, por ejemplo. En el caso de Ríodoce estaba muy claro que era el crimen organizado. Fue el narco. A pesar de esto, hay mucha distancia con el mecanismo de protección. No sirve de gran ayuda. Si la situación de emergencia es que te están persiguiendo y que te van a asesinar, no te sirve de mucho que te llamen por teléfono. Tal vez para que sepan donde quedó tu cuerpo.

Los que menos, son el narco. La mayoría de los que ordenan los asesinatos de periodistas pertenecen al Estado: son funcionarios públicos, son alcaldes, son políticos, son policías, son elementos de las fuerzas armadas
Recientemente ha sido juzgado y condenado el Chapo Guzmán, una de las cabezas del cártel de Sinaloa. Pero la justicia se ha impartido en otro país, en los Estados Unidos. ¿Qué nos dice este caso del sistema judicial mexicano?
Es una burla. Un gran circo. Un show. Así lo vemos, porque en Sinaloa no hay absolutamente nada en contra de él. Ni en contra de sus socios ni de la gente del Gobierno que lo protegía. No se está persiguiendo. No hay investigaciones. La condena en Estados Unidos deja un sabor agridulce porque aquí todo sigue igual.

¿Cómo se llega a una situación en la que la frontera entre el poder legal y el poder de las organizaciones criminales está tan diluida? ¿Qué explica la extendida infiltración del narco en las instituciones gubernamentales?
Se teje desde hace muchos años. La violencia desmedida está muy marcada entre 2006 y 2012, el periodo de Felipe Calderón conocido como la Guerra contra el Narco, pero muchísimo tiempo atrás el narco ya operaba junto al Estado. Actuaba con cierto permiso de tener su producción y trasiego de drogas en la ciudad y en el Estado. La corrupción tiene diferentes niveles: hay políticos desviando fondos públicos para su beneficio o beneficiando a empresas particulares y también hay políticos lavando el dinero del narco a través del gobierno. Y también hay fuerzas armadas protegiendo al crimen organizado, permitiendo que opere. Se ha creado una cultura entre la sociedad que lleva a verlo como parte de nuestra cotidianidad. Muchos mexicanos hemos caído en el efecto de normalizarlo. Escuchas “violencia, violencia, violencia” constantemente y al final dices “pues sí, está ahí”. Nuestra pasividad como ciudadanos tiene mucho que ver con que esto crezca.
[El triunfo de López Obrador] Habla de un hartazgo de la población mexicana, pero lamentablemente es muy difícil que la situación cambie, porque la corrupción está muy penetrada, hasta lo más alto

A la vez, la victoria electoral de López Obrador, el pasado mes de julio, hablaría de la voluntad de la ciudadanía de poner punto y aparte a esta realidad. ¿O no debería leerse así? 
Fue un fenómeno histórico. No podemos minimizarlo. El partido que él fundó ganó muchísimas posiciones en alcaldías y Estados. Habla de un hartazgo de la población mexicana, pero lamentablemente es muy difícil que la situación cambie, porque la corrupción está muy penetrada, hasta lo más alto. No puedes tener muchas esperanzas en que un gobierno en un periodo corto de tiempo vaya a modificar las cosas. Algunas propuestas pueden cambiar un poco el esquema, pero va a ser algo lento. También López Obrador tiene propuestas que han desconcertado. A muchos votantes les convenció con una propuesta de paz y ahora propone una Guardia Nacional militarizada. Llevamos más de 18 años viendo a los militares en nuestras calles. A la vez, hay mucha apertura de escuchar. No es un gobierno autoritario como hemos tenido con Peña Nieto. Esto es una buena señal. 


¿Puede afectar al Gobierno de López Obrador la crisis política en Venezuela?
La oposición política la ha aprovechado para meter mucho ruido. En Latinoamérica se aprovecha para decir que, si votas por la izquierda, el país va a convertirse en Venezuela. Se usa para manipular contra estos gobiernos. Son demasiados los intereses que están allí.

¿Dirías que el contexto de violencia que marca la vida de la población en diversos territorios del país merma o aúpa la organización social?
La motiva. Admiro mucho a la población organizada en Culiacán [capital de Sinaloa]. Hace años que hacen acciones de construcción de paz. La mayoría que lideran estas organizaciones son mujeres. Hay colectivos de jóvenes que llevan actividades artísticas a colonias marginadas y con altos índices de violencia. Hace dos años se logró instaurar en todo el país un sistema nacional anticorrupción. En cada Estado hay sistemas locales que funcionan con un consejo ciudadano, con ciudadanos reconocidos dentro de la sociedad, que van a estar vigilando cómo el Gobierno utiliza los recursos públicos. Algunas personas tienen mucha desconfianza en que funcione, pero es un gran paso que se ha dado desde la organización civil. En Sinaloa tenemos varios colectivos que buscan a personas desaparecidas. En los grupos casi no ves a hombres buscando a sus hijos. Ellos tienden a resignarse.

La ola de violencia que nos afecta nos ha hecho crear red. La rabia, la indignación y el miedo se han transformado en organización para hablar de cómo protegernos
¿Y en el caso de los y las periodistas, estáis organizados? Tú formas parte del colectivo Reporteras en Guardia. 
Desde Reporteras en Guardia, con el memorial Matar a nadie, queremos explicar quiénes son los y las periodistas asesinados y que ninguno de sus nombres se olvide. El colectivo lo formamos más de cien mujeres periodistas de los Estados de México. También tenemos el objetivo de visibilizar el trabajo que estamos haciendo las mujeres en el periodismo, contra la corrupción y en defensa de derechos humanos. La ola de violencia que nos afecta nos ha hecho crear red. La rabia, la indignación y el miedo se han transformado en organización para hablar de cómo protegernos. Si asesinaron a Javier, que era reconocido nacional e internacionalmente, nos pueden asesinar a nosotros también por mucho menos, y el impacto que tiene el asesinato de periodistas en las comunidades es que ya nadie haga la labor de fiscalización y denuncia que ellos y ellas estaban haciendo.
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