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Opinión
La A de LGTBIAQ+ no es de amigas: apuntes de un hiperromántico ace
La A de LGTBIAQ+ no es de amigas. La T tampoco es de tortilla, eso hemos tenido que repetirlo mucho y tenemos que seguir haciéndolo porque la sociedad ha decidido que los terribles queer y las degeneradas trans hemos venido a colapsar los sistemas —un poco sí— y convertir a todas las personas cisheterosexuales en tremendas desviadas y no a que entiendan de una vez que lo que queremos es que quienes nos desviamos de la norma, en el sentido estadístico de la palabra, vivamos tranquilas.
Quede claro que escribo esto desde mi experiencia, que no milito espacios sobre lo que voy a hablar más allá de mi propia visibilidad y que tampoco he leído teoría al respecto porque estoy cansado de tener que justificar mi existencia con un corpus académico que solo se nos exige a las personas no cisheterosexuales.
Dejo claro también, por explicar mis primeras palabras, que creo firmemente que las amigas, les amantes y los amores son quienes pueden salvarnos de un mundo que nos drena y exprime siempre que no hagamos lo que hacemos con todo: romantizar y capitalizar un concepto hasta pervertirlo e ignorar las dinámicas violentas que también pueden darse en estas relaciones.
La alonorma es esa norma que impone que todas las personas sienten atracción sexual y/o romántica y pone en el centro estas realidades, dejando de lado las vivencias dentro del espectro asexual y arromántico
Creo que lo mejor que podemos hacer es poner encima de la mesa que, si bien es la amistad la que puede sacarnos de ésta y dinamitar un sistema capitalista de jerarquías sexoafectivas en una sociedad mayoritariamente cisheterosexual y monógama, deberíamos acompañarlo de una conversación transversal y explícita sobre la alonorma, esa normativa implícita que impone que todas las personas deben sentir atracción sexual y/o romántica y pone en el centro estas realidades, dejando de lado e incluso patologizando otras realidades y vivencias dentro del espectro asexual/ace y arromántico/arro.
Los feminismos, el antirracismo y los activismos queer —señorías, usen el plural, que por mucho que algunas ministras hablen de “volver a unir el feminismo”, los movimientos sociales son plurales y eso que llaman división no es otra cosa que gente que odia y violenta a otra gente que es odiada y violentada— nos han permitido avanzar algo en esta conversación durante los últimos años, con el respaldo institucional de un Ministerio de Igualdad liderado por Irene Montero que, convirtiéndose en la diana de la extrema derecha y de muchas aliadas de izquierdas, ha conseguido llevar a todos los medios temas como las violencias sexuales, el consentimiento o los derechos de las personas LGTBIAQ+, y no solo los de las personas trans, por mucho que la caverna intente centrar en ellas el relato.
Esto, entre otras cosas, ha permitido que hoy podamos ver con bastante claridad cosas que hace unos años eran más difusas. Yo agradezco personalmente a mujeres y amigas increíbles como Tatiana Romero, Sandra Cendal o Alana S. Portero que ahora, al leer un libro o escuchar a alguien, note si hay una perspectiva interseccional o no, si una amiga tiene una mirada masculina sobre un tema, si el autor de tal novela tiene una mirada tan cisheterocentrada que deja de interesarme, si hay privilegio de clase en la enunciación de un discurso o si su mirada antirracista brilla por su ausencia. Y creo que, si lo vemos, debemos empezar a exigir un cambio.
Nadie se lleva la manita al pecho si a un activista por los derechos LGTBIAQ+ se le exige una mirada transinclusiva en su discurso o que no borre sistemáticamente a las personas bisexuales, por mucho que se enuncie desde lo cisgay —no confundir con lo cismarica, por favor—.
No acabo de entender que no veamos ni de refilón que la alonorma impregna tanto nuestra manera de relacionarnos que acabamos cayendo sistemáticamente en un borrado de la asexualidad y el arromanticismos
Lo que no acabo de entender es que no veamos ni de refilón que la alonorma impregna tanto nuestra manera de relacionarnos que acabamos cayendo sistemáticamente en un borrado de la A, que es la única sigla de todo el colectivo que puede atravesarnos a todes y que, como decía al principio, no es de amigas sino de asexualidad y arromanticismo: un espectro tan amplio y variado que si fuésemos capaces de entender y conocer desarticularía por completo esa narrativa que nos dice cómo, cuánto y con quién deberíamos relacionarnos, obligándonos además a decidir en qué cajón de la sociedad les metemos en función del tipo de relación que tengamos.
Decía mi querida amiga Ali, profesora de secundaria, que la chavalería nos ha adelantado por la derecha en cuestiones de orientación sexual y que, lejos de necesitar etiquetas, hay una gran cantidad de adolescentes que no se consideran heterosexuales y que viven su identidad de una manera mucho más libre de la que ella la vivió en su momento. Y que si la conversación que está dándose en torno a las personas LGTB tanto en la calle como en los medios y la cultura se hubiese dado antes, probablemente ella misma habría explorado algunas relaciones que tuvo con sus amigas de otro modo y quizá hoy, que ya pasa los 35, no se enunciaría heterosexual.
Mi pregunta es: ¿no nos permitiría una conversación sobre la alonorma, al igual que lo hace la conversación sobre las no monogamias, entender cómo ésta determina y marca la manera en que nos relacionamos y con quién? ¿A cuántas personas habéis incluido en el cajoncito de la amistad a pesar de sentir un flechazo brutal porque no sentíais atracción sexual por ellas? ¿Cuántas parejas de las que estábais profundamente enamorades habéis decidido dejar porque el deseo sexual desapareció llegando a pensar que eso era porque “tan enamorades no estaríais”? ¿Cuántas veces os han preguntado, después de confesar un pipazo con un amigo, que “ahora qué”, dando por hecho que lo siguiente es comenzar una relación?
