We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Memoria histórica
El atraco de Lyon y sus repercusiones sobre el Movimiento Libertario en el exilio
Para quien no lo sepa, los grupos de acción anarquistas que funcionaron durante los años 40 y 50, no solo actuaron en territorio español. Ya es un error circunscribirlos al ambito catalán, que es en efecto, de donde más noticias tenemos. Pero dichos grupos, una vez cruzaban la frontera, actuaron en Aragón, Madrid, e incluso Andalucía. También actuaron en Italia, y sobre todo, en Francia.
Pese a las multiples recriminaciones que recibían por parte de la burocracia sindical anarquista, partidaria de la inacción y de dejar tranquilas las cosas, sobre todo con las autoridades francesas, siguieron actuando. Pero los grupos, que sabían de la enorme falta de medios económicos necesarios para auxiliar a toda la gente encarcelada y a sus familiares, o apoyar la prensa libertaria, dieron multitud de asaltos económicos en el país vecino. Además de dichos golpes, también se dedicaron a la preparación de diversos atentados personales, la compra, transporte y almacenamiento de grandes cantidades de armas y explosivos, o a la falsificación a gran escala de documentaciones, moneda, lotería, o cualquier cosa que facilitase la lucha clandestina.
Pese a que la mayor parte de los comites del Movimiento Libertario Español (MLE) en el exilio, estaban ya cansados de la acción directa, tanto la Sección de Coordinación, de la que se encargaron entre otros Pedro Mateu (uno de los autores de la muerte de Eduardo dato) o José Pascual Palacios y la Sección de Fomento, de la que se encargaba Laureano Cerrada, continuaban con las acciones clandestinas y la lucha directa contra Franco.
Desde la victoria sobre los alemanes, donde los libertarios habían colaborado activamente, hasta finales de los años 40, la actividad fue frenética. Pero poco a poco, el estado francés iba poniendo los ojos sobre aquellos anarquistas que se salían del rebaño. Por un lado, Franco los exterminaba en España, con la inestimable ayuda de sus agentes infiltrados en los comites anarquistas en el exilio, y por otro, el estado francés fue apretando las clavijas y fue cercando a los activistas, aunque sin dar publicidad al asunto, pues muchos de aquellos anarquistas eran heroes de la Resistencia en Francia. Tras otro chivatazo, se descubrieron parte de las imprentas donde Laureano Cerrada falsificaba papeles y moneda. En ellas además, descubrieron algún arsenal oculto. Poco después Cerrada era encarcelado.
Pero el golpe de gracia a los partidarios de la acción directa en Francia, fue el famoso y a la vez desconocido atraco de Lyon. Famoso porqué atrajo el foco mediático sobre el MLE durante mucho tiempo, y desconocido, por que el anarquismo español no volvió a hablar de dicho atraco nunca más.
Así que hoy nos calzamos las botas, pero no iremos a los Pirineos, ni a las calles de Barcelona, ni a las serranías andaluzas. Hoy nos dirigimos a Lyon y a sus suburbios, donde muchos libertarios españoles se habían aposentado, y donde algunos de ellos, para conseguir dinero para proseguir con las actividades clandestinas, preparaban un atraco.
El día 18 de enero de 1951, a las 7 de la tarde, algo iba a cambiar entre el MLE y el gobierno francés.
Un Citroen tracción negro robado la semana anterior en la localidad de Ain, con matrícula 1878-E69 bloquea el paso y hace parar a un furgón correo en la Rue Duguesclin de Lyon. Tres de las puertas del coche se abren y del mismo bajan cuatro hombres armados con ametralladoras; uno de ellos con el pelo largo, como destacaría la prensa; mientras otros dos hombres vigilan, dos de los atracadores se acercan precavidamente al furgón. En ese preciso momento, uno de los guardias ha descendido del vehículo, a la espera de los empleados del banco que se acercan con las sacas de dinero. Antes de que se dé cuenta, los asaltantes tratan de inmovilizar al agente por la espalda, pero este se defiende logrando liberarse de la presa. Cuando el guardia se echa a un lado esquivando los ataques y trata de sacar su arma, una ráfaga de ametralladora lo deja tumbado en la acera. La siguiente descarga se dirige contra la cabina, haciendo saltar los cristales y alcanzando a los ocupantes de la misma. Es el momento del pánico y el caos; gente corriendo en todas direcciones, personas tumbadas en el suelo.
