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Música
Apoyar a Palestina “es complicado” en la música antifascista de Alemania
El 14 de octubre de 2023 los grupos punks Bull Brigade (Italia) y Anaiak (Euskadi) iban a actuar en Hamburgo en una fiesta de Südzecken. Pero este grupo hincha del FC Sankt Pauli, un club de fútbol profesional muy querido en todo el mundo por definirse en sus estatutos como “antifascista, antirracista y antihomofóbico” decidió en un tiempo récord cancelar la invitación a ambas bandas. En un folleto repartido el día en que estaba prevista la actuación comunicó que era debido a “la violencia que está teniendo lugar en Israel y la Franja de Gaza desde el 7 de octubre” y a que “ambas bandas han publicado imágenes en sus redes sociales apoyando solo un lado, el palestino (...) y nos falta el rechazo al terror que Hamás ha provocado (...). Criticamos su postura política unilateral en un momento tan inoportuno”. El cantante de Bull Brigade, Eugenio Borra, lamenta que “teníamos una amistad muy grande con ellos, pero por nuestra posición con Palestina anularon el concierto”, y añade que “a menudo tenemos problemas con este tema al salir fuera, somos italianos y tenemos una mentalidad diferente al respecto, aquí parte del movimiento antifascista es pro-Israel”.
Ni esto empezó el 7 de octubre ni lo hizo con Roger Waters
La cancelación de conciertos de grupos foráneos que se han posicionado a favor de Palestina y contra el genocidio no es algo nuevo en la escena musical alemana. Antes del famoso 7 de octubre fue muy mediático el intento de cancelación del concierto de Roger Waters por parte del ayuntamiento de Frankfurt, propietario del recinto Festhalle donde iba a actuar, debido, según la nota de prensa oficial, al “persistente comportamiento anti-israelí del exlíder de Pink Floyd, considerado uno de los antisemitas más difundidos en el mundo”. Waters recurrió a la justicia ordinaria, que consideró en su espectáculo podría haber actos de mal gusto, pero no delitos de odio, y pudo actuar en la ciudad hessiana. Aunque es importante remarcar que esto sucedió entre febrero y mayo de ese año 2023 y que los censores estaban en las instituciones, en este caso una alcaldía de Los Verdes en plena campaña electoral municipal. Pero en el último año y medio, dada la gravedad de la situación actual, son muchas las bandas musicales de todo el planeta que han lanzado mensajes al respecto de Palestina, y muy especialmente cuando son artistas con contenido político en sus letras, apariciones públicas o su manera de hacer las cosas.
También se han dado cancelaciones en otras disciplinas artísticas, en grandes eventos, exposiciones, bienales y ferias de cine, literatura, fotografía, teatro, escultura o pintura han retirado las invitaciones a artistas que se habían pronunciado contra el genocidio. Pero en este artículo queremos poner el acento en qué está sucediendo en la escena musical alternativa, antifascista y de izquierda más o menos radical, que tiene en sonidos como el rock, el punk, el hardcore, el Oi!, el ska, el reggae o el rap sus principales (que no únicas) bandas sonoras, aunque se está dando en otros ambientes musicales como la famosísima “cultura club” berlinesa.
La mencionada cancelación de Bull Brigade y Akainak se produjo en el entorno futbolero del Sankt Pauli, donde la causa palestina ha supuesto un auténtico cisma entre los aficionados alemanes y los de otros puntos del mundo, con la retirada de distintos “fan club” internacionales, como el catalán y el vasco. Pero es un buen resumen de cómo se percibe en parte de la Alemania antifascista lo relativo a condenar las actuaciones del Estado de Israel: “es complicado” es lo más suave que te van a contar.
El movimiento antideutsche
Fuera de la política institucional, donde la práctica totalidad del arco parlamentario cierra filas en torno al apoyo sin condiciones a Israel, hay una tendencia política autodenominada como antifascista que es especialmente agresiva y que, fuera de Alemania, sorprende mucho: la antideutsche. Resumiendo mucho un fenómeno tan complejo, aunque este movimiento “antialemán” se teorizó mucho antes, fue tras la reunificación del país cuando contó con mucho predicamento en círculos libertarios, autónomos y de izquierda radical; y que también ha logrado incidencia en cierta izquierda parlamentaria.
De su oposición frontal al nacionalismo alemán que les da el nombre surge, por arte de birlibirloque, el apoyo sin fisuras a Israel, al considerar —con razón— que de ese patriotismo extremo surgió el nazismo responsable del Holocausto. Para esta tendencia, el antisemitismo está fuertemente arraigado en la historia alemana, y acusar, a la ligera, de antisemita la menor crítica al proyecto israelí es una de sus señas de identidad más identificativas. No son un movimiento de masas, pero sí tienen capacidad de movilización y provocación: acuden a manifestaciones juntando la bandera de Antifaschistische Aktion con la del Estado de Israel, y llenan los espacios políticos de propaganda surrealista y muy llamativa, llamando a la IDF “los auténticos antifascistas” o con imágenes de tanques israelíes bajo el lema “antifa”.
