Opinión
El futuro de un país en 280 caracteres

Una crónica de las primeras horas de la jornada electoral del 14 de febrero en Catalunya.
Balcones Tabarnia Barcelona Banderas
Álvaro Minguito Balcones en Barcelona
14 feb 2021 16:35

Llovizna y cielo gris.

Fiel retrato de una tosca campaña electoral.

Poco color, poco empuje.

Gris.

La fiesta de la democracia estuvo a punto de quedarse aguada. Hasta el último suspiro se dudó de si se constituirían todas las mesas, si se podría votar.

A las diez, comparece el conseller Bernat Solé. Solo quedan por constituir el 3% de las mesas.

Siempre el 3%.

En un polideportivo en el barrio del Coll de Barcelona un apoderado grita a la cola que se ha constituido una nueva mesa. Se oyen vitoreos como respuesta.

Curioso retrato que recuerda ese ya lejano referéndum de 2017, cuando la constitución de mesas se celebraba con jolgorio en los aledaños, convertidos aquel día en populares fortines democráticos. Un espejismo. Entonces había ganas de formar parte, hoy hay miles de personas que intentan evitar estar en ellas. Entonces un juez prohibió las urnas, hoy exigió ponerlas.

Epidemiólogos exaltados tirándose de los pelos por unas votaciones que ponen en riesgo la curva frente a juristas exaltados que se tiran de los pelos por una pandemia que pone en riesgo el derecho al voto.

El paso democrático marcado todavía a golpe de juzgado. Montesquieu retorciéndose con sus vecinos. Campaña tosca y elecciones toscas.

A las 10:30 ya solo quedaba el 1,5% de las mesas por constituir. Ya no se respeta nada.

Para de llover. Y pese al gris, algo se mueve. Colas aparatosas para votar. Son sobre todo por la distancia de seguridad. O su intento de... Un chico da medio paso mientras mentalmente dibuja el metro y medio en su cabeza.

Hay una pelea en la cola. ¿Será por Illa y Borràs? No. Una mujer le regaña a su marido porqué no se quiere poner la mascarilla. Deben rozar los ochenta. “¿Por qué me la tengo que poner?” dice él. “¡Porque hay una enfermedad muy mala! ¡No te la quites, Jacinto!”.

Una hija anima a su madre a votar. Tiene miedo por el virus. Ella le dice que esto no tiene más peligro que ir de compras al mercado. No queda claro si la convence.

“Tendríais que aprovechar para vacunarnos a todos” le dice a la salida una señora a un urbano. “Pues es verdad”, le contesta.

Detecto otra discusión en la cola. Es sobre si es mejor la de Oxford o la de Astrazeneca. Pese a que llevan lazos amarillos ni una sola palabra de la vacuna rusa. Tendremos que preguntar a David Alandete.

No todo es virus en las colas. Un hombre sale de votar y se encuentra unos amigos en la cola. Hace como el gesto de poner el papel en la urna y dice “¡por la amnistía!”.

Respeto relativo a las franjas horarias. Se supone que las tres primeras horas son para la gente vulnerable, pero en las colas se ven algunos pipiolos haciéndose los suecos. A ultima hora los miembros de la mesa se vestirán de astronautas para que voten los positivos de covid, aunque nadie ha aclarado quién controla que estos no se salten también los horarios.

En esta época de los protocolos para todo está siempre el que prefiere no darse nunca por aludido.

Todo por el voto. Esta vez sí. Hoy hay gente en Catalunya que votará en castillos, mercados y hasta en la antigua plaza de toros de Tarragona. Todo por el bicho, que diría aquel. 23 pabellones deportivos; hasta el auditorio del Camp Nou es hoy un centro de voto. Ahí unos chavales miran de organizar la cola, que aunque ágil es enorme, en unos de los barrios que en los últimas votaciones ha funcionado como una especie de Iowa catalán.

ERC prefirió firmar un ridículo manifiesto apostando por el veto al PSC a tener que combatir el titular de haber rechazado firmarlo entre su electorado indepe

A la gente le han dicho que traigan los sobres de casa. Un hombre con guantes de plástico se ha traído el suyo. Solo un detalle. Es del banco. La Caixa. Tal cual.

A las 11:16 ya han constituido el cien por cien de las mesas. La fiesta de la democracia a toda máquina. Al parecer es la única fiesta que se nos permite en tiempos de pandemia. Esta y la de las compras de navidad. Curiosa alegoría de nuestros tiempos.

Porque esta ha sido una fiesta gris. Insulsa. Tosca. Burda. Poca sal en este plato. Campaña a base de tweets. Apenas se habló de contenido. Con la que se nos viene encima.


La política muere lentamente ante nuestros ojos a base de 280 caracteres por propuesta. Y en esa muerte, como pez en el agua, salen los fascistas del partido verde.

Abascal, por cierto, llorando por una campaña, dice, poco democrática por la resistencia antifascista que se ha encontrado en sus actos. Dice que no es una campaña limpia. Y eso que la Junta Electoral le regaló presencia en debates y medios, contrariamente a lo que antes había hecho con otras formaciones.

