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Música
Javier Galiana: "La calle tiene un temblor de enorme moscardón"
Entrevista al músico Javier Galiana
Javier Galiana es un músico de Cádi-Cádi que se formó en Barcelona, en la Escuela Superior de Música de Cataluña (ESMUC), y fue su flamante primer licenciado en piano jazz. Vivió en Río de Janeiro, en Lisboa, un poquito en Nueva York y en la plaza de San Antonio. Forma parte de una suerte de especie protegida: pianistas de una ciudad milenaria que contaba con el Salón Quirell, donde Falla estrenó sus obras juveniles, en la que los padres burgueses compraban pianos para sus hijas sicur como chucherías. De los cien mil pianistas hijos de Manuel de Falla tenemos a José Cubiles, a Chano Domínguez, a Jesús Lavilla, a Juan Galiardo, a Felipe Campuzano, a Manuel Carrasco, a Sergio Monroy. Y a Galiana. Gourmet contra los gourmets, vazquezmontalbaniano profundo —adora El Pianista—, borgiano de Thelonius, flamenco de Ellington, el Bill Evans de El Cambalache, Bola de nieve en el sofrito, compare del trompetista Julián Sánchez —su estilista, afirma—, es el hombre que todo lo arregla: desde las canciones de Vestida de Nit de Silvia Pérez Cruz hasta tangos de carnaval para big band. Malandro limón que se fue de gira mundial con Manu Chao, estudia a Aristóteles —y filosofía— y toca en La Canalla, en Tomate, Trío y Cebolla, en Tumbando a Monk y en doscientos grupos más.
Acaba de parir un disco con el Trío Garum (Blue Asteroid Records, 2017), un libro-disco de una obra de teatro dedicada a Lorca y una suite, Suite Trafalgar, de la que dicen maravillas, entre otros Faustino Núñez y José Miguel López, de Discópolis. “El disco con el Trío Garum tiene que ver con el encuentro con David León y Joan Massana. Fue como un polvo. Daba gusto tocar con ellos. Así que decidimos grabarlo. Y pretendemos grabar el Money Jungle, un disco tremendo de Duke Ellington, Charles Mingus y Max Roach, pero en versión electrónica. Por lo del dinero electrónico, las tarjetas y demás. Lo de Lorca es cosa aparte. Estoy muy satisfecho con la experiencia teatral. Espejo, capricho escénico se estrenó en la Museo Casa Natal de Lorca. Tú imagínate: yo haciendo de El Quijote y de Buñuel. Y, sobre todo, componiendo música sobre versos de Federico”. Dice él, como el que no quiere la cosa: “La calle tiene un temblor de cuerda en tensión, un temblor de enorme moscardón. Ahí está todo. Por otra parte, ha sido muy enriquecedor trabajar con Javier Viana. Y editar un libro-disco en el que se recoge, para los ratones, algo de la magia del teatro”.
Tocar para 20 y para 20.000
“La Suite Trafalgar es la culminación musical de muchos años de trabajo, de hacer bolitas, rellenar cuadernos, que se ha coagulado en una obra total y definitiva en la que mi discurso musical se aclara, crece y le hace guiñitos a Falla y a Stravinsky, al flamenco, al carnaval, a Cádiz. La Suite se ha grabado por la Andalucía Big Band, dirigida por mi querido ‘Lenon’, Miguel Ángel López, y por un decateto en Trafalgar Estudios, en El Palmar, con otros arreglos e instrumentación. Cada uno de sus temas zarpa de un palo del flamenco que van bogando en las armonías e improvisaciones jazzísticas. “Soledad del Faro” es una especie de soleá, en “Mar de fondo” transformo el palo de tanguillo en un compás ternario. Todo se va hilando con varios interludios hasta “La Guajira de El Palmar” y la bulería en tonos mayores “Erizada Caletera”. Tú fíjate: hay destellos de la Suite en toda mi última música. Uno de los temas está desde la maqueta de mi disco con los Spice Berberechos, Campo de Agramante. Estoy muy orgulloso como compositor de la Suite Trafalgar. Es un trabajo en el que he echao las higadillas”.
