Música
‘Los cielos cabizbajos’, el monumento musical de Lagartija Nick (y Jesús Arias) contra la guerra

En una hora, el nuevo disco de Lagartija Nick viaja a Japón, Gernika, Somalia y Sarajevo de la mano de un ambicioso proyecto que dejó inacabado el músico, poeta y periodista Jesús Arias. Su hermano Antonio, líder del grupo granadino, desgrana en esta entrevista los pormenores de la que quizá resulte la última gran obra de una inusual banda de rock que siempre será recordada por aquel disco que hicieron junto al cantaor Enrique Morente.

Lagartija Nick publica nuevo disco, ‘Los cielos cabizbajos’
Lagartija Nick, un grupo de rock que mira a los cielos cabizbajos en su nuevo disco. Foto: Antonio Olmedo.

Parece razonable pronosticar que Los cielos cabizbajos (Montgrí, 2019) será el último gran disco firmado por Lagartija Nick. La hondura de sus planteamientos, lo ambicioso de un proyecto que roza lo inasible, la cantidad de esfuerzo invertido y el resultado obtenido son motivos que inducen a pensar en lo difícil que ha de ser repetir un logro similar para un conjunto musical cuyo primer ensayo tuvo lugar hace más de 30 años.

A su manera, así lo entiende también Antonio Arias —cantante, bajista e ideólogo de la formación— en la conversación con El Salto. “Es un recorrido por el mundo a través de una persona que es el mismo mundo”, trata de resumir el disco, mientras asegura que cuanto más lo escucha, más difícil le resulta explicarlo. Los cielos cabizbajos sería, pues, el último ocho mil coronado por una banda cuya trayectoria ha alcanzado cima en picos elevadísimos. O quizá no lo sea, pues hacer lo imprevisto ha sido una de las motivaciones que han caracterizado al grupo en toda su carrera.

La prehistoria de Lagartija Nick comenzó en unas cuevas en la carretera de Granada a Murcia en 1981. Allí se conocieron dos chavales que empezaban a hacer ruido en los locales de ensayo instalados en esos túneles subterráneos: Antonio Arias, que tocaba el bajo en el grupo de rock de corte clásico 091, y Eric Jiménez, quien aporreaba la batería en la banda punk KGB. Ambos eran menores de edad y derrochaban energía e ideas.

La historia de Lagartija Nick arrancó en el primer concierto que dieron, en 1987, tras dejar atrás esas dos bandas y abrir la puerta a nuevas aventuras. Un par de años después, sus dos primeras canciones grabadas aparecían en un recopilatorio de grupos locales auspiciado por la Diputación de Granada. Un apoyo institucional que permitía a esas bandas tocar en buenas condiciones por los pueblos de la provincia. Ganar experiencia y algo de dinero. Entre 1991 y 1995, Lagartija Nick dieron la vuelta al rock tal como se conocía en España, con un trío de discos —Hipnosis, Inercia y Su— que amplió los márgenes de este género y les hizo viajar desde una pequeña discográfica hasta las oficinas de una gran multinacional.

La cumbre de Lagartija Nick sucedió en 1996. O quizá unos meses antes, durante el proceso de creación de Omega, el disco realizado junto al cantaor Enrique Morente. Un homenaje a Federico García Lorca, Granada, Leonard Cohen y Nueva York, y también una colisión de mundos que transformó al grupo, lo dejó exhausto y al borde del abismo, por la inicial incomprensión que recibió semejante atrevimiento. Tras la grabación, Eric Jiménez abandonó y empezó a tocar con una banda vecina, Los Planetas. Arias recuerda ahora que el cantaor, fallecido en diciembre de 2010, le solía decir “Antoñito, tú y yo hacemos discos para diez años más tarde”.