Y ante los boicots a Vox, el eterno y aburrido debate de sí al fascismo hay que ignorarle. Como si no lo hubiéramos ignorado suficiente...

Pero esta es la época del titular. Y el debate paroxístico hecho política.

Sin el calor de los mítines, los discursos quedan recluidos a las redes. Al corsé de los 280 caracteres y los titulares frugales. Los debates mueren.

La polémica de la semana: Por qué el candidato Illa había rechazado hacerse el test de antígenos tras el debate electoral en TV3. ¿Qué esconde? O la supuesta campaña de Colau quitando carteles de Junts per Cat en Barcelona. Que luego aparezcan retirados incluso carteles de los Comunes, da igual. El titular está hecho.

Apasionante, ¿verdad?

Y en esa perversión se vio atrapada Esquerra, forzada esta semana a decidir qué titular evitaba a pocos días de los comicios. Y, luchando por ser hegemónico en el campo independentista, prefirió firmar un ridículo manifiesto apostando por el veto al PSC a tener que combatir el titular de haber rechazado firmarlo entre su electorado indepe.

Y los socialistas, que llevan toda la campaña vetando pactos con el independentismo, ofendiditos porque esos mismos independentistas les aplican el veto a ellos.

Y la política muere a base de 280 caracteres.

Ante tan pocas propuestas, destaca la de Illa anunciando que quiere montar una Agencia Catalana de Salut. No está mal. Es una pena que la Agencia ya exista y que su sede esté apenas a cien metros de la sede del partido de Illa. Lástima. Buen intento.

En las elecciones de los 280 caracteres quien más se juega está en la Moncloa. El gobierno más chachi y molongo de la historia se la juega. Su estabilidad pasa por Catalunya. Y no precisamente por Illa

Campaña low cost. Sin apenas propuestas, buscando solo titulares. Con los carteles más cutres que se recuerdan en años. Entre el emoticono de Alberto Fernández, el coche vendemelones de la CUP, los abrazos multicolores de Ciudadanos o el cartel del Jess we can con Jessica Albiach haciendo de Obama, todo tiene un poco regusto a vergüenza ajena.

Mención aparte los spots del PdeCat, cuya obsesión con la CUP (“los amigos de los okupas”) hacían dudar sobre quien estaba realmente pagando el anuncio.

O los postureos de Junts Per Catalunya, haciéndose una foto con una pancarta contra los CIE, como si nada. Como si el sello de Convergencia a la reforma de la Ley de Extranjería de 2009 no existiera, por citar un solo ejemplo. Pero bueno, ya se vio en septiembre. Un día Laura Borràs se hacía la foto apoyando la campaña “Regularización ya” y al día siguiente se abstenían en el Congreso.

Pero tranquilos, amiguitos, que Junts per Cat no es Convergencia y son super-chupirifláuticos. El pasado político de la mitad de su lista es un pequeño detalle que solo un malvado españolista se atrevería a destacar. Como su república unicornio.

En las elecciones de los 280 caracteres quien más se juega está en la Moncloa. El gobierno más chachi y molongo de la historia se la juega. Su estabilidad pasa por Catalunya. Y no precisamente por Illa.

Y lo saben. Iglesias dio muestras claras de ello en Salvados hace unos días. Polémica tuitera mediante.

Y, de mientras, la pancarta sigue ahí. Colgadita en el balcón. En el de la Generalitat de Catalunya.

Hemos tenido toda una campaña electoral y nadie ha dicho nada.

Es la del último troleo de Torra a la JEC, la de esa desobediencia que no fue tal pero que provocó la más ridícula inhabilitación de la historia. Y que nos trajo a estas elecciones.

Y aquí estamos. Y la pancarta, también. La del postureo de desacato. Otra alegoría más, la enésima, a esta campaña de 280 caracteres.

Curiosamente en esa pone “Libertad de opinión y expresión; Artículo 19 de la declaración Universal de los Derechos Humanos”.

Déu ni do, qué oportuna.

Que se lo digan a Pablo Hasél.

O a ese trabajador de TVE que osó bromear con los estudios en el extranjero de la infanta (Dios nos libre).

O a Rock Blackblock, a quien le han tapado esta misma semana un mural en Barcelona en defensa, curiosamente, de la libertad de expresión.

Pero ya sabemos. Pablo, supongo, tampoco contará como preso político.

Y si alguien en el extranjero osa abrir la boca, no se preocupen, que Borrell se vuelve a ir hasta Moscú o donde haga falta para aclarar lo muy mucho democrática que es la nuestra democracia española.

Votamos hasta en pandemia.

Amén.

Redes sociales
El teorema de Stone y las elecciones catalanas del 14-F
Llamar la atención y causar indignación para amplificar el mensaje son las consignas madre de la comunicación política de la extrema derecha. En la calle y en las redes sociales.
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