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Ecologismo
Extractivismo verde: tus recursos a cambio de tu salvación
Existe un infrecuente consenso en torno a la llamada transición verde y digital, tanto las voces más críticas como las celebratorias reconocen un hecho clave, su insaciable necesidad de recursos minerales. La Comisión Europea proyecta que para el año 2050 la demanda europea de litio será 35 veces superior a la del año 2022, 14 veces la del grafito y 15 veces la de cobalto. Un reciente informe del Banco Mundial prevee para el año 2050 un aumento global del 500% en la extracción y procesamiento de litio con respecto a los niveles del 2018. Un esfuerzo titánico que requerirá la apertura de centenares de megaproyectos extractivos, así como de las infraestructuras vinculadas a los mismos. La mayor parte de esta demanda corre de la mano de la descarbonización de la industria automotriz, algo que para la Unión Europea será materia obligada para el año 2035. Pero no nos engañemos, no caminamos hacia un futuro ecológico, sino que estamos turboacelerando el capitalismo verde y digital vigente. El 67% de las baterias de lítio que se prevee se fabricen en los próximos 20 años serán destinadas al transporte privado. Un solo coche eléctrico requiere 8kg de lítio, 35kg de nickel, 20kg de manganeso y 14 kg de cobalto. Y hablamos de los modelos pequeños. La industria aplaude la transición verde con coches eléctricos cada vez mas grandes, como este Hummer EV que con sus 840 caballos de potencia es capaz de alcanzar 96km hora en 3 segundos, lo que el mundo necesita vaya. Dependiendo de la zona la huella ecológica de la cadena de suministros de estos vehículos nunca llegará a compensar lo que dejen de emitir por el consumo de combustibles fósiles y es que lo de las cero emisiones proclamado a los cuatro vientos es pura y sencillamente mentira. En el mejor de los casos estas son deslocalizadas a otros países. Dicho de otra manera, para que los países ricos puedan descarbonizar sus indispensables vehículos privados, será preciso secar salares, volar montañas, inyectar sustancias en recónditas reservas subterráneas y disolver miles de toneladas de rocas, todo a mayor gloria del consumo ético. Pero hay un problema, estos materiales no abundan en los territorios centrales que desproporcionadamente los van a consumir.
La UE importa de China el 98 % de sus tierras raras y un 30% de su litio, el restante proviene en su mayoría de África (21%) y de Latino América (21%). Este es un hecho reconocido por los países centrales y señalado con claridad por los lobbies del capitalismo digital, quienes coinciden en señalar que será necesario trabajar en una doble línea. En primer lugar, garantizar el expolio extractivista al sur global, garantizando mediante acuerdos comerciales el acceso de los países ricos a los recursos del sur. En segundo lugar y a fin de establecer reservas críticas de minerales, abrir el coto a nuevos proyectos extractivos en las periferias del sur global, ya sea en las sierras norteamericanas, en las dehesas castellanas, o en los bosques finlandeses. De nuevo hay un problema, los pueblos que habitan estos territorios, pueblos indígenas, campesinos o sencillamente aquellos que subsisten en las periferias de la economía urbana-industrial, rechazan, con razón, la devastación de sus tierras. ¿Por qué deben ellos sacrificarlas para mantener el insostenible nivel de consumo de las regiones privilegiadas de los centros? Pero el capitalismo digital tiene respuestas para todo -Es por el bien de la humanidad- aducen los líderes políticos y corporativos mientras movilizan a toda velocidad lo que algunos han empezado a calificar como extractivismo verde.
Uno de los rasgos más llamativos del extractivismo verde es la facilidad con la que ha recuperado el viejo discurso imperial, legitimador de la explotación y la colonización como necesario precio a pagar por las “ventajas” civilizatorias.
Las palabras que la responsable de los asuntos económicos de la ONU para Europa, Olga Algayerova, pronunció en la reunión de la COP 27, distan poco del argumentario imperial español empleado durante siglos -la salvación a cambio de tus recursos-:
“El mundo se encuentra en medio de una profunda crisis energética y necesita una transición energética urgente. Sin embargo, esta transición no puede ocurrir sin cantidades masivas de materias primas críticas (CRM) necesarias para implementar las tecnologías bajas en carbono requeridas para la mitigación y adaptación al cambio climático”.
En líneas similares se expresó la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der leyen en su discurso de la Unión: “Sin un acceso seguro y sostenible a las materias primas necesarias, nuestra ambición de convertirnos en el primer continente climáticamente neutral está en riesgo”. Von der Leyen, tuvo al menos la decencia de admitir que la cuestión del control de los recursos no era solo por el bien del medio ambiente, sino que era también fundamental las necesidades de la industria militar, y lo más importante, la economía:
“Ya sea que hablemos de chips para realidad virtual o celdas para paneles solares, las transiciones gemelas serán impulsadas por materias primas. El litio y las tierras raras ya están reemplazando al gas y al petróleo en el corazón de nuestra economía. Para 2030, nuestra demanda de esos metales de tierras raras se multiplicará por cinco. Y esta es una buena señal, porque muestra que nuestro Pacto Verde Europeo se está moviendo rápido.”
Razón esta que ha llevado a la Unión Europea a proclamar la necesidad de un marco regulatorio apropiado para la captación de los minerales raros y críticos, indispensables para el capitalismo digital. El post institucional con el que la Comisión daba a conocer la nueva iniciativa no deja lugar a dudas de las intenciones e intereses priorizados por los agentes del capital: “Ley de Materias Primas Críticas: asegurando el nuevo gas y petróleo en el corazón de nuestra economía”. Este discurso institucional viene como en otros casos acompañado de una aún más explícitamente extractivista narrativa corporativa.
Por ejemplo, el lobby europeo del capitalismo digital que aglutina entre otros a Google, Amazon, Microsoft o Apple, dibujó con claridad el viejo-nuevo camino a seguir a la Unión Europea -Más capitalismo y explotación y menos regulación-. Multiplicar los intercambios comerciales con los proveedores internacionales de materias primas; eliminar las trabas a los megaproyectos mineros en Europa, y declarar estos como de interés público en caso de resistencia. Esta es precisamente la senda legislativa e industrial que gobiernos regionales como el de Extremadura o nacionales como el de Portugal, están siguiendo para garantizar la explotación de sus reservas de litio. Todo ello a pesar de la frontal oposición de los pueblos que olvidados durante décadas ven el retorno del Estado de mano de la industria extractiva, eso sí por el bien de la humanidad.