El regreso de Lagartija Nick se produjo precisamente unos diez años después de Omega, más o menos. No literalmente, puesto que el grupo continuó —Val del Omar, en 1998, fue otro acercamiento arriesgado y muy interesante a uno de los referentes de Arias— pero lo hizo en horas bajas, publicando discos menores, con la brújula extraviada. A mediados de la primera década del siglo XXI, sin embargo, empezó a emitir señales de nueva energía, concentrada particularmente en los trabajos El shock de Leia y Larga duración. Vuelven a tocar Omega en directo junto a Enrique Morente y la formación original de la banda se reúne para hacer una gira con el repertorio de Hipnosis, su primer disco. En 2017 entran de nuevo en el estudio para grabar Crimen, sabotaje y creación, muy marcado por el fallecimiento de Jesús Arias, músico, periodista, poeta y hermano de Antonio. La ausencia de su singular figura también determina el nuevo capítulo, puede que el último, de Lagartija Nick.

Nacido en Granada en 1965, el tercer hijo de un barbero y una ama de casa, Antonio Arias desmenuza Los cielos cabizbajos para El Salto, un poema sinfónico de Jesús Arias interpretado por Lagartija Nick con el acompañamiento, entre otros, del Coro y Quinteto de la Universidad de Granada y del pianista David Montañés.

¿Estamos ante el último gran disco que va a hacer Lagartija Nick, la última gran obra del grupo?
Puede ser. No lo había contemplado como tal, pero puede ser porque abarca bastantes de todas nuestras inquietudes como artistas, curiosamente unas veces a través de composiciones nuestras y otras interpretando. Es un disco que nos empieza a hablar ahora.

Lo digo por una cuestión de tiempo, sobre todo. Lleváis más de 30 años y no sé si podréis volver a hacer algo a este nivel.
Yo soy de la opinión de Jodorowsky de que necesitamos una vida larga para llegar a los objetivos que nos marcamos. En el mundo del rock los plazos están muy definidos y la manera de funcionar muy estandarizada. Al huir de esto, siempre está la vista puesta en esa evolución como artistas para la que necesitas mucho más tiempo del que permiten la industria o el mercado, donde casi parecemos futbolistas. Yo estoy de acuerdo con que hay una edad en la que hay que empezar a funcionar, y con que de los 20 a los 40 te tienes que significar en este mundo, pero los plazos pueden ser mucho más largos para conseguir lo que uno desea como artista, músico o simplemente por cumplir una función social, que creo que bastantes de nuestros discos la tienen, aunque sea cambiante con el tiempo. Puede que siga habiendo hálitos y motivaciones hasta el último día. Chaikovski así lo demuestra.

Es un disco muy especial, en todo caso.
Sí, el empuje que ha supuesto la obra de mi hermano Jesús, una obra que estaba ya en el sueño de los justos, y esa manera de entregarnos… Hay trabajos como este que se benefician del corazón colectivo. El componente emocional del coro era muy fuerte, habían trabajado con mi hermano en 2015 en una cantata que compuso, la orquesta también estaba muy involucrada a través de David Montañés. Musicalmente ha sido un reto tremendo pero nos hemos beneficiado del corazón y la voluntad de todos los implicados. Es un disco muy emocional, que busca transmitir esa emoción y que la gente llegue a la esencia de la obra de Jesús, que creo que lo hemos conseguido. Por todas esas cosas es muy especial. Y luego tendríamos el componente poético, que es devastador.

Escuchando el disco, queda claro que Los cielos cabizbajos era un proyecto muy ambicioso. ¿Lo dejó cerrado completamente o habéis podido intervenir en él?
Lo dejó bastante abierto porque era un compendio en el que estuvo trabajando hasta la misma noche de su fallecimiento. “Nagasaki”, “Sarajevo”, “Somalia” estaban muy desarrolladas en partituras y demos, otros momentos eran pura sugerencia, como la interpretación que David Montañés ha conseguido hacer de sus apuntes para “Gernika”, de días previos a su muerte. Queda inconcluso por su muerte, pero hay tantísimo material… Es como si alguien te deja deberes para después. Ahí estaba también el reto de completar composiciones suyas. Evidentemente, cuando estaba vivo había que respetar su manera de hacer las cosas, la muerte nos deja esa triste libertad.

