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Cuando penetra el miedo, las imágenes se apropian del relato con su dosis de alarma e impera el ruido. Ya no hay lugar para antecedentes ni pedagogías, para la memoria histórica o el análisis colonial, solo hay gente (otros) que dan miedo, y gente (nosotros) a la que hay que proteger. Los otros ya no son personas, devienen solo una amenaza que gestionar, mantener alejada o directamente aniquilar, todo lo demás queda en segundo plano.
Es el discurso de la crisis, de la amenaza extraordinaria y al mismo tiempo constante que requiere mano dura y suspender durante el tiempo que sea necesario cualquier empatía hacia el otro. Despojarle de lo que le hace humano para, en última instancia, poder despojarle de su vida, o al menos de un vida que merezca la pena ser vivida.
Las imágenes que pudieron verse el sábado, cuando Hamás rompió el cerco de Gaza y atacó Israel, son dolorosas, y sobre todo inéditas: no porque sea nueva la muerte de jóvenes en esa tierra —llevamos décadas viendo a chavales palestinos morir tiroteados o bombardeados— sino porque esta vez son israelíes quienes mueren, indiscriminadamente, son personas blancas las que corren con miedo. Sus cuerpos no son los cuerpos oscuros que nos hemos acostumbrado a ver ensangrentados e inertes. Lo que ha entrado en la retina del mundo es “el cuerpo occidental” masacrado.
Como contracara las muertes cotidianas, a veces por goteo, a veces muchas más, del otro lado. Las que causan las bombas que llevan días asolando Gaza mientras se deja a sus habitantes sin infraestructura, sin electricidad, sin alimento, sin medicinas, solos con las bombas y el fuego. Los cuerpos que ya hemos visto tantas veces matar, que contamos con que se dejen sin más, mientras la comunidad internacional pide paz al aire. 75 años de colonización, 20 años de encierro, es difícil avanzar hacia la paz desde ahí.
Preservar “el oasis democrático” israelí, el bello jardín “europeo”. Es esa la narrativa que queda sellada cuando se proyecta la bandera israelí sobre la sede de la Comisión Europea
No le costó mucho tiempo a Ursula Von der Leyen posicionarse del lado de Israel, reivindicando su derecho a defenderse, el derecho más asimétrico del argot geopolítico. Las banderas de Israel son ondeadas en ayuntamientos y proyectadas en edificios públicos. Mientras, se extiende un sentido común entre los mandamases europeos que llama incluso a cortar toda ayuda humanitaria a la población palestina: un pueblo condenado a vivir de la ayuda humanitaria, un pueblo que si no recibe ayuda está condenado a la muerte. Una negación más de su agencia, otro oprobio hacia su dignidad.
No es de extrañar la sintonía europea con Israel, nunca estuvieron tan cerca en sus postulados como en los últimos tiempos, unidos de muchas formas en su misión de protegerse cada una de sus bárbaros. Los que viven bajo ocupación e insisten en combatirla a pesar de enfrentarse al ejército más potente de la región. Los que dejan atrás tierras arruinadas por el expolio colonial y el de ahora, y persisten en dirigirse a unas fronteras cada vez más altas, más profundas, más letales, por más que Europa insista en gastar gran parte de sus recursos y narrativa en dejarles fuera. Preservar “el oasis democrático” israelí, el bello jardín “europeo”. Es esa la narrativa que queda sellada cuando se proyecta la bandera israelí sobre la sede de la Comisión Europea.
En la Alhambra también había fiesta
Los días anteriores a que Hamás atravesara el muro de la vergüenza, los ojos de Europa no estaban muy pendientes de lo que pasaba en Gaza. Sus mandatarios estaban siendo agasajados en la hermosa Alhambra, recibidos con elegancia y perfecto inglés por Pedro Sánchez, disfrutando de unos agradables días de alegre Cumbre de la Comunidad Política Europea.
Mientras las redes sociales se fijaban en el bonito detalle de Von der Leyen, llevando el pañuelo que le había regalado una guía el día angterior, y se comentaban las torpezas de protocolo de Palacio, Giorgia Meloni y Rishi Sunak, hermanados por su fobia a las personas migrantes que llegan por el mar, se aliaban para hacer prevalecer sus tesis—restrictivas con los derechos de las personas migrantes y beligerantes con quienes les prestan ayuda.
Se alcanzaba así un preacuerdo para el Reglamento de Crisis —una parte del Pacto de Migración y Asilo— ante los aspavientos de Hungría y Polonia que deben sobreactuar para lograr que Meloni parezca moderada, una técnica muy extendida para introducir retrocesos en derechos. Para vivir en una crisis migratoria que desafía el futuro de Europa, y para la que hay que invertir miles de millones al año en tecnologías, fuerzas de seguridad, acuerdos con países poco escrupulosos con las personas que migran, e inteligencia artificial, no parecían tan preocupados los mandatarios. Su fiesta queda bastante lejos de los muros que están construyendo, el mar se encarga de matar a muchos de quienes sobreviven a la subcontratación de la violencia a terceros.
Cuando los líderes europeos defienden a Israel se están defendiendo a sí mismos. Se defienden de la hipótesis de de que aquellos que sufren la violencia en las fronteras externas e internas algún día la devuelvan
Pero la mañana del sábado vieron lo que había pasado, los mandamases europeos, la violencia contra la fiesta de los civilizados, de los inocentes, los que llevan vidas buenas protegidas por muros y vallas. Y siendo atacados por el odio del otro, el otro que ya no le va a dejar tener la fiesta en paz, la supremacía en paz, que responde a la violencia con violencia contra quienes tienen a mano.
