Opinión
La desigualdad y mi cuñado
Como muchos de vosotros, y siempre cumpliendo con las limitaciones establecidas por el Gobierno, estas navidades yo también me he sentado a la mesa con un cuñado. Entre otros temas, durante el encuentro salió a la luz la cuestión de la Casa Real, ya sabéis, las andanzas del Rey Emérito por el Golfo Pérsico, el mensaje de Navidad de Felipe VI, las propuestas de transparencia que parecen estar en cartera para, en la medida de lo posible, salvar la institución, etc. Y mientras mayoría de la mesa se declaró republicana, mi cuñado, como no podía ser de otra manera, hizo un estratégico apunte que, de forma irremisible, monopolizó a partir de ese momento la conversación: “Mucho criticar a La Casa Real, pero ésta tiene un presupuesto similar al de CC OO”. Acabáramos.
La anécdota puede parecer, o no, exagerada, pero no por ello se muestra menos representativa de una cierta opinión contemporánea sobre el papel de los sindicatos en nuestra sociedad. Para muchos y muchas, los sindicatos, así, en plural y como término totalizador, son, más bien, algunos sindicalistas; aquellos que, estando liberados, se dedican a salir de compras en horario laboral, medran y hacen componendas ante la dirección de las empresas, mantienen sus empleos relativamente blindados pero, sobre todo, “trabajan poco y se lo llevan calentito”, en palabras de mi cuñado.
La cuestión no es tanto que “se lo lleven calentito”, sino que, hasta que no descubramos otra manera, es la única que tenemos de equilibrar las desigualdades inherentes al sistemaBueno, no niego la mayor, todos y todas hemos conocido, a lo largo de nuestra vida laboral, ciertos personajes que, independientemente de ser liberados o enlaces sindicales, trabajan poco y se escaquean lo máximo. El antropólogo recientemente fallecido David Graeber les dedicó un libro completo, Trabajos de mierda, apuntando que, en gran cantidad de ocasiones, esto no se debe a la características personales de los trabajadores y trabajadoras, o a la institución a la que representan, sino a la propia estructura y modo de funcionamiento de las empresas capitalistas —no tan racionales como aparentan—, sobre todo aquellas vinculadas a los seguros, el sector financiero, el marketing, etc. Si queréis más detalles, leed el libro. La cuestión aquí no es tanto que “se lo lleven calentito” por trabajar poco, sino que, hasta que no descubramos otra manera, o superemos el sistema capitalista si tal cosa es posible, no existe manera mejor de equilibrar las desigualdades inherentes a dicho sistema que el contrapoder que suponen los sindicatos. Y os voy a poner un par de simples y recientes ejemplos.
Durante las últimas semanas del año, todos y todas hemos sido testigos, a través de los medios de comunicación, de las negociaciones que se están desarrollando y liderando desde el Ministerio de Trabajo y Economía Social con el objetivo de aumentar el Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Parece ser que, en la mesa negociadora, la Patronal se niega a que se produzca dicha subida alegando el momento tan incierto que está viviendo la economía española, y mundial, bajo la pandemia. Esto, además, es del parecer de un sector del Gobierno. La ministra Yolanda Díaz ha repetido, por activa y por pasiva, que se trata de una cuantía mínima, en torno a 70 céntimos al día, y que ninguna empresa se va a ver arrojada al pozo de los números rojos por esa mínima cantidad. Sin embargo, sus argumentos no parecen gozar de predicamento en el ala más liberal del PSOE.
Pues bien, la única forma que hay de encontrar alternativas a las limitaciones establecidas por la aritmética electoral que supone el Gobierno de coalición son, precisamente, los sindicatos. Los sindicatos no pueden incrementar el SMI, pero pueden negociar mejores condiciones para todos los trabajadores y trabajadoras, sobre todo los de menor remuneración, ya que los convenios colectivos tienen rango de ley. Sin embargo, esto no se puede producir de forma generalizada ahora mismo porque la última reforma laboral mermó, en gran medida, la capacidad de los sindicatos para ampliar su acción más allá del ámbito de las empresas, lo cual nos lleva al segundo ejemplo.
En la empresa de mi cuñado no hay comité de empresa ni sindicato, sin embargo, cuenta con un convenio colectivo que le ha permitido mantener su puesto estos duros meses del 2020
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