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Migración
Italia y Malta convierten el Mediterráneo en un callejón sin salida para mil personas migrantes
Es viernes 4 de noviembre, el temporal arrecia en el Mediterráneo Central y Vicent Aleixandre, integrante del grupo de suport l'Aurora, describe desde la vertiente occidental del mar, un panorama preocupante. “Hasta ayer 3 de noviembre había tres barcos con personas rescatadas, ahora tenemos cuatro con 179 personas en un barco, 234 en otro, 572 en otro y 95 en otro. Tanto Malta como Italia no están dando respuesta a las embarcaciones”. Se tratan del Humanity One, de la ONG SOS Humanity, de bandera alemana, el Ocean Viking, de Sos Mediterranée y de pabellón noruego, y el Geo Barents, de Médicos sin Fronteras, que actúa en alianza con la federación internacional de la cruz roja y la media Luna Roja (FICR), a los que el jueves se sumó una embarcación de la ONG alemana Mision Lifeline.
Aleixandre, cuyo colectivo da apoyo a los barcos de rescate que operan en el Mediterráneo central, y que está presente en los puertos de Borriana, Vinaroz, Puerto de Sagunto o Benicarló reformula, en realidad sí hay respuesta por parte de Italia: “su respuesta es que desembarquen a la gente en el país de pabellón de cada bandera”, explica, algo que vulnera la ley internacional, que obliga a desembarcar a las personas rescatadas en el puerto seguro más cercano.
El capitán del barco de Mision Lifeline, Marco Antonio Martínez, es un veterano en las operaciones de salvamento en el Mediterráneo, participando en el pasado en misiones con el Open Arms o el Aita Mari. Ahora, intenta llegar a puerto en un barco de solo 25 metros de eslora con el que han conseguido rescatar a 95 personas. Muchas de ellas viajan empapadas por olas que alcanzaban la tarde del viernes los dos metros de altura. Martínez contaba que vienen de debajo de Lampedusa, donde se les denegó el acceso a puerto, la noche del viernes intentaban llegar al este de Sicilia, escapando las olas provocadas por el temporal.
“Tenemos un tiempo límite. Lo primero es la seguridad de mi barco: de la tripulación y de la gente que llevo a bordo, y contamos con diesel solo para cinco o seis días como mucho”
Martínez alerta de que intentarán que se les autorice atracar, pero si la autorización no llega, no tendrá más remedio que entrar en puerto sin permiso. “Tenemos un tiempo límite. Lo primero es la seguridad de mi barco: de la tripulación y de la gente que llevo a bordo, y contamos con diesel solo para cinco o seis días como mucho”. Aleixandre expresa la misma preocupación por el temporal desde tierra, una situación que amenaza la seguridad de las mil personas supervivientes en los barcos. “Geo Barents ha hecho una petición más extensa a Francia, España, a Grecia, para ver si alguien por lo menos responde, o nota la presión”.
“Desde hace una semana, las 572 personas rescatadas por el Geo Barents de Médicos Sin Fronteras duermen en el suelo, comiendo alimentos liofilizados”, explicaba Candida Lobes, responsable de comunicación de MSF, desde la cubierta de la embarcación, donde el jueves empezaron a racionar el agua para las duchas. “Un barco no es un centro de acogida. Hay niños, mujeres embarazadas, menores no acompañados. La bebé más pequeña tiene 11 meses. Llevan a bordo una semana como rehenes de políticas inhumanas. La gente está cada vez más cansada, sufre de ansiedad. No pueden dormir”.
La espera, en una situación de hacinamiento y agotamiento genera tensiones. Martínez explica que la gente en su barco está exhausta y mareada por el mar. “
Políticas antimigrantes
En sus cinco años en diversas operaciones de rescate, Martínez ha visto la situación deteriorarse, hasta llegar al callejón sin salida que plantea un gobierno en el que Matteo Salvini ejerce como Vicepresidente y Ministro de Infraestructuras , y su anterior jefe de gabinete, Matteo Piantedosi, es responsable de la cartera de Interior. “Vamos a peor. Al principio, en 2017 que estaba la operación Mare Nostrum, entonces los barcos, tanto de Frontex como los guardacosteros de por aquí, tenían como misión ayudar a la gente, para que no se muriera en el mar”. La aparición de la operación Sofía, desvió las funciones de frontex y acabó con los servicios de guarda costas, “al menos nos dejaban trabajar”, evoca Martínez. Fue con la llegada de Salvini al ministerio de Interior, en 2018, cuando empezó el cierre total de puertos. Su salida del gobierno, mejoró sustacialmente la situación. Con su retorno revalidado por los votos, la apuesta por el blindaje de los puertos se reafirma, y no parece que Europa tenga voluntad política para frenarlo. “No sé cómo va a acabar esto”, se impacienta Martínez
Aleixandre comparte diagnóstico tras varios años de trabajo en los que han presenciado cómo se iban dilatando los procesos de asignación de puerto, considera que el desembarco de Meloni en el poder, plantea un desafío difícil de resolver: “Creemos que lo que están intentando es por un lado contentar a sus votantes, y por otro lado, desafiar a toda la Unión Europea, y los países que la componen. Además avanzan en la criminalización de nuestra labor”, explica este activista.