Dicen de él que lo han visto como cansautor en chiringuitos de playa, rockero con gafas, florero sonoro en bodas, bautizos y comuniones, de estrella del rock en estadios de fútbol. “Es que puedo pasar de tocar para veinte a tocar para veinte mil. Eso tiene que ver con la precariedad en la que vivimos los músicos andaluces. Nuestra agenda es una locura determinada por el teléfono, los bolos, los viajes. Por el sobrevivir haciendo música y tocando. Yo digo que somos los obreros del jazz, los proletarios de la cultura. Pero bueno, también he dado clases en el ESMUC y en el CAMM [Centro de Artes y Música Moderna]de Málaga. Incluso hay propuestas de escribir algunos manuales de armonía y lenguaje musical”.
Puerto de mar, puerto de música
Galiana es de los que prefieren tocar. El hecho físico de estar en el sitio y en el lugar, la experiencia compartida de la música, la vibración del cara a cara, suceso este que le es perjudicial de cara al mercado de grabaciones, ya que nunca está al día con las cuentas del capitalismo de la grabación. Quizá por eso habla de los ratones que acaban en un disco frente a la vivencialidad del directo, de la improvisación, del aquí y ahora. “Mis discos cogen mucho polvo, son un producto a posteriori de lo que se hace en directo, una consecuencia, o incluso una excusa para hacer bolos con gente con la que me siento a gusto tocando. La mandanga está en el directo, en los clubs, en la movida asociativa que, ahora mismo, en Andalucía, mueve la escena del jazz, desde El Musicario en Cádiz, Assejazz en Sevilla, la AJM de Málaga, Jaén Jazzy, asociadas todas en Andajazz. Son ellos, los socios, los que crean la escena llenando los bolos, escuchándonos, acompañándonos. Un público fiel y estupendo. Es una iniciativa ciudadana autogestionada que goza de muy buena salud. Ya no es solo la larga lista de músicos andaluces que asombra por la concentración y la calidad, son las asociaciones las que mantienen el pulso del jazz en Andalucía. Porque lo peor que le puede pasar al jazz es ser música ambiental cuando se reúne la CEOE. Siempre pienso que, si es buena, la música les debería obligar a que la bajasen de volumen, porque eso hay que escucharlo, está diciéndote cosas, está hablando de la vida”.
¿Y por qué Cádiz tiene un censo de músicos tan alto? ¿Pasa lo mismo en Estocolmo? “Cádiz es la madre del flamenco, un puerto de mar que ha recibido todas las novedades musicales y donde hay tantos buscavidas, pícaros y músicos; donde el arte, la miseria y la dignidad van juntas”. ¿Por qué hay flamencólogos y no flamencojazzólogos? “El flamenco, como dice Faustino Núñez, es la interpretación artística del folklore andaluz, y el flamenco-jazz es una hibridación natural por ese componente de negritud que ambas músicas comparten y albergan en su corazón más profundo. Por eso se puede decir que, como Chano, soy un músico bilingüe”.
Si el pianista Rubinstein le debe algo al jazz flamenco quizá fuera por el encargo que le hizo a Falla y a Stravinsky, que ahora se juntan en la Suite Trafalgar en una tercera corriente cálida del Atlántico, palmeros de la orquestación colorista que hila el poso flamenco de guajiras, tanguillos y soleares bajo el rumor de hexámetros de la costa gaditana. Si en el pleistoceno de “Yo solo quiero caminar” está la memoria secreta de las músicas y soníos negros, y Ramón Montoya y Fernando Vilches, debemos recordar a Albert Rosell, el pianista de Vázquez Montalbán, destruido por una historia sangrante de arribistas a la que el músico ofrece una respuesta ética. Porque otros lograran el triunfo, las portadas, las críticas, Galiana juega aún y hace posible que siga mereciendo la pena el acto creativo. Sigue tocando. Componiendo música. Arsa.