Cuanto más escucho el disco, más me cuesta explicarlo, se me escapan más sus conceptos, sus ideas, su tristeza, su alegría. Dentro hay un mensaje bastante potente de empatía

¿Cómo resumirías este trabajo?
Es un recorrido por el mundo a través de una persona que es el mismo mundo. A mí me cuesta muchísimo trabajo ahora mismo intentar definir lo que mi hermano quiere proponer o a qué puntos quiere llegar. Cuando intento explicarlo se me escapa cada vez más. Una de las cosas que tiene una aportación más significativa es la poética absolutamente original de Jesús, ese punk lorquiano, esa manera de hacer las cosas… Cuanto más escucho el disco, más me cuesta explicarlo, se me escapan más sus conceptos, sus ideas, su tristeza, su alegría. Dentro hay un mensaje bastante potente de empatía. Para mí, el disco se basa en la empatía y en la emoción. Es un intento de recorrer el mundo y que el mundo entre en nosotros.

¿Ha sido muy complicado llevarlo a cabo?
Más que complicado, muy trabajoso. Cuando estás ante una obra de esa envergadura, con tantos elementos con los que jugar, necesitas muchas horas. Por ejemplo, cuando empecé a grabar las voces en el estudio vi que quedaban demasiado perfectas, muy alejadas de la esencia vocal de mi hermano en sus discos. Había que tener cerca sus diarios para acudir a toda su poesía y poder completar melódicamente las canciones a través de la propia música que desprende cada poema. Así que tuve que grabarlas en mi casa, con el consiguiente deterioro de calidad en las voces para ganar en idea y que se acercara a su concepto. Ha sido muy laborioso.

La guerra atraviesa todo el disco, por todo el mundo y en distintas épocas. ¿Es un mensaje que nunca caduca?
No por obvio deja de ser impactante. En las manos de mi hermano todo ese viaje en guerra refleja mucho más que el conflicto, presente en el dolor y en la sangre. También está ese reset que ocurre con la guerra, ese fulgor que para el tiempo, que cambia la forma de relacionarnos. Buscar ese nuevo principio después de tanto sufrimiento le da luz al final del túnel al disco. Por ejemplo, hemos descubierto estos últimos meses que la gente que sobrevivió en Hiroshima eran como apestados. Hay un sufrimiento que no acaba pero que genera un nuevo principio.

Hay una colaboración de Jon Sistiaga en dos canciones.
Sí, tremendas. Es amigo nuestro, sabemos que le gusta la movida. JJ, el teclista, es amigo íntimo y pudimos contar con él, también para abordar otro aspecto de mi hermano, más allá de la música y la poesía, que es que él era periodista. Oyes a Jon Sistiaga y oyes algo más que a un presentador, es alguien que refleja muy bien el dolor y lo que hay que decir, cómo traslada esa visión del conflicto siendo un periodista de guerra. Eso lo hermana con mi hermano Jesús. Es un homenaje al arte de ese oficio que es el periodismo, que tiene tanto que ver con las palabras, la síntesis, las negritas, los mensajes, los faldones, cosas que necesariamente despiertan la atención del oyente de una forma periodística.

También se escucha al Ché Guevara en otra canción.
Es otro de los puntos que, subconscientemente, están en el disco. Mi hermano siempre coge elementos que rompen, dentro de su discurso musical, y en las letras hay algo que crea un escalón, una arista, una esquina, una puerta a otro espacio. En “Ola equivocada”, teniendo en cuenta que en sus poemas utiliza el concepto del mar como distancia, él tenía apuntado contextualizar en la realidad con el trozo del discurso del Ché Guevara. La canción es como un pequeño bálsamo, un espacio tranquilo después de tanta bomba pero tiene también el punto reivindicativo a través de la voz del Ché Guevara y, de pronto, se convierte en otra cosa. No sé cómo encontraría ese trocito de discurso.


¿Cómo era tu hermano Jesús en lo artístico?
Era una persona muy generosa. Siempre hicimos colaboraciones, principalmente en las letras, más intensas desde el disco Su. En aquel momento, Lagartija Nick estábamos en una fase textual demasiado inconclusa, demasiado collage, y empecé a acudir a él porque era más terrenal. Y lo hacía con muchísima generosidad artística.