Aunque en lo rockero Alemania es reconocida internacionalmente sobre todo por el heavy y el metal, también tiene una de las escenas punk más importantes del mundo y acoge cada año a cientos de bandas de toda Europa en festivales, salas y centros sociales de todo el país. Como en el resto del planeta, el punk no tiene siempre necesariamente contenido político, y por ejemplo, los propios Bull Brigade pudieron tocar poco después de la cancelación de Hamburgo en el conocido festival Punk & Disorderly de Berlín sin problema alguno junto a clásicos británicos como The Exploited, The Bussiness o Peter & The Test Tube Babies.
Sin problemas en lo comercial
Tampoco han tenido problemas ni presiones al respecto algunos grupos que, en sus países de origen, han mostrado abiertamente solidaridad con Palestina y han tocado en Alemania en salas o festivales convencionales sin una finalidad política concreta. La mítica sala SO36, en el berlinés barrio de Kreuzberg, ha anunciado sin problemas conciertos de bandas como la navarra Rotten XIII, que tienen en “Sionismo y barbarie” uno de sus hits (aunque no pudieron tocar finalmente por problemas de salud). SO36 tendrá en unos meses al irundarra Fermin Muguruza, quien anunció su tour mundial vestido con una camiseta de Palestina y está repartiendo miles de banderas del país y de Líbano para que el público las muestre durante el tema “Yalah, Yalah, Ramallah!”, y a los madrileños Non Servium, que en 2025 tendrán otras cuatro fechas en Alemania pese a interpretar dos beligerantes canciones propalestinas y haber tocado en Zaragoza al final de una manifestación con el lema “Paremos el genocidio”. En la sala Clash de la mencionada Berlín han actuado últimamente sin problema los valencianos Xavi Sarriá y Los Chikos del Maíz, que en cada concierto de sus respectivas giras antes de parón han lucido sin complejos la bandera palestina. Desde el trío de rap, recuerdan que el concierto de Berlín fue “como la seda, muy buen bolo. Hablamos antes con la sala porque sabíamos que es un tema espinoso, pero hicimos las mismas referencias a la causa que en cualquier concierto y sin problema”. Puntualizan que “eso sí, el público era mayoritariamente español”.
Conflicto abierto en la escena hardcore más política
El problema no está por lo tanto en el círculo más comercial, sino, irónicamente, cuando punk y lucha se dan la mano directamente, en los conciertos en espacios políticos como los centros sociales autogestionados (okupados en algunos casos). Se da especialmente en la escena más extrema en lo musical, minoritaria pero muy fuerte en Centroeuropa: crust, grindcore y demás subestilos del hardcore, vinculado en muchos casos a causas como la liberación animal y el anarquismo. En esta escena, los antideutsche y otros grupos similares logran incidir con más facilidad en las asambleas para forzar a la cancelación de los grupos que ellos consideran antisemitas.
Sin intención de convertir esto es una sopa de letras, recientemente han tenido problemas para tocar en espacios políticos autogestionados bandas como Flower, grupo de crust neoyorkino que toca con una pancarta que pide la autodeterminación de Palestina, la madrileña State Terror, la australiana Enzyme, la islandesa Brak, la catalano-chilena Abyecta... pero también artistas locales como Molly Nilson o Industry. Ni siquiera grandes clásicos, siempre vinculados con la escena musical política de sus países, como los escoceses Oi Polloi o los italianos Nabat, se han librado de estas acusaciones.
El procedimiento de cancelación en la mayoría de los casos es bastante similar, y realmente, muy civilizado: desde los grupos de presión pro-Israel se plantea al espacio político o contracultural que va a acoger el concierto, o a la organización del mismo, las sospechas de que la banda que va a actuar es antisemita. Para ganarse ese apelativo sirven canciones, actuaciones, comunicados, cartelería, publicaciones en redes sociales... solidarias con Palestina, muy especialmente si no van acompañadas de una condena explícita de los ataques de Hamás. Esta presión privada a veces también va acompañada de campañas públicas de comentarios en las redes sociales de la banda, el centro social o el colectivo. En ocasiones, ante estas presiones, la organización se pone en contacto con los grupos para darles la oportunidad de no mostrar solo “solidaridad unilateral”, y así “retractarse” o “explicarse”. Si no se trata de espacios o colectivos que mantengan ante la causa palestina una postura firme y bien debatida y argumentada, lo normal es que terminen cediendo a las presiones. A veces, no hay tiempo para preparar campañas de cancelación, y simplemente se encuentran un ambiente hostil y enrarecido durante la actuación.
