Opinión
Pasaporte a la extrema derecha

Por lo pronto, el Auschwitz Memorial ha puesto un tuit estos días diciendo que explotar la tragedia de todas las personas que entre 1933 y 1945 sufrieron, fueron humilladas, torturadas y asesinadas por el régimen totalitario de la Alemania nazi para argumentar en contra de la vacunación es un triste síntoma de decadencia ética e intelectual.
No hay virus malaga
Álvaro Minguito Pintada negacionista en una calle de Málaga
Licenciada en Psicología y Ciencias de la Información
12 dic 2021 06:00

No me quito la sensación de escalofrío desde que hace unos días vi una esvástica del tamaño de un elefante en una pancarta junto al teatro Arriaga, en Bilbao. Iba a coger un tren para pasar un rato con mi madre y me di de bruces con la fiesta por la salud y la libertad promovida por la organización que lidera el movimiento antivacunas vasco. Como en otras movilizaciones simultáneas en otros lares se asociaba o equiparaba el nazismo con la nueva exigencia de presentar el certificado de vacunación Covid para acceder a determinados espacios. En ciudades de Francia, Italia, Canadá, EEUU o Australia se identificaban claramente grupos de extrema derecha liderando estas manifestaciones.

Además de reivindicar su particular concepto de la salud y la libertad la plataforma pretendía dar un paso más allá esta vez y denunciar también los “crímenes de lesa humanidad” que se están produciendo, a su juicio, en los últimos meses. Y, en consecuencia, lucían pedagógicamente una esvástica para que comprendiéramos la idea. He entendido la ironía y sus juegos de palabras e imágenes, muy en sintonía con los que acostumbra a utilizar la derecha extrema y la extrema derecha, pero me pregunto lo siguiente: si es un crimen de lesa humanidad que te pidan un certificado de vacunación para acceder a un restaurante o gimnasio, ¿con qué cara nos miraría el niño con el pijama de rayas? ¿O una afgana recluida en un campo de internamiento en una isla griega? 

Mientras permitimos que la extrema derecha se blanquee también en los movimientos sociales, más se embarran y confunden los Derechos Humanos

Por lo pronto, el Auschwitz Memorial ha puesto un tuit estos días diciendo que explotar la tragedia de todas las personas que entre 1933 y 1945 sufrieron, fueron humilladas, torturadas y asesinadas por el régimen totalitario de la Alemania nazi para argumentar en contra de la vacunación es un triste síntoma de decadencia ética e intelectual. ¿Y si, como a todo lo llamamos nazi, cuando sea nazi de verdad no lo vemos entrar? ¿Y si estamos contribuyendo a legitimar la entrada del nazismo? ¿O si ya está aquí y no nos hemos dado cuenta?

Mientras permitimos que la extrema derecha se blanquee también en los movimientos sociales, más se embarran y confunden los Derechos Humanos.

No pretendo entrar a cuestionar la defensa de la libertad de elección para vacunarse, individual o colectivamente. La información que nos llega por parte de los organismos competentes nos genera confusión a la mayoría; bien por exceso de algunos datos, bien por déficit de otros, bien por la metodología con que se elaboran o presentan, bien por la disparidad de criterios entre comunidades, tribunales, etc. Es una cuestión compleja y todas tenemos en nuestros entornos más cercanos personas que optan por la opción de vacunarse con sus reticencias o de no vacunarse con las mismas u otras reticencias.

Tampoco pretendo defender un certificado de vacunación o pasaporte covid que es muy posible se utilice también para restringir aún más el derecho humano a la libre movilidad de las personas migrantes y refugiadas que se enfrentan a desplazamientos forzados por múltiples motivos, a los que se suman las consecuencias de la pandemia en economías empobrecidas.