¿El botín?, Nada, cero, pues el encargado de sacar el dinero del banco aún no ha salido a la calle. Durante el tiroteo que se entabla, uno de los integrantes del grupo resulta alcanzado en una pierna, pero claramente, son los guardias los que llevan las de perder. Los miembros del comando recogen al herido y se vuelven al citroen, que permanece con el motor en marcha, dándose a la fuga por la desierta calle a toda velocidad.
Vayamos por partes, como dijo el famoso Jack. Lo primero, ¿quiénes eran los miembros del grupo asaltante? Pues eran cinco anarquistas, la mayoría de ellos de la FAI, de los grupos ligados a Laureano Cerrada; tres de ellos de la zona de Lyon y dos venidos de Toulouse. ¿Están identificados? Pues también, los integrantes del grupo eran: Francisco Bailo Mata a los mandos del citroen, y junto a él, su hermano José, que actuaba como encargado del grupo, Juan Sánchez “el Pelao” (que era el hombre de los pelos largos), y los dos compañeros venidos de Toulouse para el asunto, Antonio Guardia Socada, y un viejo conocido, el eterno fuguista, Joan Català. ¿Por qué se produjo el tiroteo? Si hacemos caso a la información que tenemos, se esperaban a los dos guardias que acompañaban al conductor, pues habían estudiado bien el golpe, los horarios y los trayectos, ya que Francisco trabajaba a sólo dos calles de distancia del lugar donde se produjo el asalto. Lo que no se esperaban es que los guardias opusieran resistencia. ¿Y el resultado del tiroteo? La cosa acabó mal, peor que mal si vemos lo que se desencadenó posteriormente. Los dos policías del furgón muertos, Guy Arnaud y Louis Morin, y herido grave Auguste Jars, un peatón que fallecería días después. También resultó herido el chófer del vehículo Jean-Marie Janin, además de otros 8 civiles, y por parte del comando asaltante, como ya hemos comentado, Joan Català recibió un disparo en la pierna.
Y ahora empieza la segunda parte; la incesante búsqueda de los asesinos de policías por parte del Ministerio del Interior francés. Así que, el mismo día 19, se inicia una enorme operación con la participación de la totalidad de agentes de la ciudad, para dar tanto con la identidad, como con el paradero de los atracadores. El día 20, todo el personal adscrito a los diversos cuerpos policiales de Lyon, empiezan unas macroredadas contra los círculos mafiosos de la ciudad. ¿Resultados? Ninguno. El 24 las fuerzas policiales son movilizadas de nuevo masivamente, pero esta vez el objetivo son garajes y talleres, aparcamientos, cualquier pista que les pueda llevar al coche utilizado. ¿Resultados? Ninguno. Pero el día 25 empiezan a cambiar las cosas. En el canal de La Jonage, aparecen la matrícula y algunas piezas de un citroen, que aunque no es el automóvil utilizado en el atraco de la rue Duguesclin, resulta que coincide con el coche que se empleó en el golpe de la calle Pierre-Semard en septiembre de 1950. Por fin la policía tiene un hilo del que tirar, y a ello se pone con todas sus fuerzas, ante lo cual los resultados no tardan en llegar. El día 27 de enero aparece el vehículo usado por los atracadores en el mismo canal. Bueno, la verdad, es que lo primero que se descubren son algunas piezas que coinciden con el tipo de coche usado en el asalto, y que tras intensificar la búsqueda e incluso vaciar parte del canal, darán con los restos del vehículo dos kilómetros aguas abajo. Por si faltaba alguna prueba, la metralleta del guardia Morín, que le había sido arrebatada una vez fallecido este, estaba en el interior del coche. El 28 tras muchos interrogatorios, sale otro hilo del que tirar; se ha visto a un grupo de españoles de condición humilde, circulando en un coche como el usado durante el golpe. A pesar de varios miles de identificaciones, de centenares de casas registradas y de poner patas arriba las barriadas pobladas por la emigración española, no se consiguen sospechosos hasta el 30 de ese mismo mes, cuando las investigaciones llevan a la detención de Juan Sánchez “Pelao”, de 37 años, el sospechoso del pelo largo. El dos de febrero los agentes llegan hasta Francisco Bailo Mata, quien estaba oculto en el barrio Des Iris. Pocos días después, la policía descubre el cadáver de su hermano José, con un disparo en la cabeza y una breve nota donde explica, que no quería hacer correr más sangre y que todo estaba perdido. Junto a ellos tres, aparecen los nombres de Antonio Guardia Socada, quien había sido pasto del campo de Vernet, como tantos otros republicanos españoles y Juan Català Balanyà, uno de los pasadores de la Red Ponzán. Además, este desastroso atraco, fue el detonante de la persecución y detención de muchos libertarios españoles en el país vecino.
