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Memoria histórica
Una partida libertaria en las montañas de Prades, los Patacons
Saludos gente que lee. Hace ya bastantes meses, concretamente en octubre de 2022, estuve participando en las jornadas de maquis que se desarrollaron en la montañas de Prades (Tarragona), organiadas por el Col.lectiu a les Trinxeres. Como siempre, las actividades y el ambiente fueron estupendos. Entre las diversas charlas y paseos, pudimos conocer a la gente de “la Somereta Lliure”, que forma parte de la UGEL (Unión de Grupos Excursionistas Libertarios) y que nos llevaron a diversos sitios por los que transitaba la partida tarraconense de “los Patacons”, y que posteriromente nos dieron una amena y explicativa charla sobre el grupo. Durante el fin de semana, les pedí si les interesaba colaborar con el blog y escribir un artículo para el mismo, con parte de las cosas que nos habían contado. Por suerte para mi, y para la gente que seguís el blog, la idea les pareció buena, y aquí está el resultado de esta colaboración.
Desde Ni cautivos ni desarmadas, agradecer enormemente tanto la colaboración o el buen trato recibido por parte de La Somereta Lliure, como el gran trabajo que realizan en la conservación de la memoria libertaria. Mis más sinceras gracias y la enhorabuena al grupo.
Pues nada más por ahora, os paso directamente con el texto que han enviado.
Una vez terminada la Guerra Civil Española, el régimen franquista se dedicó a perseguir y reprimir a todos aquellos que habían luchado en el bando legítimo o que simplemente no estaban de acuerdo con las políticas de la dictadura recién instaurada. La represión era brutal y las consecuencias de ser capturados podían ser terribles: tortura, prisión o incluso la muerte. Los que no emigraron se tuvieron que refugiar en corrales, masías aisladas y otros lugares remotos para evitar ser descubiertos por las autoridades franquistas o delatados por partidarios del régimen. Muchos de ellos acabaron yéndose a los bosques, dónde vivían en condiciones extremadamente difíciles. Tenían que luchar contra el frío, la lluvia, la escasez de comida y la constante amenaza de ser descubiertos por las autoridades. Muchos de ellos estuvieron meses o incluso años escondidos, sin saber cuándo podrían volver a ver a sus familias o vivir una vida normal.
Es posible distinguir, por lo menos, dos tipos de resistencia armada contra la dictadura franquista. Por un lado, los maquis eran grupos organizados y disciplinados, que contaban con una jerarquía y un liderazgo claros, formado en gran parte por excombatientes republicanos o desertores del ejército franquista que, tras la Guerra Civil, huyeron a Francia dónde combatieron durante la Segunda Guerra Mundial. Desde allí, volvían a España para llevar a cabo acciones de sabotaje, atentados y otras formas de resistencia. Por otro lado, los resistentes, que los podríamos considerar grupos más dispersos y desorganizados, formados mayormente por gente del territorio, en los que la toma de decisiones era más colectiva. En gran medida, dependían de la ayuda de la población local, que les proporcionaba refugio y suministros.
En el Camp de Tarragona y les Muntanyes de Prades sobrevivía en los bosques un grupo más o menos organizado de resistentes conocidos como Els Patacons. Este grupo tomó su nombre de Ramon Roig Recasens (el Patacó), originario del Mas Patacó en las afueras de Mont-ral, Tarragona. La partida de los Patacons se formó entre finales de 1939 y los primeros meses de 1940 y aunque en algún momento pudieron llegar a ser unos 20 miembros, el grupo se unía y disolvía constantemente, especialmente durante los primeros meses, cuando había una fuerte presión por parte de la Guardia Civil y de los informantes locales. Entre los hombres que formaron parte del grupo en algún momento encontramos los hermanos David, Joan y Miquel Pàmies, Josep Oriol Tost “Pep Pastor” (ex alcalde de Almoster), José García García “el Andaluz”, Ferran y Ramon Roig (hijos del Patacó), a los que más tarde se uniría José Martín Menéndez “Capità Pipes”.