No es la vacuna, el virus o las restricciones donde pretendo poner el foco en este caso. Es el virus de la extrema derecha en su pico, es la ola a la que se ha subido el neofascismo y el neonazismo para recorrer Europa y el mundo

No es la vacuna, el virus o las restricciones donde pretendo poner el foco en este caso. Es el virus de la extrema derecha en su pico, es la ola a la que se ha subido el neofascismo y el neonazismo para recorrer Europa y el mundo. Vamos a llamar a las cosas por su nombre porque si lo mezclamos todo puede que acabe valiendo todo porque todo es equiparable. Libertad para la humanidad reivindican. ¿No es libertad en ese caso reivindicar a la par que quien quiera ponerse la vacuna en el mundo pueda tener la misma opción para elegir ponérsela o no aunque sea de India o de África? ¿Es su séquito de Médicos por la Verdad, Biólogos por la Verdad, Profesores por la Verdad y Policías por la Verdad, como se vienen autodenominando, quienes pretenden imponer su Verdad a todo el mundo?

Ahora bien, en una situación de falta de claridad y hartazgo, atravesada de desigualdades, donde vidas precarizadas tratan de mantenerse a flote entre ola y ola, es preciso que quienes ejercen cargos de responsabilidad pública midan el alcance y las repercusiones para la salud pública y política de cualquier decisión que suponga un recorte de derechos o un posible señalamiento y estigmatización del colectivo de personas que decidan no vacunarse o no tengan la opción de hacerlo, no sea que muerto el virus no acabemos con la rabia.

Las palabras y las imágenes, como la de la esvástica, no son inocentes. La palabra elefante hace que evoquemos automáticamente uno. Incluso cuando le pedimos a alguien que no piense en uno, lo estamos evocando. Lo mismo ocurre en el lenguaje político. El lingüista George Lakoff, en su libro No pienses en un elefante, reflexiona sobre la capacidad de los estrategas republicanos estadounidenses de activar estructuras mentales inconscientes, que mueven nuestros comportamientos y nos impiden atender a la racionalidad de nuestros intereses, o a los meros datos de la realidad. Los republicanos estadounidenses han conseguido activar, en una parte significativa de la población, los marcos mentales que más les convienen, entre ellos el del Estado como padre estricto que define reglas de conducta y castiga movilizando así entre sus votantes representaciones como la del individuo expoliado por el Estado, para justificar la rebaja de los impuestos. 

Por cierto, además de la esvástica, también me puso los pelos como escarpias escuchar la mesa de valoración de la movilización en Bilbao en las redes de la Plataforma vasca antivacunas. Frases como: “Sabemos que vienen a por nosotros y nosotras, a por lo nuestro y a por los nuestros. Ante eso queremos estar firmes, respetuosos, queremos defender la casa de nuestro padre, de nuestra madre, como es tradición en este país”. Otra dosis: “Partidos políticos y sindicatos alineados en el mismo bando, el bando de los intereses de la élite y utilizando los recursos para acorralar y expoliar a la ciudadanía. Creemos que es necesario crear alternativas, se nutren de nuestros impuestos y su función es manipularnos”. Y va la tercera: “Quiero llamar a la ciudadanía a responder en dos frentes, que cada individuo dedique dos horas al día. Una a señalar la trampa, al hombre o a la mujer de los caramelos, una labor de denuncia y de señalamiento. Y la otra, a la construcción de un mundo nuevo que se desmarque de la prestidigitación, de transhumanizar, de la ciénaga a la que se nos quiere condenar”. También se mencionaba el trasvase de rentas a través de multas y sanciones en ensalada con el empobrecimiento por las energéticas, etc.

En fin, a todas nos suena la prestidigitación que hacen la ultraderecha y quienes defienden el autoritarismo con las palabras y lo que les gustan las escenas con mucha salsa de tomate. Al fin y al cabo, el régimen nazi se definía como socialista y el régimen franquista pretendía liberar a las mujeres del trabajo en las fábricas.

Pues eso, no pienses en un virus y se te aparecerá la extrema derecha. Cosas del lenguaje y el debate político.

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