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Monarquía
Juan José Álvarez: “Un referéndum consultivo sobre la monarquía supondría una eclosión democrática espectacular y transversal”
Juan José Álvarez es catedrático de Derecho Internacional Privado de la Universidad del País Vasco y aunque tenga la docencia como ámbito fundamental, colabora con diversos medios en lo que considera casi un divertimento vital
Colaborador en prensa escrita, radio y televisión, Juan José Álvarez (Zumaia, 1964), catedrático de Derecho Internacional Privado de la Universidad del País Vasco y secretario del Instituto de Gobernanza Democrática, trata de traducir el lenguaje técnico a algo más pedagógico que incite a la ciudadanía a interesarse por cuestiones de leyes, por ejemplo las de la monarquía. Habitual en programas como “360 grados” de EITB o “Todo es mentira” en Cuatro, Juan José Álvarez disfruta generando debate entre los lectores y oyentes con sus reflexiones sobre el emérito y la Corona, evitando así que exista un tabú en el contexto de la libertad ideológica y de opinión.
El Salto y otros 15 medios de la Plataforma de Medios Independientes han publicado la mayor encuesta sobre la monarquía realizada en el mandato de Felipe VI. ¿Debe avivar la prensa el debate monarquía-república?
El papel de los medios es fundamental porque no puede haber una buena democracia sin instrumentos de contrapeso al poder. En relación a la Corona hacen falta medios que informen, porque si tenemos madurez democrática, y creo que tras 40 años de democracia deberíamos tenerla, no tiene ni que romperse España, ni estimarse inconstitucional, aquel o aquellos que cuestionen la Corona. Necesitamos una ciudadanía crítica y responsable.
La última vez fue en el barómetro de abril de 2015, antes de los años más convulsos de la Casa Real, ¿se ha defendido a la Corona del escrutinio popular?
Sí. Ha habido una especie de cortafuegos. Se ha transmitido una proyección del concepto del sentido de Estado a la prensa diciendo que si movemos esto se caen los cimientos de la democracia española. Creo que no es así. Si vivimos en democracia, ¿cómo no vamos a poder evaluar y analizar? Lo contrario creo que es sencillamente incumplir la Constitución en lo que es la libertad de expresión, la libertad ideológica y la libertad de información.
Según la encuesta en la que ha participado El Salto, entre los jóvenes de 16 y 24 años ganaría la opción de la república frente a la de la monarquía. ¿Cambio generacional?
El 50% del censo de hoy ni siquiera votó la Constitución, pero eso no es una causa para cambiarla. Sí creo que hay una dimensión intergeneracional que presenta su interés con independencia de connotaciones ideológicas. Es entendible. No hay un apego a lo que pudo representar que la Corona viniese asociada a la democracia que llegaba, aunque la puso Franco. En una generación joven, una democracia en la que haya una estirpe que hereda un trono, que no elegimos y que tiene un papel importante aunque decimos que sólo tiene papel de árbitro, no casa con la mentalidad del siglo XXI. Hay un punto de rebeldía crítica, que corresponde con una edad joven.
Entre los jóvenes no hay apego a lo que pudo representar que la Corona viniese asociada a la democracia
En el País Vasco y Navarra los resultados de la encuesta son similares: el 60% de la muestra votaría a favor de la República. ¿Hay una desafección especial en Euskal Herria frente a otros territorios del Estado?
Es curioso, porque nuestro régimen foral proviene de un pacto con la Corona que jura los fueros y que garantiza la singularidad. En buena parte, ese ámbito de apoyo a un cambio tiene que ver con la idea de otro gran debate irresuelto, la distribución del poder político en España. ¿Podemos hacer realidad lo de unidos en la diversidad o no? En nuestro caso eso viene asociado a la idea de abrir un debate sobre un sentimiento de plurinacionalidad. El Estatuto de Autonomía habla de pueblo vasco, Euskal Herria, en expresión de su nacionalidad. Y no es una nación excluyente o que quiera sustituir a la otra. Ese sentimiento de entender que el rey forma parte de un sistema que trata de evitar cualquier tipo de movimiento a línea de descentralización política y de avance en esos reconocimientos de realidades nacionales, suman más adeptos a la República. Son dos debates que se cruzan y probablemente la izquierda y derecha ya no están tan claras, es más un sentimiento nacional para muchos no excluyente con el hecho de pertenecer a un Estado.
Según la Fiscalía Anticorrupción, el rey emérito pudo cometer un delito de fraude fiscal y otro de blanqueo de capitales. Sumado esto a su convulsa vida privada, ¿es la gota que colma el vaso?
Sí, pero previo a ello y con independencia de la figura de uno u otro rey, mucha gente estima que la propia institución monárquica llegó de una manera anómala democráticamente. Esto ha contribuido más a un elemento motor, algo que podía estar latente pero no emergía, nunca era buen momento para hablar de monarquía o república. Tampoco creo que alguien se convierta en republicano porque hay un rey que roba. Ser republicano es tener otro concepto sobre dónde nace la legitimidad del pueblo. Ese tipo de institución que es tan poco democrática en su legitimidad funcional e histórica, todavía sufre más en su reputación cuando pasa esto. Y los monárquicos intentan minimizar los hechos sobre la base de alegar los méritos.