La acción represiva fue organizada desde la comisaría central de la rue Vauban, que ya traía bastanta mala fama desde los tiempos de la guerra. Pese a que la policía se centraba en los grupos “de acción”, la prensa y la derecha extendieron la culpabilidad al MLE en general. Y comenzó la represión. La familia de los hermanos Bailo se llevó lo suyo: al compañero de su hermana Felisa, le pegaron tanto, que su cara se duplicó de tamaño; al otro hermano, Pascual, quien había combatido en la Legión Extranjera, no solo fue apaleado, sino que estuvo encerrado desnudo en cámaras frigoríficas. La mujer de Francisco fue desnudada, humillada y torturada. Por su parte, la hermana de Juan Sánchez, Juana, y su compañero Alfonso, apodado “Borbón”, también fueron arrestados y maltratados, pues los relacionaron con unas armas aparecidas en un sótano. A Juana llegaron a apagarle cigarrillos en los pechos, entre otras amabilidades de la policía francesa. También en la región lionesa detuvieron a Paco Pérez, García, Cayetano Zaplana, Juan del Amo (delegados de las organizaciones libertarias en el exilio), Valero y a la mujer de este último. Pero la cosa no quedó ahí; una vez vieron que habían sido los anarquistas españoles, aprovecharon la ocasión y la represión se extendió y corrió rápida como la pólvora. Entre otros detuvieron a Marcelino Massana en Toulouse, a Sabaté en Dijón, y a Ramón Vila en Font Romeu. Al guía Jesús Martínez Maluenda lo arrestaron por tener un arma igual a las que se usaron en el atraco, lo que le provocó unos cuantos sinsabores. Incluso destacados opositores al método Cerrada acabaron en las celdas de interrogatorio, o si no, que le pregunten a Peirats las tortas que recibió, y aún así no delató a Laureano. Otros ilustres interrogados fueron José Pascual Palacios o Pedro Mateu.
Como antes comentamos, sabemos los nombres de los integrantes del comando que llevaron a cabo el atraco de Lyon, pero, ¿quiénes eran esos hombres? Trataremos en las próximas líneas de acercarnos un poco a todos ellos.
Empezamos por Francisco Bailo Mata, aragonés, nacido en Leciñena en el año 1920. Durante la guerra de España combatió como miliciano en la Columna Durruti y estuvo integrado en sus grupos guerrilleros. Pasó a Francia en febrero del 39 y como miembro de la 26 División fue internado en el campo de Vernet. Se alistó al ejercito francés y en sus filas combatió a los alemanes, el escaso tiempo que nuestros vecinos pudieron plantar cara a las hordas teutonas. El día 25 de abril de 1941, fue deportado a Alemania e ingresó en el infausto campo de Mathausen; allí perdió nombre y patria, siendo rebautizado como el reo 4216. Además, le pusieron el triángulo azul de los apátridas con la “S” de rot spanier, “español rojo”. En Julio de 1945, es decir, más de cuatro años después, dos enfermeras llamaron a la puerta de Felisa Bailo, su hermana, para dejar allí a una persona que ni siquiera se tenía en pie. Era lo que quedaba de Francisco, tras su largo paso por el infierno nazi. Según testimonio de su hermana: “La familia y vecinos nunca se quejaron de los gritos de sus terrores nocturnos; de su sed insaciable; de su ansiedad; de sus extravagancias traumáticas... nunca tuvo una atención psicológica como víctima.”* A su vuelta a Francia, poco a poco, fue reconstruyendo lo que pudo de su vida; retornó a los círculos libertarios y se integró en los grupos de Cerrada. Pero cuando estaba en casa, no todo iba tan bien. Pasaba largos ratos fumando un cigarrillo tras otro, mirando la pared. Por las noches las pesadillas le hacían gritar y salir corriendo escaleras abajo, aterrorizado. Aquellos sueños le duraron más de un año. Bebía agua incansablemente, insaciablemente hasta su muerte en 1986. Francisco resultó detenido el día 1 de febrero de 1951 en el barrio Des Iris.