Cuando Von der Leyen o los líderes europeos defienden a Israel se están defendiendo a sí mismos. Se defienden de la hipótesis de una contraofensiva, de que aquellos que sufren la violencia en las fronteras externas e internas, algún día la devuelvan, de que quienes han sufrido históricamente el expolio y la usurpación algún impugnen ese estado de las cosas. Y ambos, la UE e Israel usan la doctrina del shock que, como formulaba en su momento Naomi Klein, aprovecha el shock de la población, la sensación de crisis, para avanzar un poco más en la acumulación neoliberal y otro poco en las políticas autoritarias.
Y es que ambas entidades no solo comparten narrativas, miedos y pasado, también les unen sólidos vínculos económicos en un negocio que necesita de enemigos y miedo para prosperar. El de las armas, los sistemas de seguridad y de espionaje, las últimas tecnologías en la vigilancia del otro. Entendiendo el otro en un sentido amplio: que va desde los más otros que se quieren mantener lejos, tras los muros, a los otros internos, que serán quienes considere el cliente de una industria securitaria que se alimenta de desigualdad y miedo. Que cosecha de los shocks grandes y pequeños el relato más conveniente para su balance de negocios final.
Deshabitar el necro-nosotros
“Si no estás prevenido contra los medios de comunicación te harán amar al opresor y odiar al oprimido”, decía Malcolm X, y eso que por su época no había Twitter, millones de medios online, y de noticias viajando por WhatsApp o Telegram apuntalando con la fuerza de mil estímulos relatos funcionales, muchas veces, a una opresión. A justificar un statu quo racista y colonial.
Son relatos que necesitan sumarte, absorberte en su nosotros si cumples los requisitos de base: no todo el mundo cabe en el club del nosotros que se quiere proteger, las condiciones van cambiando, pero suelen mantener de trasfondo cosas en común, la raza, la clase... Aunque el mejor pegamento para el nosotros es abrazar el relato que te posiciona contra el otro, puedes ser un Rishi Sunak de la vida y llevar adelante las políticas más duras contra las migraciones.
Todo esta narrativa apunta a que, cuando sientas en peligro a alguien que forme parte de este nosotros, olvides causas y estructura, justicia o humanidad, y seas uno más en la masa que apoya la mano dura, la respuesta contundente, sin mirar a quién beneficia este régimen de otredades, qué derechos vulnera. Ser moldeado por la pedagogía de la crueldad, y aceptar la violencia sobre el otro, como algo natural, porque es lo que hay que hacer para defendernos. Quizás lo que nos toque sea impugnar el nosotros, cualquier nosotros, que justifique la opresión y la necropolítica.
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Los israelíes vienen padeciendo atentados hace tiempo.
Sí está ha vez ha trascendido tanto en Occidente, es por la magnitud del ataque y lo barbárico del mismo. No se trata de ver "cuerpos blancos" (lo que evidencia por otra parte un total desconocimiento de la amalgama racial de Israel, donde se puede ver a mucho judío cobrizo procedente del Magreb y de países de Oriente Medio y aun a judíos negros etíopes). Se trata de ver cuerpos masacrados por la barbarie. Esto es lo llamativo. Y nadie quiere a un bárbaro por vecino.
Qué Israel presenta más puntos de conexión con Occidente que el resto de sus vecinos es evidente, tanto por la procedencia de muchos judíos de origen europeo y norteamericano, como por el propio concepto del Estado de Israel como Estado democrático desde su concepción y fundación. Sí, es una democracia es una región de dictadores. Y eso, acerca Israel a Occidente, desde luego.
Pero Occidente no busca purgar ninguna culpa. Simplemente, no se siente nada cómoda con la barbarie y prefiere la democracia (en términos generales) a otras formas de gobierno. Defendiendo a Israel se defiende a sí misma? Posiblemente. Y qué hay de malo en que uno defienda sus preferencias frente a un ataque?
Existen muchos países donde no reinan las democracias. En unos, a pesar de la opinión popular mayoritaria, y en otros, con el beneplácito o apoyo de dicha opinión (China, por ejemplo). En este último caso, nadie puede reprochar legitimidad al sistema de gobierno. Y el resto de estados están obligados a respetar tal sistema.
Qué hay de malo en que Occidente se defina a sí mismo? Nada. Lo hace al igual que otros conjuntos políticos o religiosos se definen a sí mismos por su adhesión a unos principios y valores (por ejemplo, la umma islámica o comunidad de creyentes musulmanes).
Cuestión distinta es, si sin esos principios y valores de Occidente, el ser humano debería ser el factor al que debiera supeditarse todo lo demás. Sí la vida, y no la muerte, debería conformar una "biopolítica" y no una "necropolítica". Pero asumiendo que habrá actores o conjuntos de actores estatales, religiosos, etc. que no compartirán esa biopolítica, o no de la misma manera que Occidente. Y Occidente no debe amilanarse. Tampoco imponerse. Simplemente, ser como es (o, mejor dicho aún, cómo nosotros, los occidentales, queremos que sea).
No
Si nuestro Sistema de las Naciones no garantiza la paz, hay que abolir dicho sistema. Todo acto de guerra debe estar prohibido, perseguido y castigado, como está prohibido, perseguido y castigado el homicidio en el Estado de Derecho. Un solo planeta, una sola Humanidad.
Sí los Derechos Humanos a veces son precarios en el mundo, elimina la ONU y su sistema y te digo que, D_os no lo quiera, será mil veces peor.
Excelente. Y por aquí, también el colonialismo de ayer impregna nuestro hoy, concretamente en este supuesto "día de la hispanidad" que pretende ocultar el salvajismo de la civilización mediante misas, homenajes a vírgenes y banderas, y un desfile militar por si no quedaban claros los orígenes fascistas de la celebración de éste día. Ya lo dijo el Cardenal Gomá en su tiempo: "si España es una creación de Dios, América es una creación de España".