No sentir atracción sexual o romántica o hacerlo solo en determinadas circunstancias está socialmente patologizado
No sé, no es sólo que crea que el borrado sistemático de la A dificulte la vida y relaciones de muchas personas simplemente porque el no sentir atracción sexual o romántica o hacerlo solo en determinadas circunstancias sea objeto de mofa y esté socialmente patologizado —¿cuántas veces habéis pensado u os han recomendado ir a terapia cuando vuestro deseo se alejaba de lo habitual?—, o que hablar de ello de manera transversal en esta sociedad hipersexualizada y romantizada dé herramientas a quienes no vivimos el sexo y el amor de la misma manera. Es que creo que esa conversación nos daría herramientas a todes, igual que lo hace entender cómo opera el racismo estructural, el capacitismo o el cisheteropatriarcado.
Si el Óscar marica de 20 años hubiese tenido esas herramientas, habría entendido que hay muchas personas que sienten una atracción sexual muy alta con personas con las que no hay ningún vínculo y que esa atracción se reduce e incluso desaparece a medida que ese vínculo crece y que dentro del espectro ace a eso se le llama fraisexualidad —ya, yo también hice bromas en su momento, es lo que tienen determinados prefijos— y que sin embargo la demisexualidad, que significa justo lo contrario —solo sentir atracción sexual por personas con las que existe determinado vínculo— formando parte también del espectro asexual, está prácticamente asimilada porque no es “moralmente reprobable”.
Explícale tú a tu novio con el que no follas desde hace seis meses que te has puesto cachondísimo en el vestuario del gimnasio y has acabado masturbándote con un tío del que ni siquiera sabes su nombre y que eso no quita que le quieras hasta no imaginarte una vida sin él. Sí, querides, soy una persona hiperromántica —o libra, quien quiera entender, que entienda— y sí, estoy en el espectro asexual.
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Si ese Óscar hubiese sabido esto, habría tenido herramientas para no hacer daño a personas a las que quiso profundamente y no se habría forzado a sí mismo a tener relaciones sexuales sin desearlas para que su pareja no pensase que algo estaba pasando. Porque, querides, la alonorma es la que dicta también que a un marica de 20 años tiene que apetecerle tener relaciones sexuales TODO EL RATO, cosa que con 50 años cambia —aunque este es otro melonar–.
Entiendo que las etiquetas pueden ser algo diagnóstico, esencialista y patologizante, que hay quien ya no las necesite y quien pueda agarrarse a ellas escudándose y justificando sus comportamientos con un “yo soy así”, pero más patologizante es que tus interlocutores abran los ojos como platos o directamente te sugieran ir a terapia cuando hablas de tu deseo sexual. Además, las etiquetas pueden ayudar a mucha gente a sentirse menos solas, entenderse mejor y adquirir herramientas y tejer redes que les permitan vivir más tranquilas alejadas de LA NORMAᵀᴹ, recordando siempre que éstas no son realidades inmutables y que describen comportamientos, no los definen.
Si las no monogamias han ampliado horizontes, incluir en nuestros discursos cómo la alonorma nos atraviesa permitiría no solo visibilizar estas realidades sino también desjerarquizar sus relaciones a quienes sí están en ella según el binomio amor/sexo
No hablo ya de eso, que me parece bastante importante y que, por suerte, hay asociaciones y grupos de militancia que hacen un trabajo divulgativo brutal en redes, como @somos_aces, para llegar cada vez a más gente porque, os diré, no somos cuatro gatos. Hablo también de que desde que se habla más de ellas, las no monogamias, han ampliado horizontes y roto barreras a la hora de crear redes afectivas más ¿sanas? ¿libres? —no sé si son las palabras— también entre las personas que se relacionan desde la monogamia. Incluir en nuestros discursos cómo la alonorma nos atraviesa a todes y afecta a nuestras relaciones nos permitiría, no solo empezar a visibilizar las realidades de las personas que nos encontramos en el espectro asexual y/o arromántico, sino que permitiría a quienes sí se relacionan desde la alonorma desdibujar las barreras que la sociedad marca para cada tipo de relación, desencorsetárlas y permitirnos vivirlas de un modo mucho más libre, haciendo añicos el binomio amor (lo que sea que signifique esto)/sexo.
Y creo que está claro que, con esto, ganaríamos todes.
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Gracias por esta columna, Óscar. La verdad es que yo estoy bien dentro de mi asexualidad y mi arromanticismo, ahora que ya soy mayor y he asumido que no pasa nada, ahora que ya nadie me dice "bueno, pero esto es que no has encontrado a la persona adecuada" (para el amor) o "¿y no has pensado pedir ayuda?" (por lo del sexo) o "lo que pasa es que eres una lesbiana en el armario" (por todas las anteriores). Ahora que ya soy una señora de 44 años, ya nadie me dice nada (en entrado en una fase "don't ask, don't tell"), porque ya soy un caso perdido, ya total ni voy a fabricar bebés ni nada. Hace poco leí a una chica que se preguntaba por qué una mujer liberada es aquella que mantiene relaciones sexuales con mucha frecuencia, pero no una que decide no hacerlo, sea porque se sale de la alonorma o por lo que sea. Nunca lo había pensado así, pero tiene toda la razón. Soy mucho más libre desde que dije "a la mierda" y dejé de intentar encajar en algo que no era yo.
Por cierto, una frase que me soltó, hará un año, una profesora de un máster que estaba cursando: "es que la asexualidad no existe, porque a todas se nos eriza el vello cuando corre la brisa, ¿no? Pues eso es deseo sexual".