Durante largos períodos de tiempo (entre los años 1939 y 1948) tuvieron que vivir en aislamiento y ocultarse de las autoridades, lo que hizo que su vida se convirtiera en una lucha constante por la supervivencia. Como muchos otros grupos de resistencia antifascista que se quedaron en la península, los Patacons no tenían ningún tipo de soporte o apoyo organizado. Esto significaba que tenían que mantenerse escondidos y evitar a la justicia militar fascista a toda costa. A menudo, se movían de un lugar a otro para evitar ser detectados y capturados. En más de una ocasión, cayeron en las emboscadas que les preparaban las fuerzas franquistas y algunos de ellos fueron capturados o asesinados. De hecho, a raíz de un encuentro con la Guardia Civil el 1 de julio de 1941 en Vila-seca, resultó muerto David Pàmies y herido Joan Pàmies, que fue hecho prisionero en Tarragona. A partir de este momento la partida se dividió, Pep Pastor desaparecería hasta 1946 cuando se integró en un grupo liderado por los hermanos Teixidó (juntamente con Delfí Deltell, Emiliano, Pau Busquets y Manuel Sánchez). Por su lado, Patacó padre y sus dos hijos se instalaron en los riscos de la Mussara, en una cueva de muy difícil acceso. Allí, hicieron amistad con los lugareños, especialmente con Engràcia Estivill i Rosa Rius, madre e hija, ambas viudas de guerra.
A pesar de la idea que se intentó extender, y que perdura hoy día, la partida no era un grupo de bandoleros o ladrones. En gran parte, esto se debe a la propaganda que se difundió en la época, que los presentaba como delincuentes y bandoleros, y que llevó a muchas personas a temerles y rechazarlos. Era evidente que la partida tenía una fuerte inclinación ideológica hacia el pensamiento libertario. El Patacó perteneció al Sindicat d’Oficis Varis de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Cuando empieza la guerra, el Patacó tenía 48 años y estaba bajo las órdenes del Comitè de Milícies Antifeixistes, patrullando por Reus y haciendo guardias en las estaciones de tren de Reus y Salou. Además, varios miembros de la partida tenían vínculos directos con otros grupos anarquistas, sin ir más lejos Pep Pastor y los hermanos Pàmies Òdena eran miembros de la Federación Anarquista Ibérica (FAI). El mismo Pep Pastor es alcalde de Almoster cuando el pleno del municipio decide recaudar parte de la cosecha de avellanas para sufragar las obras del nuevo edificio consistorial. También se incautan fincas de fascistas en el pueblo. Además, eran personas muy arraigadas al territorio, pues el mismo Pep Pastor salvó de la quema a la estatuilla de la Verge del Roser, en las primeras horas que sucedieron al alzamiento de los sublevados. La conservó en casa, pudiendo ser entregada al ayuntamiento al acabar la guerra.
Los resistentes a menudo recurrían al robo de comida y animales -cómo explica en su libro el último habitante del pueblo de la Mussara- que luego vendían o intercambiaban por armas, ropa y otros bienes necesarios para su supervivencia. Sin embargo, también está documentado el papel de la Guardia Civil, que amenazaba y se aprovechaba de los recursos de los habitantes de los pueblos. La Guardia Civil en la España franquista desempeñó un papel crucial en la represión y el control social del régimen. Como cuerpo militar, tenía el poder de ejercer la violencia y la coacción para mantener el orden y la subordinación. A menudo, se involucraba en prácticas de tortura, intimidación y ejecuciones extrajudiciales contra aquellos que se consideraban enemigos del régimen. Todo ello contribuyó al éxodo de habitantes de las zonas rurales hacia las ciudades.