Ser republicano es tener otro concepto sobre dónde nace la legitimidad del pueblo
Todavía saldrán más cosas.
Hay empresas españolas que no concurrieron a la obra de la meca porque no quisieron pagar. Y nadie les ha llamado a declarar cuando quieren hacerlo. Empresas españolas que no quisieron pagar una mordida, un dinero, que va a un sobre para el rey de España.
¿Se está magnificando la actuación del Rey en favor de la democracia?
Hay un punto de ensalzar el papel que ha desempeñado el rey Juan Carlos. Algún día también se sabrá todo lo que pasó detrás del 23F, pero se ha representado que es la proa de la democracia española. Ese tipo de alegato a favor de la persona del rey emérito es admisible en el juego político, pero pretender decir que como consecuencia de todo eso ha de quedar impune e inmune a las críticas y al análisis es muy fuerte, significa que no vivimos en una democracia. Si se hace una valoración política que implique la eliminación de toda responsabilidad significa que no hay justicia.
Carlos Lesmes, presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, mostró su pesar por la ausencia del Rey en la entrega de despachos a los nuevos jueces. ¿Puede ser el rey emérito juzgado por la justicia española de forma imparcial
Son situaciones nada deseables en una sana democracia. Quisiera pensar que no se le puede dejar de juzgar y no se le puede dejar de aplicar la jurisprudencia. Es decir, las sentencias anteriores que a cualquier otro ciudadano español se le han impuesto cuando ha cometido blanqueo de capitales o cuando no ha declarado unos ingresos que tenía en el extranjero. La primera pregunta que cabría hacer es porque se le protege haciendo que sea el Tribunal Supremo el que le enjuicie. Se pone al rey emérito en la tercera instancia porque el Tribunal Supremo tiene un sentido de Estado y la fiscalía también. Si los hechos son los que parece que son, sería tremendo que no hubiera una condena, aunque ya ocurrió con la infanta. Si aquí se mira para otro lado y no se investiga, quiebra la institución más importante en la democracia, que es la confianza en la justicia.
Si los hechos se confirman, sería tremendo que no hubiera una condena
¿La salida del emérito de España es una estrategia para lavar la imagen de la Corona? ¿Es una huida ante la justicia?
Esto segundo quisiera pensar que no, pero espero poder comprobarlo. Puede ser requerido por la justicia suiza donde hay abierta una instrucción, o puede ser requerido por la justicia española donde hay unas diligencias previas. De momento sería citado bien como testigo o bien como investigado, imputado. En uno o en otro caso, está en un país que no tiene un convenio con España de colaboración de la justicia, tampoco hay tratado de extradición. Si el Rey se opusiera todo dependería de lo que decidiesen las autoridades de Arabia Saudí. ¿El Rey se va a oponer? Eso sería lo más antisistema que hemos podido ver en la vida. Eso no impediría que siguiera adelante el procedimiento, pero sería demoledor para la monarquía.
¿Qué opina de la forma en la que se fue?
Berlanga no hubiera podido hacer un guión mejor. De repente no se sabe dónde está, que si está en el sur de Portugal, que si se ha ido a la República Dominicana porque un empresario hotelero le ha dado cobertura… y al final resulta que está en Arabia Saudí. Es todo de pandereta. Es la sensación de quien escapa de un problema que ha generado. Cualquier otro ciudadano en esa situación hubiera recibido un reproche muy potente.
La semana pasada el Congreso vetaba una pregunta del diputado Iñarritu sobre el supuesto hijo de Juan Carlos I. ¿Es comprensible en un Estado democrático?
Hay argumentos en el reglamento para decir que no es procedente esa consulta, porque forma parte del ámbito privado del exjefe del Estado y se está preguntando en el contexto de una comparecencia de control al Gobierno, que no tiene nada que decir en torno a eso. Es evidente que incomoda el debate y que no interesa que se plantee de manera sosegada. Si Jon Iñarritu tiene que acudir a ese tipo de preguntas es porque no se permite abrir un debate. Hay que recurrir a preguntas que intentan llamar la atención, son morbosas, y es triste porque más allá del morbo o de la anécdota, Jon Iñarritu quiere un debate estructural, pero como nos lo hurtan, tiene que ir a esto.
¿El perfil ideológico del Rey acrecienta su rechazo en las izquierdas?