La mayoría de los grupos suelen tener poco margen de maniobra cuando sucede esto, ya que en este circuito musical autogestionado, los grupos que vienen de fuera programan muchos conciertos en muy pocos días para aprovechar el viaje. Aunque hay ocasiones en las que los grupos pro-Palestina antifascistas alemanes, que por supuesto también los hay, reubican sus conciertos, por solidaridad y para confrontar abiertamente el discurso de los grupos antideutsche. En el caso de Oi Polloi, perros viejos en estas luchas, fueron narrando en su página de Facebook, con un buen toque de humor, todo el proceso de cancelación del concierto que iban a realizar en abril del año pasado en el Alternatives Kultur Werk de Bitterfiel (Sajonia). “Nos enviaron un interrogatorio por correo, pero cancelaron antes de recibir nuestras respuestas. Justicia alemana. Fue un poco escalofriante leer preguntas como ‘¿Por qué utilizas el término genocidio?’ provenientes de Alemania. No han aprendido nada de la historia”, contaban.
No es algo nuevo: otro grupo clásico del hardcore anarquista, como eran los madrileños Sin Dios, sufrió cancelaciones similares en 2002, a raíz de la canción “Toque de queda en Palestina” y la portada del disco Odio al imperio, la icónica foto del entonces niño Faris Odeh lanzando una piedra a un tanque israelí en la Intifada del año 2000 que realizó el fotógrafo Laurent Rebours para Associated Press. En una entrevista en el fanzine madrileño Middle Finger Response del ya lejano 2009, el que fuera batería de la banda y posteriormente político comunista y activista antiimperialista, Javier Couso ‘Canino’, recuerda que “los problemas que tuvimos no fueron con miembros activos de la antideutsche, sino con compañeros del movimiento punk que se iban a encargar de coeditar nuestro disco, lo cual da idea de la intoxicación lograda por estos grupúsculos en muchos ámbitos de la izquierda revolucionaria”. En concreto, los sellos Twisted Chords y Skuld Release “pretendían que modificásemos los textos que acompañaban la canción o que permitiésemos que ellos pusiesen una nota desvinculándose”. Por aquellos años, también tuvieron problemas para girar por Alemania bandas de hardcore extremo con nombres que ofendían a los antideutsche, pero totalmente alejadas de cualquier postura nazi, como Cámara de Gas u Holocaust in your Head. No. Definitivamente, esto no empezó el 7 de octubre.
Cancelaciones sui generis con ritmos sincopados
Pero no es cosa solo de sonidos extremos y okupaciones. En estilos musicales tan asociados a la paz entre pueblos y personas como el reggae y el ska, se han dado casos como el de los madrileños Mango Wood: sufrieron “cancelación preventiva”. No son una banda política como tal, pero sí se suman a causas justas cuando les llaman: “Tocamos en Portugalete en un concierto pro-Palestina en cuyo cartel aparecía tachada la bandera israelí, e inmediatamente empezaron a llegarnos comentarios en redes sociales desde Alemania acusándonos de hacer apología del terrorismo”. Posteriormente se les fueron cayendo algunos conciertos que tenían en este país, pero sin relacionarlo directamente con este hecho. “Sí sentimos que en algunos sitios nos han retirado el saludo”, explican desde la banda, que colabora encantada en este artículo pero no quiere dramatizar la situación ni presentarse como mártires del sionismo.
Pero en esta escena skatalítica encontramos a quienes lo hacen al revés: la banda catalana Les Testarudes se negó a tocar en un importante festival, el This is Ska 2024, que se celebra en Wasserburg Rosslau, al conocer que la organización del mismo había publicado mensajes de apoyo al estado de Israel. Tampoco son una banda que hable de política abiertamente en sus canciones, pero pusieron sus principios por delante. “Habíamos cerrado nuestra actuación a principio de año, pero una compañera nos mostró publicaciones pro-Israel del festival colgadas en 2022 y 2023, y nos explicó que en Bilbao nos querían contratar, pero dudaban al ver esto. Nos saltaron las alarmas, no queríamos que se nos relacionara con ese apoyo. Empezamos a hablar con la persona con que habíamos cerrado la contratación, y nos costó horrores conseguir respuesta, exigimos explicaciones y nos dieron largas. Se había cancelado, pero no nos quitaban del cartel, ahí hicimos un comunicado público. La situación en Palestina es horrorosa, antes que un festival internacional estaban nuestros principios morales”, explica una portavoz del grupo.
Aunque, como su propio nombre indica, Les Testarudes son unas cabezotas y no se quedaron sin tocar en Alemania: ese mismo año 2024 actuaron en una sala en Hamburgo y en Kiel en el festival antifascista del sello Fire & Flames. “Esto fue todo lo contrario. Colgaron la bandera palestina e hicieron un comunicado explicando por qué, son un sello y promotora muy político y no les gusta esa ambigüedad y no posicionamiento dentro de la izquierda alemana”.
¿Cuántos grupos con posibilidad de girar por un mercado musical tan goloso como el alemán se estarán cortando de expresar su solidaridad con Palestina porque “en Alemania es complicado”? Hay muchos grupos no alemanes con letras muy reivindicativas, y abiertamente antifascistas país de quienes no hemos podido encontrar referencias claras al tema, a pesar de la gravedad de la situación. Y viendo su agenda de conciertos, cargada de fechas en este país, no es complicado imaginar por qué.