Él era también un conector de mundos. Ya desde los tiempos de Omega le gustaba interconectar diferentes mundos, como era periodista conocía a muchísima gente. Fue de los primeros en musicar poemas de su generación. Era muy conocedor, y muy hábil, de distintas disciplinas. Y eso le generaba en el mundo de la música cierta desconfianza porque la gente no entendía que, de buenas a primeras, él quisiera meter una carga poética o hacer cosas que nadie hace. Pero todo aquello que hacía y le alejaba de su momento hoy lo actualiza. Ahora es más comprensible.

Esa cierta incomprensión que él vivía, sobre todo a la hora de intentar retomar su grupo, lo fue debilitando emocionalmente, especialmente cuando le despidieron del periódico al cumplir 50 años. Ya dejó de ver el mundo como era, todo le daba la razón en la tristeza.

¿Hasta qué punto este disco es un homenaje a él o era casi una obligación hacerlo?
Tiene esas dos cosas. Primero el homenaje porque la obra nos motivaba. El año pasado hicimos una premiere para que no se olvidara el proyecto, con la voz de Estrella Morente para hacer esa unión con el flamenco que él quería destacar, también hicimos otras canciones que no han entrado en el disco. Vimos que el material era lo suficientemente motivador como para meternos en cuerpo y alma en otra forma de trabajar, donde las guitarras no estén excesivamente saturadas. Como bien decía Enrique Morente, “una guitarra eléctrica distorsionada es como una orquesta”. Y nosotros ahora hemos utilizado la orquesta como esa guitarra distorsionada, para darle el empuje a las canciones. Luego quedaban aspectos como introducir instrumentos japoneses o que un japonés cantara un fandango.

Hay muchísimo material de mi hermano, tanto de poesía como musical, también una obra de teatro sobre él y Joe Strummer yendo a buscar los restos de Lorca. Creo que puede ser el big bang de una nueva forma de disfrutar de la obra de mi hermano, Jesús Arias. Los grupos tenemos ese punto extra que es que amplificamos muy bien cualquier mensaje. No sé lo que haremos con la obra suya que queda por editar pero su nombre ya genera un interés suficiente como para que tenga el peso que siempre debería haber tenido.

¿Se puede decir que fue el instigador de Omega?
Cuando Enrique volvió a vivir a Granada en 1994, después del verano, ya sabíamos de su voluntad. Yo le conocía desde 1982, de los tiempos de 091 porque el mánager era el mismo. Jesús y yo íbamos detrás de él y mi hermano tenía la idea desde abril de 1995 de hacer algo con “Omega”, un poema de Lorca que yo no conocía.

Canciones como “Niña ahogada en el pozo” eran una sugerencia suya, más pegado a la versión de los Beatles. Él fue un motor muy importante, yo podría ser la mano ejecutora de esos proyectos. Sin él no se hubiera hecho. No era una persona que estuviera detrás del reconocimiento aunque sabemos que, después de todo esto, sí llevaba su dolor dentro.

Lagartija Nick
El grupo de Granada Lagartija Nick publica nuevo disco, ‘Los cielos cabizbajos’. Foto: Antonio Olmedo.

La nota de prensa concluye diciendo que “en España nadie hace discos así”. ¿Tenéis la sensación de ser perros verdes en el panorama musical español?
Sí, pero también hay una voluntad. Hemos estado en muchísimas plataformas estacionarias de nuestra carrera en las que hubiera sido más fácil continuar un proceso como Inercia, y elaborarlo, hacerlo cada vez más grande y mejor. Pero solo hay una vida para una persona y para un artista, y creo que es mejor buscarse en diferentes estilos, dependiendo de la temática que estés aplicando.

Después de Omega, enseguida aceleramos la presencia del disco Val del Omar, pero era tan interesante, después de haber hecho algo tan grande sobre Lorca, poder hacer algo igual de importante por Val del Omar. Esos caminos nos determinaban musicalmente: en Val del Omar, mucho más la mecánica mística, en Omega algo muchísimo más orgánico y ruidoso. A veces ha sido un camino poético el que hemos recorrido y el que nos ha ido dando las claves para acercarnos musicalmente. Pero yo no tengo problemas con los estilos, son un reto, lenguaje y enciclopedia para poder conectar con otros músicos. Si queremos trabajar con músicos de flamenco, tenemos la experiencia suficiente como para hacerlo. Si queremos hacerlo con músicos de metal, también. O del pop. Los diferentes estilos en la música son idiomas que facilitan siempre el entendimiento.