Esa ideologización de la figura del rey y de la monarquía es porque ha habido actuaciones del Rey que superaban la visión de árbitro que le pudiera corresponder. Pero hay algo más sutil detrás de todo eso. La derecha reparte carnés de buen constitucionalista y de mal constitucionalista, incluso de buen español y de mal español. Han identificado al buen español, al que responde al orden lógico de las cosas, y al buen demócrata, con el que defiende el orden establecido, que es la monarquía, porque es lo que se votó en el 78. Hay un temor, y ese temor en el que se maneja la izquierda con cierto complejo, lo aprovecha la derecha para colonizar ese ámbito. Se está utilizando un lenguaje de tribu, muy semibelicista, para decir: conmigo o contra mí. Esto le hace un flaco favor a la corona porque acaba asociándose a una determinada ideología.
Ha habido actuaciones del Rey que superaban la visión de árbitro que le pudiera corresponder
¿La Corona es vista por la sociedad como un sistema desfasado que ejerce como algo más que árbitro?
Sí. Se supone que no tiene que entrar en el fango político, tiene que estar ahí, por ejemplo, cuando se da todo el ámbito de las consultas de los partidos políticos para las investiduras de presidente. Ahí se visualiza algo que es un paripé, porque el Rey no decide, lo hace la mayoría parlamentaria. ¿El Rey es capaz de hacer un discurso que vaya en contra de la línea política que hay en cada momento? Teóricamente, debería marcar distancia y arbitrar. Arbitrar significa, como mínimo, ser imparcial. Es muy difícil que ese equilibrio se mantenga y más cuando lo que se está exhibiendo ahora es que el Rey representa la firmeza frente a la rebelión catalana, frente a los que quieren destruir el Estado constitucional… Le están colocando en un lugar no neutral. Felipe VI, tiene mucho pecado en la crisis relacionada con su padre porque conocía mucho antes de lo que se nos hizo público el famoso legado hereditario de su padre. Lo que viene a decir que su renuncia jurídicamente es un canto a la galería. Primero, porque él no puede renunciar a nada hasta que su padre muere. Segundo, porque para hacer pedagogía social está diciendo que no lo acepta porque es de origen oculto, de origen poco limpio, que de otra manera no tendría problemas en aceptar los que le da su padre. Si es así, su renuncia significa que la herencia se la pueden llevar otras personas de la propia Casa Real.
¿Cómo se puede proclamar una tercera república?
Hay dos vías, la vía más complicada, sino imposible, y la vía más posibilista. La vía más ortodoxa es la reforma de la Constitución. Hace falta que se debata en el Congreso y en el Senado una proposición no de Ley que propone y que pretende acabar en reforma Constitucional. Después, que voten dos tercios en cada cámara a favor de la República, que a día de hoy no sale. Si sale en los dos, disolución en las cortes y convocatoria de elecciones generales. Con el nuevo Congreso y el nuevo Senado, otra vez votación en la propia sesión Constitutiva y otra vez a favor dos tercios en cada cámara. El primer mandato que tienen las nuevas cortes es votar por República o Monarquía, y con la aprobación de dos tercios habría que hacer un referéndum finalmente.
La segunda alternativa es el artículo 92 de la Constitución. Un referéndum consultivo. Eso sería una eclosión democrática espectacular y transversal. Se vota y a partir de ahí no hay cuórum mínimo ni mayoría. Un voto más o uno menos da vencedor. Para eso hace falta que el Congreso de Ministros diga que va a poner en marcha una consulta. El Congreso necesita autorización por mayoría simple, que ya la tiene el Gobierno en este momento. Se prepara un decreto, se publica en el boletín y se convoca el referéndum. Un domingo en toda España por monarquía o república. El resultado de esa votación no es vinculante y el Gobierno y la clase política conocen así la opinión de la ciudadanía. Habría que ver, si gana la Republica por un escaso margen, si habría que empezar ahora con una reforma constitucional, ahí vendrían luego las lecturas políticas.
El Gobierno no se atreve por la presión que le ejerce la derecha
¿Lo ves posible en un futuro cercano?
A corto plazo es difícil que haya sosiego. La pregunta es si lo va a haber en algún momento. O si la ciudadanía va a seguir secuestrada por unos representantes que no trabajan en la búsqueda de consenso. Creo que es irrenunciable que ese debate se instale para quedarse sin tener en cuenta al emérito. Sentirte parte de una sociedad bien cohesionada y compacta permite más consenso. Ha de tenerse la paciencia necesaria, sin entrar en provocaciones, y lograr que cale. Desgraciadamente ahora el contexto lo imposibilita, pero hay que insistir.
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El gobierno más de izquierdas y republicano de la historia acaba de aumentar el presupuesto de la casa Real por vuestro bien.
Cuando España tenga una república será como las de Latinoamérica ósea será una república bananera.
Todos sabemos lo que representa la monarquía. No es más que un pilar del orden liberal, católico y centralista, y por ello, va a ser defendido por toda la elite, al igual que el las defiende.
Por otro lado, la presión y movilización de los pueblos por una república que amplíe el concepto democrático y soberano a las mayorías sociales, debe darse en todo caso, para obligar al poder político a ejercer, como mínimo, esa consulta no vinculante.
Finalmente, el trabajo osado de los medios alternativos, que no se han amilanado a las presiones de las elites, es otro aliado de los pueblos