La postura italiana, que rechaza recibir a las personas rescatadas alegando que son los países de los que provienen los barcos los que deben recibirles, se resume en un tuit publicado hace pocos días por Salvini, respecto al barco Ocean Viking: “¿A dónde debe ir un barco noruego? A Noruega”, apuntaba. Su incumplimiento de la legalidad internacional está generando tensiones dentro de Europa, explica Vicent, aunque el resto de países, señala, son también responsables, y destaca las dificultades de embarcaciones como el Aita Mari, retenido en el puerto de Borriana, donde ha sido forzado a esperar durante semanas. “Desde Aurora entendemos que el Estado español no quiere un conflicto diplomático serio y afrontar el problema con Italia, están retrasando algunos procesos y procedimientos para que no hayan barcos españoles rescatando ahora en el pleno huracán del conflicto con el nuevo gobierno italiano”.
Las ONG denuncian que la actitud de Malta e Italia vulnera el derecho internacional: “Según lo estipulado en las Directrices sobre la actuación con las personas rescatadas en el mar, así como en los Convenios para la seguridad en el mar y de Búsqueda y rescate marítimo (SOLAS y SAR respectivamente y por sus siglas en inglés), el Gobierno responsable de la zona de búsqueda y rescate donde las personas son rescatadas es responsable de proporcionar un lugar seguro o de garantizar que se proporcione dicho lugar seguro”, recuerdan desde Médicos sin Fronteras, quienes recuerdan que son testigos desde hace años de los ciclos de violencia y abuso que se producen en Libia, país con el que Italia ha renovado por otros tres años un acuerdo respaldado por la Unión Europea.
Desde el Geo Barents, el responsable de rescates Riccardo Gatti describe la situación de algunas de las personas migradas, desde un joven que intenta ver a su madre enferma terminal de cáncer en Alemania, a una familia procedente de Togo, cuya bebé padece de labio leporino. Casos que, ante la denegación sistemática de visados, dejan pocas opciones a las personas. “Todos saben que arriesgan la vida, pero no hay alternativas. Tenemos un joven que ha sido interceptado cuatro veces por la guarda costera libia y devuelto a la fuerza. Ahora lo ha conseguido, se ha liberado del mecanismo y las detenciones arbitrarias que lo ha perseguido todo este tiempo”, relata el integrante de MSF.
“Vemos que mucha gente se pone de lado y que los discursos de odio van ganando importancia, con lo cual los partidos llamados de izquierda están comprando ese marco. Nadie quiere hacerse cargo de la migración”
Martínez insiste en esta idea, las personas supervivientes están huyendo, “algunas vienen escapando del Boko Haram, también el Estado Islámico, Eritrea tiene una dictadura que ríete de Corea del Norte. Tienes zonas como Somalia con guerras endémicas, pandemias”. Fuera de estas situaciones de violencia, explica, también ha encontrado quienes vienen de países en los que no hay conflictos, y viajan por razones económicas, pero recuerda que en estos casos también hay quien huye por persecución política, o por su identidad de género. Este capitán relata cómo, cuando empezó a participar en operaciones de rescate, en el 2017, pensaba que esta situación no iba a durar en el tiempo, cinco años después, el panorama es desolador, las personas que naufragian cada vez están más solas: “sacamos 95 personas en tres barquitos pequeños y se estaban hundiendo. No había nadie”.
Para Aleixandre, este abandono hunde sus raíces en una creciente polarización respecto a las personas migrantes. “Vemos que mucha gente se pone de lado y que los discursos de odio van ganando importancia, con lo cual los partidos llamados de izquierda están comprando ese marco. Nadie quiere hacerse cargo de la migración”. Este activista encuentras cierta esperanza en una parte de la sociedad más politizada que apoya el trabajo de las entidades de rescate, aunque lamenta que sea minoritario. En frente, la consolidación de una “política de externalización de fronteras y de muerte”.
La presión a políticos y gobiernos, y la movilización son imprescindibles en este pulso, apunta Aleixandre. Martínez lo explica con sencillez. “La gente no puede morirse ahogada, tiene derecho a la vida y a la dignidad. Una vez que estén en un sitio seguro si quieres podemos hablar de emigración. Pero en el mar son náufragos y la ley del mar obliga a que sean rescatados”.
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