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Opinión
Israel somos nosotros
La historia de la ocupación israelí es la historia del mucho saber y no poder cambiar nada. En un ejemplo más de cómo Israel pone el dispositivo perfecto para que traguemos lo inaceptable, el año que viene Eurovisión avalará a un estado criminal tras ganar Netta Barzilai el concurso este año.
Llevo muchos meses queriendo escribir este texto, los mismos que lleva Ahed Tamimi detenida. Pero en realidad llevo queriendo escribirlo una vida, y a la vez, creo haberlo escrito ya cien veces. Tanta gente lo ha escrito de maneras diversas por décadas enteras. Cambian solo los nombres, el conteo de muertos, algunas siglas. Cambia la tecnología de las bombas, el portavoz del ministerio de defensa israelí que legitima la última masacre. Cambia la excusa específica esgrimida, las caras de los soldados israelíes con la humanidad secuestrada tras un uniforme. Cambia la edad del último niño detenido, la biografía de los chicos desarmados que protagonizarán el próximo entierro, el equipo de rescate que arriesgó su vida para salvarles y no llegó a tiempo.
Pero lo esencial no cambia: no cambia el racismo que legitima la confinación, el desprecio, la humillación y finalmente la muerte de las palestinas. No cambia la impunidad de aquellos que expulsaron y ocuparon, que saquean los recursos y pasean su prepotencia por los foros internacionales, sabiéndose inmunes. No cambia la irrelevancia que siento al escribir estas líneas.
Celebrar el gran espectáculo de Europa en Jerusalén el año que viene supone disfrazar de fiesta lo que es una legitimación a la política israelí de dominación y apartheid
Esto no es un artículo de análisis. Esto es un alarido. Extraño, fuera de lugar, quién sabe si oportuno. Ya lo hemos dicho todo, tantas veces. Ya lo dicen cada día, las Ahed Tamimi, las gentes de la gran marcha del retorno, las poetas, los activistas, las periodistas que son también disparadas, los israelíes que luchan contra el gran pensamiento único sionista. La historia de la ocupación israelí es la historia del mucho saber y no poder cambiar nada. Es un máster en impotencia. Una inmersión en que “esto es muy complicado, hay que ser objetivos, unos tienen derecho a defenderse, las otras son manipuladas por extremistas. Es lo que hay”. Un ejército de mensajes entrenados para minar la empatía. Un batallón propagandista experto en disciplinar el coro de los medios internacionales. Una diplomacia diseñada para desactivar cualquier arranque de ética internacionalista. Es el dispositivo perfecto para que traguemos lo inaceptable.
El sábado una muchacha israelí cantaba cosas empoderantes en un macroescenario. Una locura de luces coloridas, entusiasmo y desenfreno. Una celebración, el evento europeo con más seguimiento, todo un derroche de dinero y excitación postiza, una alabanza autorreferencial para el consumo de todos los públicos. La muchacha, una tal Netta, triunfó. Fue votada, aclamada, ovacionada. Mientras, miles de manos conmocionadas volcaban en las redes sociales palabras inútiles, sobre los crímenes diarios del país que representa esa mujer. Sobre lo que supone para Europa celebrar su gran espectáculo en Jerusalén el año que viene, disfrazar de fiesta lo que es una legitimación a la política israelí de dominación y apartheid. Y sin embargo, tiene pleno sentido. No porque Israel forme parte de Europa sino porque Europa es Israel, cada vez más, cada día con más intensidad y convencimiento.
Nuestros fusiles de asalto son gemelos de los fusiles de asalto que matan palestinos: paridos por las mismas fábricas, promiscuamente relacionados con las cifras de nuestro PIB
Tenemos nuestros muros que son vallas con concertinas, océanos vigilados con la última tecnología. Tenemos nuestros muertos por acercarse al muro, nuestras máquinas propagandísticas que deshumanizan a las otras, las convierten en terroristas, o explican que tenemos derecho a defendernos, es todo muy complicado, es lo que hay. Tenemos nuestras bombas que son primas hermanas de las bombas que caen cada tanto sobre Gaza. Nuestros fusiles de asalto son gemelos de los fusiles de asalto que matan palestinos: paridos por las mismas fábricas, promiscuamente relacionados con las cifras de nuestro PIB. Tenemos lista nuestra retórica para hacer de la alteridad peligro. Tenemos cientos de Netanyahus que trafican odio por votos. Tenemos cartas de derechos que no se cumplen, y directivas migratorias que se cumplen al alza, que lo devoran todo.
Palestina
Cisjordania: la resistencia, un asunto de mujeres
En 2009, un grupo de madres pertenecientes a una misma familia lanzó un movimiento de contestación no-violenta en el pueblo de Nabi Saleh, al norte de Ramala. Seis años más tarde, una de ellas era herida por una bala durante una manifestación. Con la esperanza de ver a sus hijos crecer en una sociedad en paz, estas mujeres continúan luchando por sus derechos y los de la sociedad palestina.
El apartheid es una inercia. Es la consolidación de lo contrario a lo humano, sedimentado por la violencia activa de unas, por la impotencia paralizante de otros, y por la indiferencia creciente de casi todos. Eurovisión es una mierda, un culto al envoltorio, apología del despilfarro, donde el monstruo de la competición capitalista aplasta a la música. El año que viene será más que una mierda, será una mierda que avala a un Estado criminal, será un espectáculo de luces y colores en el que Europa celebre que, después de todo, Israel somos nosotros.
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Muchas gracias por el artículo. Pone palabras a la misma impotencia que siento ante una injusticia que dura más que mi larga vida. Además muy bien escrito. Felicidades
Mirad vuestro país y dejar de arreglar los ajenos. Que bastante mal va el nuestro
A esta gentuza le pone la alfombra roja la izquierda tricornio.