Su hermano José, tuvo que huir de Leciñena junto a su madre y a su hermana Felisa. Cuando el pueblo fue tomado por las tropas franquistas, contaba entonces 10 años. De allí se retiraron a Fraga, continuando después hasta llegar a Barcelona. Y como todo puede ir a peor, les dio a los franquistas por tomar la ciudad condal. Así que de nuevo a la carretera, rumbo norte, a ver si en Francia por fin podían tener un poco de calma y tranquilidad. Llegaron en pésimas condiciones a la frontera, y allí los franceses los internaron directamente en los campos. A Felisa y a Justa, su madre, las metieron en Argeles, a José, que ya contaba 13 años, lo mandaron a St. Cyprien. Consiguió salir del campo al ser acogido por una familia francesa, y como todo lo que no va bien, es digno de poder empeorar, los nazis invadieron Francia. Así que pronto empezó a actuar como enlace de la resistencia y, poco tiempo más tarde, se marchó al monte con ellos hasta el final de la contienda mundial. Al igual que su hermano, José se integró en los grupos de acción que funcionaban en territorio galo bajo la tutela de Laureano. De hecho, él era el encargado del grupo de lionés. Tomó parte en el atraco de la rue Duguesclin y supuestamente, antes de que lo encontrara la policía, ante las macroredadas y la intensa búsqueda policial, se suicidó con un disparo de su Colt en la cabeza. Igual de supuestamente, dejó escrita una nota antes de tomar la fatal decisión, decía así: “Presiento que no hay nada más que hacer y no quiero luchar con los guardias. Ha corrido ya demasiada sangre...” Su cuerpo apareció el día 4 de febrero de 1951 en el jardín de Vénissieux, en un suburbio de Lyon.
El componente del grupo del que menos noticias he conseguido ha sido del aragonés Antonio Guardia Socada. Nacido en la localidad de Valderrobres, integrante de la Columna Durruti, pasó a Francia con la misma y fue internado en el campo de Vernet. Cuando consiguió salir del recinto, sabemos que por lo menos una temporada estuvo residiendo en Perpiñán, más concretamente en el número 5 del Boulevard Wilson. En febrero de 1944 lo encontrábamos en los Pirineos haciendo de pasador para varios pilotos de la RAF, y nos imaginamos que esta arriesgada profesión fue la razón por la que acabó, no solo detenido, sino también encarcelado en la prisión de Bruselas llamada Saint Gilles. En dicha cárcel estaba en agosto de 1944 junto a otros 1500 presos políticos. La noche del 1 de septiembre, cuando ya olían la cercanía de la libertad, el general de las SS Richard Jungclaus, ordenó la evacuación de la cárcel y el traslado de los reos a Alemania. Los presos se resistieron, pero no tenían más que los puños, así que finalmente, tras un duro castigo, fueron subidos a camiones, descargados en la estación de La Gare du Midi y subidos a uno de los conocidos como “Trenes Fantasma”. El tren no pudo salir hasta el día siguiente, gracias a todas las trabas y sabotajes que los holandeses pusieron en marcha, además de la resistencia de los deportados. Para recorrer las primeras 12 millas, el tren empleó 8 horas, entre semáforos rojos, otros trenes en la vía y todo lo que se les ocurrió a la gente de la resistencia. Luego fue el agua que necesitaban para la locomotora, así que tuvieron que pasar la noche en Malines. Finalmente, el tren volvió el día 3 de septiembre a Bruselas, y el día 4 los aliados entraban en la capital belga, salvando entre otros a Antonio y a sus 1500 compañeros. Nuestro hombre se fue posteriormente a la capital del exilio español en Francia, Toulouse, donde se estableció. De allí marchó tiempo más tarde hacia Lyon para atracar el furgón. Muchos años después era miembro de la Amicale du Vernet, a la que solía contribuir económicamente y tras la muerte del dictador, regresó a su país para instalarse en Barcelona.
