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Mucho se ha hablado y escrito sobre el Tarajal, la más mísera frontera de Europa. Hablado, denunciado, disertado, criticado y proporcionado soluciones más o menos factibles para humanizar y de alguna manera “constitucionalizar” ese paso fronterizo, para que no se vulneren más derechos ni se provoquen más sufrimientos.
Y no expongo el latir ni el sentir de este o el otro colectivo. En absoluto. La crítica es generalizada y la indignación de la ciudadanía es absoluta. Porque los silencios de las administraciones hieren sensibilidades e insultan a la inteligencia. Cuando un alto cargo público, sencillamente, no sabe, siempre se le puede emplazar a dedo en otro lugar y no se queda mal con nadie. Lo que resulta inadmisible es la dejadez cuando se magnifica y deriva en crueldad.
Los silencios de las administraciones hieren sensibilidades e insultan a la inteligencia
Tampoco estoy exagerando. He dicho “crueldad” y lo ratifico. Y ahora me voy, no a las largas colas de vehículos derivada de las míseras infraestructuras fronterizas y que tantos trastornos causan en la ciudad, voy al tan retratado drama de las porteadoras, sujetos irrenunciables de “la foto-denuncia” donde en el fondo se busca el morbo de pobres mujeres cargadas como animales intentando ganarse con honradez el pan. La indiferencia hacia esas personas que, haga sol o llueva, se buscan el sustento y encima generan ganancias. Porque en el llamado “comercio atípico” ganan todas las partes, unas mucho más, otras mucho menos, pero ambas partes se conforman en tácito acuerdo. Una con satisfacción porque vende y factura. Otra con resignación y con la dignidad que da el ganar el pan con el sudor de la frente. Aunque sea viéndose tratadas como animales.
Dicen que “la costumbre hace la ley” de ahí el derecho consuetudinario. Pero si los ceutíes llegamos a “acostumbrarnos” con indiferencia a la vulneración de nuestra Constitución eso es terrible. No malo sino terrible. Porque nos ponemos a la altura de la mierda. Y nuestro texto constitucional tiene innumerables artículos y mecanismos para que seamos personas, orgullosas de serlo y no innoble basura moral y ética.
Prohíbe la Carta Magna las torturas y los tratos inhumanos y degradantes. Entonces nos imaginamos a un detenido al que aplican jarabe de palo en los calabozos. Y no es eso, es decir, también es eso, pero es mucho más. El Tarajal es inhumano y el trato que se les dispensa a las criaturas es degradante. En una frontera de Europa. Y frontera con un país amigo y privilegiado en sus relaciones con la UE. No somos frontera con Yemen y un escenario de guerra. Quienes vienen y regresan con sus fardos a cuestas merecen el respeto que se le dispensa a cualquier trabajador y en estos tiempos en los que, gracias a Dios, la violencia contra la mujer y la transgresión de sus derechos es una lacra a extirpar por toda la sociedad, el espectáculo de las aglomeraciones, la desesperación de quienes ven peligrar su pequeño jornal, esas escenas no se pueden admitir. Ni se van a admitir. Porque ahí están las sucesivas instancias judiciales y al final está Estrasburgo.
Así, si los que “se supone” cualificados para resolver el problema, sencillamente, no lo están, siempre existen profesionales expertos y capaces de enjaretar soluciones. ¿Qué la modificación de la frontera supondría una costosa obra de infraestructura y el concurso de ingenieros y mano de obra amen de acuerdos entre países? Mejor. Es frontera de Europa con Marruecos y a nadie le temblará el pulso a la hora de librar fondos FEDER para habilitar un segundo paso fronterizo y los negociadores que negocien, los ingenieros que diseñen, los trabajadores que ganen un sueldo y los agoreros que no pinten fantasmas donde no los hay. Dos pasos fronterizos no implican más que un mayor número de efectivos y una agilización del paso. Repito, no lindamos con Yemen ni van a entrar los locos con los kalashnikof.
Pero sí se humanizará ese trasiego que hoy resulta cruel en el fondo y en la forma. ¿Hacer menos fatigosa la labor de las porteadoras? Existen muchos mecanismos y se requiere imaginación, profesionalidad, conocimiento y grandes dosis de esa virtud que muchas veces obviamos pero que es común a todas las religiones: la compasión.
Cualquiera de los comerciantes que se manifiestan indignados por el caos fronterizo y las ínfimas condiciones, es más capaz de aportar soluciones factibles que quienes se acomodan en las moquetas de los despachos
No obstante la raíz del cambio no está en parcheos apresurados, sino en designar para los puestos que implican una enorme responsabilidad a los individuos más preparados, a los mejores conocedores, “meritocracia” frente a “dedocracia”. Actualmente y lo digo con todo respeto, cualquiera de los comerciantes que se manifiestan indignados por el caos fronterizo y las ínfimas condiciones, es más capaz de aportar soluciones factibles que quienes se acomodan en las moquetas de los despachos, porque lo que tienen de malo los despachos es que se convierten en burbujas y desde las burbujas no se apercibe la realidad. Y lo malo de esa desconexión emocional y de esa absoluta falta de empatía por parte del poder, es que socava y corroe lentamente las entrañas mismas de ese poder y el poderoso puede verse lanzado de su moqueta y aterrizar en un enclave menos confortable.
La conclusión es que, el infierno del Tarajal tiene solución. Pero hay que saber. Y los que están, solo saben que en esa frontera hay más gente que en la guerra, pero al fin y al cabo… En una palabra: no saben. Y el drama se enquista.
Texto: Karim Prim