Una característica en la trayectoria de Lagartija Nick es que habéis dado esquinazo a lo que se esperaba del grupo en cada momento.
Sí, Enrique Morente me decía “Antoñito, tú y yo hacemos discos para diez años más tarde”. Hay un aspecto anticipativo por nuestra pasión por la ciencia ficción pero también por que los discos estén vivos, te pidan cosas y tú sepas responder a ellas. Puede que nos envalentonáramos con la experiencia de Omega y por eso hiciéramos Val del Omar, aunque fuese para diez años más tarde. Aunque solo fuera para salir del vacío absoluto que creó ese disco en nuestros fans y en los de Enrique. Luego compensa muchísimo ver que tenías razón en aquel momento y haber seguido por donde queríamos. Solo hay que vivir diez años más para disfrutar de este momento.

Otra es que habéis mostrado abiertamente vuestra admiración por referentes como Bauhaus, Joe Strummer, Lorca, Enrique Morente o Val del Omar que quizá hasta vuestra reivindicación no habían tenido por parte del mundo de la música el aprecio que merecen.
Creo que en esta posición del mundo del arte donde, curiosamente, a veces los deseos se cumplen rápidamente, conoces a mogollón de gente y mogollón de historias, algunas súper raras, otras súper obvias. Van apareciendo motivaciones y personajes que quieres compartir porque quieres formar parte de su propio tránsito como artistas. Al apoyarlos te identificas y hermanas con ellos, formas parte de su historia.

Nunca hubiera pensado que íbamos a llegar a ese impacto en la vida y en la discografía de Enrique Morente, ni en mis mejores sueños. Que él tuviera las ganas y la fuerza de querer seguir enseñando, aprendimos muchísimo con él. Tampoco hubiera pensado en conocer a la familia de Val del Omar y que me iban a tratar tan bien. O la familia de Joe Strummer, cuya viuda e hija tienen muy buena relación con nosotros.

Cuando se hable del grupo, definirlo será complicado, pero ha sido el mismo viaje como artistas el que nos ha puesto tan a mano a toda esta gente. Quizá esa misma carrera errática que hemos llevado es la que nos ha llevado a esos personajes singulares.

Morente decía “parece que este disco les gusta, Antoñito, nosotros sacamos discos cada año y la gente no se acuerda ni de cómo se llaman de un año para otro, pero parece que este les gusta”

Seguramente lo que quede de Lagartija Nick es que fue el grupo que hizo Omega con Enrique Morente.
Sí, eso lo comentábamos bastante en vida de Enrique. Él decía “parece que este disco les gusta, Antoñito, nosotros sacamos discos cada año y la gente no se acuerda ni de cómo se llaman de un año para otro, pero parece que este les gusta” [risas]. Fue un honor grabar este disco, un orgullo. Es un disco que desde que empieza sabes que está ocurriendo algo. Bienvenido sea que se nos recuerde por esto.

Música
La canción del insomnio en las ciudades contemporáneas

“Ciudad sin sueño”, pura fantasmagoría, se nos aparece durante los últimos seis minutos de un álbum capital para nuestras músicas populares: Omega, de Enrique Morente y Lagartija Nick.

Vuestro primer disco, Hipnosis, apareció en un momento de aparente calma, sofocados los fuegos de la movida madrileña y del rock radical vasco, y un poco antes de la explosión comercial de Nirvana. Era, además, una propuesta poco común.
En la gira que estamos haciendo Fernando Alfaro de Surfin’ Bichos y yo hemos comentado esa zona de años, desde el 88 hasta el 94, cuando ya se reconfigura todo, en la que había una escena de grupos muy ecléctica. Coincidíamos en el circuito de salas, en el tránsito por compañías de discos. Eran años en los que, por el éxito de Nirvana, te cogía Sony y te apoyaba mogollón. Si no hubo homogeneidad estilística, sí la hubo de acción. Nos conocíamos porque nos veíamos.