Además, la Guardia Civil tenía un gran poder en el sistema judicial, y a menudo se utilizaban juicios amañados para condenar a personas sin pruebas o evidencias claras. Estos juicios a menudo estaban basados en acusaciones infundadas o en pruebas fabricadas, lo que permitía al régimen condenar y encarcelar a personas que se oponían al régimen. Por ejemplo, utilizaban relatos ridículos y falsos para justificar su presencia y represión, se difundían historias de que los Patacons lanzaban granadas contra la Guardia Civil que no explotaban para justificar su violencia y así asustar a la población.
A partir de mediados de la década de los 40, cuando la opinión de la comunidad internacional parece clara a la hora de preservar el régimen fascista en España, la represión franquista se intensifica y se brutaliza. En éste contexto, las autoridades franquistas usaron la Ley de Fugas para controlar la disidencia política y mantener a la población aterrorizada y sumisa. En muchos casos, los prisioneros eran sacados de las cárceles y llevados a lugares aislados, donde eran ejecutados sin juicio previo. El 24 de enero de 1946, el Patacó, su hijo Ramon y el Capità Pipes, entraron a buscar comida en la Caseta del Glaçat en les Borges del Camp, allí encendieron fuego para resguardarse del frío. El dueño de la caseta los descubrió y se produjo un tiroteo entre los miembros del grupo y el Sometent, un cuerpo paramilitar colaboracionista con la Guardia Civil. El Patacó resultó herido y fue capturado en l’Aleixar, donde fue interrogado y declaró ante las autoridades. Por su parte, Ramon y el Capità Pipes fueron detenidos al día siguiente en la caseta de l’Aigua-sana y fueron ejecutados al día siguiente, camino de La Selva del Camp.
En ésta lucha desigual, las mujeres desempeñaron un papel fundamental a pesar de no estar presentes en los bosques. Mientras los hombres se escondían en la montaña, muchas mujeres se enfrentaron valientemente a la represión de la Guardia Civil a la vez que cuidaban de sus familias y mantenían abiertas las líneas de comunicación con los resistentes. Fueron las encargadas de transmitir mensajes y suministros, de ocultar y proteger a los miembros de la resistencia, y de asegurarse de que la lucha contra el régimen franquista no se detuviera, mientras educaban a sus hijos. A menudo, fueron objeto de persecuciones y torturas, convirtiéndose en cabezas de turco de la represión franquista. Además de la represión de la Guardia Civil, las mujeres que apoyaron la resistencia antifranquista a menudo se enfrentaron al rechazo y la marginación social por parte de sus propios vecinos. Al ser esposas o familiares de huidos, su asociación con la resistencia les valió la sospecha y la desconfianza de aquellos que temían la represión del régimen. A modo de ejemplo, Carme Millán, la esposa de Miquel Pàmies, con tres hijos pequeños a su cargo, era continuamente vigilada, interrogada y presa por la Guardia Civil.
El paso del tiempo no siempre es suficiente para borrar las huellas del pasado, y el caso de los resistentes que lucharon durante la posguerra española, es un ejemplo de ello. Una de las principales ideas que han pervivido en la memoria colectiva sobre los que sobrevivieron en la montañas es la de que eran malas personas. Esta idea se mantuvo durante muchos años, y aún hoy es difícil para algunos sectores hablar de éstas personas sin prejuicios.
La página web https://resistentsmprades.ugel.cat/ surge como resultado de la búsqueda y recopilación de información sobre los resistentes durante la posguerra en el Camp de Tarragona realizado por el colectivo La Somereta Lliure. La iniciativa se enfoca en preservar la memoria histórica de aquellos hombres y mujeres que lucharon contra el régimen franquista y que a menudo fueron silenciados o ignorados en la historia oficial. Esta iniciativa ofrece una ruta senderista que transcurre por lugares muy bonitos y paisajes espectaculares con la finalidad de recuperar la historia de las voces silenciadas, y olvidadas hasta día de hoy, con especial interés a la resistencia libertaria en el Camp de Tarragona, intentando contribuir a la difusión de la memoria colectiva de la resistencia antifascista.