De Juan Sánchez teníamos retazos de su vida, aunque escasos. Juan Sánchez “el Pelao” había nacido en Lorca, Murcia en 1914, de familia anarquista. Como otros muchos militantes libertarios, había aprendido en los sindicatos y ateneos lo que no aprendió en la escuela. Que se afilió pronto a la CNT por consejo paterno, y que luego por consejo propio, se hizo de la FAI. Al despuntar la década de los años 30, toda la familia emigra a tierras francesas, tomanndo como destino la ciudad de Lyon-Villeurbanne. En dicho lugar había un nucleo muy activo de libertarios españoles que procedían de la emigración económica, a los que se unirán. En agosto de 1936, junto a otros compañeros, tras enterarse de lo que está pasando en España, deciden hacer las maletas e incorporarse al combate. También podemos encontrarlo en diversas colectividades de Cataluña y Aragón, tras dejar la lucha, pues se consideraba antimilitarista. Posiblemente esta actitud fuera consecuencia de la militarización de las milicias, ejemplo que tomaron muchos anarquistas. Durante su estancia en tierras hispanas, colaboró escribiendo para diversos periódicos confederales, como el Amanecer. Tras la derrota, como tantas y tantos otros pasó al exilio francés. Le tocó, como a tanta otra gente, su buena ración de campos de concentración, y posteriormente fue enviado a realizar trabajos forzados a la zona de Djelfa, en Argelia. Consiguió escapar y acabó uniéndose a las Fuerzas Francesas Libres Reencontramos su rastro en 1944, integrado en Resistencia Regional Norte-París, donde uno de los que cortaba el bacalao era Cerrada, conocido como “el Falsificador”. Junto a ellos, en dicho comité resistente, militaban varios hombres más de los grupos que trabajaban con Laureano. Durante el juicio de 1955, se dice que los miembros del comando que realizaron el atraco de Lyon, habían sido miembros de la resistencia, y efectivamente Sánchez actuó en la región de Lyon durante la ocupación nazi, junto a su hermana Juana, y a otros libertarios del grupo La Barraca. Juan Sánchez siguió cruzando la muga en los siguientes años, entre otras cosas, para conseguir dinero de empresarios catalanes a base de venderles sellos de CNT. Los nazis acababan de perder la guerra mundial y mucha gente imaginaba que el siguiente en caer iba a ser Franco y su régimen de terror, así que, una parte de los empresarios, compraban dichos sellos casi de buen gusto por si cambiaban las tornas. Buena parte de la información sobre Juan me la ha proporcionado el maño Isidoro Berdié, quien lo conoció en Suecia, donde “el Pelao” había sido acogido tras pasar 15 años en cárceles francesas por el dichoso atraco. Pronto se hicieron amigos. Isidoro dormía en casa de Juan cuando visitaba el país nórdico, y este, lo hacía en casa de Isidoro cuando “el Pelao”visitaba el terruño que lo vio nacer. A Juan lo detuvieron el 30 de enero, siendo el primero de los integrantes del grupo en caer en manos policiales.
De Joan Catalá, el último de los cinco componentes del grupo, ya se ha ido hablando a menudo en este blog, pues como hemos comentado anteriormente, era uno de los guías y enlaces de la red Ponzán, además de un experto fuguista. Durante la guerra civil fue uno de los integrantes del grupo Libertador, especializados en misiones tras las lineas enemigas, así que no me voy a extender en su biografía, pero para quien esté interesado en ella, saber que están publicadas sus memorias tanto en catalán como en castellano.
Todo esto desembocó en la expulsión de los miembros del comando y otros activistas del MLE (Laureano ya lo había sido un año antes) y en un macrojuicio que se desarrolló en 1955, con toda la prensa haciendose eco del mismo, tanto la francesa como la franquista, el juicio contra el “Gang des Espagnols”. Al final, el proceso acabo con pena de muerte para Juan Sánchez, posteriormente conmutada; penas de reclusión perpetua para Francisco Bailó Mata y Antonio Guardia Socada, y pena de 20 años de prisión para Juan Català Balanyà. Por si alguien no se había fijado con detalle, el nivel de actuaciones clandestinas desde entonces, hasta la creación casi 10 años más tarde de Defensa Interior, cayó en picado.
Fuentes: El ángulo muerto (Ni cautivos ni desarmadas), Lyon crimenel (Andre Seveyrat), correspondencia con Joel Ruiz e Isidoro Berdié, policehommage.blogspot.com y Hemerotéca de ABC, La Vanguardia y Le Populaire.