La movida se había acabado, había sido absorbida por compañías que sacaban discos súper extraños de la misma gente de la movida. Para nosotros, volver a la independencia era uno de los objetivos principales, yo había estado en 091, Eric en KGB. Un sueño breve porque enseguida esas mismas compañías sentían la presión suficiente como para volverte a vender a las multinacionales, que era de donde salías. Ese tránsito de huida se conforma en ese volver a las compañías independientes, al hazlo tú mismo. Si tenemos algo de verdad en nuestras propuestas, tenemos que llevarlo a cabo y demostrar nuestra razón, no solo nuestra conveniencia quedándonos en una multi o agradando. Fueron años fantásticos y los resumimos Fernando Alfaro y yo en el espectáculo El pueblo contra Alfaro y Arias.

Si escuchas Hermanos carnales [el tercer disco de Surfin’ Bichos, publicado en 1992] e Hipnosis hay más uniformidad de lo que podría parecer, son más similares de lo que pudo parecer en aquel momento. Era un momento en el que fuimos padres pioneros, como dice Alfaro. Cuando entrábamos de nuevo en las multis, ya era diferente: no entrábamos absolutamente vendidos ni te miraban tanto el repertorio o te elegían las canciones sino que había más libertad. Puede que fuera por nuestro tránsito o por el éxito de Nirvana, no lo sé.

Cuando les muestras la idea de ‘Omega’, la sublimación de un proyecto mucho más personal, que va mucho más allá, es cuando justamente te echan de la compañía, como diciendo “hasta aquí podíamos llegar”

Pero las multinacionales maltrataron a muchos grupos en aquellos años.
En nuestro caso fueron esas ganas que tenían de apostar por un grupo medio grunge, pensarían que éramos grunges [risas]. Fuimos muy libres, hicimos dos discos muy libres, pero la movida vino cuando fuimos a la oficina a presentar el proyecto de Omega al A&R, José Luis de Carlos. La explosión de ira fue tan total que ya vimos que, en realidad, no había sido una relación sincera. Cuando les muestras la idea de Omega, la sublimación de un proyecto mucho más personal, que va mucho más allá, es cuando justamente te echan de la compañía, como diciendo “hasta aquí podíamos llegar”. La cosa va de que tú te acomodes a ellos. Te obliga a volver a la independencia, pero ahora las nuevas generaciones tienen más ventaja porque saben que tienen que anticiparse a ese recorrido, hacer las cosas por ti mismo, planear qué quieres hacer y cómo llegar a la gente. Y ellos vendrán detrás, no te preocupes. Esa gente, cuando te ve bien, van detrás de ti, cuando te ven mal, te dan la patá. Pero a veces mola. Luego he vuelto a trabajar con Sony, con Los Evangelistas, y no hay ningún problema. La cosa es estructural.

En el libro Pequeño circo (Contra, 2015), de Nando Cruz, dices “todo lo que aprendí del rock me lo enseñó un flamenco. Ese es mi resumen de los años 90”.
Totalmente. Sí, no me acordaba, lo suscribo de nuevo. Todo lo que necesitaba aprender de mi grupo y de la música me lo enseñó un flamenco. Esa oportunidad en la que pudimos estar intensamente con él desde el 94 al 98, viajando con él, durmiendo con él, de modo que podías ver lo que te decía porque era muy sabio sin ser demagogo, y también lo que vivías con él, su presencia y cómo actuaba, cómo defendía su libertad. Esa libertad, como patrimonio, es lo que hay que defender con alegría, sin sufrimiento. Lo primero es la libertad y luego disfrutar de la vida. No porque seas libre tienes que estar amargado porque has hecho un disco en el que lo has dado todo y a nadie le importa.

Recuerdo que, cuando estábamos en Madrid mezclando el Omega, como Eric ya se había ido con Los Planetas, el disco y el proyecto ya estaban muy desautorizados y mucha gente decía “ves, ves lo que pasa”. De los amigos del rock solo me apoyaba Fino [Oyonarte, bajista de Los Enemigos, productor de Hipnosis]. Eso hizo que la experiencia con Morente fuese única, no había nadie molestando. En aquellos años él me enseñó todo lo que necesitaba saber del rock.

Se juntaron tu soledad y la suya.
Puede ser. Él me decía “vas a arruinar mi carrera” [risas] y yo le decía que todavía no. Él también sintió ese vértigo del aislamiento que sentí yo. Cuando estábamos componiendo y grabando en Granada fueron tiempos muy felices, pero los meses en Madrid, con tanto fuego cruzado, amigo y enemigo, vi que él también vivió momentos de bastante tensión y soledad, porque le decían que dónde iba con nosotros, que no sabíamos afinar las guitarras. Se juntaron esas dos soledades y nos dieron el tiempo suficiente, a mí por lo menos, para formarme, mi súper tesis la hice con Enrique Morente.

No habrá ningún artista que sea más grande que La Alhambra y eso no lo tienen todas las ciudades. En Liverpool, los Beatles son más grandes que Liverpool, pero ningún artista en Granada será más grande que La Alhambra

¿Cómo sonaba Granada a finales de los años 80 cuando empezasteis con Lagartija Nick?
Granada siempre ha tenido suerte porque, cuando han sido épocas de pop rock comercial, ha habido grupos con repercusión, y también en el underground. Siempre ha tenido grupos y artistas en los dos mundos, ese ying yang que es la música. En los 80 con La Guardia, 091, TNT, KGB,...

Por lo pequeña que es —ese concepto de Lorca que decía que era puerto natural de estrellas, que de Granada solo se sale para arriba—, los grupos están cerca unos de otros y atentos. Eso ha hecho que sobreviva a ciudades con muchísimos más habitantes. Siempre ha tenido una escena musical muy potente, y no solo por los grupos sino por los espacios que han difundido y apoyado, como Planta Baja desde los años 80 o las tiendas de discos. Es un colectivo que tiene a unirse y a sobrevivir juntos.

Granada tiene mucho poso cultural como para agarrarte siempre a la narración de una Granada mágica. Los espacios telúricos que la alimentan son tan fuertes… No habrá ningún artista que sea más grande que La Alhambra y eso no lo tienen todas las ciudades. En Liverpool, los Beatles son más grandes que Liverpool, pero ningún artista en Granada será más grande que La Alhambra.

¿Y cómo suena hoy?
Una manera de estar cerca de esas propuestas actuales es colaborar. Creo que a todos nos encanta seguir en contacto. El nivel de los grupos ahora es muchísimo más grande. Lo tienen más difícil a la hora de establecerse profesionalmente pero formativamente es otro mundo con respecto a los años 80, desde aquel autodidactismo a músicos que son profesores de conservatorio. Entonces estaba todo mucho más fragmentado, ahora hay una interconexión que nos beneficia a todos y eleva el nivel de las propuestas.

Propuestas actuales como Yung Beef o Dellafuente tienen mucha repercusión, quizá por esa fuerza telúrica de experiencias como el flamenco. En Granada, sobre todo el Albaicín y el Sacromonte son pulmones culturales, como pequeños pueblecitos que siguen teniendo una música. Hay pocos sitios en el mundo en los que el barrio refleje que tiene un estilo propio, como los tangos de Granada que son un poco más lentos que los de Cádiz, y que vaya nutriendo siempre a las nuevas generaciones.

Hay también una canción de Ayax y Prok que reivindica la figura de Enrique. Todo el mundo toma todos los elementos para seguir, no hay esa vocación de muerte al padre que en el pop y el rock de los 80 era tan ejercida. Aquí se van cogiendo los elementos como si fuera un supermercado, y eso le da muchísima entidad. Hay una interconexión de mundos.

Enrique no solo colaboró con nosotros en un disco sino en un proyecto de vida. Llevaba a las niñas a los conciertos, salían a cantar Soleá y por supuesto Estrella, que ya era una flecha. Incluir a su familia fue una manera de seguir influenciando la música de Granada, más recientemente a través de Soleá, que se acerca a los aspectos más alternativos de la música.  Todo esto nos va formando y es un camino que no tiene fin.

¿Qué le queda por decir a Lagartija Nick?
Sería como “y la nave va”, y así hasta el infinito. O “hasta luego, Lucas”. Quizá un directo, mira, eso es algo que nos falta. Pero es que siempre que hemos cogido algo de dinero lo hemos gastado en un disco nuevo.

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